Se sentía estúpido porque se había arrepentido mucho cuando creyó en
las fotos y en el vídeo y desconfió de Eugenia pero ahora resultaba que toda su
desconfianza había sido por una causa. Estaba enfadado, furioso, decepcionado
consigo mismo, dolido, herido….toda una serie de sentimientos encontrados. No
sabía qué hacer, si desahogarse llorando, rompiendo cosas o… buscar a Eugenia y
decirle todas esas cosas que no se había atrevido a decirle aquella mañana
porque él mismo no se lo permitía. Por mucho que quisiese, le era imposible
hacerle daño a la muchacha. La amaba demasiado como para eso. Golpeó con fuerza
la pared con el puño cerrado y se hizo daño en los nudillos.
Poco tiempo más tarde, al sentirse más relajado, decidió llamar a su
hermano. Necesitaba hablar con alguien. Mientras buscaba el número de su
hermano, vio el de Eugenia y decidió borrarlo. Tras eso, encontró el nombre de
Darío y pulsó el botón verde.
-¿Peter?-preguntó el otro gemelo nada más atender.
-Darío, Eugenia se va a casar con Nicolás-soltó sin más.
-¿Cómo?-preguntó asombrado.
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Eugenia se dejó caer sobre la cama bocarriba. Se mantuvo mirando el
techo intentando no pensar en nada, ni en nadie. La boca le sabía a pasta de
dientes, acababa de cepillarse los dientes y lavarse la boca tras sus
habituales vómitos matutinos. Sentía el estómago revuelto y odiaba esa
sensación pero más odiaba estar allí. Habían pasado tres días desde el incidente
en el bar y las cosas seguían exactamente igual, nada había cambiado. Prisionera
en aquella habitación viendo la luz del sol solo a través de la ventana. ¿Qué
podía hacer? ¿Amenazarlo? Ya lo había intentado y por lo que parecía no servía
de mucho y menos si él seguía emperrado en tenerla allí sin dejarla salir.
Necesitaba ayuda pero persona a la que involucrase, persona que no saldría mal
parada. Por eso había decidido alejar a Peter de ella para que así él no
corriese ningún riesgo. No estaba segura de que Nicolás fuese a hacer todas
esas amenazas que decía pero prefería no arriesgarse a nada y mantener a sus
seres queridos lejos de todo aquello.
Escuchó el ruido de unas llaves y giró su mirada hacia el lado
contrario de la puerta, hacia la ventana. Sabia quien venía y no tenía ganas de
verle. Cerró los ojos y simuló estar dormida. Nicolás entró, se acercó a la
cama y se arrodilló justo frente a la muchacha. La observó durante unos
segundos, le encantaba hacerlo cuando dormía. Parecía tan indefensa y era el
único momento en que podía acariciarla o darle algún beso sin que le atacara. Él
sonrió y apoyándose con cuidado sobre la cama intentando no despertarla, le dio
un beso sobre los labios. Eugenia, al sentirlo, lo apartó de inmediato de ella
y le preguntó abriendo los ojos:
-¿Qué haces?
-Creía que estabas dormida-se justificó.
-Creías mal-dijo enfadada.-Nicolás, ni se te ocurra volver a hacer eso,
¿me has entendido?
-Perdona, yo…
-‘Yo…’ Nada. Vete-le pidió girándose en la cama dándole la espalda.
-Euge, por favor, no te enfades. No quería molestarte.
-Nicolás-dijo mirándole.-Las cosas entre tú y yo están demasiado mal
como para que un ‘lo siento’ lo arregle todo. Ahora si no es mucho pedir quiero
estar sola.
-Euge… no quiero que nuestra relación sea así…No quiero que me odies,
al contrario, lo que más deseo es que me quieras la mitad de lo que yo te
quiero a ti. Yo lo único que quiero es hacerte feliz y que esa tristeza que
reflejan tus ojos cada vez que me miras se esfumen-hizo una pausa.-Pero, ¿qué
puedo hacer para conseguirlo? Dímelo y lo haré, te lo prometo.
