domingo, 27 de mayo de 2012

Capitulo 33: Cuántas cosas más no sabré de ti

Capitulo anterior:

La morena al ver a semejante chico, se quedó unos segundos embobada contemplándolo y lentamente retiro su mano del hombro del muchacho mientras lo analizaba de arriba a bajo. Al momento se disculpó:
-Perdóname por ser tan borde.
-No pasa nada-contestó Peter.
-¿Cómo te llamas?-preguntó ella con curiosidad.
-Peter, ¿y tú?
-Oh, Peter. Bonito nombre-hizo una pausa.-Yo… me llamo Mariana-contestó extendiéndole la mano.-Encantada.
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Eugenia se quedó quieta en el sitio sujetando la toalla y a la vez la parte de arriba del biquini que estaba suelto. Estaba asustada, no podía creer a quien estaba viendo. La rubia trago saliva asustada. Pensaba decirle algo pero él se adelantó:
-Hola, ¿cómo estás?-intentó acariciarle la mejilla a la muchacha pero esta le esquivo.
-No me toques.
-Pero ¿por qué? Si antes te encantaba que te acariciase.
-Tú lo has dicho, antes-hizo una pausa.-Antes de…-por sus ojos empezaron a brotar lágrimas.
-No, mi amor, pero no llores-rogó esa persona.
-¿Cómo me has encontrado?-preguntó ella tratando de sacar firmeza de donde fuera.
-Veras…el día después de que ocurriese aquello, fui a visitarte y tu madre me comentó que te habías ido unos días de viaje con tu “hermanito” Peter, lo cual me sorprendió bastante. Así que decidí averiguar dónde estabas hackeando, con la ayuda de un amigo, el móvil de tu madre porque supuse que en algún momento ambas, madre e hija, hablaríais-hizo una pausa.-…y en vuestra conversación se te “escapó” el sitio donde estabas-sonrió.-Hace unos días que estoy aquí, esperando al momento adecuado, esperando al momento es que estuvieses sola para venir a hablar contigo y decirte que te perdono…Te perdono que me hayas puesto los cuernos estos días con tu “hermano”, no tan hermano; Peter.
-¿Qué me perdonas?-dijo Eugenia riéndose.-No me cuentes chistes, Nicolás. La que tendría que perdonarte soy yo, por lo que me hiciste, pero ten claro una cosa… ¡No te perdonaré en la vida!-exclamó levantándose.
Nicolás rápidamente se levantó y fue tras ella. La agarró del brazo y la detuvo.
-¡Suéltame!-exclamó Eugenia cabreada.
-Mi amor, escúchame, por favor.
-No me llames así. Nicolás ¿no entiendes que no quiero saber nada de ti?-Eugenia bruscamente hizo que Nicolás le soltase el brazo.
La muchacha tomó aire y volvió a caminar hacia un lugar lejos de allí.

-Bueno, ¿hace mucho que estás aquí?-preguntó Mariana con curiosidad.
-No hace una semana nada más-contestó Peter.
-Oh, vaya…-hizo una pausa.- ¿y te quedarás mucho tiempo más?
-Lo que me permitan las vacaciones, en tres semanas o así tengo que volver porque empieza el instituto, ¿y tú?
-Pues yo…lo que me permitan…-hizo una pausa.-mis padres-sonrió.- ¿Y dónde te estas quedando? Es que mi hotel no sirve para nada, no me gusta y me quería cambiar a otro.
-Ah, yo es que no estoy en ningún hotel, me estoy alojando en una casa blanca que hay por el pasaje que da a la playa.
-Anda, que bien-sonrió.
Hubo un pequeño silencio.
-Bueno y qué… ¿has venido con la familia o con amigos?-preguntó Peter.
- Vine con unas amigas, no tan amigas.
-¿Por qué dices eso?
-Porque es cierto. Siento que están conmigo por mi dinero y por mi…-se quedó callada.
-¿Por tu…?-preguntó Peter al ver que no concluía la frase.
En ese momento el camarero se acercó a Peter y diciendo:
-Aquí tiene su pedido-le entregó una bolsa.
-Bueno…-vocalizó la muchacha.-Encantada de conocerte-se levantó del taburete y le dio dos besos a Peter.-Ya nos veremos si el destino lo requiere-le guiño el ojo y se fue.
Peter se quedó unos segundos en shock, algo extrañado por lo que acababa de hacer la chica. Movió la cabeza de un lado para el otro tratando de entender y tras un breve momento para pensar, se fue.

