viernes, 25 de enero de 2013

JF2: Capitulo 69: Una prueba

Capitulo anterior:

-Bueno, yo le comenté una vez que comprase cervezas, él fue quien se sobrepasó comprando tantas.
-Ya, claro-dijo mirándole con poca credibilidad.
-Pero, en serio, yo no las he comprado-comentó el muchacho mirando el paquete y percatándose de unos pequeños números negros que había en la bolsa.-Oye, Euge, ¿a qué estamos hoy?
-A…-pensó durante unos segundos.-A dos de mayo ¿por?
-Porque según la bolsa estas magdalenas caducaron el nueve de abril.
-¿Qué?-preguntó mirando la fecha que había inscrita en la bolsa.-Oh, no-vocalizó observando todos los envoltorios de las que se había comido.
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Era de tarde. Eugenia estaba en el baño del bar de Gastón sentada en el suelo con los ojos cerrados tratando de evitar que le volvieran las náuseas. Llevaba allí por lo menos media hora. Según ella, había echado todo lo que tenía en su estómago y había jurado que incluso más. No tenía explicación su malestar, aunque en realidad si, las magdalenas caducadas de aquella mañana. Todo por no mirar los numeritos inscritos en los envoltorios, todo por haber comido mucho sin darse cuenta; o eso creía ella. Lo estaba pasando realmente mal. Su estómago estaba revuelto, el sabor que tenía en su boca en aquel momento era detestable, estaba mareada y lo peor era que no podía seguir mucho tiempo allí porque tenía que seguir trabajando. Estaba desapareciendo su malestar cuando alguien llamó a la puerta del cubículo donde estaba.
-Ocupado-dijo ella.
-Euge, ¿estás bien?-dijo una voz masculina.-Soy Gas.
Ella al escuchar el nombre de quién era, se levantó, bajó la tapa del retrete, tiró de la cadena y abrió la puerta.
-¿Qué te ocurre?-preguntó él viendo que estaba pálida.
-Esta mañana he comido unas magdalenas que estaban caducadas y se están volviendo a hacer paso por donde han entrado porque mi estómago no las quiere-explicó saliendo del cubículo y dirigiéndose hacia los grifos. Necesitaba enjuagarse la boca aunque solo fuera con agua.-Pero a parte de eso, estoy bien.
-Eugenia, ¿te quieres ir a casa?-preguntó Gastón mirándola.
-¿Qué? No. Estoy bien, ya he echado todo lo que tenía que echar así que…no te preocupes, en dos minutos vuelvo al trabajo.
-Euge, estas mal, será mejor que te vayas a casa y descanses. Entre  tus mareos, casi desmayos y ahora vómitos, no creo que estés muy bien.
-Bueno, Gas, solo han sido un par de días malos pero ya esta. Además, no quiero que me dejes irme a casa porque lo haces porque somos amigos y me siento con privilegios sobre las demás camareras.
-No lo hago por eso. Si cualquier otra se encontrase indispuesta la dejaría irse a casa, incluso la llevaría yo como pienso llevarte a ti.
-Pero yo no me encuentro indispuesta.
-No, estas peor que eso. Así que no se hable más, te llevo a casa para que descanses.
-Pero…-trató de quejarse.
-¡Euge!
-Está bien-resopló.

Iban en el coche camino a casa, en completo silencio. Lo único que se oía era la música de la radio y eso evitaba que la incomodidad disminuyera. Eugenia estaba mirando por la ventanilla pensando y tratando de entender los motivos de su malestar. Gastón creyendo que debía hablar con ella, bajo la música de la radio haciendo que ella lo mirase extrañada.
-¿Qué ocurre?-preguntó Eugenia.
-Euge, ¿por qué no vas al médico?-cuestionó Gastón haciendo oído sordo a lo que ella había dicho.
-¿Cómo?-arqueó una ceja.-No te entiendo.
-Vamos, Euge, no te hagas la tonta. Sabes perfectamente de lo que estoy hablando. Últimamente no te encuentras muy bien… ¿por qué no vas al médico para ver que te dice?
-¿Qué? No, ¿para qué? Todo los mareos y el vomito tiene sus explicaciones, ya te lo he dicho. Supongo que en un par de días estaré bien.
-¿Supones? ¿Y si no es así?
-Pues si no es así, te haré caso e iré al médico-le sonrió.
-Como quieras…pero, y si no son solo simples mareos como tú dices y ni tampoco son simples vómitos…
-No te entiendo-lo miró.- ¿A dónde quieres llegar?
-Euge… ¿y si estas embarazada?-preguntó Gastón mirándola durante un instante.
-¿Embarazada?-cuestionó Eugenia escandalizada.- ¡No! Es imposible. Peter y yo siempre… ¡no!
-Verás, te lo digo porque mi hermana también experimentó estos síntomas y cuando fue al médico le dijeron que estaba embarazada por eso te lo digo…
-¡Oh, vaya! Pero no…es imposible, Gas. Peter y yo nos cuidamos bien y…-se quedó callada pensando en la posibilidad.-¡No!-gritó desesperada llevándose la mano a la boca.
-Vale, vale-vocalizó Gastón.-Lo del embarazo lo descartamos pero… ¿y si es otra cosa peor?-Gastón estaba parado en un semáforo por lo que pudo mirarle fijamente y darse cuenta de que empezaba a ponerse pálida.

Gastón ya había dejado a Eugenia en la casa y había vuelto al trabajo, tras asegurarse de que a la rubia no le faltase nada y de que estaba todo bien. Al segundo después de oir y ver por la ventana que el coche de Gastón se alejaba, Eugenia salió de casa. Necesitaba averiguar algo y no podría esperar.

La rubia ya había vuelto a casa. Estaba en el baño. Sentada sobre la tapa del bate mientras miraba fijamente una barra de plástico que sostenía en la mano. Dos, sí. Una, no. La mano en que sostenía el aparatejo no dejaba de temblar. Estaba nerviosa, tenía miedo y la espera se le estaba haciendo eterna. No podía creer lo despistada que había sido, no darse cuenta, ni siquiera pensar en esa posibilidad. En la posibilidad de estar embarazada. Suspirando mientras esperaba a que el test diese una respuesta, se levantó de la tapa del bate y se colocó frente al espejo. Por su cabeza solo rondaba la palabra ‘embarazada’ y la reacción que tendría Peter en cuánto se enterase, si es que el test llegara a ser positivo. Ellos nunca habían hablado de tener hijos. Quizás él había mencionado querer tenerlos quizás en un futuro lejano pero ¿ahora? No sabía si era el momento perfecto. Suspiró nuevamente y dejando el test sobre el lavabo cogió una blusa que había colgada y se la colocó debajo de la suya, pretendiendo aparentar una barriga. Se puso de perfil y empezó a mirarse. Una tonta sonrisa se dibujó en su cara. A ella le encantaría tener hijos y más si era con Peter pero… ¿y él?
Lo peor de todo aquello era que si la prueba daba negativa era porque sus mareos y sus vómitos tenían otro motivo que no era un embarazo inesperado sino quizás…Eugenia movió la cabeza tratando de que esos malos pensamientos se esfumaran. Cansada de plantearse ideas decidió quitarse la duda. Posiblemente estaba dramatizando y la prueba daba negativa. Se quitó la blusa de debajo de la suya y agarró nuevamente el test. Tragó saliva y…

