-¿Y ahora qué?-preguntó ella desafiante.- ¿Ahora me tendrás aquí
encerrada el resto de mi vida?
-No, solo hasta que recapacites.
-¿Recapacite? ¿Recapacite sobre qué?
-Sobre tu destino. Eres tú la única que decidirá que hacer con tu vida.
Eres tú la que vas a elegir si seguir mis reglas y salir de aquí y tener una
vida normal como cualquier otra persona o por el contrario, elegir no seguir
mis reglas y vivir permanentemente entre estas cuatro paredes.
-Ah, ahora resulta ser que soy yo la que elige qué hacer con mi vida.
Hasta ahora el único que ha elegido dónde tengo que ir, qué tengo que hacer,
cómo debo actuar en público y qué es lo que mejor me conviene has sido tú.
-Euge, yo expongo las opciones, tú, eliges-dijo guiñándole el ojo antes
de cerrar la puerta de la habitación.
La muchacha permaneció de pie mirando fijamente hacia la entrada de
madera y escuchó cómo Nicolás la cerraba con llave, dejándola encerrada como
una prisionera que era exactamente lo que era. Eugenia, sin poder contenerlas
más, dejó que las lágrimas fluyeran por sus mejillas.
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Eugenia se había sentado en la cama. Tenía la espalda apoyada en el
cabecero y las piernas estiradas. Había intentado doblarlas hasta su pecho y
así acurrucarse en si misma pero el dolor que sentía en sus costillas se lo
impedía. Lloraba sin parar. La impotencia de no poder hacer nada en ese momento
contra su situación y el odio hacia Nicolás y hacia la idea de estar allí
encerrada la derrotaba y a la vez la cabreaba cada vez más. Se preguntaba que
estaría haciendo Peter y cómo reaccionaría cuando fuese al bar a recogerla y
ella no estuviera. Qué sentiría, qué haría, a quién llamaría primero para
preguntar sobre su paradero. Todas esas preguntas y más, se le cruzaron por la
cabeza. Tenía tantas ganas de verlo y estar con él, que eso hacia que sus
lágrimas no cesasen. Pero ahora, Eugenia estaba perdida. Incluso la policía
estaba de parte de Nicolás y por mucho que ella le amenazase con su hermana, él
no cambiaba su obsesionada idea. No le quedaba nada. Absolutamente nada en
aquel momento. Iba a ser difícil enfrentarse a lo que venía. Nicolás juraba y
perjuraba que no pensaba obligarla hacer nada hasta que ella no quisiese pero
llegaría un momento en que él se cansaría y decidiría obligarla para ese
entonces la muchacha tendría que estar lejos de allí. De aquel hombre, de
aquella habitación, de aquella casa e incluso de aquella ciudad si hiciese
falta.
En ese momento se empezó a escuchar el ruido de una llave
introduciéndose en el cerrojo y abriendo así la cerradura de la puerta. Eugenia
se limpió la cara con la manga de su jersey y trató de frenar las demás
lágrimas que querrían escaparse. Tomó aire y se tranquilizó. Nicolás entró en
la habitación con una bandeja en la mano y tras entrar cerró la puerta de una
leve patada. La muchacha mantuvo la mirada hacia el frente, hacia la nada con
tal de no mirarle ni un segundo. Él se acercó al lado de la cama donde estaba
ella y le colocó la bandeja sobre las piernas.
-Espero que te guste lo que te he preparado-comentó él sentándose en un
espacio de la cama que había entre Eugenia y el borde.
Eugenia ni se molestó en mirar hacia la bandeja, no se movió ni un
centímetro.
-Vamos, Eugenia. No hagas esto más complicado de lo que es…
No dijo nada. Nicolás se quedó mirándola y contemplándola durante un
tiempo.
-Eres preciosa-dijo agarrándola de la barbilla y girándole el rostro
para que lo mirase a la cara pero ella al momento lo impidió.-Pero cuando
tienes esa tristeza reflejada en el rostro, tu belleza se desvanece y se me
encoge el corazón.
-Ah, no sabia que los bichos como tú tuviesen corazón-comentó con
brusquedad.
