viernes, 17 de febrero de 2012

Capitulo 5: ¿Celos?

Capitulo anterior:

-¿Cómo te has enterado?-preguntó María acercándose a su hija para acariciarle el pelo.
-Volvieron a llamar a casa-contestó la muchacha como pudo.-Papá se va a recuperar ¿verdad?-miró a su madre mientras que por sus ojos se escapaban una lágrima tras otra.
-Si, por supuesto. Tu padre es muy fuerte.
-Pero, ¿qué le paso?
-Sufrió un accidente-aguantaba para no llorar.-Había regresado hoy del viaje de negocios y cuando iba en el taxi rumbo a casa, un coche que venía en dirección contraria, choco con el taxi y bueno…-la mujer rompió a llorar.
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Aquella habitación de hospital había sido durante toda la noche el lugar donde dos mujeres, madre e hija, habían llorado sin consolación por ver a su marido y a su padre, respectivamente, empotrado en una cama sin dar señal alguna de vida, excepto los que percibían las máquinas a la que el hombre estaba enchufado. María intentaba que su hija, que no había querido regresar con su amiga Giulliana y su hijo Peter a casa, al menos durmiera un poco; pero era imposible. La muchacha tenía miedo de que su padre se despertase por la noche y de que ella no fuese la primera en saludarle. Para no conciliar el sueño, se movía por la habitación de un lado para el otro. En una de sus idas y venidas, vio que su padre empezaba a mover sus dedos, y poco a poco abría los ojos mientras movía su cabeza de un lado para el otro. Ella sorprendida, se acercó rápidamente a su padre, llamando la atención de su madre que permanecía sentada mirando al suelo.
-¡Papá!-exclamó Eugenia.- ¿Estas bien?
-Cariño, ¡qué linda que estas!-habló con una voz un poco ronca.-Pensé que no volvería a verte-sonrió mientras le acariciaba la mejilla a su hija, evitando transmitirle el miedo que sentía por estar en aquella cama, en aquella situación.
-¡Germán! ¿Estás bien? ¿Te duele algo?-preguntó María, comprobando que no le dolía nada.
-Tranquila, estoy muy bien, mejor que nunca, con vosotras dos aquí conmigo.-hizo una pausa.- ¿Qué me pasó?
-Nada, eso no importa ahora-contestó María acurrucándole la almohada.
Mientras sus padres hablaban, Eugenia apoyó con cuidado la cabeza sobre el pecho de su padre y lo abrazó con fuerza, la precisa, para que no le doliera el cuerpo al hombre. Por los ojos de la chica, empezó a brotar las lágrimas, esta vez de alegría. Sentía mucha alegría de volver a oír la voz de su padre, ya que sentía miedo de que ese sonido se ahogara en un eterno silencio. Cerró los ojos mientras escuchaba el sonido de su corazón; y suspirada de satisfacción. En ese momento, el sonido que la tenía cautiva, dejó de oírse. Asustada, levantó la cabeza y miró a su padre, que tenía los ojos cerrados. Se alejó, y miró a su madre, que gritaba intentando hacer que el hombre volviera a abrir los ojos. Se escuchaba un pitido ensordecedor que procedía de una de las máquinas a la que él estaba enchufado. Al instante, la habitación se llenó de enfermeras y médicos. Todos se movían alrededor de Eugenia, que permanecía allí, como una estatua mirando el cuerpo inerte de su padre sobre la cama.

Tres meses después…
En el instituto; Eugenia, Candela y Laura, una compañera de las chicas, habían entrado en el aula después de una intensa clase de Educación Física.