Se proclamó un gran silencio.
-Por favor, dímelo. Ya no aguanto más que cada vez que entro aquí me
eches y no quieras ni verme. Yo desde un principio no pretendía eso, al
contrario, quería que te sintieras querida, feliz, única…
-Nicolás-dijo ella mirándole.-Vete-le pidió con los ojos llorosos.
Él, al ver que no lo quería allí, suspiró y se fue de la habitación.
Eugenia al escuchar como cerraba la puerta se tranquilizó y dejó de estar
tensa.
Tiempo más tarde, la muchacha estaba de pie junto a la ventana viendo
como los niños correteaban por las calles y jugaban al fútbol en el asfalto
cuando los coches no circulaban por allí o como las niñas sentadas bajo la copa
de un árbol jugaban con las muñecas. Era un barrio tranquilo, sin problemas,
perfecto para vivir. Mientras la muchacha pensaba en la felicidad que
desprendían aquellos niños, sus pensamientos fueron interrumpidos por la
intrusión de Nicolás en la habitación.
-Oh, menos mal que estás despierta-le sonrió.
-¿Qué quieres?-preguntó ella hablándole grotescamente sin apartar la
mirada de la calle.
Nicolás se acercó a ella y miró durante unos segundos a los niños y
después la miró a ella:
-¿Te gustaría salir?
-¿Acaso te importa?
-Mucho. ¿Te gustaría o no?
-¿Qué ganaría yo contestándote a eso?
-Euge, podrías dejar de contestarme con preguntas. Vamos, he venido en
son de paz. Enseñándote la bandera blanca para que hagamos las paces y estemos
bien, por favor, no seas borde conmigo, déjame demostrarte que todo esto lo
hago por ti. Perdóname.
-Nicolás, el día en que se me pase por la cabeza hacer las paces
contigo será el día en que me dejes salir de aquí y…
-Por eso mismo he venido-dijo interrumpiéndola.
Ella lo miró, expectante.
-Tú lo que más quieres es salir de aquí ¿verdad?-ella no dijo nada, era
algo realmente obvio.-Pues puedes salir-dijo extendiéndole las llaves de la
puerta.-No te volveré a encerrar aquí. He recapacitado en este tiempo y no
puedo hacerte esto, porque es insano. Así que adelante, sal-le dijo sonriendo.
Eugenia frunció el ceño, no entendía nada. ¿Nicolás había cambiado de
idea así de repente? Raro, muy pero que muy raro. Aunque los milagros existen,
quizás había recapacitado de verdad y la dejaría en paz. La muchacha lentamente
extendió las manos para agarrar las llaves, cuando estaba apunto de agarrarlas,
él lo evitó apartándolas unos centímetros y diciendo:
-Pero…
-¿Pero? Oh, claro, aquí esta la trampa.
-Te dejaré salir, siempre y cuando, vayas a donde vayas sea acompañada.
-No te entiendo.
-Es muy sencillo, Euge. Siempre que salgas tienes que ir con alguien,
temo que estando sola os pase algo a ti y al bebé-la muchacha estaba
completamente perdida, no entendía nada.-Por eso, para que no corras el riesgo de
ir sola a ninguna parte, he contratado a un guardaespaldas para que te proteja.
-¿Qué?-preguntó la muchacha.
Ahora entendía todo ese paripé de Nicolás.
-¿Para protegerme o mejor dicho, para vigilarme?-preguntó cruzándose de
brazos.
Nicolás sonrió maliciosamente.
-Si, para que vamos a engañarnos. Lo he contratado para vigilarte y
para que no te acerques lo más mínimo ni a Peter, ni a nadie, ni nada que tenga
algo que ver con él-hizo una pausa.-He cambiado de idea en lo que respecta
tenerte aquí todo el día encerrada pero, nunca, escúchame bien, nunca voy a
cambiar de idea en lo que respecta a tenerte entre mis brazos y a que sea mía.