-Bueno, al menos hemos avanzado. Ahora ya me hablas-dijo sonriendo.-Vamos,
Eugenia come. No lo hagas, ni por mi, ni por ti, ni por nadie excepto por tu
bebé. Llevas mucho tiempo sin comer y no le hará bien a ese pequeñín o
pequeñina que crece en tu interior…
-No tengo hambre-dijo interrumpiéndole pero su cuerpo la traicionó y en
ese momento su barriga empezó a rugir por el buen olor que desprendía aquella
comida que tenía delante.
-Pues por lo que escucho estas muerta de hambre, así que vamos.
Come-Nicolás se levantó de la cama.-Y para no molestarte y dejarte comer tranquila,
me iré. Cualquier cosa que necesites, me avisas-dijo dirigiéndose a la puerta.
Eugenia esperó a que Nicolás se fuera y a que volviese a cerrar la
puerta con llave para mirar hacia la bandeja que tenía sobre las piernas y
decidirse a comer algo contra toda su fuerza de voluntad. Detestaba comer
aquello que él, Nicolás, le había preparado pero estaba muerta de hambre y
necesitaría reunir fuerzas si pretendía escaparse de aquella cárcel que era
aquella habitación. En poco tiempo se había comido todo lo que había en el
plato. No entendía si era el hecho de que hacía tiempo que no comía o era el
embarazo o las dos cosas juntas que la había hecho comer con tantas ganas.
Estaba llena y se encontraba un poco mejor que antes a pesar de que su
situación no cambiaba. Dejó la bandeja sobre la mesita de noche y se tumbó
sobre la cama. Mientras pensaba y recapacitaba sobre todas las cosas que habían
pasado en aquel día, se quedó dormida casi sin darse cuenta.
Nicolás después de haber cenado solo sentado sobre el sofá mientras
veía la televisión subió hacia la segunda planta, hacia la habitación donde
estaba la muchacha. Abrió la puerta y buscó a Eugenia con la mirada. Ésta
estaba profundamente dormida. Se alegró de ver que la muchacha había comido.
Cuidadosamente se sentó en un lateral de la cama y contempló a Eugenia mientras
dormía plácidamente después del agitado día que ambos habían tenido. Le dio un
beso en la sien tratando de no despertarla y tras eso, agarró la bandeja que
estaba sobre la mesita de noche. Salió de la habitación y cerró la puerta con
llave. Estaba bajando la escalera hacia la cocina cuando llamaron al timbre.
Extrañado porque alguien lo viniese a visitar cerca de las diez de la noche, dejó
la bandeja en la cocina y fue a ver quién era. Miró por la mirilla y al ver a
la otra persona, se asombró.
-¿Y este cómo sabe que vivo aquí?-se preguntó a si mismo es voz baja.
Nicolás no sabía qué hacer. Era Peter y sabía perfectamente lo que
venía buscando y estaba en la planta de arriba durmiendo. Mientras él pensaba
si abrir o no, ya que no podía hacer que no estaba en casa porque las luces
estaban encendidas, volvieron a llamar al timbre con más ímpetu.
-Nicolás abre la puerta, sé que estas ahí-gritó Peter del otro lado
golpeando la puerta con el puño cerrado.
-Peter, tranquilízate-le sugirió Gastón que iba con él.
Nicolás no quedándole otra cosa que hacer, tomó aire y abrió la puerta.
-Pero mira a quién tenemos aquí-dijo nada más ver el rostro de enfado
de Peter.- ¿A qué se debe el gusto?
-No te hagas el imbécil, sabes perfectamente porque estoy aquí. ¿Dónde
esta Eugenia?
-¿Qué pasa, Peter? ¿No sabes tener controlada a Eugenia? Demasiada
mujer para ti ¿verdad?-dijo impidiendo que Peter traspasase el marco de la
puerta.
-Nicolás te lo voy a volver a preguntar y espero que me contestes con
lo que deseo escuchar. ¿Dónde está Eugenia?
-Mmm… no sé-contestó burlonamente.-Si no recuerdo mal su novio eres tú,
no yo. Así que no tengo por qué saber su paradero.-hizo una pausa.- ¿Algo más?
¿No? Bueno, pues muchas gracias por la visita, adiós.
Peter enfadado y sin poder controlarse se abalanzó hacia Nicolás y le
agarró la camisa con fuerza.
-Dime, ¿qué has hecho con ella? ¿Dónde está?-preguntó furioso.
