sábado, 9 de junio de 2012

Capitulo 37: Lo bueno se hace esperar

Capitulo anterior:

Seguro que ninguna y si acaso una vez, y porque ella tenía que guardar bien su cuartada.
-Eugenia, ¿qué insinúas?-preguntó Pablo.
-Insinúo que no entiendo por qué te fuiste sin más, solo dejando una maldita nota y para colmo, todos estos años que llevas fuera no llamaste ni una sola vez; mamá y yo tuvimos que mover cielo y tierra para contactar contigo y contarte que papá había muerto.
-Eugenia, se que me equivoque yéndome de esa forma y siendo así todos estos años, por eso he vuelto porque quiero recuperar el tiempo que perdimos.
-No, Pablo-comentó la rubia disponiéndose para irse del salón.-El tiempo que perdimos nunca lo vamos a recuperar.
Esas fueron las últimas palabras que mantuvo Eugenia con su hermano en aquella tarde.
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El día se le estaba haciendo eterno a Eugenia. Deseaba que llegase la noche, pero aún faltaba para eso. Tumbada en su cama solo sabía pensar y pensar en lo que había hablado con su hermano y tratar de sacar alguna conclusión sobre lo que Sol tenía en Londres; ya que se fiaba poco de ella.
Así siguió hasta que dieron las nueve y media de la noche, y escuchó la puerta principal abriéndose. La rubia rápidamente se levantó de su cama y lentamente abrió la puerta de su cuarto al escuchar el grito de sorpresa de su madre al ver a Pablo y a Sol en el salón, viendo la televisión. Eugenia salió de su cuarto y se sentó en la parte de arriba de las escaleras para escuchar de lo que hablaban su madre y su hermano. A los minutos, la rubia al encontrar la conversación muy animada, se levantó de las escaleras y volvió a su habitación; sin entender por qué su madre se comportaba tan amablemente con Pablo a pesar de todo lo que había sucedido.
La rubia para despejarse decidió ir a ducharse. Al salir de la ducha, fue a su cuarto a vestirse. Se puso la ropa interior y empezó a buscar un pijama de verano que estuviese limpio en su maleta, que aún no había abierto en toda la tarde. Rebuscó entre la ropa, pero se detuvo al sentir unos brazos rodeando su cuerpo por detrás y apretándola con fuerza.
-¿Cómo está mi Julieta?-Peter le susurró al oído después de darle un beso en el hombro.
-Ahora que ha llegado mi Romeo, mucho mejor-contestó la rubia.
-Me alegra ser la causa de tu felicidad, Julieta-comentó el muchacho, soltándola para que la rubia se diese la vuelta para que se mirasen a los ojos.
-Peter, no es que no me guste que me llames Julieta pero no quiero acabar como ellos. Él envenenándose porque cree que ella está muerta y ella clavándose un cuchillo al verlo morir envenenado. Demasiado trágico-dijo Eugenia acariciándole la mejilla al muchacho.
-Tranquila, eso no pasará-hizo una pausa.-Pero prométeme que si piensas tomarte un veneno que te anule los signos vitales por unas horas, me avisarás tú misma.
-Te lo prometo-dijo ella con una sonrisa en la cara.-Pero por si acaso, prométeme que si me ves sin signos vitales, no te envenenarás.
Peter se quedó callado, mirándola fijamente con una sonrisa en la cara.
-Prométemelo-insistió Eugenia, al ver que el muchacho no decía nada.
Él lentamente llevó su mano a la mejilla de la rubia, y se la acaricio con la yema del dedo pulgar.
-No puedo prometer algo que no cumpliré-y antes de que Eugenia pudiese decir nada, la besó con dulzura.
La muchacha tardó unos segundos en reaccionar, un escalofrío había recorrido todo su cuerpo al oír las palabras del chico.
“Peter está dispuesto a….si yo muriese”-pensó Eugenia.
Cuando separaron sus labios, la muchacha lo abrazó con fuerza y  le susurró al oído:
-Te quiero.
-¿Que tú me qué?-preguntó Peter queriendo volver a escucharlo con una sonrisa en la cara.
-Te quiero-hizo una pausa.-…como a nadie.
-Yo también te quiero-dijo él antes de volver a besarla.
Ambos se siguieron besando, lentamente se acercaron a la cama y poco a poco se tumbaron sobre ella uno encima del otro sin separar ni en tan solo un segundo los labios. Peter se encontraba encima de ella, y lentamente deslizo sus labios por el cuello de Eugenia, dándole dulces besos y acaricias. Tras eso, le deslizo el tirante del sujetador por el hombro y en ese instante la rubia se dio cuenta de lo que estaba pasando y empezó a ponerse nerviosa. La respiración de Eugenia empezó a agitarse, Peter al notarlo, se detuvo, la miro y le preguntó:
-¿Estas bien?-ella le sonrió y le asintió.-Si quieres podemos dejarlo…
-¡Ssshh!-lo interrumpió.-No te preocupes.-dijo Eugenia que seguidamente lo besó.
Peter le siguió el beso mientras le deslizaba por el hombro el otro tirante del sujetador. El muchacho buscó el cierre del sostén mientras la besaba, lo desabrochó y cuando estaba apunto de quitárselo, algo lo detuvo.
-¡Aiba! Lo siento-dijo Darío apareciendo por el balcón.-No sabía que…
Eugenia se abrochó el sujetador rápidamente y Peter se levantó de encima mientras decía:
-¡Dios! Darío, ¿qué haces aquí?-le preguntó su hermano.- ¿Tienes un radar o algo que te avisa el momento idóneo para aparecer para interrumpir?
-Eso parece, hermanito-empezó a reírse.-Pero, bueno, yo solo venía a avisarte que mamá nos esta llamando para ir a cenar.
-Vale, muchas gracias por avisarme.
-No, de nada. Pero ¿qué le digo? ¿Qué ya vienes a cenar o que ya tienes tu cena?-preguntó Darío con doble intención.
-No le digas nada-contestó Peter, tratando de que su hermano se fuese.
-Como quieras. Que aproveche-comentó Darío marchándose.
Peter fue hacia el balcón para comprobar que su hermano se había ido, cerró la puerta de cristal y echó las cortinas.
-Mi hermano y sus ironías-comentó sentándose en la cama, al lado de Eugenia.
-Creo que deberías ir a cenar ¿no?-le sugirió levantándose para coger el pijama.
-Como le tendría que haber dicho a mi hermano…-dijo Peter tirando de ella hacia él.-…ya tengo mi propia cena.
-Suena muy tentador-dijo ella sonriendo y sentándose sobre las piernas del muchacho con las rodillas apoyadas en la cama una a cada lado del cuerpo de Peter.
Eugenia rodeo el cuello del muchacho con sus brazos y cuando estaba apunto de besarlo, alguien llamo a la puerta.
-Euge, ¿puedo pasar?-preguntó Pablo desde el otro lado de la puerta de madera.
-No, vete-contestó Eugenia enfadada.
-Vamos, hermanita…-insistió el morocho de fuera.
-¿Por qué no quieres hablar con él?-preguntó Peter en voz baja.
-Porque es tonto; esta tarde hemos discutido.
-Bueno, pues ahora habla con él y arréglalo.
-No,  no quiero. Me apetece más continuar con lo que estábamos haciendo.
-Y a mi, pero no estaré tranquilo hasta que no lo arregles con tu hermano. ¡Venga, hazlo por mi!-hizo una pausa.-Además, lo bueno se hace esperar o eso dicen-le sonrió y le guiño el ojo.