Continuará...

sábado, 12 de enero de 2013

JF2. Capitulo 68: Recordar el pasado

Capitulo anterior:

-¿Qué para qué preocuparse?-repitió él con tono sarcástico.-Eugenia te ha pasado una vez y te puede volver a pasar. De verdad, mi amor, vamos al hospital, que te vean y si es cierto que solo necesitas descansar, estaré más tranquilo.
-Peter, por favor, no-le rogó con tristeza.-No quiero ir-se negó una vez más mientras una lágrima se le escapaba.
-Pero, ¿por qué?-cuestionó él limpiándole esa lágrima.
-Porque no, porque odio los hospitales, porque n…no quiero estar allí ¡No!
-Pero…Euge.
-No quiero-trataba de no llorar.-Peter ¡No quiero que me digan que tengo un tumor en el cerebro!-gritó y tras eso rompió a llorar con las manos en el rostro.
-¿Qué?-dijo Peter a penas sin voz y con los ojos lleno de lágrimas.
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Eran a penas las siete y media de la mañana cuando Eugenia se despertó. La muchacha adormilada miró el reloj y vio que eran las once de la mañana e inmediatamente notó la ausencia de Peter en la cama. Lentamente se levantó con somnolencia y bajó a la cocina para desayunar y ver si su novio estaba allí. Entró y comprobó que allí no había nadie. Seguramente estaría en el salón. Muriéndose de hambre cogió una magdalena y se la llevó a la boca. Después fue a por un poco de leche al frigorífico y divisó una nota pegada en la puerta del frigorífico. La agarró y empezó a leer:
Euge me he ido a trabajar más temprano porque ha surgido un pequeño problema en el bar. Dile a Peter que te deje allí cuando vaya de camino a su trabajo. ¡Ah! Coge este dinero que te he dejado y compra café para el bar. Gracias, Gastón”.
Ella, tras terminar de leer la nota, se sentó en un taburete con comida delante y desayunó en la soledad de la cocina mientras recordaba lo que había pasado la noche anterior.
Flashback.
-Pero, ¿por qué?-cuestionó él.
-Porque no, porque odio los hospitales, porque n…no quiero estar allí ¡No!
-Pero…Euge.
-No quiero-trataba de no llorar.-Peter ¡No quiero que me digan que tengo un tumor en el cerebro!-gritó y tras eso rompió a llorar con las manos en el rostro.
-¿Qué?-dijo Peter a penas sin voz y con los ojos lleno de lágrimas.
El bello de todo el cuerpo del muchacho se había puesto de punta, un escalofrío había recorrido todo su cuerpo, de pies a cabeza. Las palabras de Eugenia lo había dejado frío, sin saber qué hacer, en shock. Había sido muy duro oír aquello. Se sentó al lado de la muchacha a causa de que sus piernas empezaban a fallar. ¿Cómo era posible aquello? ¿Cómo podría pasarle a ella? No, tenía que ser mentira. Tenía que ser un sueño, algo, algo que arreglase aquella situación y prohibiese esa posibilidad.
Tras estar largos y eternos minutos en silencio pensando en la situación, por fin, el muchacho se decidió a hablar:
- Eh… Euge no pasa nada-dijo tratando de permanecer relajado.-Eso se cura, o sea que no tienes porque preocuparte. Mañana vamos al médico y… desde ya empezamos el tratamiento que tengas que hacer o la operación, lo que sea. Pero no te preocupes...ahora hay cura para todo así que…
-Pero yo no sé si quiero…-tragó saliva, la costaba hablar.-Peter, verás…-vocalizó pasándose la mano por la frente.-Yo, cuando tenía diez años tuve un tumor en el cerebro que me hizo vivir a base de medicamentos hasta que mis padres decidieron que había llegado el momento de operarme. La operación salió bien y me pudieron quitar el tumor pero el médico nos advirtió de que existía la posibilidad de que el tumor volviese a regenerarse, que no había forma de evitarlo y cuando hace unos días he empezado a sentirme mal, que todo se me nublaba, me mareaba y…ahora este desmayo me recordaron a la perfección todo lo que sentí a los diez años antes de que me llevaran al médico y me dijeran que era un tumor-hizo una pausa.-Así que fui al médico y me confirmaron mis sospechas. Era, bueno, es un tumor y tienen que tratármelo de inmediato. Pero no podría soportar volver a pasar por todo lo que pase a los diez años. Alimentarme a pastillas, operarme… ¿para luego qué? Que me digan que cabe una posibilidad de que reaparezca y dentro de unos años que así sea y tener que volver a pasar por todo eso. No, me niego.
-¿Qué insinúas? ¿Qué prefieres… morir?-preguntó él muy seriamente.
-No, no sé, insinúo que desearía estar sana, sin problemas.
-Y puede que ser así. Solo tienes que tratarte y estar un tiempo con unas pastillas y enfrentarte a una operación que te solucionaría tu problema-tomó aire.-Mira Euge, hagamos algo. Mañana nos levantamos temprano, vamos al médico que te hagan lo que tengan que hacer y yo estaré allí. A tu lado agarrándote fuerte de la mano y dándote todo mi apoyo y si me lo permites afrontaré esto contigo, a tu lado.
Eugenia lo miraba fijamente a los ojos mientras lo escuchaba decir aquellas palabras.
-Eres increíble-le acarició la mejilla.-Gracias por todo Peter, en serio-le dedicó una sonrisa que desprendía más tristeza que alegría y agachó la cabeza.-Y por favor, perdóname por haberte dicho lo del tumor de esa manera pero…
-No pasa nada
Peter le sonrió y le dio un tierno beso en la frente.
-Pero contéstame a una cosa. ¿Desde cuándo lo sabes?
-Desde…
En ese momento, Eugenia abrió los ojos asustada y comprobó que estaba siendo dejada sobre su cama por unos brazos fuertes que la llevaba bien agarrada.
-¿Qué…qué me ha pasado?-preguntó llevándose la mano a la cabeza.
-Te has quedado dormida en el sofá viendo la película.
-¿En serio?
Él asintió sonriendo.
-Creo que ni llegaste a ver el comienzo-comentó él agarrando la manta y poniéndosela encima de la muchacha.
-Pe…pero nosotros estábamos hablando.
-¿Hablando? ¿De qué?
-De mis mareos y…
-¿Qué mareos?-preguntó Peter sin entender nada.
Eugenia se quedó callada mirándole fijamente mientras pensaba. Peter parecía no saber nada del asunto, estaba sorprendido.
-Nada-contestó la muchacha.-Unos pequeños mareos que he tenido hoy por falta de sueño.
-¿Falta de sueño?
Ella asintió con la cabeza.
-Así que será mejor que duerma un rato, a ver si se me pasan.
-Está bien, buenas noches-se despidió dándole un beso en los labios.
-Buenas noches.
Eugenia se recostó sobre la cama y se quedó sumida en sus pensamientos mientras miraba el techo fijamente hasta que finalmente se quedó dormida. Antes de conciliar el sueño por su cabeza rondaron diversas cosas…Todo había sido un simple sueño, extraño pero sueño. Se sentía aturdida, su cabeza le había jugado una mala pasada. En su sueño decía que ella de pequeña había tenido tumor en el cerebro, una idea que desde siempre había intentado olvidar, omitir, obligarse a ella misma no recordarlo. Era cierto, de pequeña había vivido a base de medicamentos pero… ¿por qué recordarlo ahora? Habían sido simples mareos, tampoco era para tanto. Fuera lo que fuese los motivos de que volviesen a su cabeza esos malos momentos que había pasado en su infancia daba igual porque tan solo había sido un sueño, un mal sueño y no tenía por qué hacerse realidad…
Findelflashback.

