Ambos empezaron a aumentar su respiración, sus
pulsaciones y el calor de ambos cuerpos que se movían en pura compenetración y
rozaban el uno con el otro. Eugenia arqueaba la espalda disfrutando de cada
embestida, de cada beso, de cada caricia… Todo era perfecto. Peter continúo con
ese vaivén que los hacía enloquecer y soltar alaridos. Estaban en la cúspide de
todo aquello y faltaba poco para que llegasen al clímax cuando por fin
llegaron. Peter agotado, aún dentro de ella, apoyó por unos instantes la cabeza
sobre el hombro de la muchacha. Lentamente, levantó la cabeza y la miró a la
cara. Una gota de lluvia recorrió desde su pelo mojado hasta la punta de la
nariz del muchacho y acabó cayendo sobre la mejilla de la muchacha que sonreía
con gran amplitud. Ambos tras unos intercambios de mirada, se fundieron en un
beso.
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Era por la mañana, y los rayos del sol
entraban por el ventanal del granero directamente hacia el lugar donde Eugenia
dormía plácidamente. Había sido una noche larga y, sin duda, intensa. Poco a
poco abrió los ojos y mientras se estiraba comprobó que Peter no estaba a su
lado. Extrañada se apartó el pelo de la cara y se apoyó sobre los codos para
poder contemplar el resto del lugar. Aún tumbada, se dio cuenta de que la
puerta del granero estaba abierta. Preocupada por el paradero de Peter, se
levantó agarrando firmemente la manta alrededor de su cuerpo, ya que no llevaba
ropa y se dirigió hacia la puerta. Asomó el cuerpo y vio a Peter de pie mirando
el hermoso paisaje que tenía ante sus ojos. Eugenia esbozó una amplia sonrisa y
apoyó la cabeza en la puerta de madera. Se mordió el labio inferior mientras
pensaba en lo perfecto que era. Estuvo
unos largos segundos observándole, hasta que finalmente decidió ir hacia él, no
sin antes comprobar si había alguien por allí. Al no haber nadie, salió del
granero y se acercó a él sigilosamente. Peter estaba sin camiseta, tan solo
llevaba los pantalones y totalmente absorto en sus pensamientos a penas se dio cuenta de que Eugenia se
acercaba. Ella, lentamente deslizó uno de sus brazos alrededor del tronco de
Peter y le dijo dulcemente:
-Buenos días, mi amor.
Tras eso, le proporcionó un tierno beso en la
espalda. Él se sobresaltó ante el contacto del caliente cuerpo de su novia y
miró hacia atrás con una sonrisa.
-Buenos días, dormilona.
-Mm… ¿tanto he dormido?-preguntó con una
amplia sonrisa.- ¿Qué hora es?
-Las dos.
-¿En serio?-preguntó asombrada.- ¿Y por qué no
me has despertado?
-No sé, estabas durmiendo tan plácidamente que
no quería molestarte.
-Pero tenemos que ir a buscar tus llaves del
coche-comentó ella separándose de él con la intención de volver al granero para
vestirse.
-¡Ei!-exclamó él.- ¿A dónde vas?-preguntó
Peter agarrándola del brazo y acercándola a él.
-A cambiarme para que vayamos a buscar tus
llaves antes de que alguien venga a echarnos de aquí-comentó a penas unos
centímetros de los labios de Peter.
-¿En serio crees que alguien va a venir a
reclamar este sitio?
-Mmm… puede.
-Euge, mira a tu alrededor no hay nadie, solo
estamos tú y yo… ¿por qué no disfrutamos de esto?-sonrió.
-¿Disfrutar? Y… ¿cómo podemos disfrutar según
tú?-preguntó Eugenia rodeándole el cuello a Peter con uno de sus brazos.
-Conozco muchas formas de las que podemos
divertirnos.
-¿Ah, si? ¿Cómo cuál?
Peter, se humedeció los labios y a
continuación la besó desenfrenadamente. Lentamente, deslizó sus manos por el
cuerpo de Eugenia, desde su espalda hasta sus glúteos y una vez allí la acercó
a él, a más no poder.
La muchacha estaba sentada en las escaleras
que había ante el hotel donde se estaba hospedando. Llevaba como media hora
allí, una media hora que se le estaba haciendo eterna. Tenía las piernas a una
altura perfecta para poder apoyar el codo en ellas y así sujetar su cabeza con
sus manos. De vez en cuando cambiaba de postura y apoyaba la cabeza en la
barandilla que tenía a su lado, a la que te podías agarrar para poder subir las
escaleras. Eugenia a veces cerraba los ojos para disfrutar de los rayos del
sol, que brillaba con intensidad; del
murmullo de aquel pueblo que era casi escaso, y de la brisa que corría. En ese
día apenas se divisaba nubes en aquel cielo azul intenso. Era un día totalmente
opuesto al anterior.