Tiempo más tarde, estaban Eugenia y Pablo en la habitación de la rubia hablando de lo que había pasado en aquel tiempo en que se había marchado y en concreto en aquella tarde donde los hermanos habían discutido mientras que Peter estaba en su casa cenando con su familia.
-Pablo, no quiero discutir contigo-decía Eugenia.-Pero me molestó cuando te fuiste, me molesta ahora y me molestará en un futuro que te fueras por culpa de Sol.
-No fue por su culpa, ya te comenté que quería vivir en mi propia casa porque ya era bastante mayorcito y también quería cambiar de aire; y por eso decidí irme fuera del país. La gran equivocación que cometí fue irme sin avisaros, solo con una nota y luego pasarme todos estos años sin llamaros, el problema es que tenía miedo de que al llamaros me rechazarais por irme sin más.
-Nunca, Pablo. Al contrario. Yo hubiese cogido el teléfono y hubiese hablado contigo como si nada.
-Bueno, Euge, tú eras muy pequeña, en ti lo comprendo pero en papá y en mamá, no.
-Ellos te echaban de menos, más de lo que puedas imaginar. Incluso papá en su último viaje de negocios viajó a Londres y te buscó; pero no consiguió encontrarte.
-¿En serio?-preguntó Pablo con los ojos llorosos.
Eugenia asintió mirándolo y sin dudar lo abrazó con fuerzas.
-Y estoy segura, de que si ahora mismo estuviese vivo, te recibiría igual mejor que como te recibió mamá-hizo una pausa.-Por mucho que hagamos creo que papá, si estuviese vivo, y mamá nos querrán como el primer día.
Pablo no dijo nada más, suspiró cabizbajo.

Continuará.