Eugenia seguía en la cocina desayunando con la mirada perdida. Lo vivido la noche anterior para ella había sido extraño, raro. Desde siempre había evitado recordar esa etapa de su vida y ahora volvía a resurgir. Nunca le había contado nada a nadie, ni siquiera a Peter. Así que fueran lo que fueran esos mareos, iba a ir al médico sola. Si llegasen a confirmarle que podía ser un tumor delante de Peter, no podría soportarlo. Tendría que hacerse frente a ello, ella sola.
-Buenos días-saludó Peter entrando en la cocina e interrumpiendo los pensamientos de la muchacha.
-Buenos días-dijo ella con una sonrisa.
-Vaya, vaya, hoy te has levantado con hambre ¿no?-preguntó Peter mientras se servía una taza de café.
Eugenia se sonrojó y miró hacia el montón de envoltorios de magdalenas, bollos y diversas cosas que había sobre la mesa.
-Si, es que pensar me da hambre.
-¿Pensar?-preguntó él sentándose a su lado.- ¿En qué pensabas? Si se puede saber.
-Nada, cosas sin importancia-le sonrió y le dio un beso sobre los labios.-Por cierto, ¿dónde has comprado estas magdalenas?-preguntó enseñándole el paquete.-Están muy buenas.
-No, yo no las he comprado-contestó agarrando una.
-¿Cómo que no? Pero, ¿tú no has hecho la compra esta semana?
-Si, pero yo no las he comprado. Habrá sido Gastón.
-Oh, lo veo complicado. Hace mucho que Gas no hace la compra. Se lo prohibí porque el cuarenta por ciento de la compra eran cervezas porque estaba influenciado por alguien-comentó mirando mal a Peter.
-Bueno, yo le comenté una vez que comprase cervezas, él fue quien se sobrepasó comprando tantas.
-Ya, claro-dijo mirándole con poca credibilidad.
-Pero, en serio, yo no las he comprado-comentó el muchacho mirando el paquete y percatándose de unos pequeños números negros que había en la bolsa.-Oye, Euge, ¿a qué estamos hoy?
-A…-pensó durante unos segundos.-A dos de mayo ¿por?
-Porque según la bolsa estas magdalenas caducaron el nueve de abril.
-¿Qué?-preguntó mirando la fecha que había inscrita en la bolsa.-Oh, no-vocalizó observando todos los envoltorios de las que se había comido.

 Continuará...

jueves, 10 de enero de 2013

JF2. Capitulo 67: Las cosas de complican

Capitulo anterior:

-Bueno si quieres ocupar tus tardes en algo te apunto a clases de Yoga o no sé…
-Papá, tengo 24 años-dijo ella irónicamente.
-Está bien-se dio por vencido.-Haz lo que quieras-comentó levantándose del taburete de la cocina.
-¿Te has enfadado?-preguntó Eugenia mientras veía como se iba de la cocina.
-¡No!-contestó subiendo las escaleras hacia la segunda planta.
-Si, si te has enfadado. Pero, no te enfades-gritó asomándose por debajo del marco de la puerta.
La muchacha se quedó callada esperando a que él dijera algo, al no ser así miró a Gastón y dijo:
-Si, se ha enfadado.
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Eugenia había empezado a trabajar aquella misma tarde en que Gastón se lo había propuesto. Con el tiempo se fue familiarizando con los demás compañeros y con algún que otro cliente habitual del lugar. Poco a poco se acostumbro a aquello y sin lugar a duda no lo hacia tan mal. Atendía a los clientes, les trataba con amabilidad, servía copas sin parar y rechazaba aquellas invitaciones que le hacían algunos hombres de beber algún chupito siempre con una sonrisa y un lamentable “si bebo en hora de trabajo me matan”. Con ese empleo llegaba más tarde que Peter así que él algunas noches pasaba por allí y se quedaba en la barra hasta que ella saliese para volver juntos a casa. Eugenia había conseguido que Peter no pusiera más inconvenientes y que por fin aceptase el hecho de que ella trabajase en aquel bar. El muchacho, en realidad, lo hacía para protegerla, conocía a la gente que solía ir allí y no le hacia mucha gracia que su novia tuviese que hacer frente a más de un borracho por noche. Pero si ella quería trabajar en el bar de Gastón, él lo aceptaba. Sin duda para Eugenia todo era idílicamente perfecto, pero no todo lo bueno dura eternamente…
La muchacha como de costumbre estaba atendiendo las mesas y llevando desde la barra hasta los clientes sus pedidos. En una de sus idas y venidas, empezó a sentir que el lugar le daba vueltas y rápidamente tuvo que agarrarse a la barra para no caer al suelo mareada. Gastón que estaba detrás de la barra se acercó a ella y le preguntó:
-¿Estás bien?
Ella levantó la cabeza y lo miró a la cara.
-Si, no te preocupes-le sonrió.
-¿Segura? Estas pálida.
-Estoy bien-mintió mientras agarraba la bandeja de encima de la barra y se disponía a ir a recoger algunos vasos que se habían dejado los clientes en las mesas vacías.
Se acercó a una mesa y puso todos los vasos vacíos encima de la bandeja. Tenía en mente llevarlos hacia la barra cuando el malestar de antes volvió a invadirle el cuerpo. Dejando bruscamente la bandeja sobre la mesa, se dejó caer sobre una silla vacía mientras cerraba los ojos con fuerza tratando de volver a recuperar la visión. Cuando los volvió a abrir, vio a Gastón yendo hacia ella muy preocupado.
-Eugenia ¿qué demonios te ocurre?
-Nada-contestó.
-No mientas. Eugenia has estado a punto de desmayarte.
-Solo me he mareado un poco-dijo levantándose de la silla.-Estoy cansada. A penas he dormido esta noche. Me encontraba con el estómago revuelto y no pude conciliar el sueño pero no es nada, te lo juro.
Gastón no dijo nada más, solo movió la cabeza de un lado hacia otro con el ceño fruncido. No creía que esos mareos no fuesen ‘nada’.

