-Espera un momento… ¿Eres Peter?-preguntó levantando el tono de voz sin
querer y recibiendo una mirada rápida de Nicolás que estaba de pie ante el
altar.
El muchacho dudó si contestar o no.
-No importa quién sea. Necesito hablar con ella.
-No me lo puedo creer, al fin puedo hablar contigo…Peter tienes que
venir a la iglesia e impedir la boda-dijo Rocío yendo hacia la salida.
-Eso es lo que quiero. ¿Dónde es la boda? ¿En qué iglesia?
-Es en…-dijo buscando una placa donde pusiese la
dirección.-Calle…-Rocío le dijo la dirección.
-Gracias-contestó Peter nada más oírlo y colgó.
-Por favor que le de tiempo a llegar-se dijo Rocío a si misma.
La muchacha cuando se dio la vuelta vio a Nicolás extremadamente cerca
suyo con las manos en los bolsillos mirándola fijamente. Ella tragó saliva y le
sonrió amablemente cuando pasó a su lado.
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Todos estaban sentados en sus respectivos sitios esperando a que
llegase la novia, ya no quedaba nadie fuera excepto dos hombres altos
que sobresalían entre todos los demás tanto por su vestimenta, gafas negras y sus auriculares en la oreja pero que Rocío no había reparado en ellos hasta entonces; cuando intentó salir y uno de ellos se interpuso en su camino.
-Señorita, he de pedirle que permanezca en el interior de la iglesia.
La novia está apunto de llegar.
-¿Por qué? Solo quiero tomar un poco de aire…-el hombre no dijo nada.-Oh,
venga ya. No pretenderéis que fume dentro de una iglesia ¿no?
-Tendrá que dejar el cigarrillo para después-comentó el hombre
indicándole el interior de la iglesia.
Rocío resignada volvió a entrar en el lugar. Buscó su móvil y llamó a
alguien.
La esperada novia había llegado. Eugenia acababa de bajar del coche y
estaba frente aquellas escaleras que tenía que subir hasta las enormes puertas
de la iglesia con dos hombres vestidos de negro uno a cada lado de la puerta, algo
que le extraño a la rubia pero que entendió al momento. Nicolás lo tenía todo
pensado y calculado al milímetro. La muchacha esperó a que su tío llegase a su
altura para agarrarse de su brazo. Él sería quien la llevaría al altar, ya que
su padre, quien debería hacerlo no estaba presente físicamente pero si en el
interior de su corazón. Una vez arriba, frente a las puertas abiertas de par en
par, empezó a escuchar tocar en el órgano la música nupcial. Eso provocó que
todos se levantaran de sus asientos y mirasen hacia su dirección. Con los ojos
cerrados tomó aire y empezó a caminar hacia su fin. Mientras caminaba hacia el
altar recibía elogios de los invitados y ella les dedicaba una tímida sonrisa
de agradecimiento. Miró a su prima y ella le intentó decir algo solo moviendo
los labios:
-Viene Peter.
Ella frunció el ceño intentando descifrar lo que decía cuando sintió la
mano de Nicolás agarrar la suya y tirar sutilmente de ella hacia él para evitar
que entendiera lo que Rocío pretendía decirle.
-Sonríe un poco-le susurró Nicolás a Eugenia.
Ella le miró durante unos segundos e hizo caso omiso. Todos los
invitados se sentaron y las puertas de la iglesia se cerraron. La música dejó
de sonar y boda empezó.
-Nos hemos reunido en torno a la presencia del buen Dios, para celebrar la sagrada unión de Eugenia y
Nicolás que hoy ante Dios y en presencia de la comunidad se comprometen a vivir
para siempre…-dijo el cura.
Eugenia permanecía ausente, en su mundo. No sabía cómo había llegado
aquello, no entendía nada. Necesitaba que el tiempo se parase, que el cura
dejase de hablar y que Nicolás dejase de sonreír.
Peter estaba llegando. Le faltaba poco. Iba lo más rápido posible.
Agarraba el volante con firmeza, estaba nervioso y enfadado a la vez. Todavía
contaba con la posibilidad de impedir la boda y no quería desaprovecharla.