Capitulo 36: Recuperar el tiempo perdido

Capitulo anterior:

Cuando se dispuso a quitárselo, el timbre sonó varias veces seguidas. La rubia se separó del muchacho, lo miró extrañada por la forma en que llamaban y preguntó:
-¿Quién será?
-Seguramente será el imbécil de mi hermano, haciéndose el gracioso-dijo Peter volviendo a besarla.
El timbre volvió a sonar como al principio y ambos lo ignoraron pero al sonar una tercera vez con más estruendo, Eugenia se levantó, diciendo:
-Voy a ver quien es.
La rubia cogió su blusa y se la puso mientras iba hacia la puerta. Miro por la mirilla y se llevó la mano al pecho sorprendida.
-¿Quién es?-preguntó Peter asomándose.
Las lágrimas empezaron a salir de los ojos de la rubia y lo único que supo decir fue:
-No puede ser…
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Eugenia abrió la puerta y sin pensarlo ni un segundo se abalanzó sobre la persona que estaba del otro lado de la puerta para darle un abrazo con todas sus fuerzas mientras lloraba desconsoladamente. Peter permaneció de pie algo alejado de Eugenia y esa persona a la que la muchacha abrazaba sin entender lo que estaba pasando. El muchacho al ver que su novia no se separaba del chico que acababa de llamar al timbre, se empezó a sentir un poco incómodo y celoso.
-¡Vaya! Me echabas de menos por lo que se ve-comentó el chico con una sonrisa en la cara mientras acariciaba el pelo de la rubia.
Eugenia se separó del joven, lo miro con los ojos llorosos y sin que nadie se lo esperase le dio un tortazo en la cara.
-¿Cómo te atreves a desaparecer así?-lo volvió a abrazar con todas sus fuerzas.-No vuelvas a hacerlo en tu vida.
-Con que me lo hubieses pedido amablemente hubiese bastado-habló el muchacho abrazándola mientras se quejaba por lo que acababa de pasar.
-No, porque ahora cada vez que se te pase por la cabeza marcharte, recordaras esto-comentó Eugenia separándose de él y dándose cuenta de que el recién llegado no venía solo.
Al comprobar con quién venía sus facciones de felicidad cambiaron de inmediato y la rubia saludó con desprecio en sus palabras:
-Hola, Sol.
-Hola, Euge. ¡Qué grande estas!-le sonrió y la abrazó con fuerza, pero sin recibir ese mismo abrazo por parte de la rubia que se quedó quieta esperando a que la muchacha se separase.
-Normal que me veas grande, la última vez que nos vimos antes de que te llevaras a mi hermano tenía diez años; así que tú me dirás…
-¡Eugenia!-le reprimió el recién llegado por lo que acababa de decir.-Si me fui fue porque quise y porque ya estaba demasiado mayorcito como para seguir viviendo con mamá.
-Ya, claro, pero podrías haberte independizado un poquito más cerca, no a Londres ¿no crees?-comentó Eugenia dándose la vuelta para irse al salón provocando que las dos personas de fuera entraran y dejaran las maletas que llevaban en la entrada.
-Oye,-empezó a hablar el recién llegado al ver otras maletas tiradas en la entrada.- ¿os vais de viaje tú y mamá?
Eugenia paso delante de Peter, sin decir nada y se fue directamente al salón.
-Hola, soy Pablo el hermano de Euge ¿tú…quién eres?-preguntó el recién llegado a Peter, al verlo allí plantado en la entrada, extendiéndole la mano.
-Soy Peter, el novio de Eugenia. Encantado-le sonrió mientras le daba la mano.
-¡Vaya! Así que el novio de mi hermanita, pues ¡ojo! Eh… Le haces daño y date por muerto.
-No, no. No te preocupes, sería incapaz-comentó Peter con una sonrisa en la cara.
-Ya, eso decimos todos-dijo Pablo yendo hacia el salón.
Sol tras entrar y cerrar la puerta, se acercó a Peter y le dio dos besos mientras se presentaba. Tras la presentación, ambos fueron al salón y el muchacho se acerco  a Eugenia, que estaba sentada en el sofá, y le habló al oído:
-Mi amor, me voy a ir para dejaros solos y para que habléis ¿vale?
-¿Qué? No ¿por qué?-preguntó Eugenia.-Puedes quedarte si quieres, alguien nos tiene que calmar cuando empecemos a discutir como la última vez que hablamos por teléfono.
-Venga, no seas tonta. ¿No era que lo echabas mucho de menos? Ahora que lo tienes aquí; aprovecha porque luego puedes arrepentirte de no hacerlo, así que no me seas mosqueona-dijo Peter mirándola seriamente, luego sonrió y le dio un beso en la mejilla.-Por la noche deja la puerta de tu balcón abierta, puede que tu Romeo vaya a visitarte-le dedico una amplia sonrisa, para luego despedirse de Pablo y Sol.
El muchacho fue hacia la entrada, pero se detuvo al escuchar su nombre, se dio la vuelta y vio a Eugenia detrás de él.
-¿Te vas a ir así?-preguntó ella con otras intenciones.
Peter sonrió y al entender qué quería decir con eso; se acercó a ella y la besó con dulzura.