Se hizo de noche. Eugenia estaba sentada en el sofá esperando a que Peter viniese de la cocina con las palomitas para ver una película juntos. Estaba algo cansada pero la noche era su única aliada, el único momento en que podía disfrutar de su novio y no pensaba desperdiciarlo.
-¿Qué peli vamos a ver?-preguntó Peter entrando en el salón con un bol de palomitas.
-Guerras de novias-contestó Eugenia sonriendo.
-Mmm… no se cuál es… ¿de qué va?-preguntó sentándose en el sofá.
-Te leo lo que pone en el resumen de atrás. A ver dice… Emma y Liv desde siempre han sido las mejores amigas que sueñan con el gran día de su boda, con lo que no soñaban era con que sus bodas van a ser el mismo fin de semana y como una de las dos va a tener que cambiar la fecha, empezará entonces una feroz competición entre Liv y Emma para conseguir la reserva del Hotel Plaza.
-Oh, típica película para mujeres.
-Eh…si. Espero que no te importe.
-En absoluto-le sonrió.
-¿Sabes? Las dos protagonistas se asemejan a mi y a Candela. Desde que nos conocimos hemos venido imaginando como sería nuestras bodas, ella será mi madrina y yo la suya y… no sé, me imagino una boda sencilla solo con familiares y amigos más cercanos-Peter observaba ese brillo que la muchacha tenía en los ojos mientras hablaba de ese tema.-Me encantaría que fuese en la playa, al aire libre, con un altar y todo tan…-lo miró y vio su cara de embobado.- ¿Qué? ¿Por qué me miras así?
-No por nada, se nota que tienes todo minuciosamente planeado y que yo no voy a tener ni voz ni voto al organizarlo.
-Claro que vas a tener voz y voto. Te dejaré elegir las flores-hizo una pausa.-No, mejor eliges los centros de mesas del convite o…-se quedó callada pensando.-Bueno ¿por qué hablamos de esto ahora? Ni siquiera me has pedido matrimonio, quizás ni me case contigo.
-¿Cómo?-preguntó Peter mirándola fijamente.
-Eso. Que no es seguro que me vaya a casar contigo. Nadie sabe que pasará dentro de…un mes. Quizás ni estemos juntos-bromeó.
-¡Muy graciosa!-exclamó irónicamente.
-Es broma-dijo dándole un beso en la mejilla.-No te enfades.
-No, si yo no me enfado. Si yo también tengo claro que dentro de un mes no estaremos juntos-bufó.
Eugenia sonriendo se mordió el labio inferior.
-Oye-dijo ella para cambiar de tema.- ¿Y las bebidas?
-Se me han olvidado.
-Bueno, no te preocupes, voy yo-dijo levantándose.-Y no te enfades, tonto-le dio un beso en los labios y después de fue a la cocina.
 La muchacha abrió el frigorífico y agarró dos coca-colas del interior. Estaba por volver, cuando empezó a sentir mareo, la vista nublada y poco a poco una pérdida de conocimiento que la llevó a desplomarse por completo en el suelo.
Peter escuchó el sonido de las latas caerse al suelo y creyendo que se le había resbalado de las manos a la muchacha, se levantó del sofá mientras decía:
-¿Voy a tener que ir a ayudarte? Eres una camarera un poco torpecilla ¿no?-bromeó.
Cuando Peter pasó por debajo del marco de la puerta de la cocina y la vio allí tirada en el suelo, un malestar recorrió todo su cuerpo y pudo sentir a la perfección como su corazón se paralizaba por unos segundos ante el temor de la situación. Rápidamente se deslizó hasta donde estaba el cuerpo inerte de la rubia.
-Euge, mi amor. ¡Ei! ¿Qué te ocurre? Por favor, abre los ojos.

Minutos más tarde, la muchacha lentamente abrió los ojos. Miró a su alrededor aturdida y se dio cuenta de que estaba tumbada sobre el sofá del salón con Peter a su lado.
-¡Euge!-exclamó él suspirando de alegría.
-¿Qué…qué me ha pasado?-preguntó mareada.
-No…no lo sé. Fuiste a por las bebidas y cuando te encontré en la cocina estabas inconsciente. Dime tú a mi qué te ha pasado.
-Eh…-vocalizó.-Seguramente habrá sido el sueño. Si, sin duda, ha sido el sueño.
-¿Sueño?-preguntó Peter sin entender.
-Si, ayer no dormí bien y me estaba muriendo de sueño y creo que me he quedado dormida-dijo tratando de sonar lo más convincente posible.
-Será mejor que vayamos al hospital.
-¿Hospital?-preguntó espantada.-No, al hospital, no.
-¿Por qué no?-cuestionó agarrándola de la mano.
-Porque no, ¿para qué vamos a ir si lo que nos van a decir es que tengo que dormir más? Es perder el tiempo…
-Pero…-vocalizó él.
- Si, me he desmayado, lo sé-lo interrumpió.-Pero ya estoy despierta otra vez, así que ¿para qué preocuparse?-le sonrió.
-¿Qué para qué preocuparse?-repitió él con tono sarcástico.-Eugenia te ha pasado una vez y te puede volver a pasar. De verdad, mi amor, vamos al hospital, que te vean y si es cierto que solo necesitas descansar, estaré más tranquilo.
-Peter, por favor, no-le rogó con tristeza.-No quiero ir-se negó una vez más mientras una lágrima se le escapaba.
-Pero, ¿por qué?-cuestionó él limpiándole esa lágrima.
-Porque no, porque odio los hospitales, porque n…no quiero estar allí ¡No!
-Pero…Euge.
-No quiero-trataba de no llorar.-Peter ¡No quiero que me digan que tengo un tumor en el cerebro!-gritó y tras eso rompió a llorar con las manos en el rostro.
-¿Qué?-dijo Peter a penas sin voz y con los ojos lleno de lágrimas.

Continuará...

[Chan! o_o xd]

martes, 8 de enero de 2013

JF2: Capitulo 66: Un nuevo trabajo

Capitulo anterior:

-Ten por seguro que no vas a tener que modificar nada-dijo dándole un breve beso.-Pero, en serio, te recompensaré.
-Bueno, si insistes-dijo sonriendo y acercándose a él para besarlo.
-Mañana-vocalizó haciendo que Eugenia se detuviese.-Mañana te hago el desayuno, ahora tengo que seguir con el trabajo.
-Oh-frunció el ceño.-Gracias, supongo-comentó quitándose de encima de él.-Entonces, mañana me haré un tatuaje más grande a ver si también incluye, además del desayuno, una cena-comentó irónicamente revoloteando los ojos.
-Es broma, tonta. Ven aquí-dijo Peter abrazando a Eugenia por detrás y dándole un beso en el hombro.
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Era de madrugada cuando Eugenia se despertó. Abrió lentamente los ojos y comprobó que Peter no estaba en la cama. Extrañada miró el reloj de la mesita de noche y vio que a penas eran las cuatro de la mañana. Se levantó de la cama y se dio cuenta de que estaba en ropa interior. Agarró una de las mantas de la cama y se lo puso alrededor del cuerpo. Salió de la habitación y sigilosamente bajo las escaleras. Cuando llegó abajo, miró en la cocina a ver si Peter estaba allí, al no ser así, fue al salón y lo vio sentado en la mesa con el portátil delante haciendo lo que no había hecho antes por estar ocupado en… otras cosas. Se quedó unos segundos bajo el marco de la puerta, observándole. Para ella era tan perfecto.
Peter se estaba estirando cuando sintió unas manos deslizarse por su torso, desde el pecho hacia abajo y unos labios posarse sobre su mejilla, dándole un tierno beso. Alertado, miró hacia atrás y vio que era Eugenia.
-¿Qué haces despierta a estas horas?-preguntó él acariciando los brazos de la muchacha que ahora le rodeaba el cuello.
-Eso te pregunto yo a ti-contestó mientras le acariciaba el pecho descubierto.
-Estoy terminando los informes-dijo mientras bostezaba.
Estaba realmente cansado.
-Oh, perdona-dijo la muchacha entristecida.-Si no te hubiese entretenido ahora estarías durmiendo.
Eugenia se incorporó y agarró los papeles que había sobre la mesa mientras se lamentaba.
-Anda, tonta, no pasa nada-le sonrió-Me alegro de que me hayas distraído del trabajo. Quizás tuvieras razón en que te tenía un poco abandonada últimamente. Así que gracias por recordármelo.
-Eres adorable-dijo Eugenia acariciándole la mejilla.
Se miraron durante unos segundos sonriendo.
-Bueno, mi amor-dijo Peter.- ¿Por qué no te vas a dormir? Yo voy en un rato.
-No, mejor te ayudo.
-¿Estás segura?-preguntó frunciendo el ceño.
-Segurísima, no creo que sea tan difícil ¿no? Es dictarte lo que tienes que poner-le sonrió.
-Bueno, entonces siéntate aquí-le dijo indicándole sus piernas.
Eugenia se sentó mientras miraba los papeles, tratando de entender que era lo que Peter tenía que hacer. Él le levantó la cabeza haciendo que lo mirase y la besó cariñosamente. Eugenia sonriendo le rodeó el cuello con sus brazos y le siguió el beso. Una vez que sus labios estuvieron separados, la muchacha dijo mirando la pantalla del portátil:
-Bueno, a ver por donde vas…