-¿Falta mucho para que lleguen?-gritó la
muchacha mirando fijamente a Peter que permanecía de pie a un par de metros de
ella.
Éste al escuchar su voz, se giró y la miró.
-Me dijeron que ya estaban por llegar-hizo una
pausa.-Pero si quieres entra y espéralos dentro.
-No-dijo muy convencida.-La culpa de que
vengan ha sido mía, así que lo menos que puedo hacer es esperarlos contigo.
-¿Segura?
Ella asintió con la cabeza efusivamente. Peter
le dedicó una sonrisa y después miró hacia delante.
Tiempo más tarde, Eugenia divisó un coche
blanco que iba hacia el lugar donde estaban Peter y ella. Contenta, se levantó
y fue hacia su novio que permanecía en el mismo sitio. Por fin, habían llegado.
El coche blanco estacionó frente a ellos y de
dentro se bajaron una pareja, un chico y una chica.
-¡Por fin llegáis!-exclamó Peter yendo hacia
su hermano para saludarlo.
-Nos hemos perdido un poco-confesó
Darío.-Hacia mucho que no venía y la verdad es que ha cambiado mucho desde
entonces.
-Hola-saludó Eugenia a Javiera mientras le
daba dos besos en la mejilla.-Perdón por haceros venir hasta aquí…
-No pasa nada-dijo ella con una sonrisa.
-Y a ver, contadme, ¿cómo es que habéis
perdido las llaves del coche?-preguntó Darío mirando a Peter y después a
Eugenia.
-Una larga historia-comentó su hermano.-Pero, las
has traído ¿verdad?
-Por supuesto-comentó sacando las llaves del
bolsillo de su pantalón.-Toma-dijo ofreciéndoselas a Eugenia.- ¡No! A ti no que
las pierdes-bromeó esquivando las manos de la muchacha y empezando a reír.
La rubia hizo una mueca y le enseñó la lengua.
Todos fueron a buscar el coche de Peter que se
había quedado en el camino por el que apenas pasaban coches. Iban hablando
animadamente por el camino, los dos hermanos iban charlando delante y las dos
amigas detrás.
-¿Recuerdas cuando veníamos aquí casi todos
los veranos cuando éramos pequeños?-dijo Peter mirando a su hermano.
-Si, y lo bien que lo pasábamos-confesó
sonriendo mientras se le venían imágenes de aquellos tiempos.
-¿Recuerdas que había una cascada por aquí?
-Si-contestó efusivamente.-Recuerdo que un día
apostamos que no seríamos capaces de tirarnos desde arriba de la cascada y mamá
nos pilló y no pudimos hacerlo-se rió.-Mamá siempre sabía las locuras que
íbamos a hacer incluso antes de que se nos ocurriese a nosotros.
-Si, sin duda nos conocía y nos conoce hasta
ahora-sonrió.
-La verdad es que si-dijo cambiando de marcha
en el coche.-Y oye, ya que estamos aquí, ¿por qué no vamos a pasar la tarde en la
cascada después de recoger el coche?
Dicho y hecho. Cuando llegaron al sitio del
que hablaban los dos hermanos, las chicas se sorprendieron por la preciosidad
del lugar. Sin duda era maravilloso. Árboles, arbustos, flores, plantas de todo
tipo, y para completar todo aquello una enorme cascada que acababa en un enorme
largo de agua cristalina.
-¡Uau! Menudo sitio-exclamó Eugenia mirando
todo a su alrededor.
-¿Verdad?-dijo Peter pasando su brazo por
encima de los hombros de su novia.-Pues aquí fue dónde mi hermano y yo pasamos
la mayor parte de nuestras vacaciones cuando éramos pequeños.
-No me extraña-comentó Javiera.
-Bueno, preparamos las cosas-dijo Darío
dejando una cesta llena de comida encima del verde césped.
-¡Si!-exclamó Eugenia agarrando el mantel que
tenía Peter en las manos, no sin antes darle un tierno beso en los labios-Oye,
ahora que lo pienso-comentó la muchacha mientras intentaba extender el amplio
trapo de tela sobre el suelo.-Esto es como un picnic de parejas-dijo mirando a
Darío y a Javiera para ver sus reacciones.
-¿Qué? No…nosotros, no…-dijeron ambos al
unísono y de una manera poco entendible.
-Oh, claro-vocalizó Peter.-Que vosotros no… ¿no?
-No, somos solo amigos-dijo Javiera
arrodillándose sobre el mantel para ayudar a Eugenia a sacar las cosas de
dentro.
-Me imagino-comentó la rubia de forma irónica mirando
con complicidad a Peter.
Continuará...
ME ENCANTO!! Espero el proximo capitulo pronto, besos.
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