-¿Cómo te
has enterado?-preguntó María acercándose a su hija para acariciarle el pelo.
-Volvieron
a llamar a casa-contestó la muchacha como pudo.-Papá se va a recuperar
¿verdad?-miró a su madre mientras que por sus ojos se escapaban una lágrima
tras otra.
-Si, por
supuesto. Tu padre es muy fuerte.
-Pero,
¿qué le paso?
-Sufrió un
accidente-aguantaba para no llorar.-Había regresado hoy del viaje de negocios y
cuando iba en el taxi rumbo a casa, un coche que venía en dirección contraria,
choco con el taxi y bueno…-la mujer rompió a llorar.
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Aquella
habitación de hospital había sido durante toda la noche el lugar donde dos mujeres,
madre e hija, habían llorado sin consolación por ver a su marido y a su padre,
respectivamente, empotrado en una cama sin dar señal alguna de vida, excepto
los que percibían las máquinas a la que el hombre estaba enchufado. María
intentaba que su hija, que no había querido regresar con su amiga Giulliana y
su hijo Peter a casa, al menos durmiera un poco; pero era imposible. La
muchacha tenía miedo de que su padre se despertase por la noche y de que ella
no fuese la primera en saludarle. Para no conciliar el sueño, se movía por la
habitación de un lado para el otro. En una de sus idas y venidas, vio que su
padre empezaba a mover sus dedos, y poco a poco abría los ojos mientras movía
su cabeza de un lado para el otro. Ella sorprendida, se acercó rápidamente a su
padre, llamando la atención de su madre que permanecía sentada mirando al
suelo.
-¡Papá!-exclamó
Eugenia.- ¿Estas bien?
-Cariño, ¡qué
linda que estas!-habló con una voz un poco ronca.-Pensé que no volvería a
verte-sonrió mientras le acariciaba la mejilla a su hija, evitando transmitirle
el miedo que sentía por estar en aquella cama, en aquella situación.
-¡Germán!
¿Estás bien? ¿Te duele algo?-preguntó María, comprobando que no le dolía nada.
-Tranquila,
estoy muy bien, mejor que nunca, con vosotras dos aquí conmigo.-hizo una pausa.-
¿Qué me pasó?
-Nada, eso
no importa ahora-contestó María acurrucándole la almohada.
Mientras
sus padres hablaban, Eugenia apoyó con cuidado la cabeza sobre el pecho de su
padre y lo abrazó con fuerza, la precisa, para que no le doliera el cuerpo al
hombre. Por los ojos de la chica, empezó a brotar las lágrimas, esta vez de
alegría. Sentía mucha alegría de volver a oír la voz de su padre, ya que sentía
miedo de que ese sonido se ahogara en un eterno silencio. Cerró los ojos
mientras escuchaba el sonido de su corazón; y suspirada de satisfacción. En ese
momento, el sonido que la tenía cautiva, dejó de oírse. Asustada, levantó la
cabeza y miró a su padre, que tenía los ojos cerrados. Se alejó, y miró a su
madre, que gritaba intentando hacer que el hombre volviera a abrir los ojos. Se
escuchaba un pitido ensordecedor que procedía de una de las máquinas a la que
él estaba enchufado. Al instante, la habitación se llenó de enfermeras y
médicos. Todos se movían alrededor de Eugenia, que permanecía allí, como una
estatua mirando el cuerpo inerte de su padre sobre la cama.
Tres meses
después…
En el instituto; Eugenia, Candela y Laura, una compañera de las chicas, habían entrado en el aula después de una intensa clase de Educación Física.
-¡No me lo puedo creer!-exclamó Eugenia en voz baja.
En el instituto; Eugenia, Candela y Laura, una compañera de las chicas, habían entrado en el aula después de una intensa clase de Educación Física.
-¡No me lo puedo creer!-exclamó Eugenia en voz baja.
-¿Qué te
pasa, Euge?-preguntó Candela mirándola.
-Mirad-señaló
disimuladamente con la cabeza hacia un área de la clase.
-Vaya,
parece ser que se hicieron muy amigos-comentó Laura al ver a Melodi intentando
quitarle un móvil que tenía Peter en sus manos, mientras que se aprovechaba de
la situación, para meter mano.
-¡No!
Pero, ¿qué hace? Mira, pero si lo esta manoseando y el muy idiota se deja-decía
Eugenia apunto de levantarse e ir hacia ellos.
-Espera-dijo
Candela con una sonrisa en la cara.-Puede ser que note un poco de… ¿celos?
-¡¿Qué?!-exclamó
Eugenia, dejando de mirar a los dos que andaban jugando.-Para nada, ¿celos de
qué o de quién?