Amaneció y Eugenia dormía plácidamente en su cama. Los dos hombres de la casa ya se habían levantado hacia tiempo, incluso ya estaban desayunando. Charlaban animadamente mientras estaban pendientes del reloj para no llegar tarde al trabajo.
-¿Cuándo piensa levantarse tu bella durmiente?-preguntó Gastón tras darle un sorbo al café caliente.
-La pobre esta cansada, ayer estuvo hasta tarde ayudándome a hacer unos informes para el trabajo.
-Ya, claro, unos informes-habló irónicamente.-Peter, siento decirte que las paredes de esta casa son de papel y se escucha todo.
-Muy gracioso pero sé que no-dijo entrecerrando los ojos-Y en serio, ¿por qué últimamente a ti y a mi hermano os ha dado por cachondearos de lo que hago con Eugenia?
-Es divertido-admitió.-Pero además tenemos que hacerlo ahora porque luego os casaréis y os volveréis aburridos.
-Te equivocas.
-Oh, no, no trates de evitar lo inevitable. A todos les pasa y vosotros no seréis una excepción. El matrimonio es la forma de agarrar a una persona y soltarse el cinturón del pantalón para dejar crecer esa barriguita cervecera-bromeó.-Por eso yo no pienso establecerme con alguna chica seriamente hasta…dentro de unos cuantos añitos.
-Ya, claro ¿y no quieres tener hijos?
-Claro que si, a los cuarenta es la edad perfecta.
-Entonces no vivirás para ver a tus nietos.
-Quizás si.
-Lo dudo. Tus hijos teniéndote a ti como padre con esa ideología cuarentona harán lo mismo que tú.
-Puede ser-admitió.-Pero ahora en serio, ¿Euge no piensa levantarse?
-¿Por qué te preocupa tanto?
-Habíamos quedado en que la acompañaría a echar unos currículos y en menos de una hora tengo que irme a trabajar.
-Espera, espera. Gastón yendo a trabajar-se hizo el sorprendido.-Pero si tú eres el típico jefe que solo va al bar para ‘supervisar’ lo que hacen tus trabajadores o mejor dicho para ligar con las clientas ¿Desde cuando vas a trabajar?
-Peter, estas hablando con un hombre cambiado, serio, empresarial…
-Ah, ¿si? ¿Desde cuando?-preguntó levantando una ceja.
-Desde ayer-confesó.-Verás, ayer una de mis camareras se marchó por motivos personales y lo hizo sin avisar ni nada y estamos sin nadie, así que tengo que ir yo a ocupar su puesto hasta que mi socio encuentre a otro camarero.
-Otra camarera, dirás-le corrigió Peter.-Lo conozco y solo contrata mujeres guapas.
-Tú lo has dicho, solo mujeres guapas, así que tiene que hacer un casting muy restringido y especifico hasta que de con la chica indicada hasta entonces tengo que trabajar.
-Pues buena suerte-sonrió.
-Eso necesito-comentó poniendo los ojos en blanco y bebiendo de su café.
Gastón se quedó callado pensativo durante unos segundos, cuando de pronto le preguntó a Peter:
-Oye, si le pregunto a Euge si quiere trabajar en el bar, ¿tú crees que aceptaría?
-¿Qué?-preguntó sorprendido.-Oh, no, no, no-negó varias veces.- ¿Euge en tu bar? Ni de broma. ¡No!
-Pero, ¿por qué no? Euge alguna que otra vez ha ayudado sirviendo unas copas estos últimos días y lo hace muy bien y además no creo que a mi compañero le disguste.
-Por eso mismo te digo que no. ¿Euge trabajando allí?-Peter empezaba a ponerse celoso solo imaginarlo.
-¡Buenos días!-saludó la rubia entrando en la cocina con una sonrisa de oreja a oreja.- ¿Qué ocurre?-preguntó al no oír contestación por parte de ninguno de los dos primos y al ver los intercambios de miradas entre ambos.
-Nada-contestó Peter.
-Eso, nada-dijo Gastón.-Solo le preguntaba a Peter que te parecería trabajar en mi bar temporalmente-el rubio miró divertido a su primo.-Solo hasta que encuentres algo relacionado con lo que hacías antes.
-¿En serio?-preguntó sonriendo.
-Ya le he dicho yo que no te haría mucha ilusión-intervino Peter.
La muchacha se quedó en silencio mirando a su novio y luego a Gastón mientras pensaba una respuesta.
-Me encantaría-dijo finalmente haciendo que Peter se atragantase con el café.
-¿Qué? Euge, sabes perfectamente la clase de gente que ronda los bares-el muchacho trató de hacerla cambiar de idea.
-Si, un montón de gente, desde personas súper amables hasta personas que, en fin, están borrachas y no saben muy bien lo que hacen, ni dicen.
-Exacto, por esas personas lo digo. Imagínate que un borracho…
-Imagínate, nada-lo interrumpió.-Peter hablas de mi como si fuese inválida o no supiera defenderme. Tranquilo, que como ha dicho Gastón solo será temporalmente. Es que estoy cansada de estar metida aquí en casa sin hacer nada.
-Bueno si quieres ocupar tus tardes en algo te apunto a clases de Yoga o no sé…
-Papá, tengo 24 años-dijo ella irónicamente.
-Está bien-se dio por vencido.-Haz lo que quieras-comentó levantándose del taburete de la cocina.
-¿Te has enfadado?-preguntó Eugenia mientras veía como se iba de la cocina.
-¡No!-contestó subiendo las escaleras hacia la segunda planta.
-Si, si te has enfadado. Pero, no te enfades-gritó asomándose por debajo del marco de la puerta.
La muchacha se quedó callada esperando a que él dijera algo, al no ser así miró a Gastón y dijo:
-Si, se ha enfadado.

Continuará...