-¡No me lo puedo creer!-exclamó Eugenia en voz baja.
-¿Qué te pasa, Euge?-preguntó Candela mirándola.
-Mirad-señaló disimuladamente con la cabeza hacia un área de la clase.
-Vaya, parece ser que se hicieron muy amigos-comentó Laura al ver a Melodi intentando quitarle un móvil que tenía Peter en sus manos, mientras que se aprovechaba de la situación, para meter mano.
-¡No! Pero, ¿qué hace? Mira, pero si lo esta manoseando y el muy idiota se deja-decía Eugenia apunto de levantarse e ir hacia ellos.
-Espera-dijo Candela con una sonrisa en la cara.-Puede ser que note un poco de… ¿celos?
-¡¿Qué?!-exclamó Eugenia, dejando de mirar a los dos que andaban jugando.-Para nada, ¿celos de qué o de quién?
-De…ella-señaló a Melodi.
-Mira, Can, el día en que sienta celos de esa cosa, me rapo la cabeza. ¿Yo, celos de esa? ¡Já!-decía muy convencida.
-Euge, mañana traigo la maquinilla para que te rapes. Tía pero mírate, si estas apunto de ir y cogerla por los pelos.
-Para nada, solo que me molesta que gente como ella, se aproveche de ingenuos como Peter. Es que el chico es muy tonto.
-Perdona, pero hace unos meses pensabas que la tonta era ella, y no él precisamente..
-Bueno, se hizo muy amigo de ella ¿no? Algo se le tuvo que pegar.
-Ya claro-soltó Laura.-Pero si es verdad que no te importa, ¿te puedo decir algo?
-¿El qué?-preguntó Eugenia mirando a su compañera de clase.
-Dicen por ahí que Peter y Melodi están saliendo.
-¿Cómo?-exclamó y luego miró a su amiga.-Cande, dime que es mentira-su amiga que negó con la cabeza.-No puede ser…-Eugenia se entristeció a causa de la nueva noticia.
-Dicen que los vieron besándose por la calle y que aquí no lo hacen para no hacerte daño a ti-comentó Laura, haciendo que Candela le diese un codazo para que se callara.- ¡Au!-se quejó a causa del codazo.
-¿Qué no se besan aquí por mi?-preguntó Eugenia sin entender.- ¿Qué tengo yo que ver con esos dos?
-Bueno, Euge. Todo el mundo sabe lo que te pasa con Peter-le contestó Laura.
-Ya-vocalizó con ironía.- ¿Y que se supone que me pasa con Peter?
-Que estas enamoradísima de él.
-¿Qué yo qué?-Eugenia empezó a reírse sarcásticamente.-Cande, ¿tú sabías eso?-preguntó para cambiar de tema.
-Puede. Pero te juro que no te lo he dicho porque se que te haría mal y bueno…no sé-contestó Candela.-No quería verte mal.
-No importa-dijo intentando hacer creer a su amiga y a su compañera que no le molestaba lo más mínimo-Ahora vengo-se fue.
-Pero…-intentó decir Candela pero su amiga ya no la escuchaba.
Peter, que había dejado de juguetear con Melodi, se dio cuenta de que Eugenia había salido a toda velocidad de la clase, y no tardó en ir tras ella. Cuando la alcanzó, cerca de los baños, le agarró del brazo para detenerla, ya que gritar el nombre de la muchacha no había servido de nada.
-Euge puedo hablar contigo.
-Mmm…-vocalizó ella soltándose y pretendiendo no girarse para que no le viera los ojos llenos de lágrimas.- No, no tengo ganas de hablar contigo-contestó grotescamente intentando tener una voz firme.
-¿Y eso se puede saber por qué?
-Si, pero no me apetece decírtelo porque eso sería hablar contigo, así que si me disculpas voy a entrar al baño.
Peter agarró a Eugenia del brazo con delicadeza y la giró para mirarla a la cara.
-Pero ¿qué haces? ¿Estas tonto?-preguntó ella, soltándose bruscamente.
- ¿Por qué estás llorando?
-Por nada que te importe, ahora si me disculpas me largo.
-¡Eh!-la agarró de la cintura y la puso contra la pared.-Eugenia, por favor, contéstame.
-No estoy llorando, solo se me metió una pelusa ¿vale?-su voz se quebró.
-No te creo.
-No me creas, pero déjame en paz-decía entre lágrimas.-No tengo ganas de hablar con nadie.
Peter no tenía ganas de torturarla más, así que lo único que se le ocurrió hacer fue estrecharla contra su pecho con todas sus fuerzas, para que sintiera que lo tenía como alguien en quien apoyarse y como alguien en quien pudiese confiar y contarle las cosas que le pasaba. Eugenia cerró los ojos y se dejó abrazar.
En ese momento, el director pasaba por allí y los vio. De inmediato, dijo:
-Peter, haga el favor de separarse de la señorita y acompañarme.-ambos se separaron lentamente y miraron al hombre que permanecía de pie, erguido.-Me he recorrido todo el instituto buscando al señorito, porque el dueño del instituto lo está esperando en mi despacho. Así que, por favor, Peter vaya pues.
-Pero…-intentó hablar.
-Pero ¡nada! Venga-le ordenó.
El muchacho suspiró, miró a Eugenia y le dijo:
-Luego hablamos-le dio un beso en la mejilla y se fue con el director.

Continuará...

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