Cuando se
dispuso a quitárselo, el timbre sonó varias veces seguidas. La rubia se separó
del muchacho, lo miró extrañada por la forma en que llamaban y preguntó:
-¿Quién
será?
-Seguramente
será el imbécil de mi hermano, haciéndose el gracioso-dijo Peter volviendo a
besarla.
El timbre
volvió a sonar como al principio y ambos lo ignoraron pero al sonar una tercera
vez con más estruendo, Eugenia se levantó, diciendo:
-Voy a ver
quien es.
La rubia
cogió su blusa y se la puso mientras iba hacia la puerta. Miro por la mirilla y
se llevó la mano al pecho sorprendida.
-¿Quién
es?-preguntó Peter asomándose.
Las lágrimas
empezaron a salir de los ojos de la rubia y lo único que supo decir fue:
-No puede
ser…
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Eugenia abrió la puerta y
sin pensarlo ni un segundo se abalanzó sobre la persona que estaba del otro
lado de la puerta para darle un abrazo con todas sus fuerzas mientras lloraba
desconsoladamente. Peter permaneció de pie algo alejado de Eugenia y esa
persona a la que la muchacha abrazaba sin entender lo que estaba pasando. El
muchacho al ver que su novia no se separaba del chico que acababa de llamar al
timbre, se empezó a sentir un poco incómodo y celoso.
-¡Vaya! Me echabas de
menos por lo que se ve-comentó el chico con una sonrisa en la cara mientras
acariciaba el pelo de la rubia.
Eugenia se separó del
joven, lo miro con los ojos llorosos y sin que nadie se lo esperase le dio un
tortazo en la cara.
-¿Cómo te atreves a
desaparecer así?-lo volvió a abrazar con todas sus fuerzas.-No vuelvas a
hacerlo en tu vida.
-Con que me lo hubieses
pedido amablemente hubiese bastado-habló el muchacho abrazándola mientras se
quejaba por lo que acababa de pasar.
-No, porque ahora cada vez
que se te pase por la cabeza marcharte, recordaras esto-comentó Eugenia
separándose de él y dándose cuenta de que el recién llegado no venía solo.
Al comprobar con quién
venía sus facciones de felicidad cambiaron de inmediato y la rubia saludó con
desprecio en sus palabras:
-Hola, Sol.
-Hola, Euge. ¡Qué grande
estas!-le sonrió y la abrazó con fuerza, pero sin recibir ese mismo abrazo por
parte de la rubia que se quedó quieta esperando a que la muchacha se separase.
-Normal que me veas grande,
la última vez que nos vimos antes de que te llevaras a mi hermano tenía diez
años; así que tú me dirás…
-¡Eugenia!-le reprimió el
recién llegado por lo que acababa de decir.-Si me fui fue porque quise y porque
ya estaba demasiado mayorcito como para seguir viviendo con mamá.
-Ya, claro, pero podrías
haberte independizado un poquito más cerca, no a Londres ¿no crees?-comentó
Eugenia dándose la vuelta para irse al salón provocando que las dos personas de
fuera entraran y dejaran las maletas que llevaban en la entrada.
-Oye,-empezó a hablar el
recién llegado al ver otras maletas tiradas en la entrada.- ¿os vais de viaje
tú y mamá?
Eugenia paso delante de
Peter, sin decir nada y se fue directamente al salón.
-Hola, soy Pablo el
hermano de Euge ¿tú…quién eres?-preguntó el recién llegado a Peter, al verlo
allí plantado en la entrada, extendiéndole la mano.
-Soy Peter, el novio de
Eugenia. Encantado-le sonrió mientras le daba la mano.
-¡Vaya! Así que el novio
de mi hermanita, pues ¡ojo! Eh… Le haces daño y date por muerto.
-No, no. No te preocupes,
sería incapaz-comentó Peter con una sonrisa en la cara.
-Ya, eso decimos
todos-dijo Pablo yendo hacia el salón.
Sol tras entrar y cerrar
la puerta, se acercó a Peter y le dio dos besos mientras se presentaba. Tras la
presentación, ambos fueron al salón y el muchacho se acerco a Eugenia, que estaba sentada en el sofá, y le
habló al oído:
-Mi amor, me voy a ir para
dejaros solos y para que habléis ¿vale?