JF2: Capitulo 65: Un tatuaje

Capitulo anterior:

-[...] Solo lo sabremos tú y yo. Será nuestro pequeño secreto y estoy dispuesto a, al menos un día por mes, a hacer estos encuentros clandestinos para que tú y yo cubramos nuestras necesidades.
-¿Nuestras necesidades?-preguntó Eugenia atónita ante todo lo que había oído.
-No me lo puedo creer-soltó Gastón entre risas.-Tu jefe está perdidamente enamorado de ti. Eugenia, no rechaces sus oferta, una vez por mes puedes tener sexo gratis y clandestino es un autobús-bromeó sin dejar de reír.
-¡Gastón!-exclamó muy seria.-No es gracioso.
-Perdón-trató de aguantar la risa.-Sigue, sigue contando.
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Eugenia se encontraba entre la espada y la pared. No sabía que iba a hacer. Su jefe la tenía prisionera en un autobús con alguna que otra intención en la cabeza totalmente opuestas a la normalidad.
-A ver, jefe, le juro que lo que le hayan podido decir de mi es totalmente incierto. Yo…yo no…
-Sshh-siseó el hombre colocando su dedo verticalmente sobre los labios de la muchacha.-No hace falta que digas nada más, lo entiendo. Es demasiado comprometido para ti. No pasa nada, tendremos que resistir e ir en contra de lo que deseamos.
-Exacto-dijo Eugenia alucinando con la situación.
-Pero podríamos al menos despedirnos.
-¿Despedirnos?
-Si, ya…me entiendes-dijo pasando su brazo alrededor de la cintura de Eugenia.
-Oh, no, no, no-negó apartándose de él.-Si lo hacemos, la carne es débil y…no. No está bien.
-Tal vez tengas razón-dijo cabizbajo.
-La tengo, la tengo. Ahora ¿por qué no nos vamos de aquí?
Findelflashback.

-En serio, no lo entiendo. ¿Por qué me pasan a mí estas cosas? ¿Por qué…por qué no tengo un jefe normal?
-Espera, espera-la interrumpió.-Corrige. ¿Por qué no tenías un jefe normal? Ni sueñes que vas a volver a trabajar allí porque yo y mucho menos Peter vamos a permitírtelo. Tendrías que estar loca si pensarás en volver.
-No, no, no-negó varias veces.-Peter no puede saber nada de esto, no tiene ni que imaginar que pasó algo semejante ¿entendido?
-Pero, ¿por qué no quieres que se entere?
-Porque no. Lo conozco y él no se lo tomará a broma como tú…
-Bueno, está bien. No le diré nada. Pero ¿qué piensas decirle sobre el trabajo?
-No sé, que estaba cansada de trabajar allí o cualquier otra cosa. Eso es lo de menos. Lo que me urge ahora mismo es encontrar otro trabajo.

Los días pasaron. Eugenia junto con Gastón había ido justo a la mañana siguiente de que pasara todo aquello a presentar su dimisión en el trabajo. Suerte fue que el rubio estuviera con ella porque de 3no haber sido por él, Eugenia se habría tirado al cuello de Estefanía en cuanto la tuvo en frente. Tras haber dimitido, lo único que quedaba era encontrar otro trabajo, una tarea realmente complicada. Eugenia llevaba días buscando y no encontraba absolutamente nada. La situación era muy difícil. Tras varias escusas, la rubia consiguió que Peter dejara de preguntar por el motivo o los motivos que la habían llevado a dejar aquel empleo. Ella detestaba mentirle pero no podía hacer otra cosa, más que eso.
Al no tener nada que hacer por las tardes, ocupaba su tiempo en casa viendo la televisión o chateando en el ordenador, ya fuese con su prima Rocío o alguna amiga que vivía en Barcelona. De no ser así y aprovechando que Candela o Javiera tuvieran algún tiempo libre, las llamaba para salir y divertirse juntas. En una de sus salidas, Eugenia decidió hacer una locura, bonita pero locura.
-Chicas-dijo la rubia cuando pasó delante de un escaparate.- ¿Qué es esto?
-Si no me equivoco, una tienda de…
-¡Entremos!-exclamó Eugenia interrumpiendo a Javiera.
-¿Para qué?-preguntó Candela.
-Can, llevo días dándole vueltas a la idea de hacerme un tatuaje ¡vamos! Tenemos que entrar, por favor. Es una señal. Tengo que hacerme uno.
-¡Estas totalmente loca!-exclamó Candela mientras era empujada hacia dentro del lugar.

Se hizo de noche. Peter ya había llegado del trabajo. Se había duchado, cenado y ahora estaba tumbado en la cama, donde dormía con Eugenia cada noche. Tenía la espalda apoyada en el cabecero de la cama y las piernas estiradas, con su portátil sobre ellas. Estaba terminando de pasar a ordenador unos informes que tenía que entregar al día siguiente.
-Bueno ¿y qué tal esta tarde con las chicas?-preguntó Peter mientras se detenía a ojear unos papeles que tenía sobre la cama.
-Muy bien-contestó Eugenia desde dentro del baño.-Nos hemos ido de compras, después hemos comido juntas y por último hemos ido al cine.
-¡Vaya, qué bien! Me alegro-contestó volviendo a teclear.-Y oye, ¿se puede saber que estas haciendo ahí dentro?
Eugenia asomó la cabeza por la puerta del baño de la habitación y le dijo:
-No te preocupes, ahora salgo-le sonrió y volvió a cerrar la puerta.- ¿Y tú?
-¿Y yo, qué?
-¿Qué haces en el ordenador a estas horas?
-Oh, veras… la empresa para la que trabajo pretende ampliar sus terrenos y hoy junto con un compañero he estado visitando lugares donde puede poner otra filial y ahora estoy pasando unos informes que hice esta tarde de cada uno de esos sitios a ordenador para entregarlas mañana y que así decidan donde es el mejor lugar.
-Vaya ¿Y… te queda mucho?-preguntó Eugenia saliendo del baño y apagando la luz.
-Un poco pero si quieres dormir, me voy al salón.
-¿Dormir?-preguntó ella con una sonrisa pícara mientras le bajaba la pantalla del portátil, se lo quitaba de las manos y lo dejaba sobre la mesilla de noche.- ¿Sabes? Últimamente me tienes muy descuidada-dijo mientras se sentaba a horcajadas, una pierna a cada lado del cuerpo de Peter.-Estamos cayendo en la rutina como un viejo matrimonio y no me gusta.
-Euge, te juro que en cuanto termine los informes…
-Ssh-siseó poniendo su dedo verticalmente sobre los labios de su novio.
-En serio, Euge. Los termino y soy todo tuyo.
La muchacha lo miró entristecida y asintió.
-Está bien, termínalos-le sonrió.-Pero antes déjame que te enseñe algo.
-¿El qué?
Eugenia lentamente se levantó la blusa del pijama pero Peter la detuvo antes de que continuara.
-Oh, no. Ya veo tus intenciones y no eh.
-¿Qué intensiones?-preguntó Eugenia sonriendo.
-Te vas a quitar la blusa para intentar evitar que vuelva al trabajo y no eh.
-No es eso, idiota-sonrió.-Mira-le indicó dejando ver algo que tenía al lado del ombligo.
-Te has hecho un tatuaje-dijo Peter acariciándole la piel roja dónde lo tenía.
Ella asintió con la cabeza con una gran sonrisa.
-Lee lo que pone.
El muchacho se quedó mirando el tatuaje mientras lo acariciaba con la yema de su dedo gordo.
-¿Te has tatuado ‘Peter, te quiero’?-preguntó él mirándole a los ojos.
-Si, ¿no te gusta?-cuestionó ella dejando de sonreír al no entender su reacción.
-¿Qué si no me gusta?-dijo sonriendo.-Me encanta-la agarró por el rostro con las dos manos y la besó con dulzura.
Eugenia llevó sus manos a los brazos de Peter que sujetaban su cara y le siguió el beso tiernamente.
-Euge, estás loca-soltó el muchacho tras separar sus labios.
-Gracias-dijo irónicamente.-Me esperaba otra reacción pero gracias.
-Es que no me puedo creer que te hayas tatuado eso-dijo mirando fijamente el tatuaje con una sonrisa en el rostro.-Eres increíble-la miró a los ojos y la volvió a besar-Pero bueno, creo que tendré que recompensarte por esta hermosa locura-comentó metiendo sus manos debajo de la blusa del pijama de Eugenia.
-¿Recompensarme? No, Peter, no hace falta. Si he hecho esto, de tatuarme Peter, te quiero es porque te quiero y porque apuesto por nuestra relación al cien por cien. Así que procura que nuestra relación vaya viento en popa porque como me lo tenga que quitar, antes te mato-bromeó.
-Ten por seguro que no vas a tener que modificar nada-dijo dándole un breve beso.-Pero, en serio, te recompensaré.
-Bueno, si insistes-dijo sonriendo y acercándose a él para besarlo.
-Mañana-vocalizó haciendo que Eugenia se detuviese.-Mañana te hago el desayuno, ahora tengo que seguir con el trabajo.
-Oh-frunció el ceño.-Gracias, supongo-comentó quitándose de encima de él.-Entonces, mañana me haré un tatuaje más grande a ver si también incluye, además del desayuno, una cena-comentó irónicamente revoloteando los ojos.
-Es broma, tonta. Ven aquí-dijo Peter abrazando a Eugenia por detrás y dándole un beso en el hombro.

