jueves, 4 de abril de 2013

JF3. Capitulo 8

Capitulo anterior:
Con el corazón acelerado por la emoción de verlos allí, empezó a golpear el cristal y a gritar tratando de que mirasen hacia la ventana. Sin éxito, buscó algo con que romper el cristal y agarró la lámpara que había sobre la mesita de noche. Tomó impulso para golpearla contra la ventana lo más fuerte posible y al tratar de hacerlo el objeto se le escapó de entre las manos. Miró hacia atrás y vio a Nicolás que le había quitado el objeto de la mano.
-¿Qué demonios crees que ibas a hacer?-preguntó él muy serio.
La muchacha en un último intento volvió a golpear la ventana tratando de que Peter, apunto de cruzar la calle, mirase hacia aquella dirección. Peter escuchó algo y miró hacia la ventana donde no había nadie. Nicolás había tirado la lámpara encima de la cama y había apartado a Eugenia de la ventana. Peter cruzó y miró hacia la casa de forma inconsciente una última vez y vio cómo Nicolás echaba la cortina. Suspirando por no haber conseguido sonsacarle nada a ese miserable, se subió al coche.
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Nicolás tenía a Eugenia agarrada por detrás; mientras que con una mano le tapaba la boca para que dejara de gritar, con la otra la tenía bien sujeta contra su cuerpo para que no se moviera.
-¿Ya estas tranquila?-le preguntó él cerca de su oído al ver que no hacia más aspavientos.
Ella asintió y en el momento en que sintió que la soltaba se alejó rápidamente de él dándose la vuelta para mirarlo.
-¡Te odio!-gritó Eugenia.- ¿Cómo puedes hacer esto? No lo entiendo-la muchacha por haber perdido esa gran oportunidad, rompió en llanto.
-Euge, no llores por favor-dijo él acercándose a ella para abrazarla.
-¡No me toques!-exclamó echándose hacia atrás para mantener distancia entre ambos.
-Está bien, será mejor que me vaya porque veo que vuelves a estar igual de arisca que antes. Cuando te tranquilices hablamos y por si acaso me llevaré esto-dijo agarrando la lámpara.-Para que no se te pase por la cabeza romper la ventana.
-No necesito esa lámpara, me las arreglaré para romperla de otra forma.
-Perfecto, tú sabrás lo que haces. Si deseas matarte tirándote desde esta ventana adelante, te espero abajo-dijo él irónicamente mientras iba hacia la salida.
Estaba apunto de cerrar la puerta cuando la rubia agarró el pomo por el lado de dentro e impidió que lo hiciera tirando con fuerza. Nicolás al ver sus intenciones, tiró con fuerza y cerró la puerta de golpe produciendo un ruido muy fuerte. La muchacha empezó a golpear con fuerza contra la puerta mientras gritaba. Él tras cerrar con llaves, dijo:
-¡Cállate de una vez! Por mucho que grites no vas a salir de ahí.
-¡Sácame de aquí! ¡Abre esta puerta!
-Grita lo que quieras, cariño.
-¡No me llames así!-golpeó con furia la puerta.- ¡Te odio!-exclamó con toda su rabia.

Peter llegó a su casa y subió directamente hacia su habitación. No tenía ganas de hablar nada con nadie. Se quitó la ropa y se metió en el baño. Necesitaba una ducha caliente para relajarse un poco. No conseguía adivinar qué había hecho Nicolás pero sabía perfectamente que él estaba metido y era el gran causante de la desaparición de Eugenia. Tras darse una larga ducha, se vistió con un pantalón de pijama y se sentó en su cama. Con la espalda apoyada en el cabecero, miró hacia la zona de la cama donde ella tendría que estar durmiendo plácidamente esa noche pero no era así. Suspiró entristecido.
-Eugenia… ¿dónde estarás?-preguntó en voz baja.-Espero que no te haya pasado nada grave…
Volvió a suspirar.

