jueves, 23 de febrero de 2012

Capitulo 8: Escusa perfecta

Capitulo anterior:
-Eugenia, el problema es que yo no te veo como una amiga-ella ofendida, separo sus manos de las de él.
-¡Vaya!-exclamo incomoda con la situación.-No se que decirte, la verdad.
-No hace falta que digas nada, creo que todo esta bastante claro-dijo él agarrándola por la barbilla y aproximándose a ella. A pocos centímetros de sus labios, se detuvo y comento en voz baja:
-No te veo como una “simple” amiga, sino como algo más-rozo sus labios con los de ella. Peter estaba muy cerca, respirando su aire, a un leve movimiento de cabeza, para hacer realidad lo que deseaba hacer hacía mucho tiempo. Los dos cerraron los ojos lentamente, mientras hacían esperar ese deseado momento.
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Estaban a punto de caramelo, cuando empezó a sonar el móvil de Peter, que hizo que ese momento se esfumase durante unos segundos cuando Eugenia dijo:
-T-te están llamando.
-Lo sé, pero me da igual-dijo sin moverse.-Pueden esperar, esto no…
Peter deslizó su mano hasta la nuca de Eugenia e inclinó la cabeza para besarla; cuando de repente ella se echó hacia atrás diciendo:
-Coge el móvil, anda-sonrió.
-Está bien-contestó él cogiendo el aparato que estaba encima de su mesilla de noche y viendo que en la pantalla ponía: “Llamada entrante: Melodi”.
Disimuladamente, para que Eugenia no se diera cuenta, pulsó el botón rojo y dijo sonriente:
-Es la alarma, la puse porque hoy echan un programa en la tele que quería ver.
-Am… vaya. Si quieres me voy y te dejo verlo, que seguro que ya habrá empezado-dijo levantándose.
-¡No! Si, en verdad luego lo volverán a echar tarde o temprano, no me importa perdérmelo hoy-comentó levantándose y acercándose a ella.
-Bueno, si es así-sonrió; rodeándole el cuello con los brazos.-…me quedaré un ratito.
Peter otra vez decidido, la agarró por la cintura acercándola al máximo a él; hasta que volvió a sonar el móvil.
-Otra vez la alarma-dijo Eugenia.
-Si, pero haz como que no suena, en algún momento cesara.
-Si, cuando le des para que pare, hasta entonces ahí está el sonidito este infernal.
Eugenia viendo que Peter no tenía intenciones de coger el móvil, se apresuró y lo cogió ella.
-¡No!-exclamó Peter, tratando de evitarlo.
La rubia permaneció un momento mirando la pantalla del móvil en silencio, hasta que miró al muchacho, que permanecía de pie un poco asustado.
-Así que la alarma ¿no?-preguntó ella, enseñándole la pantalla que ponía lo mismo de antes.
-Euge, no te enfades. Te lo puedo explicar.
-Siempre me estás mintiendo, Peter. Te juro que no te entiendo. ¿Tanto te cuesta decirme la verdad?
-Euge, no te dije que era ella porque no quería que te enfadarás.
-Pero, ¿por qué me iba a enfadar por eso?
-No se, quizás te ibas a hacer la cabeza y que se yo.
-Peter siempre tienes una escusa perfecta.
Eugenia suspiró.
-No son escusas-comentó Peter.
-Ya, claro-le extendió el móvil.-Cógelo, será algo importante.
-Me da igual qué sea-dijo cogiendo el aparato y volviendo a pulsar la tecla roja.-Euge te juro que no se que hacer, siempre la fastidio. Por más que intento no consigo dar con la clave…
-Quizás estas pequeñas cosas que han ocurrido quieren decirnos que no debemos estar juntos; no se…-musitó ella.
-¿Qué quieres decir?-preguntó.
-Lo que has escuchado, quizás no debamos hacer nada.
Eugenia se dio la vuelta y se dirigió hacia la puerta de cristal. Peter se quedó allí de pie, contemplando como se iba. Él no sabía muy bien por qué, pero sus piernas no le respondían, su cuerpo no le dejaba ir detrás de ella. El chico se quedó un rato de pie y, cuando cayó en la cuenta de lo que había sucedido, tiró en móvil encima de la cama con brusquedad.

Al día siguiente, como todas las mañanas, los hermanos y la rubia iban juntos al instituto. Eugenia esa mañana se había levantado muy temprano, no tenía ganas de dormir, se sentía mal por lo ocurrido la noche anterior. Así que nada más desayunar se dirigió a la casa de al lado para llamarlos para irse. Caminó despacio, no tenía muchas ganas de verle la cara a Peter. Llamó al timbre y pensó:
“Por favor, que Peter no me abra la puerta. No tengo ganas de una situación incómoda”
Cuando abrieron la puerta, vio a uno de los hermanos y no dudó en preguntar:
-¿Darío?
-No, mi hermano está terminando de desayunar. Así que podemos hablar de lo que pasó ayer. Puedes tener por seguro que el asunto no va a quedar así en el aire.
-Peter ahora no-intentó hacerle cambiar de idea.
-Mira Eugenia, voy a ser sincero,-ignoró las palabras de la muchacha.-… tú a mi me gustas y lo único que he hecho hasta ahora ha sido fastidiarla. Así que quería proponerte que empecemos de nuevo y prometo decirte la verdad y solamente la verdad-suspiró.- ¿Qué me dices? ¿Aceptas borrar lo de estos últimos días?-le extendió la mano.
Ella miró la mano del chico y tardó un poco en contestar.
-Está bien. Acepto hacer como si nada ha pasado-el chico sonrió.-Pero…
-¿Pero?-los rasgos de la cara de Peter cambiaron con esa palabra.
-Pero tengo que decirte que yo no siento lo mismo que tú sientes por mi. Anoche estuve pensando y me di cuenta que yo solo te veo como un amigo o como un hermano; ese hermano que nunca tuve. En realidad todo estos celos que sentí cuando me llego a mis oídos el rumor de que tú y Melodi estabais juntos, fueron porque no me gusta Melodi para ti. Lo siento Peter. Podré hacer borrón y cuenta nueva, o todo lo que quieras, pero ten claro, que el tú y yo nunca va a existir.
Esas palabras le sentaron a Peter como una patada. Había jurado que Eugenia sentía lo mismo que él por ella, pero era evidente por las palabras que acababa de escuchar, que no era así. Él, dolido, respiró hondo y cuando pensaba hablar, su hermano lo interrumpió:
-Ya estoy listo-dijo Darío.- ¡Epa! ¿Qué está pasando aquí?-preguntó al ver las caras de los dos.
-Nada-contestó Peter intentando dibujar una sonrisa en su cara.- ¿Nos vamos ya?
Su hermano asintió, extrañado.

Continuara...

lunes, 20 de febrero de 2012

Capitulo 7: Darío

Capitulo anterior:
Mientras tanto Eugenia estaba caminando por el pasillo perdida en sus pensamientos y tarareando una cancioncilla pegadiza; “… que te de la vida todo lo que quieres…”. Pasó por la secretaria del instituto donde estaban tres de sus compañeros y los fue nombrando, mediante los veía.
-Hola Agustín, hola Peter, hola Fernando…-de repente se dio cuenta de lo que acababa de decir y dio un paso atrás.- ¡¿Peter?!