Eugenia entró en un bar, dónde supuso que había ido Peter pero no lo vio allí. Rápidamente viendo que Nicolás la había seguido se metió en el cuarto de baño de las mujeres. Cuando fue a echar el pestillo comprobó que estaba roto. Desesperada pensando que se había equivocado por completo al hacer aquello, abrió la puerta para salir pero se topó de frente con él, que rápidamente la metió de nuevo dentro del baño y entró cerrando la puerta tras de sí.
-Eugenia, por favor, escúchame. ¡He cambiado!-exclamó Nicolás poniéndola contra la pared.-De verdad, créeme.
-Nicolás, aléjate-dijo Eugenia tratando de alejarlo a la fuerza pero en vano.
-Eugenia, estate quieta-le empezó a gritar cuando Eugenia empezó a intentar apartarlo con una mano ya que con la otra sujeta la toalla que le tapaba porque aun no había podido abrocharse el biquini porque Nicolás no había dejado de seguirla.- ¡Para!-gritó él furioso pegándole un bofetada en la mejilla a la rubia, que se llevó la mano a la cara y lo miró asombrada.-Perdóname.-no tardó en decir Nicolás.-Fue sin querer.
-¡Déjame en paz!-gritó Eugenia apartándolo, pero en ese momento Nicolás le agarró las dos manos y se las presiono contra la pared.
El rubio de rizos sonrió al ver que a Eugenia se le había caído las dos únicas prendas que le tapaba la parte de arriba del cuerpo.
-Veo que quieres guerra-comentó él, acercando su boca al cuello de Eugenia para empezar a besarlo con locura y desenfreno.
Eugenia intentó con todas sus fuerzas soltarse y alejarse de él pero todos los aspavientos, que intentaba hacer, eran en vano; Nicolás tenía más fuerza que ella y la tenía capturada. En ese momento, la rubia empezó a escuchar que alguien a susurros le decía al oído:
-Ei, Euge, despierta. Ya he traído la comida. Vamos arriba.
De repente Eugenia abrió los ojos y vio que estaba tumbada sobre la arena con Peter a su lado, que intentaba despertarla. Ella rápidamente se levantó, miro hacia todos los lados y abrazó al muchacho con fuerza. Peter extrañado por la reacción de Eugenia al verlo, le preguntó:
-¿Qué te pasa?
-He tenido una pesadilla horrible-le contestó ella separándose de él.-He soñado que Nicolás…
-No hace falta que me lo cuentes-interrumpió a la rubia, volviendo a abrazarla.-Ya pasó, solo fue una pesadilla, una horrible pesadilla.
Peter suspiró mientras la contenía entre sus brazos.