-¿Qué? No ¿por
qué?-preguntó Eugenia.-Puedes quedarte si quieres, alguien nos tiene que calmar
cuando empecemos a discutir como la última vez que hablamos por teléfono.
-Venga, no seas tonta. ¿No
era que lo echabas mucho de menos? Ahora que lo tienes aquí; aprovecha porque
luego puedes arrepentirte de no hacerlo, así que no me seas mosqueona-dijo
Peter mirándola seriamente, luego sonrió y le dio un beso en la mejilla.-Por la
noche deja la puerta de tu balcón abierta, puede que tu Romeo vaya a
visitarte-le dedico una amplia sonrisa, para luego despedirse de Pablo y Sol.
El muchacho fue hacia la
entrada, pero se detuvo al escuchar su nombre, se dio la vuelta y vio a Eugenia
detrás de él.
-¿Te vas a ir
así?-preguntó ella con otras intenciones.
Peter sonrió y al entender
qué quería decir con eso; se acercó a ella y la besó con dulzura.
Minutos más tarde, Peter
estaba en la puerta de su casa, llamando al timbre. Su hermano le abrió la
puerta y de inmediato le preguntó a Peter:
-¿Qué haces aquí? ¿Tú no
estabas…intimando con Euge?
-“Estaba”, tú lo has
dicho.
-No me digas que ya has
terminado, ¿tan pronto?-hizo una pausa.-O peor, la rubia te dejo
calentón-comentó Darío soltando una carcajada.
-¡Cállate!-gritó Peter,
haciéndose paso para entrar en casa.
-Hermanito, te aviso que
el baño está ocupado así que vas a tener que aguantar un rato más para ahogar
tus ganas.
Peter hizo oído sordo a lo
que su hermano le decía y subió las escaleras hacia su cuarto. Nada más entrar
soltó su maleta, se tumbó sobre su cama y sintió como su hermano se sentaba a
su lado.
-Bueno, cuéntame; ¿qué se
siente cuando eres rechazado?-preguntó Darío con ganas de cachondeo.
-No he sido
rechazado-explico Peter.-El problema es que llego su hermano.
-¿Su hermano? ¿El que
llevaba años desaparecido?
-El mismo.
-Eugenia, entiende que me
fui a Londres para cambiar un poco de aire-se explicaba Pablo.
-Lo siento, pero no puedo
entenderlo. Por mucho que me digas que te fuiste para independizarte, para
cambiar de aire…se que es mentira. Te fuiste por ella-comentó la rubia
refiriéndose a Sol.-Se que su tía, su única familia vive allí, y que os
fuisteis porque la señorita no podía vivir lejos de su tía, que por cierto pasa
de ella como de la m…-antes de que la rubia pudiese continuar, su hermano le
había parado los pies dándole un bofetazo en la cara.
-Eugenia, no voy a
permitir que digas esas cosas de Sol.
-¿Qué pasa? ¿No te gusta
que diga la verdad?-preguntó Eugenia con la mano en la mejilla donde había
recibido el golpe.-Porque dime, ¿cuántas veces has visto a la tía de Sol?-hizo
una pausa.-Seguro que ninguna y si acaso una vez, y porque ella tenía que
guardar bien su cuartada.
-Eugenia, ¿qué
insinúas?-preguntó Pablo.
-Insinúo que no entiendo
por qué te fuiste sin más, solo dejando una maldita nota y para colmo, todos
estos años que llevas fuera no llamaste ni una sola vez; mamá y yo tuvimos que
mover cielo y tierra para contactar contigo y contarte que papá había muerto.
-Eugenia, se que me
equivoque yéndome de esa forma y siendo así todos estos años, por eso he vuelto
porque quiero recuperar el tiempo que perdimos.
-No, Pablo-comentó la
rubia disponiéndose para irse del salón.-El tiempo que perdimos nunca lo vamos
a recuperar.
Esas fueron las últimas
palabras que mantuvo Eugenia con su hermano en aquella tarde.
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