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-¡¿Peter?! ¿Cómo has hecho para llegar tan rápido aquí? Pe-pero, ¿Cuándo te has cambiado de ropa?-preguntaba asombrada y sin dejar que el chico hablase.- ¿Por dónde has venido?
-¡Para! Yo no soy Peter, soy Darío, el hermano mellizo.
-¿Estas de broma? Vamos, dime ¿cómo lo has hecho?
-Pero, ya te he dicho…-no terminó porque fue interrumpido.
-¡Euge!-la llamó Peter que venia del cuarto de baño.
Ella se giró al escuchar que la llamaban y dio un paso atrás boquiabierta. Empezó a mirar a uno y a otro sin parar, no entendía muy bien esa situación, solo se le ocurrió decir:
-Así que tu perro ¿no?-le dijo a Peter apuntando a la persona que estaba a su lado.
En ese momento sonó el timbre para el cambio de clase y como era costumbre los alumnos salían al pasillo. Se llenó de gente y Eugenia aprovechó para irse a su clase para no tener que hablar con Peter.
Al entrar en el aula vio a su amiga hablando con Luca, un compañero de clase y se acercó a ellos:
-Quedan dos semanas para las vacaciones de verano-decía Luca.
-Hola, chicos, ¿interrumpo?-preguntó Eugenia sin muchos ánimos.
-Hola, para nada ¿verdad?-contestó Candela mirando a Luca.
-Oh, no; claro que no. ¿Qué tal?
-Mal, pésimo, hundiéndome en la miseria ¿ustedes?
-¿Qué te paso, amiga?
-Es que…-dijo Euge mirando a Luca, él algo extraño sugirió:
-Chicas si quieren las dejo sola.
-No, no hace falta-dijo Euge poniéndole una mano en el hombro de Luca.-Lo que me pasa tiene que ver con Peter, tu amigo-recalcó las dos últimas palabras, apretándole el hombro a Luca.
-¿Qué pasó?
-Pasó que… no se imaginan. Peter me contó que tenía un perro que se llamaba Darío y… resulta ser que es el hermano mellizo-ni Candela ni Luca cambiaron ni un solo rasgo de sus caras, Eugenia extrañada dijo:-¡No me digan que ya lo sabían! ¿Por qué siempre soy la ultima en enterarme de todo?
-Eu, es que Peter nos pidió que no te contásemos nada.
-Peter, las pelotas…-dijo Eugenia girándose para marchase enfadada pero se topó de frente con el chico.
-Euge déjame que te explique-suplicó Peter.
-¿Eres Peter o Darío?-preguntó ella con sarcasmo.-Mira mete la cabeza dentro de un bate y tira de la cadena, a mi déjame en paz.
-¿Euge dejas que te explique o no?
-Mmm…-ella se quedó callada haciendo como que pensaba y en ese momento se empezó a escuchar a Melodi llamando a Peter.- ¡No! Mejor vete con tu novia y explícale a ella que Darío no es un perro. ¡Ah no! Espera, que a la única que le has mentido ha sido a mi, cierto soy la idiota que se traga todo. ¡Eres un mentiroso!-gritó enfadada. Se dio la media vuelta y se dirigió a su mesa para sentarse.
Tocó el segundo timbre y desde ahí no se volvieron a hablar durante todo el día. A la hora de volver del instituto Eugenia volvió sola y Peter con su padre y su hermano. Durante varios días no se dirigieron la palabra, solo había miradas que se encontraban y al momento eran desviadas. Eugenia no soportaba ver como la relación, entre ellos dos, poco a poco con el tiempo se acababa y como la de Melodi con él era más y más fuerte. En las mentes de ambos se repetían una y otra vez su última conversación, sobre todo las últimas palabras de Eugenia. En ese tiempo Darío y Eugenia se habían hecho muy amigos. Como la mayoría de las noches, Eugenia se sentaba en su sofá a ver la televisión mientras esperaba a que su madre llegase a casa.
-No echan nada interesante-comentó en voz alta haciendo zapping.
En ese momento, sonó el timbre, la rubia suspiró, se puso las zapatillas y fue a abrir.
-Hola-saludó la persona de fuera.
-¡¿Qué haces aquí?!-gruñó Eugenia.
-Soy Darío, no Peter.
-Ah, perdón. No consigo diferenciaros mucho.
-Bueno, no te preocupes; ya me he acostumbrado a que me trates así cuando me ves.-sonrió.
-Lo siento.
-¿No me vas a invitar a pasar?
-Oh, si. Pasa.-se apartó.
-Gracias-dijo entrando.-Mira, una forma para que me diferencies de Peter es fijándote en los ojos, los de él son marrones con tonos de verdes, los míos verdes como los tuyos. Te tienes que fijar mucho para darte cuenta pero algo es algo.
-Si. Pero mejor no hablemos de él. No tengo ganas.
-¡Ui! Lastima, porque he venido a hablarte justamente de él y quiero que me escuches. Y para no crear confusiones dejo claro que él no me ha mandado.-Eugenia puso mala cara.-Vas a escucharme ¿verdad?
-Está bien-dijo después de un rato en silencio.
-Gracias. A ver Euge, mi hermano esta muy arrepentido por haberte mentido y haber dicho que yo era un perro-se rió-¡una locura! Pero así es mi hermano. Él no te quería decir que tenía un hermano, y bueno, me explicó el por qué y en parte lo entiendo. Así que… ¿qué tal si dejas que te explique sus motivos?
-No tiene nada que explicarme, todo esta muy claro. Me mintió.
-Si pero ¿no crees que se merece al menos que lo escuches?
-Eh…-Euge no quería hacerse de rogar, realmente deseaba ir a hablar con Peter.
-Eh, nada. Vas a ir ahora mismo a hablar con él y no voy a permitir un no por respuesta. Ya he hecho bastante para que vosotros dos os quedarais solos en mi casa. He convencido a mi padre para que llevara a mi madre a cenar y eso era algo imposible. Así que venga.
-Y… ¿él donde esta? ¿En su cuarto?
-Ajá.
Eugenia se dio la media vuelta, para subir a su cuarto, pero Darío la detuvo.
-¡Ey! ¿A dónde vas?-preguntó.-No hace falta que te cambies estas buenisi…-se quedó callado-… muy bien así vestida.
-No, no me iba a cambiar. Ven.
Subieron a la habitación de Eugenia y ella salió al balcón.
-Oye, tu cuarto se parece mucho al de mi hermano.
-Si, es que antiguamente su cuarto y el mío eran solo uno y bueno, si quieres te cuento la historia en otro momento-le sonrió
Ella levantó una pierna para pasarla por fuera del balcón y quedarse sentada en la barandilla.
-¿Qué haces loca?-gritó Darío.
-¡Sshh! Habla mas bajo. Voy a pasar al balcón de tu hermano, esto es lo bueno de que estas habitaciones antes fueran solo una.
Eugenia sacó la otra pierna y fue metiendo los pies entre los barrotes de la barandilla hasta llegar al otro lado. Cuando llegó, vio a Peter tumbado en su cama bocabajo con la cabeza debajo de la almohada. Tocó la puerta de cristal.
-Yo me quedo aquí en tu casa-dijo Darío.
-Vale. Muchísimas gracias, Darío-le agradeció Eugenia.
Peter sacó la cabeza de debajo de la almohada y vio que era Euge, que lo saludaba con una sonrisa. Se levantó rápidamente y fue a abrir la puerta. Eugenia se quedó boquiabierta y sin palabras, Peter solo llevaba un bóxer encima.
-¡Euge! ¿Qué haces aquí?
-No puedo dormir sino puedo tenerte-dijo cuando cobró la consciencia.-Eso dice una canción y eso me pasa. Creo que me sobrepasé…
-¡Sshh!-la interrumpió.-El que tiene que hablar aquí soy yo. Ven-la cogió de la mano y la hizo pasar, cerrando la puerta.-Hace frío afuera ¿verdad?
-Si, un poco-dijo ella sentándose en la cama con él.-Pero no importa…en serio. Vine aquí para pedirte perdón por comportarme como una niña pequeña.
-Te equivocas, él que te tiene que pedir perdón aquí soy yo-la agarró las manos.-Por ocultarte las cosas, y no haber sido sincero contigo desde el principio-Peter empezó a acariciar las manos de Eugenia con las yemas de sus dedos.-Pero todo esto tiene una explicación, no se si lógica, pero la tiene.-él suspiró bajando la cabeza.-Veras… no te quise decir la verdad porque no soportaba contarte que tenía un hermano mellizo del que no sabía nada hacia muchísimos años-volvió a suspirar.-Es algo que quieres ocultar y que nadie se entere de la mala suerte, por así decirlo, que tuviste en la vida al separarte de la persona más importante para ti, y sin dudarlo la que más te comprendía. Esto se lo conté a Luca porque era mi amigo y sentía la necesidad de contárselo a alguien y desahogarme; pero dio la casualidad de que Candela se puso a escuchar detrás de la puerta, y también se enteró.
-¡Ah…!-vocalizó Eugenia.-Pero… ¿por qué no me lo has contado a mi? ¿No soy… o era tu amiga?-lo miró a los ojos.
Peter permaneció unos segundos en silencio y finalmente dijo:
-Eugenia, el problema es que yo no te veo como una amiga-ella ofendida, separó sus manos de las de él.
-¡Vaya!-exclamó incomoda con la situación.-No se que decirte, la verdad.
-No hace falta que digas nada, creo que todo esta bastante claro-dijo él agarrándola por la barbilla y aproximándose a ella.
A pocos centímetros de sus labios, se detuvo y comento en voz baja:
-No te veo como una “simple” amiga, sino como algo más-rozó sus labios con los de ella.
Peter estaba muy cerca, respirando su aire, a un leve movimiento de cabeza, para hacer realidad lo que deseaba hacer hacía mucho tiempo. Los dos cerraron los ojos lentamente, mientras hacían esperar ese deseado momento.


Continuará...

domingo, 19 de febrero de 2012

Capitulo 6: El primer intento

Capitulo anterior:

En ese momento, el director pasaba por allí y los vio. De inmediato, dijo:
-Peter, haga el favor de separarse de la señorita y acompañarme.-ambos se separaron lentamente y miraron al hombre que permanecía de pie, erguido.-Me he recorrido todo el instituto buscando al señorito, porque el dueño del instituto lo está esperando en mi despacho. Así que, por favor, Peter vaya pues.
-Pero…-intento hablar.
-Pero ¡nada! Venga-le ordenó.
El muchacho suspiro, miro a Eugenia y le dijo:
-Luego hablamos-le dio un beso en la mejilla y se fue con el director.
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Cuando Peter entró en el despacho se colocó en frente de la mesa del director y preguntó bruscamente:
-¿Qué quieres, papá?-hizo una pausa.-Mira, que te tenga que aguantar en casa, no significa que tenga que hacerlo aquí, también.
-¿Ni hola me vas a decir?
-Me dijeron que el dueño del instituto tenía que hablar conmigo… y te pediría que fueses lo mas breve posible estoy ocupado con otras cosas-comentó Peter.
Su padre echó una risotada.
-¿Tú, ocupado con otras cosas? Los de tu edad no tienen preocupaciones, bueno una, si. Con que chica voy a salir hoy; y tú no debes de tener esa ocupación, ya que tienes novia.
-¿Qué tengo qué?-preguntó sin entenderle.- ¿De dónde has sacado esa idea?
-Ya sabes como son los rumores entre los jóvenes…-dijo Andrés, el padre de Peter con una sonrisa en la cara.
“Flashback”
El padre de Peter, andaba por las instalaciones del instituto, cuando vio a un joven que le era conocido, posiblemente algún amigo de Peter.
-¡Eh, tú, chaval! Ven-el chico asustado se acercó.-Si te doy veinte euros, ¿me harías un favor?
-Depende-contestó el joven.
-Tienes que hacer que un rumor le llegue a los oídos de todos los alumnos del instituto.
-Ajam, ¿y qué tendré que decir?
-Pues muy fácil. ¿Conoces a Peter Bedoya?
-Si, está en mi clase.
-Pues tendrás que decir que él y Melodi, una chica muy guapa que también esta en tu clase, están saliendo ¿entiendes?
-¿Y eso por qué?
-Tú hazlo y ya esta-dijo sacando la cartera de su bolsillo.
“Fin de flashback”
-Mira, papá, me largo ¿vale?-dijo Peter.
-Desde que te juntas con esa chica eres otro.
-¿De que me estas hablando?-preguntó con rabia.
-Esa chica, Eugenia creo que se llama-contestó el hombre con indiferencia.
-Papa creo que eres el menos indicado para hablar, ya que no estuviste conmigo desde hace como 10 años y no metas a Eugenia en esto, es una amiga mía -Peter golpeó la mesa, enfadado.- Me dices de una vez que querías decirme o me largo.
-Bueno, esta bien. Dejemos el tema. Te llamaba para decirte que…-se detuvo un momento y continuó.-Darío ha muerto.
-¡¿QUÉ?!