Continuará...

[Hoola quería pediros si podríais comentar y eso. Para saber si gusta, disgusta, si os gusta como esta yendo la historia y demás. Es que me siento muuuy solita >.< xDDDDDDDDDD]

domingo, 6 de enero de 2013

JF2: Capitulo 64: Un jefe.

Capitulo anterior:

-Sssh, n…no digas nada-lo miró a los ojos.-Eh… si-vocalizó.
-Si, ¿qué?-preguntó el muchacho sin entender.
-Si quiero estar contigo, si quiero que te quedes, si…
-¿En serio?-cuestionó con una amplia sonrisa.
-Si, sin duda, si-se mordió el labio inferior con felicidad.-Pero…Darío tengo miedo de que no funcione y…de que te arrepientas de haberte quedado y…
-Sssh-siseó ahora él.-Eh, eh, espera. Si empezamos así nuestra relación, con este pesimismo, vamos mal. Mira, si te quedas más tranquila, yo te juro que no me voy a arrepentir. Sea cual sea nuestro final, en la vida me arrepentiré de tomar esta decisión. Te lo prometo.
Findeflashback.
-¡Oooh, qué bonito!-exclamó Eugenia-Darío, no sabía esa faceta tuya de romántico-bromeó la muchacha mientras se sentaba en la mesa del restaurante para cenar junto con los demás.
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La semana concluyó y llegó el lunes. Los chicos ya habían regresado del pueblo donde veraneaban los dos hermanos. Era de tarde, una tarde que ya finalizaba y entraba la noche. Eugenia estaba sentada sobre un taburete frente a una barra de bar. Con una mano sujetaba su móvil y con la otra jugueteaba con el panfleto donde ponía el menú del bar.
-Peter, mi amor-dijo cuando oyó la voz de su novio al otro lado del aparato.-Te llamaba para decirte que no hace falta que me pases a recoger después del trabajo-guardó silencio para escuchar lo que él tuviera que decirle.- ¿Qué por qué no?-repitió mientras pensaba qué decirle.-Es una larga historia-comentó.-Cuando llegues a casa te lo cuento. Pero no te preocupes que no es nada grave, tú termina de trabajar tranquilo; ya nos veremos luego ¿vale? Besos, te quiero-dijo rápidamente y tras eso colgó.
Eugenia suspiró y se concentró en hacer añicos el papel del bar. En ese momento, sintió unos labios posándose sobre su mejilla izquierda y unas manos posarse sobre sus hombros. Al saber de quien se trataba, cerró los ojos para disfrutar del breve beso y después lo miró con una sonrisa.
-Menuda sorpresa-comentó Gastón mientras se sentaba sobre el taburete vacío que había al lado de la muchacha.- ¿Qué…?-se quedó callado al ver que Eugenia tenía la mejilla roja.- ¿Qué…qué te ha pasado?-preguntó él tocando el rostro de la muchacha y observando la reacción de ella ante el dolor que le producía que a penas le rozaran.-Eugenia, ¿quién te ha hecho esto?-preguntó Gastón asustado al ver que ella no contestaba.
La muchacha se mordió el labio inferior tratando de que las lágrimas no se le escapasen.
-Verás...-dijo por fin.
Flashback.
Eugenia acababa de llegar al trabajo.  Como todos los días se reunía con sus compañeras, se distribuían los diferentes tours que tocaban para ese día y junto con un conductor dos o tres monitoras, según fuese el número de personas que habían contratado sus servicios, salían para ir a buscarlos al aeropuerto o puerto. Hecho todo esto, solo quedaba partir. Eugenia estaba por subir al autobús, cuando una de sus compañeras, la llamó:
-Eugenia, Eugenia. El jefe te busca.
-¿Me busca?-preguntó sin entender.- ¿Para qué?
-Ni idea-contestó la muchacha.
-Bueno, Pedro-le dijo Eugenia al conductor.-Espera un segundo, no creo que tarde mucho. Ahora vuelvo.
-Oh, no, no. No te preocupes-dijo la misma chica que había ido a avisarla de que la buscaban.-El jefe me dijo que te sustituyera, parece que la reunión va para largo-sonrió.-Cuidado con lo que hacéis-le guiñó el ojo.
-¿Cuidado con lo que hacemos?-preguntó Eugenia sin entender.- ¡Oh, no, no! El jefe y yo… no.
-Ya claro-se bufó la chica.-Pues eso no es lo que se rumorea por aquí últimamente.
-¿Y qué es lo que se supone que se rumorea?-preguntó Eugenia empezando a enfadarse.
-Bueno, Euge, no a cualquiera el jefe le da una semana entera de vacaciones así sin más y menos en los tiempos que corren.
-¿Cómo?-cuestionó la rubia enfadada.-A ver, Estefania-que era así como se llamaba la compañera.-Si el jefe me ha dado ‘vacaciones’-dibujó comillas en el aire.-No fue por placer, sino porque estaba enferma-trató de sonar lo más convencible posible.
-¿Enferma? Yo la semana pasada también estuve enferma-hizo énfasis en la palabra.-Y el jefe no me dejo estar de baja. Así que tú me dirás a que viene esa preferencia hacia ti si no es porque le haces algún que otro trabajito debajo de la mesa.
-¡¿Qué?!-exclamó Eugenia yendo hacia ella y agarrándola del pelo.-No vuelvas a decir, ni siquiera a insinuar, eso ¿entendido?
-¡Suéltame el pelo!-gritó Estefanía, y en un intento de que la dejara sin querer le golpeó la cara a Eugenia.
-Oh, no. Yo te mato-dijo Eugenia con la intención de devolverle el golpe pero Pedro, que lo estaba presenciando todo, la agarró.