Minutos más tarde, Peter estaba en la puerta de su casa, llamando al timbre. Su hermano le abrió la puerta y de inmediato le preguntó a Peter:
-¿Qué haces aquí? ¿Tú no estabas…intimando con Euge?
-“Estaba”, tú lo has dicho.
-No me digas que ya has terminado, ¿tan pronto?-hizo una pausa.-O peor, la rubia te dejo calentón-comentó Darío soltando una carcajada.
-¡Cállate!-gritó Peter, haciéndose paso para entrar en casa.
-Hermanito, te aviso que el baño está ocupado así que vas a tener que aguantar un rato más para ahogar tus ganas.
Peter hizo oído sordo a lo que su hermano le decía y subió las escaleras hacia su cuarto. Nada más entrar soltó su maleta, se tumbó sobre su cama y sintió como su hermano se sentaba a su lado.
-Bueno, cuéntame; ¿qué se siente cuando eres rechazado?-preguntó Darío con ganas de cachondeo.
-No he sido rechazado-explico Peter.-El problema es que llego su hermano.
-¿Su hermano? ¿El que llevaba años desaparecido?
-El mismo.

-Eugenia, entiende que me fui a Londres para cambiar un poco de aire-se explicaba Pablo.
-Lo siento, pero no puedo entenderlo. Por mucho que me digas que te fuiste para independizarte, para cambiar de aire…se que es mentira. Te fuiste por ella-comentó la rubia refiriéndose a Sol.-Se que su tía, su única familia vive allí, y que os fuisteis porque la señorita no podía vivir lejos de su tía, que por cierto pasa de ella como de la m…-antes de que la rubia pudiese continuar, su hermano le había parado los pies dándole un bofetazo en la cara.
-Eugenia, no voy a permitir que digas esas cosas de Sol.
-¿Qué pasa? ¿No te gusta que diga la verdad?-preguntó Eugenia con la mano en la mejilla donde había recibido el golpe.-Porque dime, ¿cuántas veces has visto a la tía de Sol?-hizo una pausa.-Seguro que ninguna y si acaso una vez, y porque ella tenía que guardar bien su cuartada.
-Eugenia, ¿qué insinúas?-preguntó Pablo.
-Insinúo que no entiendo por qué te fuiste sin más, solo dejando una maldita nota y para colmo, todos estos años que llevas fuera no llamaste ni una sola vez; mamá y yo tuvimos que mover cielo y tierra para contactar contigo y contarte que papá había muerto.
-Eugenia, se que me equivoque yéndome de esa forma y siendo así todos estos años, por eso he vuelto porque quiero recuperar el tiempo que perdimos.
-No, Pablo-comentó la rubia disponiéndose para irse del salón.-El tiempo que perdimos nunca lo vamos a recuperar.
Esas fueron las últimas palabras que mantuvo Eugenia con su hermano en aquella tarde.

Continuará

sábado, 2 de junio de 2012

Capitulo 35: De vuelta a casa

Capitulo anterior:

Cuando Eugenia se levanto, Peter la abrazó por detrás y le habló al oído.
-Euge…sabes perfectamente que yo sería incapaz de hacerte daño y también sabes cómo me encantas. Así que no seas tonta ¿si? Y no quiero que pienses en ningún momento que yo vaya a ponerte los cuernos, ni nada que sea ligeramente similar a eso ¿entendiste?-Eugenia asintió, se dio la vuelta y lo miro fijamente a los ojos.
Peter sonrió y la besó.
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Los días siguientes pasaron rápidamente casi sin que Peter y Eugenia se dieran cuenta. Ambos habían disfrutado al máximo de esas mini-vacaciones que habían pasado los dos juntos y sin duda, esos días lo recordarían el resto de sus vidas.
Eugenia estaba frente a la entrada de su casa, mirando la puerta. Tenía miedo a entrar, no quería que su madre le echase la bronca por haberse ido sin avisar. Sabía perfectamente el tipo de cabreo que tendría que tener su madre, ya que no la había llamado en ninguno de esos largos e intensos días que había estado ausente.
En una de sus manos tenía las llaves de su casa y con la otra estaba agarrada a la mano de Peter, que no pensaba abandonarla en ningún momento.
-Venga, Euge. Entremos-sugirió Peter, dándole un beso en la cabeza.
-Si…-vocalizó.
La rubia tomó aire e hizo el amago de introducir la llave en la cerradura, pero se quedó solo en intento. En ese momento, la puerta de abrió. Eugenia apretó la mano de Peter al ver a su madre delante de ella.
-Mamá-pronunció.-Per…
-Hola, hija; hola Peter. Al fin volvieron-sonrió dándole un beso a cada uno.- ¿Qué tal les fue? ¿Se lo pasaron bien?
Eugenia se quedó callada y extrañada por cómo estaba actuando su madre.
-Bueno, Euge, luego me cuentas; que me estoy yendo. Adiós-pasó entre ellos dos.-Hay comida en el frigo, por si tienen hambre.
-Pero, mamá, ¿a dónde vas?
-A casa de mi novio.
-¿De tu qué?-preguntó Eugenia sorprendida.
-Es una larga historia, hija, cuando regrese te cuento-gritó desde lejos.
-¡Ves! Tan mal no se lo tomó-comentó Peter sonriendo.
-¿Estas de broma, Peter?-hizo una pausa.-Mi madre con novio-dijo entrando en su casa.
-Si, eso parece, ¿qué hay de malo?-preguntó Peter cerrando la puerta y dejando las maletas en la entrada.
-Todo hay de malo. No lo conozco-hizo una pausa.-Imagínate que es un degenerado que solo esta con ella por el dinero o algo peor solo por... ¡Dios!
-Euge, no pienses así. Espera a conocerlo. Posiblemente te caiga mejor de lo que crees-le sugirió Peter.
-Tal vez tengas razón.
Eugenia fue hacia el salón cojeando y se sentó en el sofá con dificultad.
-¿Qué te pasa?-preguntó Peter al ver que se sentaba agarrándose al sofá.-Desde ayer que estas cojeando.
-¿En serio me lo preguntas?
-Mmm… ¿por qué lo dices?-preguntó sentándose a su lado.
Eugenia suspiró y…

Flashback
Era de noche, y Eugenia y Peter habían vuelto de la playa. La rubia se estaba duchando, cuando salió se enrolló una toalla alrededor del cuerpo y salió del baño para coger su pijama que se lo había dejado sobre la cama. Al entrar en la habitación y encontrarse muy cansada, se tumbó en la cama. Peter entró en el cuarto y la vio.
-Euge, creo que deberías ponerte la ropa no vaya a ser que te resfríes-le sugirió.
Ella abrió los ojos y se asustó al verlo allí. Rápidamente cogió la almohada y se intentó tapar.
-¡No me mires!-exclamó.
Peter echó a reír.
-Pero Euge si eres mi novia, ¿qué más te da?
-¡Ah!, que ahora soy tu novia ¿no?
-Por supuesto, y más después de…esta mal que me eche flores a mi mismo-dijo sentándose al lado de Eugenia.-pero más después de la fascinante declaración que te hice, con velitas y todo-sonrió.
-Si, estuvo genial-le sonrió y le dio un pico.
-Y oye…-decía el muchacho echándole el pelo mojado hacia atrás para poder darle besos en el cuello.- ¿y si hacemos algo divertido en nuestra última noche aquí?
-¿Qué tal si lo dejamos para otro momento?-preguntó Eugenia alejándose un poco de él.
-¿En serio? ¿No te apetece? Ahora que estas en toalla es mucho más fácil, menos ropa que quitar-bromeó el muchacho.
-No, es que me duele la cabeza y…-Eugenia se alejaba un poco más.
-Vamos, si te lo vas a pasar bien-intentaba no reírse por las escusas de Eugenia.
La muchacha se encontraba en el borde de la cama pero no se había dado cuenta, cuando vio que Peter se iba a acercar más a ella, intentó alejarse. Al no haber más cama, cayó al suelo. Peter al verla, se sorprendió e intentó no reír mientras le preguntaba:
-¿Estas bien?
Ella se levantó con los pelos revueltos y le hizo señas para que se callase y se fue de la habitación apenas apoyando la pierna sobre la que había caído.
FindeFlashback