Eugenia, que estaba en el baño, escuchó cómo Melodi y sus amigas entraban en el servicio. Antes de que la vieran, se escondió en uno de los cubículos encima del bate.
-Ay, chicas tienen que ver lo dulce que es Peter conmigo. Dios cuando me mira siento que el mundo se para; fíjense que incluso me va a volver buena. Es que de verdad lo amo tanto y él a mi también. Me lo dice a cada rato-suspiró.- ¡Aish! A mi y a él nos da pena Euge, pobre ilusa se cree que él está muerto por ella y nada que ver; hemos quedado en mantener nuestra relación en secreto. Así que por favor que de aquí no salga- Melodi se acicaló un poco.-Bueno, vamos a clase, ¿no?
Eugenia se bajó del bate, al oír que la puerta del baño se cerraba y las chicas se iban, se sentó en el suelo, y pateó la pared del cubículo, frustrada. Suspiró e intentó no llorar, pero era algo inevitable.

Melodi al salir, miró a sus amigas, cómplices de lo que acaba de pasar. Todas empezaron a reírse mientras una decía:
-¡Que idiota es Eugenia! Seguro que ahora mismo estará llorando por Peter.
El timbre de clase sonó, y las chicas volvieron a clase.

“Cuando quieres a alguien te duele tanto verlo con otra persona y mucho más si esa persona no lo merece…”-pensaba Eugenia, mientras se mojaba la cara con agua.- “Euge tienes que dejar de llorar, se fuerte”-se secó la cara con su blusa y suspiró.
-Vamos a clase-se dijo así misma.
Abrió la puerta para irse y vio a Peter que estaba apunto de entrar en el baño de los chicos. Volvió hacia dentro del baño rápidamente y se quedó contemplando la puerta cerrada, que al momento se abrió. Eugenia se echaba hacia atrás a medida que él avanzaba hacia ella con una mirada intimidante
-¿No sabes que este es el baño de las chicas?-preguntó Eugenia algo asustada, intentando evadirse de tener que decirle por qué estaba llorando o por lo menos para ganar un poco de tiempo.
-¿Ah si? No me había dado cuenta pero no importa, porque no afecta a mi virilidad-comentó Peter.-Ahora si eres tan amable, me dices qué te pasaba.
Sin darse cuenta, Eugenia estaba entre la pared y Peter, que se situaba muy cerca de ella.
-Peter, ¿por qué mejor no vamos a clase?-dijo para cambiar de tema.-No deberíamos estar aquí.
-Yo si puedo, tengo permiso del director.
-¿Ah si? ¿Por qué?
-Bromas de mal gusto. Pero eso no viene al caso.
-Claro que no. Lo que viene al caso es que yo con mis patitas me voy a clase ¿si?-dijo apartándolo.
-¡Ei!-le agarro de la cintura.- ¿A dónde crees que vas?
-A clase, quizás.
-No, no. No te vas de aquí hasta que me respondas.
-Peter, creo que no deberías hacer esto-le quitó las manos de su cintura.-Tienes novia y pobre de ella ¿no crees?
-Vaya, ya entiendo-dijo el muchacho dibujando una amplia sonrisa en su cara.
-¿Qué entiendes?
-Que estabas mal porque te has enterado de ese rumor idiota que no se quien lo ha expandido y te has puesto a llorar porque te duele y estas celosa…
-¡No estoy celosa!
-Si lo estas, y encima por algo que te contaron y es falso.
-Nadie me contó nada…
-A ver Euge no estoy saliendo con Melodi. Todo esto es por culpa de mi padre. Él quiere que salga con ella pero yo no quiero. Si hasta el otro día organizó una cena familiar con las dos familias para que se conocieran. Yo ya le dije miles de veces que no quiero estar con Mel porque me gusta otra chica-Peter clavó sus ojos en los de ella, haciendo que Eugenia pestañeara un par de veces y girase la mirada hacia otro lado.-No me crees ¿verdad?
-¿Para que quieres que te crea?-él le cogió de la barbilla y giró su cabeza para que lo mirara.
-Para que no te comportes de esa forma tan desagradable conmigo.
-Bueno pues tranquilo, no lo hago más, listo.
-Pero no me crees.
-Peter es muy difícil creerte si te veo todo el día pegado a ella y haciendo cosas…cosas propias de novios. Pero no importa si te has enamorado, se feliz. No soy nadie para opinar en esto, ni para que me andes dando explicaciones.
-Claro que eres alguien. Eres mi amiga.
-Quizás yo no quiera ser tu amiga.
Él puso una mano en la pared a la altura del hombro de Eugenia, y se fue acercando sus labios a la oreja de la chica, para susurrarle:
-Quizás quieras ser algo más.
-Lo dicho, el creidismo con patas-Eugenia lo alejó de ella agarrándole por los hombros.
-Pero bien que te gusta este creído ¿o no?-preguntó él con un tono burlón.
-¡No! Los creídos no me van.
-Que niña chica que eres.
-Pero bien que te gusta esta niña ¿o no?-dijo ella imitándole.
-Si me encanta-afirmó Peter poniendo la otra mano en la pared y acercándose lo máximo posible a ella, hasta sentir su aliento.- ¿Algún problema?-preguntó desafiante.
Eugenia trago saliva, Peter estaba demasiado cerca, tan cerca que con solo un pequeño movimiento los labios de ambos podían rozarse. Sus pulsaciones y su respiración estaban descontroladas. Cuando vio que el muchacho empezaba a inclinar la cabeza, para rozarle los labios, ella cerró los ojos. Peter se detuvo durante unos segundos y la contempló. Cuando fue a unir sus labios con los de ella, alguien los interrumpió entrando en el baño. Era el padre de Peter.
-¡¿Qué significa esto?!-Peter y Eugenia se separaron al instante.-Señorita haga el favor de retirarse e ir a clase donde debería estar.
-No… yo tengo la misma culpa que Peter.
-¡¿Quién esta hablando de culpabilidad?! Señorita márchese antes de que le ponga un parte.
-¿Quién se ha creído usted que es? ¿El dueño del mundo?
-Euge, será mejor que te calles-decía Peter intentando callarla.
-No espera Peter. A ver primero entra en mi casa sin permiso alguno ¿y ahora aquí? Por dios… ya entiendo a quien has salido eh…-dijo refiriéndose al chico que hacia el intento de que se callase.
-Euge, estas metiendo la pata.
-No Peter, no me pienso callar. Usted señor, escúcheme bien… es un ordinario, un machista y un… un completo idiota. Se que es mayor y que yo tendría que respetarle y todas esas cosas pero con lo que se de usted me basta y me sobra para designarlo como…-Peter le tapó la boca.
-Euge cállate y vete a clase. Luego te lo explico.
-No hijo, ¿cómo vas a dejar para explicárselo después?, hazlo ahora, vamos, dile que soy el dueño de donde estudia todos los días y no se si seguirá estudiando durante un largo tiempo después de la escenita que me acaba de montar.
Euge miró a Peter con cara de incrédula y éste asintió, afirmando lo que el hombre acababa de decir. Ella cogió la mano de Peter y se la quitó de la boca y dijo con cara de perrito degollado:
-No se si servirá de mucho pero… perdón. Usted es un padre excelente, buenísimo que después de 10 años volvió a buscar a su hijo y lo recibió con los brazos abiertos.
-Euge déjalo ya. Lo vas a empeorar-dijo Peter.-Mejor ve a clase, luego hablamos.
-Si, será mejor-hizo una pausa-Bueno, me marcho. Espero que disfruten de su conversación en el baño de chicas-soltó una risotada y al ver que el señor no se reía, paró en seco y salió del baño.
-Muy bien, mocoso, te felicito. Llevas un par de días de novio y ya le metes los cuernos a esta pobre chica, Melodi se llamaba ¿no? Eso de meter cuernos es de ser un macho pero, ¡vamos!, búscate una mejor. Me das pena viéndote con esa.
-El que da pena aquí eres tú…-dijo Peter muy enfadado yendo hacia la puerta.-… haciendo esas bromas de mal gusto-y abrió la puerta para irse.
-Mira mocoso insolente no estuve durante unos años para ponerte limites pero te los puedo poner ahora, así que no me desafíes…-antes de que pudiese seguir, su hijo se había marchado.