Había pasado las horas, ya era de noche. Peter y Eugenia ya habían vuelto a la casa. La rubia se estaba duchando mientras que Peter andaba preparando la cena, haciendo una de las únicas cosas que sabía hacer en la cocina, pasta. Eugenia estaba sumida en sus pensamientos; quería acabar con ese mal estar que le impedía disfrutar de la compañía de Peter, quería olvidarse de lo que había pasado, quería seguir con su vida con normalidad y para ello tendría que tomar represarías cuanto antes. La rubia terminó de ducharse, se vistió y fue a la cocina, dónde estaba Peter terminando de hacer la pasta. La muchacha nada más entrar exclamó:
-¡Qué bien huele! ¿Qué estas haciendo?
-Pasta, ¿te gusta?
-Mmm…me encanta-contestó ella sonriendo.-Pongo la mesa ¿vale?
-Ok.
Eugenia sacó los cubiertos y los puso sobre la mesa de la cocina mientras canturreaba una cancioncilla pegadiza.
-Cada noche te he buscado y en mis sueños te he encontrado…
-Euge-le interrumpió Peter.
-Dime-contestó al llamado.
-¿Te das cuenta que parecemos un matrimonio?-hizo una pausa.
-La verdad ahora que lo dices, es cierto-dijo Eugenia sonriendo.- ¿Quién me iba a decir que utilizarías el dinero que llevabas desde chico ahorrando en el banco conmigo? Te juro que en cuanto pueda te lo devuelvo todo.
-Anda, cállate tonta y siéntate que esto ya está-dijo Peter cogiendo la cacerola y poniéndola encima de la mesa.
-No, Peter, lo digo en serio. O sea estoy en deuda contigo.
-Todo lo que me estoy gastando aquí, para mi no tiene valor ninguno. Lo que si tiene valor son estos momentos que paso contigo-dijo Peter dándole un beso en la cabeza a la muchacha.
-Te juro que cuando me dices esas cosas, me matas.
-Me encanta matarte de esa manera-comentó Peter con una sonrisa en el rostro.
Eugenia se mordió el labio inferior y se quedó unos segundos mirándolo.
-Bueno, ¿comemos ya? Antes de que se enfríe-preguntó Peter sentándose.
-Oh, si-vocalizó ella sentándose a su lado.-Oye, Peter… ¿cuándo era tu cumpleaños?
-En octubre ¿por qué?
-Queda poquísimo.
-Bueno, no tan poco, quedan todavía como dos meses. Pero, ¿por qué me lo preguntas?
-Porque estuve pensando y echando cuentas y llegue a la conclusión que soy mayor que tú, por unos meses pero mayor porque yo los diecisiete ya los tengo y tú los tienes que cumplir ahora.
-Te equivocas-le corrigió.-Yo en dos meses cumplo dieciocho-hizo una pausa.-Verás…cuando ocurrió lo de mi padre cuando tenía siete años mas o menos, deje de ir a la escuela y al año siguiente que las retome, tuve que repetir el curso.
-¿Y por qué no me lo has contado nunca?-preguntó Eugenia.
-No sé, nunca salió el tema, ni nada.
Eugenia suspiró y dijo:
-Cuántas cosas más no sabré de ti, Bedoya.

Continuará.

sábado, 26 de mayo de 2012

Capitulo 32: Mariana.

Capitulo anterior:

Ella asintió y dijo levantando la cabeza del hombro de Peter:
-Creo recordar que dijiste que tu madre te lo dio para que se lo regalases…
-Al amor de mi vida-concluyó él.-Y no me equivoque al dártelo a ti.
Esas palabras hicieron que a Eugenia se le erizase la piel y un escalofrío recorriese su cuerpo. No podía creer lo que acababa de escuchar. Miro al muchacho que le dedicó una sonrisa y le acaricio la mejilla. Eugenia, sin duda, estaba viviendo un sueño.
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Al día siguiente por la tarde, Peter y Eugenia habían ido a la playa a pasar el día allí. A la rubia le encantaba tomar el sol tirada sobre la toalla mientras escuchaba el sonido del mar intercalado con el ruido que emitían las personas de su alrededor. En cambio a Peter, le encantaba el agua.
Nada más llegar a la playa, el muchacho tras un nulo intento de conseguir que Eugenia se metiese en el agua con él, se rindió y fue solo. No sin antes provocarla diciendo:
-Está bien, no hace falta que vengas…ya me buscaré alguna chica en el agua que quiera disfrutar de mi compañía.
Eugenia sonrió moviendo la cabeza de un lado para el otro y busco la crema de protección solar mientras contemplaba como el muchacho se iba al agua. Cuando la encontró, se sentó sobre la toalla y empezó a echarse crema. Al acabar se tumbó y cerró los ojos.
Rato más tarde, Peter salió del agua, se acercó sigilosamente y se tumbó encima de Eugenia. Ella al darse cuenta, abrió los ojos e intento evitarlo diciendo:
-No, Peter…me acabo de…-viendo que era demasiado tarde, sonrió y lo miro.- ¿Qué haces?
-Nada, pasaba por aquí y me apeteció tumbarme-le contestó mirándola a los ojos.
-Ah, vaya. ¿No encontraste a ninguna que te hiciese compañía?
-Mmm… no-hizo una pausa.-En realidad si, había dos chicas, muy lindas por cierto, pero ninguna como tú-dijo Peter, que seguidamente la besó.
Eugenia le siguió el beso mientras le rodeaba el cuello con sus brazos. Cuando se separaron, ella dijo:
-Me encantas.
-Y tú a mí-comentó él sonriendo.
-Mmm… Peter, ¿qué te parece si vamos un ratito al agua?
-Genial-contestó levantándose y ayudándola a levantarse.
-Tonto el último-gritó Eugenia empujando a Peter y echando a correr.
Cuando llegó a la orilla, se giro y vio que él venía detrás.
-¡Gane!-exclamó ella festejando su victoria.
-Claro, porque hiciste trampa-comentó él para molestarla.
-¿Qué yo que? Cuando quieras lo repetimos-dijo entre risas.
Peter la cogió en brazos y la metió dentro del agua.
-Esto es lo que le pasa a los tramposos-dijo Peter soltándola dentro del agua.
Eugenia cuando salió a la superficie, lo miro con mala cara y fue tras suya. Estuvieron jugando casi toda la tarde dentro del agua, pasaban las horas y ellos no se daban cuenta porque para Eugenia y Peter solo existían ellos dos en aquel lugar. Peter tenía las piernas de Eugenia alrededor de su cadera y los brazos de ella alrededor del cuello. Él tenía sus brazos alrededor del cuerpo de la chica, agarrándola mientras se besaban sin separarse ni un segundo para respirar. No querían, estaban muy bien así, pero en ese momento el estómago de Eugenia empezó a sonar. Sonrojada separó sus labios de los de Peter.
-¿Tienes hambre?-preguntó el muchacho mirándola.
-Un poquito.
-Bueno, ¿qué tal si salimos ya, y yo voy a comprar algo para comer?
-No, quedémonos así un ratito más-pidió ella juntando su nariz con la de él pero en ese momento volvió a sonar su estómago.
Peter se rió y dijo:
-Anda, vamos-le dio un pico y la bajo.
Los dos salieron del agua y fueron a donde estaba su sombrilla. Peter cogió la toalla que había traído, se seco un poco, cogió dinero y le dijo:
-Ahora vengo ¿vale?
-¿Quieres que vaya contigo?-preguntó ella.
-No, no hace falta-le sonrió y le dio un beso.
Peter se fue y Eugenia se quedó de pie mirando como se iba mientras se secaba con la toalla. La muchacha se mordió el labio inferior y se sonrojó, no podía creer que aquello estuviese pasando y tampoco podía creer lo feliz que se sentía al estar junto a Peter. Suspiró y se tumbó en la toalla bocarriba. Cerró los ojos y tranquilamente empezó a tomar el sol. Al rato, se dio la vuelta y apoyo su cabeza en sus brazos. De repente sintió unas manos, que empezaba a hacerle un masaje en la espalda y a continuación en los hombros. Eugenia al notar las manos conocidas, ni se molestó en abrir los ojos.
-¿Ya compraste?-preguntó ella.
-Sssh-le susurró esa persona al oído para hacerla callar mientras seguía haciéndole el masaje.
Eugenia sentía las manos recorrer toda su espalda mientras la masajeaban pero al momento, dejó de sentir el masaje para empezar a sentir los labios de esa persona sobre su piel y dulces acaricias. De repente, Eugenia se dio cuenta de que la parte de arriba de su bañador se aflojaba. Ella al notarlo un poco raro, dijo dándose la vuelta:
-Peter, pero ¿qué haces? No pretenderás…-Eugenia se quedó callada al ver quién era la persona que estaba dándole el masaje.