-¡Ah, ya! Lo recuerdo-comentó Peter.-Fue buenísimo ese momento.
-Peter, cariño, vete un poquito a la mierda-dijo con ironía.
El muchacho echó a reír.
-A ver, trae aquí la pierna.
Eugenia se apoyó y puso la pierna que le dolía encima de las piernas de Peter. El muchacho deslizó sus manos hasta la rodilla de la rubia y empezó a apretar cuidadosamente la pierna buscando el sitio donde le dolía. Cuando lo descubrió por el quejido de Eugenia, empezó a hacerle un masaje. Eugenia se echó hacia atrás y cerró los ojos. A la muchacha le encantaba cuando Peter la acariciaba o le daba un masaje; adoraba el tacto de sus manos.
Peter termino de darle el masaje y le preguntó:
-¿Y? ¿Te sientes mejor?
-Si, mucho mejor-le sonrió y le besó.
Peter le siguió el beso y lentamente deslizó sus manos por la cintura de Eugenia mientras se echaba encima de ella. La rubia le rodeó el cuello con sus brazos mientras le seguía besando. Lentamente la rubia le quitó la camiseta a Peter y tras eso, él deslizando sus manos por el cuerpo de Eugenia le quito su blusa. La rubia se estaba poniendo nerviosa  y más cuando el muchacho empezó a besarle el cuello y lentamente descendía más y más.
En ese momento, alguien entró por la puerta de cristal del salón diciendo:
-¡Mariajo!-gritó Darío llamando a la madre de Eugenia, que así la llamaba él.-Dice mi madre que…-se calló de golpe al ver a su hermano y a su cuñada sobre el sofá.
Eugenia y Peter se separaron de golpe y miraron a Darío asombrados y avergonzados por la situación.
-¡Aiba! Lo siento-dijo Darío intentando no reírse.-No sabia que habíais vuelto…
-Si, acabamos de volver-comentó Peter.
-Woh, vaya. Pues Euge quiero que te vayas mas a menudo de viaje para que me hagas más recibimientos así-dijo Darío mirando a la rubia de arriba a bajo.
Eugenia se miró, vio que no llevaba la blusa y la cogió rápidamente. Peter se levantó y se interpuso tapándole la visión a su hermano.
-Darío, vete-le dijo Peter.
-No pero ¿por qué?
-Porque te lo digo yo, vete. ¡Largo!-exclamó empujándole hacia el jardín por donde había entrado.-Y la próxima vez llama a la puerta, no entres así.
-Si, papá-contestó Darío de broma saltando la verja.
Peter al perder de vista a su hermano se dio la vuelta, miro a Eugenia y empezó a reír por lo que acababa de pasar.
-Perdona a mi hermano-dijo Peter sentándose al lado de la rubia.
-No te preocupes, no pasa nada-sonrió.
-Bueno, ¿por dónde íbamos?-preguntó Peter quitándole la blusa de las manos a la rubia y besándola.
Eugenia le siguió el beso y se sentó encima de él con las rodillas apoyadas sobre el sofá. Peter empezó a acariciarle la espalda y lentamente llevó sus manos al cierre del sujetador de Eugenia. Cuando se dispuso a quitárselo, el timbre sonó varias veces seguidas. La rubia se separó del muchacho, lo miró extrañada por la forma en que llamaban y preguntó:
-¿Quién será?
-Seguramente será el imbécil de mi hermano, haciéndose el gracioso-dijo Peter volviendo a besarla.
El timbre volvió a sonar como al principio y ambos lo ignoraron pero al sonar una tercera vez con más estruendo, Eugenia se levantó, diciendo:
-Voy a ver quien es.
La rubia cogió su blusa y se la puso mientras iba hacia la puerta. Miro por la mirilla y se llevó la mano al pecho sorprendida.
-¿Quién es?-preguntó Peter asomándose.
Las lágrimas empezaron a salir de los ojos de la rubia y lo único que supo decir fue:
-No puede ser…

Continuará.


Capitulo 34: Malos entendidos.