Mientras tanto Eugenia estaba caminando por el pasillo perdida en sus pensamientos y tarareando una cancioncilla pegadiza; “… que te de la vida todo lo que quieres…”. Pasó por la secretaria del instituto donde estaban tres de sus compañeros y los fue nombrando, mediante los veía.
-Hola Agustín, hola Peter, hola Fernando…-de repente se dio cuenta de lo que acababa de decir y dio un paso atrás.- ¡¿Peter?!

Continuará.

viernes, 17 de febrero de 2012

Capitulo 5: ¿Celos?

Capitulo anterior:

-¿Cómo te has enterado?-preguntó María acercándose a su hija para acariciarle el pelo.
-Volvieron a llamar a casa-contestó la muchacha como pudo.-Papá se va a recuperar ¿verdad?-miró a su madre mientras que por sus ojos se escapaban una lágrima tras otra.
-Si, por supuesto. Tu padre es muy fuerte.
-Pero, ¿qué le paso?
-Sufrió un accidente-aguantaba para no llorar.-Había regresado hoy del viaje de negocios y cuando iba en el taxi rumbo a casa, un coche que venía en dirección contraria, choco con el taxi y bueno…-la mujer rompió a llorar.
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Aquella habitación de hospital había sido durante toda la noche el lugar donde dos mujeres, madre e hija, habían llorado sin consolación por ver a su marido y a su padre, respectivamente, empotrado en una cama sin dar señal alguna de vida, excepto los que percibían las máquinas a la que el hombre estaba enchufado. María intentaba que su hija, que no había querido regresar con su amiga Giulliana y su hijo Peter a casa, al menos durmiera un poco; pero era imposible. La muchacha tenía miedo de que su padre se despertase por la noche y de que ella no fuese la primera en saludarle. Para no conciliar el sueño, se movía por la habitación de un lado para el otro. En una de sus idas y venidas, vio que su padre empezaba a mover sus dedos, y poco a poco abría los ojos mientras movía su cabeza de un lado para el otro. Ella sorprendida, se acercó rápidamente a su padre, llamando la atención de su madre que permanecía sentada mirando al suelo.
-¡Papá!-exclamó Eugenia.- ¿Estas bien?
-Cariño, ¡qué linda que estas!-habló con una voz un poco ronca.-Pensé que no volvería a verte-sonrió mientras le acariciaba la mejilla a su hija, evitando transmitirle el miedo que sentía por estar en aquella cama, en aquella situación.
-¡Germán! ¿Estás bien? ¿Te duele algo?-preguntó María, comprobando que no le dolía nada.
-Tranquila, estoy muy bien, mejor que nunca, con vosotras dos aquí conmigo.-hizo una pausa.- ¿Qué me pasó?
-Nada, eso no importa ahora-contestó María acurrucándole la almohada.
Mientras sus padres hablaban, Eugenia apoyó con cuidado la cabeza sobre el pecho de su padre y lo abrazó con fuerza, la precisa, para que no le doliera el cuerpo al hombre. Por los ojos de la chica, empezó a brotar las lágrimas, esta vez de alegría. Sentía mucha alegría de volver a oír la voz de su padre, ya que sentía miedo de que ese sonido se ahogara en un eterno silencio. Cerró los ojos mientras escuchaba el sonido de su corazón; y suspirada de satisfacción. En ese momento, el sonido que la tenía cautiva, dejó de oírse. Asustada, levantó la cabeza y miró a su padre, que tenía los ojos cerrados. Se alejó, y miró a su madre, que gritaba intentando hacer que el hombre volviera a abrir los ojos. Se escuchaba un pitido ensordecedor que procedía de una de las máquinas a la que él estaba enchufado. Al instante, la habitación se llenó de enfermeras y médicos. Todos se movían alrededor de Eugenia, que permanecía allí, como una estatua mirando el cuerpo inerte de su padre sobre la cama.

Tres meses después…
En el instituto; Eugenia, Candela y Laura, una compañera de las chicas, habían entrado en el aula después de una intensa clase de Educación Física.

-¡No me lo puedo creer!-exclamó Eugenia en voz baja.
-¿Qué te pasa, Euge?-preguntó Candela mirándola.
-Mirad-señaló disimuladamente con la cabeza hacia un área de la clase.
-Vaya, parece ser que se hicieron muy amigos-comentó Laura al ver a Melodi intentando quitarle un móvil que tenía Peter en sus manos, mientras que se aprovechaba de la situación, para meter mano.
-¡No! Pero, ¿qué hace? Mira, pero si lo esta manoseando y el muy idiota se deja-decía Eugenia apunto de levantarse e ir hacia ellos.
-Espera-dijo Candela con una sonrisa en la cara.-Puede ser que note un poco de… ¿celos?
-¡¿Qué?!-exclamó Eugenia, dejando de mirar a los dos que andaban jugando.-Para nada, ¿celos de qué o de quién?
-De…ella-señaló a Melodi.
-Mira, Can, el día en que sienta celos de esa cosa, me rapo la cabeza. ¿Yo, celos de esa? ¡Já!-decía muy convencida.
-Euge, mañana traigo la maquinilla para que te rapes. Tía pero mírate, si estas apunto de ir y cogerla por los pelos.
-Para nada, solo que me molesta que gente como ella, se aproveche de ingenuos como Peter. Es que el chico es muy tonto.
-Perdona, pero hace unos meses pensabas que la tonta era ella, y no él precisamente..
-Bueno, se hizo muy amigo de ella ¿no? Algo se le tuvo que pegar.
-Ya claro-soltó Laura.-Pero si es verdad que no te importa, ¿te puedo decir algo?
-¿El qué?-preguntó Eugenia mirando a su compañera de clase.
-Dicen por ahí que Peter y Melodi están saliendo.
-¿Cómo?-exclamó y luego miró a su amiga.-Cande, dime que es mentira-su amiga que negó con la cabeza.-No puede ser…-Eugenia se entristeció a causa de la nueva noticia.
-Dicen que los vieron besándose por la calle y que aquí no lo hacen para no hacerte daño a ti-comentó Laura, haciendo que Candela le diese un codazo para que se callara.- ¡Au!-se quejó a causa del codazo.
-¿Qué no se besan aquí por mi?-preguntó Eugenia sin entender.- ¿Qué tengo yo que ver con esos dos?
-Bueno, Euge. Todo el mundo sabe lo que te pasa con Peter-le contestó Laura.
-Ya-vocalizó con ironía.- ¿Y que se supone que me pasa con Peter?
-Que estas enamoradísima de él.
-¿Qué yo qué?-Eugenia empezó a reírse sarcásticamente.-Cande, ¿tú sabías eso?-preguntó para cambiar de tema.
-Puede. Pero te juro que no te lo he dicho porque se que te haría mal y bueno…no sé-contestó Candela.-No quería verte mal.
-No importa-dijo intentando hacer creer a su amiga y a su compañera que no le molestaba lo más mínimo-Ahora vengo-se fue.
-Pero…-intentó decir Candela pero su amiga ya no la escuchaba.
Peter, que había dejado de juguetear con Melodi, se dio cuenta de que Eugenia había salido a toda velocidad de la clase, y no tardó en ir tras ella. Cuando la alcanzó, cerca de los baños, le agarró del brazo para detenerla, ya que gritar el nombre de la muchacha no había servido de nada.
-Euge puedo hablar contigo.
-Mmm…-vocalizó ella soltándose y pretendiendo no girarse para que no le viera los ojos llenos de lágrimas.- No, no tengo ganas de hablar contigo-contestó grotescamente intentando tener una voz firme.
-¿Y eso se puede saber por qué?
-Si, pero no me apetece decírtelo porque eso sería hablar contigo, así que si me disculpas voy a entrar al baño.
Peter agarró a Eugenia del brazo con delicadeza y la giró para mirarla a la cara.
-Pero ¿qué haces? ¿Estas tonto?-preguntó ella, soltándose bruscamente.
- ¿Por qué estás llorando?
-Por nada que te importe, ahora si me disculpas me largo.
-¡Eh!-la agarró de la cintura y la puso contra la pared.-Eugenia, por favor, contéstame.
-No estoy llorando, solo se me metió una pelusa ¿vale?-su voz se quebró.
-No te creo.
-No me creas, pero déjame en paz-decía entre lágrimas.-No tengo ganas de hablar con nadie.
Peter no tenía ganas de torturarla más, así que lo único que se le ocurrió hacer fue estrecharla contra su pecho con todas sus fuerzas, para que sintiera que lo tenía como alguien en quien apoyarse y como alguien en quien pudiese confiar y contarle las cosas que le pasaba. Eugenia cerró los ojos y se dejó abrazar.
En ese momento, el director pasaba por allí y los vio. De inmediato, dijo:
-Peter, haga el favor de separarse de la señorita y acompañarme.-ambos se separaron lentamente y miraron al hombre que permanecía de pie, erguido.-Me he recorrido todo el instituto buscando al señorito, porque el dueño del instituto lo está esperando en mi despacho. Así que, por favor, Peter vaya pues.
-Pero…-intentó hablar.
-Pero ¡nada! Venga-le ordenó.
El muchacho suspiró, miró a Eugenia y le dijo:
-Luego hablamos-le dio un beso en la mejilla y se fue con el director.