-Madre mía, ¡qué madurez!-exclamó Gastón interrumpiendo la historia.
Eugenia lo miró con cara de enfadada.
-No he dicho nada-corrigió el muchacho.-Prosigue.

Tras conseguir calmar a Eugenia, Pedro la llevó al despacho del jefe y la dejó en la puerta.
-Anda, tranquilízate y ve a hablar con el jefe que te esta esperando.
-Está bien-resopló y se arregló el uniforme.-Gracias-dijo sonriendo.-Si no me hubieras frenado, hubiese hecho una locura.
-No lo dudo-comentó Pedro sonriendo.-Pero, venga, entra que yo me voy a trabajar.
-Adiós-se despidió llamando con los nudillos a la puerta del despacho del jefe y tras oír un ‘pasa’ que provenía del interior de la instalación, abrió tímidamente.-Hola, ¿me buscaba?
-Si, si. Entra-contestó el hombre con una sonrisa.
Se trataba de un señor de unos cuarenta y pocos años. Con entradas y con alguna que otra cana es el escaso pelo que tenía sobre la cabeza. Llevaba traje y corbata y unos mocasines que se asomaban por debajo de la pequeña mesa del despacho. Tenía papeles por todos lados, estaba haciendo la contabilidad de la empresa y todo era un pequeño desorden.
-Siéntate-le ordenó mientras dejaba un montón de papeles sobre la mesa y se arreglaba el traje.
-Me habían dicho que quería hablar conmigo-dijo ella mientras hacia lo que él le había dicho.
-Si, así era. Verás, quería preguntarte qué tal estabas del resfriado pero por lo que he visto estas estupenda-comentó intimidándola un poco.
-Si, eh…estoy mejor-contestó con una sonrisa.-Por suerte, estos días en que he estado en cama-una pequeña imagen le vino a su cabeza recordando las noches que Peter le había hecho pasar en el hotel del pueblo.-Me ha venido bien.
-Has tenido que pasarla muy mal en cama.
-Mucho-mintió aun recordando la diversión que había tenido unos días atrás.
El hombre se quedó callado observándola, Eugenia aturdida, le preguntó:
-¿Y…me ha llamado solo para eso?
-Oh, si-contestó.-Bueno, en realidad, no. Verás, te quería decir que un grupo de alemanes han contratado nuestros servicios y tú-la apuntó.-Y yo vamos a hacerles agradables la visita.
-Oh, vaya. ¡Qué bien! Pero… ¿por qué no nos ha avisado antes y alguna chica más podría haber venido con nosotros a ayudarnos?
-No, tranquila. Son un grupo reducido. No hará falta más que nuestra ayuda-comentó mirándola de una forma que a Eugenia no le gustaba.-Pero bueno, partamos ya-dijo levantándose de la silla.

Tiempo más tarde, ambos estaban dentro de un autobús, rumbo a…Dios sabe dónde porque Eugenia no tenía idea. Él de vez en cuando desviaba la mirada de la carretera y observaba a Eugenia por completo, algo que a la muchacha no le gustaba.
-Y ¿dónde se supone que vamos a recoger a este grupo reducido que nos ha contratado?-preguntó Eugenia tratando de calmarse.
-Eh…pues…en el aeropuerto.
-Oh, ¿Y sabe usted que está yendo en dirección contraria al aeropuerto?-preguntó Eugenia asustándose.
-¿He dicho aeropuerto? Quería decir puerto.
-¿Puerto? Perdone que le corrija pero Sevilla no tiene puerto y si tuviésemos que recoger a alguien en Huelva, Cádiz o Malaga, sabe usted que tendría que haberme avisado con un día de antelación mínimo porque este tour ocuparía el día completo y…
-¡Lo sé!-exclamó el hombre callándola.-Sé perfectamente todo eso, al igual que tú sabes que no vamos a recoger a ningún grupo reducido de alemanes, ni nada que se le parezca.
-¿Cómo?-preguntó Eugenia levantándose de su asiento.-Estará de broma.
-No, no es ninguna broma y por favor, no te hagas la tonta. Sabías perfectamente que todo era mentira.
-¿Qué? No. Espera, no he venido a trabajar en una semana y creo que me he perdido muchas cosas. Pero ¿qué demonios está pasando?
-Vamos, no te hagas la tonta-repitió frenando el autobús en medio de un pequeño desvío de tierra que tenía la autopista por donde iban.
-Vale, ahora usted va a encender de nuevo este trasto-dijo refiriéndose al autobús.-Y nos va a llevar devuelta a la civilización.
-Que equivocada estas-comentó el hombre acercándose a ella y haciendo que ésta retrocediese por el pequeño pasillo que había entre los bancos.-Vamos, Euge. ¿Crees que no me he dado cuenta de las insinuaciones, de las miradas y de la atracción sexual que sentimos el uno por el otro?
-¿Qué?-preguntó Eugenia tratando de no reír.-Creo que ha habido una pequeña, no, una gran equivocación. ¿Qué insinuaciones? ¿Qué miradas? ¿Q…qué atracción sexual? A ver, jefe, yo…yo tengo novio.
-¿Tienes novio?-su rostro cambió de facciones.-Bueno, no pasa nada, yo no soy celoso y tranquila que él no se enterará de lo que vamos a hacer.
-¿Cómo?-empezó a reír porque no sabía que otra cosa hacer.-Ahora, en serio, esto es una broma ¿verdad? ¿Dónde está la cámara oculta?
-Eugenia, hablo muy en serio. Estoy enamorado de ti y necesito hacerte mía-trató de acariciarla pero ella se apartó de inmediato.-Yo….no sabía si tú sentías lo mismo por mi hasta que el otro día Estefanía me pilló con una foto tuya y me contó y me explicó que tú sentías lo mismo que yo pero que no te atrevías a decir nada por lo que pudieran decir los demás compañeros. Pero tranquila, podemos llevar nuestra relación en secreto y nadie lo sabrá. Solo lo sabremos tú y yo. Será nuestro pequeño secreto y estoy dispuesto a, al menos un día por mes, a hacer estos encuentros clandestinos para que tú y yo cubramos nuestras necesidades.
-¿Nuestras necesidades?-preguntó Eugenia atónita ante todo lo que había oído.

-No me lo puedo creer-soltó Gastón entre risas.-Tu jefe está perdidamente enamorado de ti. Eugenia, no rechaces sus oferta, una vez por mes puedes tener sexo gratis y clandestino es un autobús-bromeó sin dejar de reír.
-¡Gastón!-exclamó muy seria.-No es gracioso.
-Perdón-trató de aguantar la risa.-Sigue, sigue contando.

Continuará...