Capitulo anterior:
-Oh, si-vocalizó ella sentándose a su lado.-Oye, Peter… ¿cuándo era tu cumpleaños?
-En octubre ¿por qué?
-Queda poquísimo.
-Bueno, no tan poco, quedan todavía como dos meses. Pero, ¿por qué me lo preguntas?
-Porque estuve pensando y echando cuentas y llegue a la conclusión que soy mayor que tú, por unos meses pero mayor porque yo los diecisiete ya los tengo y tú los tienes que cumplir ahora.
-Te equivocas-le corrigió.-Yo en dos meses cumplo dieciocho-hizo una pausa.-Verás…cuando ocurrió lo de mi padre cuando tenía siete años mas o menos, deje de ir a la escuela y al año siguiente que las retome, tuve que repetir el curso.
-¿Y por qué no me lo has contado nunca?-preguntó Eugenia.
-No sé, nunca salió el tema, ni nada.
Eugenia suspiró y dijo:
-Cuántas cosas más no sabré de ti, Bedoya.
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Peter y Eugenia habían terminado de cenar, y se habían sentado tranquilamente en el sofá a “ver” una película.
La muchacha estaba sentada encima de las piernas de Peter, rodeándole el cuello con los brazos mientras que él tenía los brazos alrededor de la cintura de Eugenia. Ambos no dejaban de besarse; no separaban sus labios ni para tomar aire. Les encantaba hacer eso.
A Eugenia siempre le había hecho ilusión estar en una playa de noche y bañarse en el mar, pero nunca había realizado su sueño y en aquella misma noche se había planteado llevar a Peter allí pero sin que se diese cuenta de su intención ya que seguramente el muchacho se opondría a eso.
Entre beso y beso la rubia le había sugerido ir a dar una vuelta por la playa y a respirar aire fresco, a lo que Peter no dudo en decir que si.
Ambos salieron de la casa, y fueron caminando tranquilamente por el enorme pasaje lleno de bares, restaurantes, heladerías y tiendas para comprar suvenires e iluminado por altas farolas que a cada metro o metro y medio había una. Iban agarrados de la mano mientras observaban a las personas que estaban sentados en las mesas de afuera de los bares, o también paseaban por aquel pasaje. Tras acercarse a la playa, decidieron caminar por la orilla del mar con los pies descalzos. Eugenia queriendo divertirse un poco, le salpicó agua a Peter. El muchacho se miro la ropa mojada y luego miró a Eugenia con mala cara, haciendo que la muchacha empezará a asustarse. Cuando la rubia pensó en echar a correr antes de que la ‘matara’, Peter la había agarrado del brazo y atraído hacia él; quedando uno en frente del otro mirándose a los ojos. Eugenia aún con miedo, le dijo con carita de perrito degollado:
-Perdón.
Peter seguía mirándola con mala cara. Eso provocó que Eugenia lentamente se fuese echando hacia atrás mientras que él se echaba hacia delante hasta que ella sin querer se tropezó con su propio pie y cayó sobre la arena llevándose a Peter con ella. Al caer, quedó uno encima del otro.
-¿Estas bien?-preguntó Peter de inmediato.
Eugenia se llevó la mano a la parte de la cabeza donde se había dado el golpe contra la arena y empezó a reírse mientras asentía. Peter se contagió y también empezó a reírse.
-Eres de lo que no hay, Eugenia-comentó él.
-¿Y eso es bueno o malo?-preguntó ella.
-Es buenísimo-contestó él, acercando sus labios a los de ella para besarla.
Eugenia le siguió el beso mientras sentía como Peter le acariciaba la mejilla con dulzura. Cuando se separaron la muchacha permaneció con los ojos cerrados y dijo en voz baja:
-Cada día me gustas más.
-Y tú a mí-comentó él, antes de volver a besarla.
Peter y Eugenia empezaron a girar por la arena mientras se besaban hasta que finalmente se separaron y ella quedó encima de él. Eugenia se incorporó y quedó sentada sobre las piernas de Peter con las rodillas apoyadas sobre la arena. Él, al darse cuenta, también se incorporó, quedó sentado con ella encima y con las manos apoyadas en la arena. La muchacha miro hacia los lados para comprobar si había gente por allí, luego al mar y por último lo miro a Peter, para decir:
-Peter, llevo días queriendo hacer algo, que hasta ahora no me he atrevido porque me daba miedo-mientras hablaba empezaba a quitarse la blusa que llevaba.-Pero creo que hoy lo voy a hacer.
El muchacho empezó a asustarse.
-Euge. ¿Qué haces?
-Vamos, Peter; no me digas que nunca tuviste ganas, creo que es el sueño de muchos-empezó a desabrocharse el cinturón.
-Pero, Euge, aquí nos puede ver todo el mundo.
-¿Qué dices? Si no hay nadie, aprovechemos ahora.
Eugenia se levantó de encima de Peter y se desabrocho el short y se lo quitó.
-Euge, no creo que sea el lugar idóneo, es mejor en casa.
-Peter ¿de qué hablas? Este lugar si es el idóneo. Mira, no hay nadie. ¡Venga!