Continuará...

jueves, 16 de febrero de 2012

Capitulo 4: En el hospital

Capitulo anterior:

-Hola, soy la señora de antes, perdóname no se qué pasó. Bueno lo que le decía… ¿eres familiar del señor Germán Alsina Olario?
-Si, ¿por qué? ¿Qué le pasó?-preguntó asustada.
-El señor ha sufrido un accidente, está muy grave…
Eugenia no escuchó más, salió corriendo de su casa dejando el teléfono descolgado y la mochila tirada en el suelo. Al salir del patio principal de su casa, se chocó con Peter y se cayó al suelo.
-¡Ei! Eugenia, ¿qué te pasa?-pregunto él ayudándola a levantarse y viendo que estaba llorando. Ella no le contestó, solo mantenía la cabeza baja. Él al no saber que decirle, la abrazó.
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A Eugenia le había encantado que Peter la abrazara, pero no podía quedarse así durante mucho tiempo.
-Tengo que irme-dijo separándose.
-¿Al instituto? Vamos, voy contigo.
-No, no voy al instituto, voy a ir al hospital; quiero ver a mi padre.
-¿Qué? ¿Qué pasa? Explícame.
-Peter, ahora no puedo. Adiós-dijo Eugenia echando a correr.
Peter no pudo decirle ni adiós, estaba ya muy lejos.

Cuando Eugenia llegó, entró en el hospital, y fue a la recepción.
-Perdone, soy familiar de Germán, ¿me diría en que habitación está?
-¿Cómo son sus apellidos?
-Alsina Olario.
La recepcionista tecleó un par de veces y buscó en su ordenador.
-Lo siento, muchacha. Pero no hay nadie en este hospital con este nombre.
-¿Cómo que no? Si hace un rato me llamaron diciendo que estaba aquí.
-¡Ah…! Ya, ya lo he encontrado. Esta en la habitación 320, cuarta planta.
-Gracias-vocalizó ella antes de salir corriendo hacia el ascensor.
Cuando la muchacha fue a presionar el botón para llamar al ascensor, alguien lo hizo antes que ella.
-¿Pensabas que te ibas a librar tan fácilmente de mi?
-¡Peter, ¿qué haces aquí?!-preguntó sorprendida.
-Nada. Visitando a un familiar, ¿tú?-mintió.
Eugenia no le escuchó. Salió corriendo escaleras arriba a toda prisa, pero se resbaló al terminar de subir la primera tanda de escalones.
-Euge, ¿no has visto el cartel de “¡CUIDADO! El suelo está resbaladizo”? -decía Peter entre risas.
-No te rías, idiota. Me he hecho daño-dijo ella llevándose las manos a la rodilla, dónde se había golpeado
-Eso te pasa por hacerte la listilla-subió las escaleras y la ayudó a levantarse.-Vamos en ascensor mejor ¿si?
Al llegar al pasillo de la habitación 320 vieron a María, la madre de Eugenia yendo hacia ellos, llorando desconsoladamente y a Giulliana a su lado consolándola. Peter cogió a Eugenia y la puso contra la pared. Se acercó lo máximo posible a ella e hizo como que la besaba. Sus madres pasaron al lado y Giulliana se percató de los jóvenes pero no de quiénes eran.
-¡Ay Dios! Ni en un hospital estos jóvenes tienen las hormonas tranquilas.-comentó la mujer sin darse cuenta.
Eugenia estaba delirando, con el corazón a cien por hora; estaba totalmente sonrojada.
-Peter… ¿qu-qué haces?-preguntó tartamudeando.
-Mi madre se entera de que no fui al instituto y se te cae el pelo.
-¿Y por qué se me cae el pelo? El que me ha seguido, has sido tú con tus patitas.
-Pero lo he hecho porque te he visto mal y me preocupas…-Eugenia se quedó callada, mirando sus hermosos ojos marrones con tonos de verde que estaban clavados en los suyos.-… como amiga-se apresuró a decir.
-Peter, dos cosas.
-Dime-movió la cabeza hacia delante sin darse cuenta y casi rozó sus labios con los de ella.
-Primera, nosotros no somos amigos, somos compañeros de clase; nos conocemos de hace dos días y no se gran cosa de ti. Así que para mí eres como un extraño y segunda, ¿te apartas o te aparto?
-Ya volvió la borde del principio. Tranquila que no me gusta besar a víboras. Tengo miedo de que me muerdan y muera-decía mientras se alejaba de ella.
-Pues ten cuidado de besar a Melodi porque esa si que es un bicho con veneno.
-Quizás sea un bicho, pero me gusta mas los bichos que son una mujer que los que son una niña caprichosa.
-¡No soy ninguna niña caprichosa!-gritó.
-¿Ah, no?-preguntó acercándose otra vez a ella pero ahora con intensiones verdaderas de besarla.
-No…-contestó embobada.
-¡Chicos! ¿Qué es todo este jaleo?-dijo una enfermera que pasaba por allí.
Los dos se separaron de golpe.
-¡Perdón! Ya bajamos la voz-dijo Peter
-¡Mas os vale!-riño la enfermera marchándose.
-Bueno, ¿vamos o que?-Peter echó a andar hacia la habitación, al ver que Eugenia no lo seguía, se paró y la miró.- ¿Qué pasa ahora?
-Nada. Solo una cosita-hizo una pausa.- Vuelves a hacer lo que has hecho y te quedas sin honor de padre ¿entendido?
-Dios, ¡qué agresiva!
Los chicos entraron en la habitación y Eugenia se acercó a su padre que estaba enchufado a una máquina y con una enfermera al lado apuntando algo en un papel.
-Hola, ¿sois familiares del paciente?
-Si, soy su hija-dijo Eugenia aguantando para no llorar-¿Está bien?
-Su diagnostico es muy grave aunque aun existe una pequeña posibilidad de que pueda recuperarse pero no quiero darte falsas esperanzas.-Eugenia miró a la enfermera y luego a su padre.
-Si no os importa, ¿me dejaríais a solas con él?-pidió Eugenia con las lágrimas en los ojos.
-Si, si, claro-contestó la enfermera terminando de apuntar cosas en el papel, y marchándose.
-Euge, voy a dar una vuelta-dijo Peter yéndose de la habitación.
Eugenia permaneció en silencio, mirando a su padre inconsciente; se sentía muy triste, no le salían las palabras, pero hizo un intento para poder decirle lo que le rondaba por la cabeza.
-¡Papa! No puedes morirte… aun nos queda muchas cosas por hacer. Me lo habías prometido. Me habías prometido acampar conmigo en el jardín después de que vinieras de tu viaje de negocios como cuando yo era pequeña, ¡me lo habías prometido!-Eugenia lloraba desconsolada, tenía ganas de gritar, de desahogarse pero no le serviría de nada, el dolor que sentía por dentro era enorme.
Al cabo de un rato, Peter golpeaba la puerta de la habitación.
-¿Se puede?-decía abriendo la puerta.
-Si, pasa-Eugenia no se movió ni un centímetro de la posición de donde estaba antes, ni se molestó en comprobar si era Peter el que entraba en la habitación.
-Euge… creo que nos pillaron-dijo el muchacho con la cabeza baja.
Esas palabras hicieron que Eugenia lo mirase y viese que en la habitación entraban las dos madres, que con anterioridad habían bajado a la cafetería para que María, la más afectada de las dos, se tomase algo para tranquilizarse.
-¿Cómo te has enterado?-preguntó María acercándose a su hija para acariciarle el pelo.
-Volvieron a llamar a casa-contestó la muchacha como pudo.-Papá se va a recuperar ¿verdad?-miró a su madre mientras que por sus ojos se escapaban una lágrima tras otra.
-Si, por supuesto. Tu padre es muy fuerte.
-Pero, ¿qué le ha pasado?
-Sufrió un accidente-aguantaba para no llorar.-Había regresado hoy del viaje de negocios y cuando iba en el taxi rumbo a casa, un coche que venía en dirección contraria, chocó con el taxi y bueno…-la mujer rompió a llorar.



Continuará...

martes, 14 de febrero de 2012

Capitulo 3: Hay cosas que es mejor ocultar

Capitulo anterior:

Se quedaron en silencio un rato mirándose y ella rompió ese momento, diciendo:
-Eh… me voy. Adiós. Ya nos veremos mañana.
-Adiós-él se aproximó para darle dos besos en la mejilla, pero ella se alejó.-Tranquila, solo quería darte dos besos como despedida.
-¡Ah!
-Adiós, Eugenia-dijo yéndose hacia la puerta de su casa.-Nos vemos mañana.
Peter al entrar en casa, dejó la mochila encima del sofá y fue a la cocina, donde estaba su madre con compañía. Cuando vio quien era, preguntó con rabia:
-¿Qué diablos haces aquí?
-¡Eh! Mocoso, modera tu vocabulario. ¡Cómo se nota que no tuviste a alguien para te criase hecho y derecho!
-Gran parte de la culpa es tuya, ¿o me equivoco?-esa persona echó a reír.
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Eugenia había subido a su habitación y estaba tumbada en la cama. Empezó a pensar en tonterías que le hizo soltar un grito tonto y avergonzarse de sus pensamientos. Al cabo de un rato la muchacha sentía hambre y bajó a calentarse la comida que la madre le había preparado antes de irse a trabajar. Al esperar 3 minutos a que se calentase la comida, sacó el plato del microondas y se sentó en el sofá a ver la televisión. Terminó de comer, llevó su plato al fregadero, lo lavó y se fue a su habitación a por los cuadernos y libros para hacer los deberes. Al sentarse en el sofá otra vez, sonó el timbre y fue a atender.
-¿Peter? ¿Qué haces aquí?-preguntó sorprendida al abrir la puerta y ver al chico con la mochila del instituto.
-¿Me dejas pasar?-dijo de brazos caídos.
-Eh… si, si, pasa-se apartó de la puerta. Él entró y cerró la puerta tras de si.
-Gracias.
-¿Qué te pasa, Peter?-preguntó Eugenia preocupada.
Él soltó un suspiro.
-Una larga historia.
-Bueno, tengo toda la tarde-sonrió intentando transmitirle confianza y algo de alegría.
-Está bien. Te cuento…Veras…
<< Cuando tenía unos 7 años, mi padre abandonó a mi madre, dejándola sola conmigo y con Darío…-se apresuró a comentar.- ¡mi perro! Y bueno… al cabo de un año volvió y mi madre lo perdonó, cosa que no debió haber hecho nunca pero estaba demasiado enamorada. Al perdonarlo, él volvió a vivir con nosotros y un día regresó borracho a casa y le pegó a mi madre. Yo me libre porque fui un cobarde y me escondí debajo de la cama. Todavía sigo torturándome por la cobardía que tenía. Mi madre siempre me consuela diciendo que tenia tan solo 7 años y que hice muy bien, pero se que le falle…
Mi madre por temor no denunció a mi padre, no hizo nada. Y durante dos semanas enteras mi padre regresaba y pegaba a mi madre hasta que un día me atreví a salir de debajo de la cama y enfrentarme a él con un bate de béisbol en mano. Le golpeé por detrás, no creía que le pegase tan fuerte, pero sin querer lo hice y lo tuvieron que llevar a urgencias. Si mi padre denunciaba esa agresión, para el tribunal seria un intento de asesinato y la que iría a la cárcel seria mi madre o yo a un centro de menores, pero por suerte no denunció nada. Lo que hizo fue tener a mi madre amenazada durante medio año, que fueron unos 6 meses larguísimos, hasta que yo fui a la policía y lo dije todo. A mi padre no le metieron en la cárcel y aun no entiendo por qué. Lo único que hicieron fue realizar una orden de alejamiento contra él y el divorcio. En el juicio mi padre se quedó con parte del dinero de la familia y con Darío…>>.
-¿Darío?-interrumpió Eugenia, sin entender.
-Si… un perro que tuve, que lo quería mucho. Fue un golpe muy duro, pero al fin mi madre estaba libre de esa alimaña. Y ahora ha vuelto. No se si es para quedarse durante un largo o corto tiempo. Pero no soporto la idiotez que comete mi madre metiéndolo en casa. Pero lo que más me fastidia es que no haya venido con Darío. Él se quedó allí en Barcelona, que es donde se fueron a vivir tras la separación…
-Uf… no se qué decirte-dijo Eugenia asombrada.
-No hace falta que digas nada-dijo sacando sus libros de la mochila.- ¿Hacemos los deberes?-sonrió como pudo.
Ella movió la cabeza sin comprender muy bien.
-No me lo puedo creer hasta en tus peores momentos sabes sonreír.
-Si, prefiero sonreír que llorar ¿tú no?
-No se… cuando tengo que llorar, patalear, moquear y gritar lo hago; cuando no, no.
-¿Me estas diciendo que prefieres verme llorando, pataleando, moqueando y gritando en vez de sonriendo?
-No, eso no. Sino que te expreses y no te guardes las cosas-dijo poniéndole una mano en el pecho.
-Contigo, difícil-comentó Peter agarrándole la mano y mirándola a los ojos.
-¿Por qué lo dices?-preguntó Eugenia apartándose rápidamente.
-Porque eres un ángel…-no pudo terminar porque ella le tapó la boca con la mano.
-Por favor, Peter no mientas. Me conoces de hace un día.
Él le cogió la mano y se la quitó de la boca.
-¿No crees en el amor a primera vista?
-¡No! Nunca tuve la oportunidad de probarlo.
-¡Oh! Que pena-hizo una pausa.-Bueno, ¿hacemos los deberes o no?
Eugenia suspiró.

Ya de noche, ellos ya habían terminado los deberes y estaban viendo la televisión hasta que alguien llamó a la puerta y Eugenia fue a ver quién era:
-Hola-saludó ella, al abrir la puerta.
-Soy el padre de Peter, está aquí, ¿verdad?-dijo sin saludar y entrando a empujones.
-Pase, pase; siéntese como en su casa-dijo Eugenia con ironía.
-¿Dónde estas, Peter?-gritaba el padre registrando la casa.
Eugenia rápidamente fue al salón, y vio que él no estaba allí.
“¿Dónde se habrá metido?”-pensó la chica.
-Bueno señor ahora que comprobó que su hijo no está aquí ¿sería tan amable de irse?-preguntó Eugenia con un toque de antipatía.
-Sé que lo estas encubriendo-dijo el hombre de mala forma antes de marcharse dando un portazo.
-Por favor que hombre más…-se quedó callada al sentir como los brazos de Peter le rodeaba el cuerpo por detrás y sentía su respiración en la nuca.
-¿Caradura?-completó el muchacho.
-Pe-Peter…
-Dime-dijo apoyando su cabeza sobre la de Eugenia.
-Te compadezco-Peter se echó a reír y la apretó mas contra él.
Eugenia se sonrojó.

Al día siguiente muy temprano, llamaron al teléfono. Eugenia estaba desayunando para ir al instituto, y fue a cogerlo.
-Si, ¿dígame?
-Hola, llamo desde El Hospital Rosales Bermúdez, encontramos este número en el teléfono del señor… espérese que me fije cómo se llama…-y el teléfono se cortó. Eugenia muy extrañada se fue a la cocina a terminar de desayunar.
-¿Quién era, hija?
-Ni idea, mamá. Una señora que llamaba del hospital, se habría equivocado.
María, la madre de Eugenia palideció y le ordenó a su hija que terminase el desayuno y se fuese andando al instituto.
-Mama, ¿qué te pasa?-preguntaba Eugenia mientras veía a su madre saliendo por la puerta a toda prisa-Uf… nunca me tiene en cuenta para nada.
Eugenia terminó de desayunar y fue a coger la mochila, en ese momento volvió a sonar el teléfono. Corrió para atenderlo.
-Si, ¿quién es?
-Hola, soy la señora de antes, perdóname no se qué pasó. Bueno lo que le decía… ¿eres familiar del señor Germán Alsina Olario?
-Si, ¿por qué? ¿Qué le pasó?-preguntó asustada.
-El señor ha sufrido un accidente, está muy grave…
Eugenia no escuchó más, salió corriendo de su casa dejando el teléfono descolgado y la mochila tirada en el suelo. Al salir del patio principal de su casa, se chocó con Peter y se cayó al suelo.
-¡Ei! Eugenia, ¿qué te pasa?-pregunto él ayudándola a levantarse y viendo que estaba llorando. Ella no le contestó, solo mantenía la cabeza baja. Él al no saber que decirle, la abrazó.


Continuará...

lunes, 13 de febrero de 2012

Capitulo 2: Siempre hay un enemigo

Capitulo anterior: 
-¿Te acuerdas de que te dije que ya no tenia vecinos en la casa de al lado?-Candela asintió.- Bueno pues… llegaron unos nuevos; y ¡qué nuevo! Pero eso no es lo importante, lo que importa es que este chico nuevo se metió en mi casa y…- al cabo de un rato Eugenia ya le había contado todo, con los mínimos detalles.
-¡Vaya!-exclamó Candela.
-Y es que es… guapísimo. Alto, moreno, ojos marrones intenso… ¡un bombón! Y con eso lo digo todo.-decía embobada.
-Ah… ¿y cómo se llama?
-Peter, ya te lo he dicho.-Eugenia se quedó callada un momento-Espera, eso no ha salido de tu boca.-Candela empezó a apuntar algo que estaba detrás de su amiga.
Eugenia se giró rápidamente.
-¡¿Tú?!-preguntó sorprendida.