-De…ella-señaló
a Melodi.
-Mira,
Can, el día en que sienta celos de esa cosa, me rapo la cabeza. ¿Yo, celos de
esa? ¡Já!-decía muy convencida.
-Euge, mañana
traigo la maquinilla para que te rapes. Tía pero mírate, si estas apunto de ir
y cogerla por los pelos.
-Para
nada, solo que me molesta que gente como ella, se aproveche de ingenuos como
Peter. Es que el chico es muy tonto.
-Perdona,
pero hace unos meses pensabas que la tonta era ella, y no él precisamente..
-Bueno, se
hizo muy amigo de ella ¿no? Algo se le tuvo que pegar.
-Ya claro-soltó
Laura.-Pero si es verdad que no te importa, ¿te puedo decir algo?
-¿El
qué?-preguntó Eugenia mirando a su compañera de clase.
-Dicen por
ahí que Peter y Melodi están saliendo.
-¿Cómo?-exclamó
y luego miró a su amiga.-Cande, dime que es mentira-su amiga que negó con la
cabeza.-No puede ser…-Eugenia se entristeció a causa de la nueva noticia.
-Dicen que
los vieron besándose por la calle y que aquí no lo hacen para no hacerte daño a
ti-comentó Laura, haciendo que Candela le diese un codazo para que se callara.-
¡Au!-se quejó a causa del codazo.
-¿Qué no
se besan aquí por mi?-preguntó Eugenia sin entender.- ¿Qué tengo yo que ver con
esos dos?
-Bueno,
Euge. Todo el mundo sabe lo que te pasa con Peter-le contestó Laura.
-Ya-vocalizó
con ironía.- ¿Y que se supone que me pasa con Peter?
-Que estas
enamoradísima de él.
-¿Qué yo
qué?-Eugenia empezó a reírse sarcásticamente.-Cande, ¿tú sabías eso?-preguntó
para cambiar de tema.
-Puede.
Pero te juro que no te lo he dicho porque se que te haría mal y bueno…no sé-contestó
Candela.-No quería verte mal.
-No
importa-dijo intentando hacer creer a su amiga y a su compañera que no le
molestaba lo más mínimo-Ahora vengo-se fue.
-Pero…-intentó
decir Candela pero su amiga ya no la escuchaba.
Peter, que
había dejado de juguetear con Melodi, se dio cuenta de que Eugenia había salido
a toda velocidad de la clase, y no tardó en ir tras ella. Cuando la alcanzó, cerca
de los baños, le agarró del brazo para detenerla, ya que gritar el nombre de la
muchacha no había servido de nada.
-Euge
puedo hablar contigo.
-Mmm…-vocalizó
ella soltándose y pretendiendo no girarse para que no le viera los ojos llenos
de lágrimas.- No, no tengo ganas de hablar contigo-contestó grotescamente
intentando tener una voz firme.
-¿Y eso se
puede saber por qué?
-Si, pero
no me apetece decírtelo porque eso sería hablar contigo, así que si me
disculpas voy a entrar al baño.
Peter
agarró a Eugenia del brazo con delicadeza y la giró para mirarla a la cara.
-Pero ¿qué
haces? ¿Estas tonto?-preguntó ella, soltándose bruscamente.
- ¿Por qué
estás llorando?
-Por nada
que te importe, ahora si me disculpas me largo.
-¡Eh!-la
agarró de la cintura y la puso contra la pared.-Eugenia, por favor, contéstame.
-No estoy
llorando, solo se me metió una pelusa ¿vale?-su voz se quebró.
-No te
creo.
-No me
creas, pero déjame en paz-decía entre lágrimas.-No tengo ganas de hablar con
nadie.
Peter no
tenía ganas de torturarla más, así que lo único que se le ocurrió hacer fue
estrecharla contra su pecho con todas sus fuerzas, para que sintiera que lo
tenía como alguien en quien apoyarse y como alguien en quien pudiese confiar y
contarle las cosas que le pasaba. Eugenia cerró los ojos y se dejó abrazar.
En ese
momento, el director pasaba por allí y los vio. De inmediato, dijo:
-Peter,
haga el favor de separarse de la señorita y acompañarme.-ambos se separaron
lentamente y miraron al hombre que permanecía de pie, erguido.-Me he recorrido
todo el instituto buscando al señorito, porque el dueño del instituto lo está esperando
en mi despacho. Así que, por favor, Peter vaya pues.
-Pero…-intentó
hablar.
-Pero
¡nada! Venga-le ordenó.
El
muchacho suspiró, miró a Eugenia y le dijo:
-Luego
hablamos-le dio un beso en la mejilla y se fue con el director.
Continuará...
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