-¿Ah, si?-él asintió.- ¿Cuál?
-¡Ah, no sé!-vocalizó.-Por cierto, era este
próximo lunes cuando no trabajabas ¿verdad?-ella asintió.-Perfecto, a partir
del domingo me dan vacaciones una semana…-hizo una pausa.-Este domingo
empezamos tus clases, ¿te parece?
-¿Tan pronto?
-¿Qué pasa? ¿Tienes miedo?
-¿Qué? No-dijo muy segura.-El que tendría que
tener miedo eres tú como no desayunes de una vez porque si llego tarde, te
mato, Bedoya.
-¿Me matas? ¿Cómo?-cuestionó acercándose a
ella.- ¿A besos?-ella sonrió.- Máteme pues.
Eugenia se rió.
-Si, definitivamente hoy estas raro-dijo
mirándole a los ojos.
-No, raro, no. Enamorado-afirmó mientras
acariciaba con su dedo los labios de la muchacha.
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Llegó el domingo. Era el mediodía de un largo
día. Eugenia seguía dormida; la noche anterior se había quedado hasta tarde
viendo una película con Peter, Gastón, Darío y Javiera; y tras terminar la
película se había interesado por un partido de baloncesto que Gastón solía ver
en uno de esos tantos canales estadounidenses tipo tres de la mañana. Peter, al
contrario, se había ido a dormir. Estaba realmente cansado y tenía en mente
despertarse muy temprano al día siguiente.
La muchacha dormía plácidamente cuando unas
manos le apartaron el pelo del rostro y una voz le susurró dulcemente en el
oído una frase que repitió un par de veces mientras trataba de despertarla:
-Buenos días, mi amor. Despierta.
Ella esbozó un quejido. Quería seguir durmiendo
pero esa persona insistió.
-Vamos, dormilona, tengo algo que decirte.
La muchacha entre abrió los ojos lentamente y
contempló a la hermosa sonrisa de su novio que permanecía sentado sobre la cama
y la miraba con una tierna mirada.
-¿Qué pasa?-preguntó ella con voz de dormida y
con mucha pereza encima.
-¿Recuerdas que hoy iba a darte unas clases de
conducir?
-Si, pero habíamos acordado que sería por la
tarde…-comentó estirándose.
-Lo sé, lo sé pero… hay cambio de planes-dijo
él mientras le daba cariñosamente un beso en la mejilla.-Hoy no voy a poder
darte clases...porque tenemos otros planes-vocalizó provocando que Eugenia lo
mirase sin entender nada mientras esperaba a que le explicase lo que había
querido decir con eso.
Peter iba conduciendo en su coche rumbo a un
lugar muy especial para él. Allí había pasado gran parte de su infancia. En
todos los veranos desde muy pequeño, él junto a su hermano, iban a pasar al
menos dos de los tres calurosos meses de vacaciones a la casa rural de su
abuelo. Adoraba esa etapa en la que convivía con aquel hombre que tanto
admiraba, aquel hombre que le contaba millones de historias fantasiosas antes
de dormir que provocaba que el pequeño dejase volar su imaginación en sus
sueños, aquel hombre que era famoso en el pueblo por tener la mejor leche y
fabricar los mejores quesos. Peter admiraba mucho a su abuelo. Cuando rondaba
los seis, siete años de edad creía que todas las batallas y todas las historias
que él le contaba donde siempre había un héroe que a pesar de las adversidades
salía ganando era la pura realidad pero tan solo se trataba de la imaginación.
El muchacho mientras iba a clases solo sabía contar los días que faltaban para
que llegase el verano para poder ir a pasar ese tiempo con su abuelo e ignorar
todos los problemas que había en su casa pero llegó un día en que su felicidad
se acabó por completo. Tenía catorce años. Su hermano ya no estaba, él vivía
con su madre y en la época del verano, madre e hijo iban a visitar al abuelo y
en aquel año no iba a ser distinto, o eso pensaba él.
Era la última semana de clases, Peter llegaba
del instituto y no pensaba, ni imaginaba que al llegar a casa su madre le iba a
dar la peor de las noticias.
-Cariño, siéntate-dijo Giulliana.
Peter miró a su madre mientras le hacía caso y
no pudo evitar preguntar:
-¿Qué pasa, mamá?