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-Hola, “No-te-importa”-dijo Peter con una amplia sonrisa.
-¿Qué haces aquí?-preguntó Eugenia.
-Lo mismo que tú, ser alumno del prestigio instituto Severo Ochoa.
-¡¿Qué?!-exclamó.
-Si si, como oyes. Por lo visto vamos a ser…-se quedó callado pensando la palabra perfecta para molestarle.-compañeritos de instituto, y no solo de instituto sino también de clase, ¿no es genial?-preguntó con la misma sonrisa del principio.
-Si… genial-dijo Eugenia con ironía volviendo la mirada a su amiga.
En ese instante, Melodi, la chica más popular del instituto, entraba por la puerta con sus amigas o mejor dicho sirvientas. A Melodi, le gustaba que la llamasen “Mel”, y amaba ser la primera en tener todo lo que salía al mercado para poder presumir de ello. Contaba con la suerte de tener un padre, dueño de casi todas las multinacionales de productos tecnológicos y textiles de aquella ciudad. Le encantaba ir de rosa, era la típica “pija” creída, egocéntrica, malcriada y superficial de las películas. No movía un dedo por nadie, pero todo el mundo tenía que mover cielo y tierra para que ella pudiera conseguir lo que quería. Físicamente era la chica perfecta para cualquier hombre de la tierra; pero era demasiado tonta y su forma de ser alejaba a cualquier persona de ella, excepto a los interesados.
Melodi, nada más atravesar la puerta de su clase, dirigió su mirada hacia Peter, que estaba sentado encima de la mesa, situada al lado de Candela y Eugenia.
-¡Oh Dios mío! ¿Quién es ese que está con las estúpidas?-preguntó ella.
-Ni idea pero que lindo que es…-comentó una de las amigas de Melodi que hizo que las demás clavasen sus miradas en ella.- ¡Perdón!-se apresuró a rectificar.
-Bueno, hago como si no hubiera escuchado nada-comentó Melodi.-Pero les comunico para que quede claro que ese chico es mío. Así que ni se os ocurra ni siquiera mirarlo, ¿entendido?-todas asintieron.-Perdonadme, pero debo ir a presentarme-se echó un poco de polvo en la cara y acercó a la mesa donde estaba el chico nuevo.
Candela al verla aproximarse dijo en voz baja:
-Díganme que no viene hacia aquí…
-Hola, ¿quién eres?-preguntó Melodi, nada más llegar.
-¿Yo? Soy Peter, encantado-dijo extendiéndole la mano.
-Oh, encantada-le dio dos besos ignorando la mano del chico.
-Lo mismo digo-sonrió.
-¿Eres primo o algún familiar de….-apuntó a Eugenia-...esto?
-Perdóname que te diga Melodi, pero tengo nombre, ¿sabias?-refunfuñó Eugenia.
-Es que paso de malgastar mi tiempo en recordar un nombre tan feo como el tuyo.
-Claro, no te da la cabeza para tener tanta información ¿no?-dijo Eugenia en voz baja, haciendo que Peter soltará una carcajada.
-¿Qué has dicho?-preguntó Melodi con agresividad en sus palabras mirando a Eugenia desafiante. Cuando la muchacha le iba a contestar, la recién llegada levantó la mano deteniéndola y miró otra vez al muchacho.-Bueno Peter… me voy a mi mesa, antes de que alguna de estas dos me contagien algo. Ya hablamos mas tarde cuando estemos a solas-fulminó con la mirada a Eugenia y a Candela. Sonrió, le volvió a dar dos besos en la mejilla al chico y se fue.
-Eso, eso. Vete antes de que te contagiemos algo de inteligencia-gritó Eugenia haciendo que Melodi se detuviese un instante para luego volver a caminar hacia sus amigas.
Peter al ver que Melodi estaba lo bastante lejos como para no oírle, comentó:
-Se nota que os lleváis bien.
-¡Bah! Esto que acabas de ver no tiene ni punto de comparación con lo que pasa normalmente. Vete acostumbrando.-hizo una pausa.-Es que me da pena, la pobre más tonta y no nace-se empezaron a reír.
-Bueno… “no-te-importa”, cambiando de tema ¿en serio piensas que soy un bombón?-dijo Peter levantando una ceja.
-¿Qué?-Eugenia se sonrojó- Pero, ¿qué dices? Para nada. No te creas el ombligo del mundo-le echó una miradita-No eres el único Peter que existe.
-Si, tienes razón, no soy el único que existe con este nombre, eso seguro. Pero el único que conoces, si.
-Por favor, eres el creidismo con patas. Me estaba refiriendo a Peter Lanzani, el integrante de los Teen Angels.
-Ya, seguro.

Al finalizar las clases Peter esperó a Eugenia en la salida para que volvieran juntos a casa. En ese tiempo de espera, Melodi lo vio y se aproximó a hablar con él.
-Hola, Peter-sonrió.-No nos topamos ni una vez, ni tuvimos tiempo para charlar y eso que estamos en la misma clase.
-Ya, es que he estado viendo las instalaciones del instituto y eso.
-¿Y por qué no me has avisado? Así te lo había enseñado yo, y te lo había hecho mucho más…-se acercó a él-…divertido.
-Eso no lo dudo. Pero es que…-se quedó callado, no sabia todavía como se llamaba su vecina.-A la rubia la conozco más y a mi me cuesta mucho romper el hielo con gente nueva.
-¿La rubia? ¡Ah ya! Eugenia-puso mala cara.-Pero, bueno, conmigo no hace falta romper ningún hielo porque contigo ya esta derretido.-Peter tragó saliva algo asustado. Vio a Eugenia.
-Ahí viene la rubia, bueno me voy. Hasta mañana.-se fue rápidamente.
-Peter… vas a ser mío cueste lo que cueste-dijo Melodi con suma certeza mientras veía como se iban él y Eugenia.
De camino de vuelta a casa Peter y Eugenia estuvieron hablando bastante ya que el camino era largo, el último tema de conversación lo sacó él llegando a sus casas.
-Oye, no me has dicho cómo te llamas-comentó ignorando que ya sabía su nombre gracias a Melodi.
-¿Y para qué lo quieres saber?
-No se… quizás, para no llamarte “no-te-importa”. Creo que tu nombre es mucho más bonito que eso.
-Puede… pero si tanto te interesa saberlo, averígualo-dijo ella sonriendo.
-Lo haré. No te preocupes.
-¡Hola, hijo!-decía Giulliana, la madre de Peter mientras avanzaba hacia ellos con unas bolsas en la mano.
-Hola, mamá-saludó su hijo ayudándole con alguna de las compras.
-¡Oh! Ya veo que has conocido a Eugenia.
Peter miró a la muchacha con una sonrisa en la cara.
-Hola, señora.
-Euge te he dicho que me tuteases… y bueno no me entretengo porque tengo la comida en el fuego, había salido a comprar unas cosas que me faltaban. Adiós-dijo Giulliana con una amplia sonrisa, entrando en su casa a toda prisa.
-Así que te llamas Eugenia. No me había equivocado, tienes un nombre más bonito que “no-te-importa”-dijo Peter sin dejar de sonreír.
-Gracias, creo.
-De nada.
Se quedaron en silencio un rato mirándose y ella rompió ese momento, diciendo:
-Eh… me voy. Adiós. Ya nos veremos mañana.
-Adiós-él se aproximó para darle dos besos en la mejilla, pero ella se alejó.-Tranquila, solo quería darte dos besos como despedida.
-¡Ah!
-Adiós, Eugenia-dijo yéndose hacia la puerta de su casa.-Nos vemos mañana.
Peter al entrar en casa, dejó la mochila encima del sofá y fue a la cocina, donde estaba su madre con compañía. Cuando vio quien era, preguntó con rabia:
-¿Qué diablos haces aquí?
-¡Eh! Mocoso, modera tu vocabulario. ¡Cómo se nota que no tuviste a alguien para te criase hecho y derecho!
-Gran parte de la culpa es tuya, ¿o me equivoco?-esa persona echó a reír.


Continuará...