-Peter, suéltale-sugirió Gastón que trataba de conseguir que su primo no hiciese ninguna locura.-Así no vas a conseguir nada.
-Vamos, Peter. ¡Pégame!-Nicolás empezó a tentarle.-Sé que tienes ganas
de hacerlo. Sé que siempre me odiaste y más ahora que Eugenia te puso los
cuernos con…migo-dijo dándole mucha importancia a la última palabra.
-Eugenia no hizo absolutamente nada contigo-Peter le zarandeó un
poco.-Ella sería incapaz de ni siquiera tocarte… No te hagas tantas ilusiones.
-¿Tan seguro estas? ¿Acaso no recibiste las fotos y el vídeo que te
envié?-preguntó sonriendo.
-Sé perfectamente que trucaste esas fotos.
-Ah, ¿si?-preguntó sardónico.- ¿Y el vídeo también? No sabía yo que un
vídeo pudiese trucarse.
-No sé cómo hiciste lo del vídeo pero no te preocupes que lo averiguaré
y ahora dime dónde tienes a Eugenia.
-¿Qué quieres que te diga? No sé dónde está. Llevo días sin verla.
-No te creo.
-Pues es así, esa es la verdad ¿o prefieres que te diga que la tengo
aquí, que la tengo encerrada y que no pienso dejarla salir hasta que no se
entregue a mi?-preguntó enfrentándose a Peter.-Vamos, Peter, acéptalo. Eugenia
se aburrió de ti y huyó. Pero ¡qué feo! No te ha dejado ni una mísera carta…
Peter cansado de escucharlo, le metió un puñetazo con todas sus fuerzas
en la cara. Gastón agarró a su primo antes de que le propinase otro golpe a
Nicolás.
-Peter, para. Esta no es la forma…Lo único que está intentando este
imbécil es que pierdas los papeles y hagas algo de lo que arrepentirte.
¡Vámonos!
-No me voy a ir de aquí sin Eugenia.
-Peter no puedes hacer otra cosa. ¡Vamos!-dijo Gastón empujándolo para
que se diese la vuelta para marcharse.
-Eso Peter, hazle caso a tu primo-comentó Nicolás pasándose la mano por
la nariz ensangrentada.-Sé un cobarde y márchate de aquí dejando a tu querida
Eugenia en mis manos. ¿Sabes lo que voy a disfrutar haciéndola mía esta misma
noche?
Peter se detuvo y pensaba volver hacia Nicolás y matarlo a golpes pero
Gastón lo empujó hacia delante mientras le gritaba:
-¡Ignóralo y camina, Peter!
Eugenia se despertó por el griterío que había abajo. Se levantó
cuidadosamente de la cama e iba a ir hacia la puerta cuando pasó cerca de la
ventana y vio en la acera a Peter y a Gastón. Con el corazón acelerado por la
emoción de verlos allí, empezó a golpear el cristal y a gritar tratando de que
mirasen hacia la ventana. Sin éxito, buscó algo con que romper el cristal y
agarró la lámpara que había sobre la mesita de noche. Tomó impulso para
golpearla contra la ventana lo más fuerte posible y al tratar de hacerlo el
objeto se le escapó de entre las manos. Miró hacia atrás y vio a Nicolás que le había
quitado el objeto de la mano.
-¿Qué demonios crees que ibas a hacer?-preguntó él muy serio.
La muchacha en un último intento volvió a golpear la ventana tratando
de que Peter, apunto de cruzar la calle, mirase hacia aquella dirección. Peter
escuchó algo y miró hacia la ventana donde no había nadie. Nicolás había tirado
la lámpara encima de la cama y había apartado a Eugenia de la ventana. Peter
cruzó y miró hacia la casa de forma inconsciente una última vez y vio cómo
Nicolás echaba la cortina. Suspirando por no haber conseguido sonsacarle nada a
ese miserable, se subió al coche.
Nicolas te odiooooll!! Es un maldito espero que pronto se arregle todo y mi pitt y euge puedan estar juentos nuevamente me encanta espero mas!!!!?
ResponderEliminarUfff... te voy a comentar siempre lo mismo!
ResponderEliminarno lo quiero ms en la noveee.. fue una mala idea,ah!!! Eso podia durar unos caps pero esos por ahora son muchossssss ¢_____¢
jajajaja
bueno, espero mass :(((