-Verás, Peter…-suspiró y antes de empezar a
hablar las lágrimas brotaron de sus ojos.
-¡Mamá! Dime qué pasa-le suplicó.
-Peter… es el abuelo. Verás…tu abuelo ha…
-¡No!-exclamó el muchacho interrumpiéndola y
creyendo entender que pasaba.-No, no puede ser…No mamá.
Las dos últimas palabras resonaron en la
cabeza de Peter mientras cambiaba de marcha en el coche para aumentar de
velocidad. Él mientras miraba fijamente a la carretera y escuchaba de fondo la
música de la radio, recordaba el mal trago que había pasado cuando era más
joven pero sus pensamientos fueron interrumpidos por la voz de la muchacha que
iba a su lado, la voz de su novia.
-Peter-lo llamó un par de veces pero él estaba
totalmente ausente.-Mi amor-dijo acariciándole el brazo cariñosamente.- ¿Estas
bien?
Él desvió la mirada durante unos segundos de
la carretera para mirarla al rostro y contestarle dubitativo mientras le
sonreía:
-Si, si…estoy bien.
-¿Seguro?
-Si, no te preocupes-le volvió a mirar apenas
unos segundos.-Solo pensaba.
-Mmm…A saber en qué pensabas…
-Pensaba en el lugar al que te voy a llevar.
-¿Y a dónde es?
-Es una sorpresa.
-Vamos, dime-le insistió.-Te juro que cuando
lleguemos me sorprenderé igual-le sonrió.
-No seas impaciente, ya lo verás cuando
lleguemos.
-Eso mismo me dijiste hace una hora y aquí
estamos.
-Bueno, es que está un poco lejos.
Tras un largo viaje en coche, llegaron.
Mediante avanzaban el paisaje poco a poco iba cambiando de urbano con pisos
modernos, tecnología, asfalto, carretera… a uno más rural lleno de caminos de
tierra, casas hechas de ladrillos o piedras, granjas, animales pastando o
descansando sobre la hierba y lo más llamativo, un gran y extenso campo de
color verde.
Peter había aparcado el coche frente a un edificio
antiguo medianamente alto, se podría decir que era el más alto de todo aquel
pueblo. La muchacha contempló la fachada durante unos segundos para después
mirar a Peter pero él ya había bajado del coche. Ella al darse cuenta que era
allí, bajó y se acercó a él que sacaba las maletas del maletero. Eugenia lo
miró y le preguntó al ver por primera vez el equipaje:
-¿Y esto?
-Nuestras maletas-contestó dándole al botón de
la llave para cerrar el coche.-Verás, Euge, tú y yo vamos a pasar una larga e
intensa…-comentó acercándose a ella y rodeándole la cintura con sus
brazos.-…semana-le sonrió.-Los dos solos.
-¿Semana? Peter el martes tengo que trabajar.
-Ya no.
-¿Qué has hecho?-preguntó asustada.
-Nada malo, no te preocupes…-le apartó el pelo
de la cara.
-Peter-lo miró fijamente.
-A ver, lo único que he hecho ha sido
encargarle a mi primo que el martes por la mañana llame a tu trabajo de diga
que no puedes trabajar y que le mande un fax con un falso informe médico que he
conseguido esta mañana dónde explica tu supuesta enfermedad que provocará que
estés todo el día en la cama.
-Peter, no podemos hacer eso. Vamos a mentir…
-No, una parte es cierta…Tú vas a estar todo
el día en la cama pero no exactamente porque estés enferma-levantó su ceja
pícaramente.
-¡Peter!-exclamó apartándose de él.-Ni pienses
que voy a colaborar.
-Vamos, Euge. Tampoco es para tanto. Nadie se
enterará, está todo muy bien planeado. Además, lo hacemos por una buena causa.
-¿Buena causa?
-Si, lo hacemos para pasar un tiempo los dos
juntos y solos… Sin que nadie nos moleste, ni nos interrumpa ¿o acaso no
recuerdas lo que pasó ayer?
-Pero…
Flashback
Gastón, Peter y Eugenia acababan de cenar
comida china que los dos últimos se habían encargado de comprar de camino a
casa. La muchacha estaba en la cocina terminando de lavar los platos sucios
cuando sintió los brazos de Peter rodearle el cuerpo por detrás. Se sobresaltó
y lo miró sonriendo.