El cura estaba leyendo unos pasajes bíblicos, los que correspondían
para esa ocasión. La rubia seguía absorta no prestaba la mínima atención. Rocío
cada minuto que transcurría miraba hacia las puertas de la iglesia esperando a
que se abrieran y así por fin apareciera Peter. El cura acababa de terminar de
leer los pasajes.
- Han venido aquí Eugenia y Nicolás para que el Señor, ante el ministro
de la Iglesia y ante esta comunidad Cristiana, consagre con su sello el amor
que ustedes tienen. Este amor Cristo lo bendice abundantemente, y con un nuevo sacramento,
a ustedes a quienes por el Bautismo ya han santificado, los que van a
enriquecer y a dar fuerzas para que se guarden siempre mutua fidelidad y puedan
cumplir con las demás obligaciones del matrimonio-dijo el cura.-Así pues, ante
esta comunidad cristiana que representa a la iglesia, les pregunto: Eugenia y
Nicolás ¿Han venido aquí a contraer matrimonio por su libre y plena voluntad y
sin que nada ni nadie los presione?
Eugenia tomó aire y contestó a la misma vez que Nicolás:
-Sí, venimos libremente.
-¿Están dispuestos a amarse y honrarse mutuamente en su matrimonio
durante toda su vida?
-Sí estamos dispuestos-contestaron ambos pero al que más se le escuchó
fue a Nicolás, Eugenia apenas fue un susurro.
Peter había llegado. Saltó fuera del coche y corrió hacia la iglesia.
Las puertas estaban cerradas y reguardando el lugar había dos hombres. Subió
las escaleras y esos hombres lo detuvieron.
-¿A dónde cree que va?-preguntó uno de ellos empujándolo hacia atrás.
-Voy a entrar, estoy invitado a la boda.
-Pues nosotros no creemos que sea así. Será mejor que nos acompañe un
momento-dijo uno de ellos.
Ambos agarraron a Peter por los brazos.
-Pero, ¿qué hacéis? Soltadme.
-Por favor, no oponga resistencia.
- Así pues, ya que queréis establecer la alianza santa del matrimonio,
unid sus manos y expresad su consentimiento delante de Dios y de su
Iglesia-dijo el cura.
Nicolás le agarró la mano a Eugenia y le dio un suave apretón.
-Nicolás Renaldi, ¿quieres recibir a Eugenia Alsina Olario, como
esposa, y prometes serle fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud
y en la enfermedad, y así, amarla y respetarla todos los días de tu
vida?-preguntó el cura mirando fijamente a Nicolás.
Él sonriendo y sin esperar ni un segundo contestó:
-Sí, quiero.
-Eugenia Alsina Olario, ¿quieres recibir a Nicolás Renaldi, como
esposo, y prometes serle fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud
y en la enfermedad, y así, amarlo y respetarlo todos los días de tu vida?
Eugenia miró a Nicolás que esperaba expectante su contestación. Ella se
mordió el labio inferior. No podía decirlo, no quería decirlo. No, no, no. No
quería.
-¿Se encuentra bien?-preguntó el cura mirándola.
Ella miró al sacerdote y empezó a tartamudear:
-Yo…yo…
-Cariño, ¿qué te ocurre?-preguntó Nicolás y ella lo miró apunto de
llorar.
-Nicolás, yo…
Él dándose cuenta de que se estaba echando atrás e iba a hacer alguna
locura, deslizó el dedo índice de su mano izquierda por su cuello
disimuladamente mientras la miraba desafiante. Eugenia entendió lo que había
hecho con su dedo. Era su amenaza de siempre… ‘Te casas o adiós Peter’. Le
estaba apretando la mano con tanta fuerza que se estaba poniendo roja pero no le
dolía lo más mínimo. Más le dolía esa situación.
-Pregúnteselo otra vez. Estaba distraída, ¿verdad, cariño?-preguntó
Nicolás mirándola.
Ella asintió en silencio. El cura volvió a repetir la pregunta. Eugenia
tomó aire y…