-Mmm…-vocalizó mientras pensaba.
-Vamos, anímate el mar nos espera.
-¿Qué? ¿Qué encima quieres hacerlo en el mar?
-¿Hacer el qué?-preguntó Eugenia sin entenderle.- ¡Peter…!-exclamó ella al caer en la cuenta de lo que Peter estaba pensando. -¿No creerás que yo quería acostarme contigo en la playa, verdad que no?
-¿Qué? No, mujer-mintió.-Bueno, si. Es que con lo loca que estás y las cosas que decías pues…
-Pues no, eso no era. Lo que quiero es meterme en el mar. ¿Vienes?
-Creo que paso, y también creo que tú deberías pasar porque vas a enfermarte.
-Pues tú te lo pierdes-dijo ella enseñándole la lengua para luego ir hacia el mar.
Peter se quedó allí sentado viendo como se iba y empezó a reír al ver la reacción de Eugenia al meter el pie dentro del agua.
Pasado un rato, Eugenia seguía en el agua y Peter allí sentado mirando al cielo, hasta que alguien se le acercó diciendo:
-¿Peter?
Él al escuchar su nombre, miro hacia donde provenía y se levantó de inmediato.
-¡Mariana!-exclamó sacudiéndose la arena de las manos para abrazarla.- ¿Qué haces por aquí?
-Nada en especial…paseaba ¿y tú?
-Tomar aire fresco-le sonrió.
-Y ya veo que no estas tomando aire fresco tú solo.
-¿Por qué lo dices?-preguntó él.
-Por la ropa-contestó Mariana apuntando a la ropa del suelo.
-¡Oh, sí vine con mi…!
-¡Peter!-exclamó Eugenia interrumpiendo al muchacho mientras se acercaba corriendo.-El agua está fantástica-la muchacha dejó de hablar al momento en que vio que el muchacho no estaba solo.
-Euge, está es Mariana-el muchacho se apresuró a hacer presentaciones.-, una chica que conocí esta tarde, y Mariana esta es Euge, mi…
-¡Su novia!-se apresuro a decir Eugenia volviendo a interrumpir a Peter.-Te daría dos besos pero no quiero mojarte-se disculpó.
-No pasa nada-contestó Mariana.-Bueno, tortolitos, os dejo solos. ¡Qué disfrutéis de la noche!
-Espera, Mariana-dijo Peter.-Puedes quedarte no te preocupes.
-No, no. Prefiero dejaros solos, aparte mis amigas me están esperando.
-Bueno, pues a ver si nos volvemos a encontrar otra vez-le sonrió.
-No lo dudes-hizo una pausa.-Encantada, Eugenia. Adiós-dijo yéndose.
La rubia se cruzó de brazos y miro con mala cara a Peter, que al no ver más a Mariana miró a Eugenia y le preguntó:
-¿Qué pasa?
-Primero, le has tirado los tejos a esa chica en mi cara, delante de tu novia. Segundo; esa chica no sabía que tenías novia; mira la cara que se le quedó cuando se lo he dicho. Tercero; no me gusta que te relaciones con chicas así, yo me las conozco y se que esa hará lo que sea para estar contigo.
-¡¿Qué?!-exclamó Peter sonriendo.-A ver celosilla, ven aquí.-abrió los brazos esperando a que Eugenia se acercase, como no lo hizo, se acercó él y la abrazó.-Primero que no le he tirado los tejos en ningún momento, si alguna vez lo hago, tranquila que lo haré cuando no estés delante.
-¿Cómo?-preguntó Eugenia apartándose de él y pegándole en el pecho.
-Era broma, tontita-decía entre risa.-Segundo, esa chica como tú dices no sabia que tenía novia porque ni yo mismo lo sabía.
-Peter si estas intentando arreglar las cosas, vas mal. Muy mal-hizo una pausa.- ¿Cómo que no sabías que tenías novia?
-Si, bueno, en ningún momento nos hemos pedido salir ninguno de los dos, por lo tanto supuse que todavía no…estábamos.
-Por Dios, Peter, eso de “quieres salir conmigo” está pasadísimo; ya no se hace eso.
-¿Ah, no?-hizo una pausa mientras volvía a rodearle con sus brazos.- ¿Ahora que se hace?
-Pues ahora nos damos unos cuantos besos y si nos gusta seguimos y sino no.
-¡Ajá! Pero el problema es que no me gusta mucho esa idea, la veo muy simple. A mi me va más, el pedir salir, el ser romántico y esas tonterías ¿sabes?
-¿Oh, si?-dijo Eugenia haciéndose la sorprendida y a la vez agradada con la idea.-Pues pídele salir y se romántico con esa-apuntó por donde se había ido Mariana.-Conmigo, ni lo sueñes.
-Pero qué linda se pone mi celosilla cuando se enfada-comentó él, dándole un beso en la cabeza.
-¡No me llames así!-exclamó la rubia.-No estoy celosa, no tengo por qué estarlo.
-Pues yo no diría lo mismo-dijo él mirándola.-Venga, tontita.
-Déjame-le dijo apartándose de él y agachándose a coger su ropa.
Cuando Eugenia se levanto, Peter la abrazó por detrás y le habló al oído.
-Euge…sabes perfectamente que yo sería incapaz de hacerte daño y también sabes cómo me encantas. Así que no seas tonta ¿si? Y no quiero que pienses en ningún momento que yo vaya a ponerte los cuernos, ni nada que sea ligeramente similar a eso ¿entendiste?-Eugenia asintió, se dio la vuelta y lo miro fijamente a los ojos.
Peter sonrió y la besó.

Continuará.