-Me has asustado.
-Perdón, no quería-dijo apartándole el pelo y
empezando a proporcionarle besos en el hombro.- ¿Te cuento algo?
-Dime-vocalizó mientras continuaba con lo que
tenía entre manos.
-Mi primo, esta noche, sale con mi hermano, Javiera
y otra chica y…
-¡Oh, entiendo! Y quieres ir con ellos-bromeó
entendiendo perfectamente que quería decir su “y…”-No me tienes que pedir
permiso. Ni que…
-No quería decir eso-la interrumpió.
-¿Ah, no?-preguntó sonriendo.
-Chicos, me marcho ya-comentó Gastón entrando
en la cocina.
-¡Qué te lo pases bien!-dijo Eugenia mirándole
con una sonrisa.
-Igualmente-dijo dándole un tono de picardía a
la frase para que tomase otro sentido.
-Adiós, Gas-se despidió Peter al ver a su
primo salir de la cocina.
-Nos vemos-comentó el muchacho agarrando las
llaves de su coche y cerrando la puerta principal tras salir.
Pasado un tiempo, Eugenia estaba sentada en el
sofá viendo la televisión cuando Peter se tumbó sobre el sofá apoyando su
cabeza sobre las piernas de la muchacha.
-Mmm… ¡qué bien hueles!-dijo Eugenia metiendo su
mano por dentro de la camisa y acariciándole el cuerpo aun algo mojado por el
agua de la ducha.
-Gracias, es el perfume que me regalaste hace
unos días.
-Me encanta el olor…-le sonrió.
-¿Te das cuenta, Euge?
-¿De qué?
-Al fin los dos solos…-vocalizó y en ese momento
se escuchó la puerta principal cerrarse.-Sin… ¿nadie?-se preguntó mirando a
Eugenia extrañado.
-Peter, Euge-gritó Gastón dejando las llaves
en el cuenco que había en la entrada.-He vuelto.
-¿Qué haces aquí?-preguntó Peter al ver a su
primo aparecer por el salón.
-Sentía que me echabais de menos y he
vuelto-bromeó.
-En serio, ¿qué haces aquí?-preguntó
incorporándose.
-Nada, que al final la chica que me habían
conseguido Darío y Javiera para esta noche no puede venir-contestó sentándose
entre Peter y Eugenia.-Así que como no sabíamos qué hacer tuve la genial idea
de decirles a estos dos que se vinieran a casa a ver una película y así os
hacíamos compañía-contestó pasando su brazo por encima del hombro de la
muchacha.
-Estas de broma, ¿verdad?-preguntó Peter mirando
a su primo, que negó con la cabeza como contestación de su pregunta.
-Vamos, Peter, hay que ser solidarios y
empáticos. Si yo hoy no me divierto, tú tendrías que colaborar con mi decepción
y tampoco divertirte.
Peter le sonrió sarcásticamente mientras le
pasaba un brazo por encima de sus hombros para acercar la cabeza de su primo a
la suya y hablarle en voz baja para que su novia no lo escuchase.
-Lo has hecho apropósito ¿verdad?-preguntó
Peter enfadado mientras abrazaba a su primo haciendo que este quitase el brazo
de encima de Eugenia que los miraba en silencio.
-¡No, ¿tú crees?!-preguntó irónico provocando
que Peter lo mirase peor de lo que ya lo estaba haciendo.-Puede, pero solo
puede, que esto que he hecho tenga algo que ver con la bromita que me gastaron
mis dos primos ayer por la noche.
-¿Bromita? ¿Qué bromita?-preguntó haciéndose
el tonto.
-El de decirle a la chica con la que estaba
intentando ligar que yo era gay.
Peter echó a reír.
-Oh, ya me acuerdo. Bueno, pero eso fue una
broma entre amigos, entre familiares…
-¿Una broma entre amigos? ¿Entre familiares?-hizo
una pausa.-Bueno, pues esta es la mía-contestó pegándole un leve puñetazo en el
brazo mientras se reía.
Fin del flashback.
Continuará...
[& después de muchos días, al fin publiqué xD]