Soy muy testarudo cuando me lo propongo-le sonrió.
-¡Vete!-le gritó.-Lárgate, Nicolás-gritaba mientras le empujaba hacia
la puerta.
No quería verle, ni oírle, ni nada. Estaba muy enfadada con él y por un
instante había jurado que Nicolás había entrado en razón pero no era así. Ese
hombre era de lo peor y no iba a cambiar en la vida. Una vez que estuvo sola
empezó a desahogar su furia contra la pared, la puerta…agarró de las sábanas
que había sobre la cama y las tiró al suelo.
-Te odio, te odio, te odio-gritaba con fuerza.-No te soporto.
Eugenia tras descargarse todo lo posible, se tiró sobre la cama y trató
de tranquilizarse. Respiró profundamente y cerró los ojos. Necesitaba relajarse
y pensar, pensar, pensar…
Se hizo de noche. Era la hora de cenar y Nicolás decidió ir a llevarle
la cena. Ya no escuchaba gritos, ni golpes, ni ningún ruido similar por lo que
supuso que la muchacha se había tranquilizado. Entró en la habitación y la vio
sentada sobre la cama, acurrucada entre sus piernas.
-¿Estás más relajada?-preguntó Nicolás dejando la bandeja sobre la
mesita de noche.
Ella lo miró y asintió.
-Me alegro-le sonrió.
Él estaba por irse cuando ella lo retuvo.
-Nicolás-el se giró la miró.-Desde que hablamos he estado pensando sobre
lo que me has propuesto y… vale. Acepto salir de aquí y estar vigilada las
veinticuatro horas del día por algún extraño.
-Perfecto-contestó Nicolás sonriendo.-Vamos mejorando ¿o no?
La muchacha asintió sonriendo falsamente. Estaba feliz por dentro porque
pensaba que si ahora aceptaba la propuesta de Nicolás, él se negaría a llevarla
acabo por el gran espectáculo que había montado aquella tarde. Al no ser así,
se alegró. Eugenia había estado aquella tarde pensando y recapacitando. Fuera
iba a tener más posibilidad de deshacerse de Nicolás que entre aquellas cuatro
paredes a pesar de tener a alguien detrás suyo todo el día.
-Vaya, la primera vez que te veo sonreír-comentó mirándola fijamente.
Él se dispuso a irse, y en la puerta le dijo, al caer en la cuenta de
por qué Eugenia había sonreído y había mostrado un poco de felicidad:
-Pero hay una cosa que tengo que advertirte, rubia-la miró.- Como se te
pase por la cabeza intentar contactar con Peter o con alguno de sus amigos, te
prometo que no dudaré ni un segundo en…
-Lo sé-dijo interrumpiéndolo.-No te preocupes, no hablaré ni con Peter,
ni con nadie. Ya he entendido tus normas y las acataré, como pueda, pero las
acataré.
-Así me gusta, que vayas entendiendo como son las cosas-comentó Nicolás
cerrando la puerta pero esta vez no cerró con llaves.
Continuará...
[Hola, holita. Ya he vuelto. Pero en poco me iré. Tengo solo un capítulo más escrito, así que seguramente también suba :) & nada, que me da mucho rabia no poder escribir porque en un par de caps o mas llega lo interesante xD ]
Nooooooo puede ser nicolas te odio un poco mas en cada capitulo!!! Espero que euge pueda hacer algo pobre mi pitt esta sufriendo mucho :( quiero mas mas!! sube mas pleaseeeee
ResponderEliminarComo siempre: ODIO A NICOLAS!!!!!!!
ResponderEliminarQuiero que se encuentre con Peter, que le grita toda la verdad y que sean felices para siempre!!!! ç___ç
Quiero mass, quieroo massss