domingo, 12 de febrero de 2012

Capitulo 1: Todo tiene su principio




E
sta historia comienza con un día que marcaría la vida de dos jóvenes, Eugenia y Peter. Eugenia era una muchacha que rondaba los 17 años de edad, su estatura era media. Su piel era blanca como la nieve y suave. Tenía el pelo de color rubio caramelo y largo, que le llegaba hasta la cintura; sus ojos eran verdes y tanto su boca como su nariz eran proporcionales a la figura de su cara. Tendía a llorar con facilidad por cualquiera cosa. Era tímida, le costaba relacionarse con los demás, amable y muy simpática. Solía tener un carácter mas bien suave pero no soportaba que le llevasen la contraria, si lo hacían protestaba sin parar. Era algo que la hacia un poco difícil de tratar, por eso solo tenía una verdadera amiga, Candela Rinaldi. Candela era una chica muy cariñosa, responsable y muy buena persona. Era alta, más o menos de la misma altura que su amiga, morena de pelo marrón oscuro ondulado y largo, y sus ojos eran marrones oscuros. Candela vivía con su madre, y tenía un hermano de 20 años que había ido a Inglaterra a estudiar periodismo.
Eugenia vivía con sus padres, María José (44) y Germán (45), eran unas personas muy entrañables, que mimaban a su hija en lo que podían. Eugenia tenía un hermano de 26 años del que no sabía nada desde que se había ido a vivir con Sol, la novia, y no había vuelto a dar señales. Ella lo echaba de menos, pero no expresaba ese sentimiento, lo que hacía cada vez que sus padres o cualquier persona tocaban el tema, era irse de la habitación en la que se encontraba o cambiar rápidamente de asunto. Odiaba admitir que lo echaba de menos, porque cada vez que lo admitía, en su soledad, por sus verdosos ojos brotaban lágrimas sin parar.
Su casa era muy peculiar, antiguamente había sido una mansión enorme, pero con el tiempo fue dividida por las agencias inmobiliarias, porque así ganarían más dinero al vender dos casas en vez de una. La habitación principal era la única instalación en la que se había construido una pared en la mitad para dividir la casa. En parte de esta habitación, era donde dormía Eugenia, al otro lado no dormía nadie o por lo menos hasta aquel entonces. El cuarto contaba con un balcón, que fue dividido con un muro de medio metro y una placa de plástico muy mal hecha. Mientras que el jardín, había sido dividido por una verja de metro y medio, de muy mala forma ya que las agencias se negaban a gastar mucho dinero dividiendo aquella mansión.
La primera vez que Eugenia se enamoró, había sido de un niño con el que pasó tan solo un día pero la había hecho realmente feliz el tiempo que pasó con él. Todo se remontaba a cuando tenía siete años. Ella iba caminando tranquilamente por la calle con una piedra color rosado en la mano muy bonita que se había encontrado en el suelo, hasta que un chico se tropezó con ella y la piedra se cayó entre la hierba. Ambos estuvieron buscándola horas y horas hasta que empezó a llover y se refugiaron en un edificio abandonado. Al día siguiente, Eugenia se encontró al pie de su puerta un trozo de la piedra rosada y una carta, en la cual decía que el muchachito la había buscado toda la noche hasta que la encontró, pero estaba rota; así que había decidido quedarse él con una mitad y devolverle a Eugenia la otra parte para que así ambos se acordasen de ese día para siempre. Eugenia guardó ese trozo de piedra como un tesoro dentro de su relicario.
Con frecuencia Eugenia en los fines de semana, solía tumbarse sobre su césped a leer algún libro emocionante que cogía prestado cada viernes de la biblioteca de su instituto; y aquel domingo, no iba a ser la excepción. Su madre llevaba minutos llamándola para que fuera a comer, pero ella se sumía en el libro, y era casi imposible sacarla de él.
-¡Eugenia!-volvió a llamarla su madre empezando a enfadarse.
Tras esto, ella se levantó rápidamente dejando, sobre el césped, el libro de aventuras y acudió a la cocina, donde estaba su madre. Al entrar y oler la comida que le habían preparado, no tardó en decir:
-Mmm… ¡que bien huele! Gracias, mamá.
-De nada, hija. Ya sabes lo que tienes qué hacer. Más tarde que no se te olvide tender la ropa que esta en la lavadora porque con el tiempo que hace, que si llueve, que si no llueve; hay mucha ropa que limpiar y tender, y eso que tu padre no esta-comentó la madre, dándole un beso en la cabeza y marchándose.-Adiós, hasta la noche.
-Adiós, te quiero.
Como de costumbre la madre todas las tardes a la misma hora salía a trabajar y Eugenia se quedaba sola en casa, algo totalmente aburrido para ella. No tenía nada que hacer, los deberes ya los había hecho el día anterior y la única verdadera amiga que tenía, es decir, Candela, se pasaba el sábado y el domingo con la familia. Las únicas opciones que se le pasaban por la cabeza para hacer, era seguir leyendo o estar en el ordenador. En ese día la idea que más le apetecía era leer.
Cuando terminó de comer, recogió la mesa, dejó los platos en el fregadero y se dirigió al jardín. Para ello tenía que atravesar su salón, y abrir la puerta corredera de cristal que daba al jardín. Cuando estaba cerca de la puerta, escuchó una voz que no le era familiar. De inmediato volvió a la cocina, y cogió un rodillo. Lentamente, con mucho miedo, fue hasta la puerta de cristal que separaba el salón del jardín y en un abrir y cerrar de ojos se abalanzaba sobre un muchacho dejándolo inconsciente.
-¡Dios, lo he matado!-dijo muy asustada.
En ese momento se escuchó unos gritos de una señora que llamaba a su hijo:
-¡Peter ¿dónde te has metido?!
Eugenia, nerviosa, fue tirando de él hasta meterlo en su casa y se decía para sí misma:
-¡¡Dios, Dios, cómo lo haya matado…!!
Lo tumbó a toda prisa en el sofá y salió a fuera como si nada. La mujer que llamaba a su hijo estaba en el jardín de la casa vecina y pudo ver a la joven sentándose en el césped con naturalidad, ya que la verja que separaba las casas apenas media metro y medio.
-Perdona, eh… Eugenia ¿verdad?-preguntó la señora.
Ella levantó la cabeza y se quedó callada contemplando a la mujer, finalmente contestó:
-Si. ¿Usted de que me conoce?
-Lo primero tutéame, que aun estoy en la juventud de la vida -sonrió.-Y te conozco porque eres la hija de María José, una gran amiga mía.
-Ah… encantada, ¿te acabas de mudar a esta casa?
-Si, así que desde ahora vamos a ser vecinas-le sonrió.-Bueno, si me disculpas tengo que irme. Luego por la tarde me pasaré a visitaros-dijo sonriendo antes de dar un paso para marcharse, para luego retroceder.- ¡Ui! Se me olvidaba. Por casualidad ¿no habrás visto a mi hijo? Tiene la misma edad que tú y se llama Peter- Eugenia se iba poniendo cada vez más nerviosa mediante que la mujer pronunciaba las palabras.- Es moreno, ojos marrones…
-Eh… no, no.
-Ah, bueno. Entonces nada, si lo ves dile que le estoy buscando para que me ayude a desempaquetar las cajas. Adiós y encantada de volver a verte.-dijo yéndose por el mismo lugar que había venido.
-Esta bien, adiós.
Eugenia se levantó del césped, y esperó a perder de vista a la señora, para poder desesperarse. Se llevó las manos a la cabeza, y empezó a pensar qué hacer, qué decir, cómo librarse del cuerpo. Pensaba en lo peor. Apresurada se metió en la casa, pero se asustó aun más, al ver que el chico no estaba en el sofá donde ella lo había dejado.
-¡No!-exclamó sorprendida.-No lo he matado-una gran sonrisa se dibujó en su cara. Iba a empezar a saltar de alegría, pero al momento cayó en la cuenta.- ¡No, seguro que ahora mismo le estará contando a su madre que lo he querido matar! Pero no eh, no ha sido así, ha sido sin querer.-se decía así misma.
-Tranquila, no soy un chivato,- dijo el muchacho apoyado en la pared con la mano en la cabeza. Ella lo miró asustada- y oye ¿con qué me has golpeado en la cabeza?
Eugenia no dijo nada, solo lo contempló durante unos minutos, el chico algo incomodo, dijo:
-¿Qué pasa? ¿Por qué me miras así?
-¿Qué, cómo, quién y por qué?
-¿Eh?
-¿Que hacías entrando en mi casa? ¿Cómo has entrado? ¿Quien te dio permiso para entrar? ¿Por qué has entrado? Y ¿Quién eres?
-Vaya… cuantas preguntas-sonrió.-Para contestarlas me llevará su tiempo, así que pongámonos cómodos-dijo sentándose en el sofá.
-¿Qué? Pero chaval ¿quién te crees que eres para entrar en mi casa sin llamar?
-Bueno, tranquilízate, no te alteres; solo entre porque me dijo mi madre que tenía una vecina de mi misma edad muy guapa que debía conocer…pero no la encuentro por ningún lado; ¿tú la has visto?
-No, y creo que deberías irte-dijo la muchacha tajante.
-Pero, ¿por qué? Me lo estaba pasando muy bien, me estaba divirtiendo.
-¡Vaya!-exclamó ella con sarcasmo.- ¡Qué pena!
-La verdad si, pero no te preocupes me divertiré mucho más contándole a mi madre que me has querido matar.
-¿Qué? No serás capaz.
-¿Qué no?-preguntó él levantándose del sofá-¿Quieres probarme?
-Por favor, no lo hagas-dijo ella agarrándole el brazo para detenerlo.
Los dos miraron la mano de Eugenia que sostenía el brazo del muchacho con firmeza. Ella al sentirse intimidada soltó su brazo, y miró hacia otro lado evitándole la mirada. Él sonrió.
-Si tanto insistes, me quedaré-dijo el chico.
Eugenia suspiró intentando calmarse.
-Una cosa, ¿cómo te llamas?-preguntó ella.
-¿Por qué? ¿Te interesa?-el chico levantó una ceja con una sonrisa pícara.
-En absoluto. Solo quería saber si eras ese tal Peter porque tu madre te está buscando.
-Ya lo sé, la he escuchado.
-Y bueno… ¿a qué esperas para irte?- le señaló la salida.
-Vale, vale; ya me voy y tranquila que no diré nada- se fue hacia la puerta de cristal y miró hacia atrás.-Encantado de conocerte…- se quedó callado esperando a que ella le dijese su nombre.
-¿Qué?-preguntó ella sin entender porque la miraba de aquella manera.
-¿Cómo te llamas?
-No te importa-agregó ella con indiferencia.
-Bueno... entonces adiós “no te importa”-dijo con un tono burlón-ya nos veremos.
El chico saltó la verja y se metió en su casa.

Al día siguiente, Eugenia tenía instituto y como siempre se levantaba temprano, se arreglaba y despertaba a su madre para que la llevase en coche. Cuando llegó, fue a toda prisa a buscar a su amiga; tenía que contarle lo ocurrido el día anterior. Al verla, le saludó con la mano y se aproximó a ella que estaba sentada en su pupitre haciendo los deberes que no había hecho en el fin de semana.
-¿Esta vez te has olvidado o no te dio la gana de hacer los deberes?-preguntó Eugenia reprimiéndola.
-Ninguna de las dos, no he tenido tiempo.
-¡Ah, ya! ‘No has tenido tiempo’ porque has estado todo el día muy ocupada, viendo la televisión o pegada al ordenador ¿verdad?
-A ver...cállate y déjame pensar que tengo que poner aquí.-Eugenia se rió y dejó su mochila encima de su silla, dos pupitres más adelante que el de su amiga.
-Cande, tengo algo que contarte, necesito decírselo a alguien.
-Dime-dijo Candela levantando la cabeza de su cuaderno.
-¿Te acuerdas de que te dije que ya no tenia vecinos en la casa de al lado?-Candela asintió.- Bueno pues… llegaron unos nuevos; y ¡qué nuevo! Pero eso no es lo importante, lo que importa es que este chico nuevo se metió en mi casa y…- al cabo de un rato Eugenia ya le había contado todo, con los mínimos detalles.
-¡Vaya!-exclamó Candela.
-Y es que es… guapísimo. Alto, moreno, ojos marrones intenso… ¡un bombón! Y con eso lo digo todo.-decía embobada.
-Ah… ¿y cómo se llama?
-Peter, ya te lo he dicho.-Eugenia se quedó callada un momento-Espera, eso no ha salido de tu boca.-Candela empezó a apuntar algo que estaba detrás de su amiga.
Eugenia se giró rápidamente.
-¡¿Tú?!-preguntó sorprendida.

Continuará...