A la mañana siguiente, Eugenia se despertó por la extraña sensación de que alguien tenía los ojos clavados en su rostro y así era. Nicolás. Le había traído el desayuno y se había quedado allí observándola mientras dormía. Nada más verlo se sentó en la cama alejándose de él y le preguntó de muy mal humor:
-¿Qué haces aquí?
-Te he traído el desayuno.
-Pues ya puedes llevártelo, no pienso comer nada hasta que no me dejes salir de aquí-dijo cruzando los brazos por debajo de sus pechos.
-De acuerdo. Me parece bien, te dejo salir.
-¿Cómo?-preguntó mirándole sin entender lo que había dicho.
-Lo que oyes, puedes salir…
-¿En serio?-preguntó aún sin comprender nada.
-Si-contestó.
Eugenia ante tal afirmativa se dispuso a levantarse de la cama pero él la frenó, volviéndola a colocar tal y como estaba.
-Pero…
-¿Pero? Oh, claro, siempre hay un pero-resopló.-Pero ¿qué?
-Vas a tener que hacer absolutamente todo lo que yo te diga y a cambio de eso dejaré que salgas de aquí y que hables con Peter.
-No lo entiendo.
-Es muy fácil…-dijo enseñándole su móvil.-Quiero que cojas mi móvil y llames a Peter para citarlo en algún lugar para que habléis.
-Hablar. ¿Hablar, de qué?
-Verás, retomando nuestro conocido y peculiar juego de ajedrez, si no me equivoco ayer hiciste un movimiento que te salió muy mal yendo a la policía y hoy, me toca a mí. Y con este movimiento voy a quitar del medio a tu rey y espero terminar esta partida de una vez con un jaque mate-sonrió.
-Explícate-dijo Eugenia mirándole fijamente.
-Cuando tú y Peter quedéis a solas, vas a hacerle creer que tanto las fotos como el vídeo que le envié son totalmente ciertos, y además, vas a hacerle creer que el hijo que esperas no es de él, sino mío.
Eugenia sonrió sarcásticamente.
-¿En serio piensas que voy a hacer eso? ¡Ni de broma!
-Está bien, como tú quieras… si no haces eso, tendré que quitar a tu rey del camino definitivamente pero no solo del juego…
-No… Nicolás no puedes ser capaz de… ensuciar tus manos solo para que yo esté contigo…no…
-¿Te recuerdo lo que intente hacer ayer? Casi conseguí matar a ese hijo que llevas dentro pero gracias a Dios que no, porque ahora podré utilizarlo para alejar a Peter de ti para siempre.
Eugenia se llevó las manos a la barriga y lo miró con furia.
-Eugenia, yo expongo las opciones y tú eliges-dijo repitiendo la frase del día anterior.- ¿Qué prefieres? ¿A Peter vivo o muerto?

El móvil, encima de la mesita de noche, empezó a sonar. El muchacho de ojos verdes se había quedado dormido y estaba en la misma postura del día anterior. Sentado sobre la cama con las piernas estiradas y la cabeza echada hacia atrás. Oyó el sonido de llamada y se despertó. Soñoliento, agarró rápidamente el móvil, cabía la posibilidad de que fuera Eugenia y así era.
-¿Diga?-dijo nada más acercarse el aparato a la oreja.
-Hola, Peter-saludó la muchacha tratando de tranquilizarse.
-¿Eugenia?-preguntó asombrado al reconocer la voz.- Euge, mi amor, ¿dónde estas?
-Estoy en…-empezó a decir pero Nicolás la detuvo tan solo mirándola con los ojos entrecerrados.-No importa eso-concluyó al no saber inventarse ningún lugar.
-¿Cómo que no importa? ¡Vamos, Euge! Ayer por la mañana desapareciste sin dejar rastro, no sé por qué, no sé dónde has pasado la noche, si estas bien o mal…
-Peter, por favor, solo escúchame. Necesito que nos veamos.
-Claro, por supuesto y yo necesito verte y que me expliques qué diablos ha pasado y por qué te has ido así tan de repente.
-Eh… veámonos en una hora en…
-¿No vienes a casa?-preguntó interrumpiéndola.
-No, mejor no. Quedemos en…-se quedó callada pensando un lugar idóneo para aquello.
Nicolás le alejo el móvil y habló en voz baja.
-En el bar de Gastón y de mi amigo.
Eugenia suspiró. Sabia que en aquel lugar iban a llamar la atención, lo que tendría que decirle a Peter no iba a ser nada agradable.
-¿Eugenia estas ahí?-preguntó Peter al no escucharla más.
-Si, si. Perdona, eh…quedemos en el bar de Gas, ¿vale? Te veo en una hora.
-Esta bien, pero ¿qué ocurre? Te noto rara.
-No pasa nada, solo necesito que hablemos.
-Pero dime al menos cómo est…-Peter dejó de hablar, Eugenia había colgado.
Extrañado miró su móvil y vio que Eugenia había llamado como ‘desconocido’ y no se registraba el número.

Nicolás y Eugenia acababan de llegar al bar. Estaban apunto de entrar cuando él la detuvo en la puerta.
-Un segundo-dijo asomándose.-Como me imaginaba tu galán ya ha llegado-comentó viendo a Peter sentado en una de las tantas mesas del interior.
-Bueno, pues quédate aquí. No pretenderás que entremos juntos ¿no?-preguntó mirándole.
-No, por supuesto que no. Pero quiero que te pongas esto-dijo sacando una pulsera del bolsillo.
Era de cuero negro y cómo adorno tenía un círculo metálico.
-¿Qué es esto?
-Una pulsera eléctrica que quiero que te pongas y si te sobrepasas o dices algo que no debes, pulsaré este botón-dijo enseñando un pequeño mando del mismo color que la pulsera.-Y te darán una pequeña descarga eléctrica.
-¿Qué? ¿Me estas hablando en serio?-sonrió sarcásticamente.-Ya de paso me pones un collar de perro y cuando haga algo que no te guste me pegas un tirón.
-No sería mala idea-dijo bromeando.
Eugenia le miró con mala cara y se decidió a entrar.
-Espera, ¿a dónde vas?
-A acabar de una vez con esto-contestó evitando que le agarrara el brazo y la detuviera.
La muchacha cruzó el marco de la puerta y buscó a Peter con la mirada. Allí estaba, radiante e impecable como siempre sentado en una mesa. Él levantó la vista y ambas miradas se cruzaron. El pulso de Eugenia se aceleró. ¿Cómo iba a lograr lo que Nicolás quería que hiciese sin hacerle daño? Era imposible.     

Continuará...

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