Peter al llegar al bar más cercano que encontró, entró y se sentó en uno de los taburetes de la barra entre un hombre que parecía el típico borracho de cualquier taberna de ciudad y una chica muy linda, morena de pelo largo que no dejaba de juguetear con el hielo de su vaso con la ayuda de la pajita. Peter se quedó unos segundos mirándola, viendo que tenía la mirada perdida y no tenía cara de estar pasándoselo bien, sino de todo lo contrario. El camarero se acercó a Peter y le preguntó:
-Hola, ¿le apuntó alguna cosa?
-Eh…si-dijo Peter después de salir de su momentánea inercia a la cual le había metido la chica por su continuo y monótono movimiento de pajita.-Quisiera dos montaditos de pollo y dos coca-colas para llevar.
-Ok, ¿algo más?
-No, no.
Cuando el camarero se alejó, Peter volvió a mirarla y dijo para animarle el ánimo:
-Por mucho que mires a esas estanterías-dijo apuntando hacia donde parecía que estaba mirando la muchacha.-El camarero no te servirá nada a no ser que se lo pidas.
-¿Qué? ¿Me dijiste algo?-preguntó ella volviendo al mundo real.
-Nada, sólo que te vi mirando demasiado esas botellas de alcohol y pienso que eres demasiado chica para beber ¿no?
-Tengo 17 años.
-¡Oh, vaya! Creía que…
-Tranquilo me suele pasar…creen que tengo trece por mi estatura. No te preocupes, no eres el primero.
-Bueno, pero igualmente no creo que te las vendan eres menor de edad.
-Lo sé, y para tu información, no las estaba mirando tenía la mirada perdida.
-¿Ah, sí? ¿Y eso?
-Problemas personales.-contestó la chica tajante-Pero igualmente gracias-comentó ella poniendo la mano en el hombro de Peter y mirándolo por primera vez a la cara.
La morena al ver a semejante chico, se quedó unos segundos embobada contemplándolo y lentamente retiro su mano del hombro del muchacho mientras lo analizaba de arriba a bajo. Al momento se disculpó:
-Perdóname por ser tan borde.
-No pasa nada-contestó Peter.
-¿Cómo te llamas?-preguntó ella con curiosidad.
-Peter, ¿y tú?
-Oh, Peter. Bonito nombre-hizo una pausa.-Yo… me llamo Mariana-contestó extendiéndole la mano.-Encantada.

Continuará.

domingo, 20 de mayo de 2012

Capitulo 31: ¿Por qué?

Capitulo anterior:

Los dos empezaron a bailar en la cocina al ritmo de la música. Cuando la canción acabó, Peter había cogido a Eugenia de la muñeca y tirado de ella hacia él, acabando los dos muy cerca el uno del otro. Tan cerca que podían sentir la respiración  del otro. Eugenia se sonrojo y lentamente cerró sus ojos mientras acercaba sus labios a los de él. En el momento en que sintió sus labios rozar con los de él, llevó una de sus manos al rostro del muchacho y…

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 En el momento en que sintió sus labios rozar con los de él, llevó una de sus manos al rostro del muchacho y cuando estaba apunto de besarlo, Peter se alejó sonriendo y se fue de la cocina.
Eugenia se quedó allí plantada, no podía creer lo que había pasado; Peter la había esquivado y evitado el beso. No entendía nada en aquel momento así que sin dudarlo fue detrás de él. El muchacho había vuelto al salón y se había sentado. Miraba la televisión, por lo que Eugenia se interpuso en medio y le preguntó:
-¿Por qué?
-¿‘Por qué’ qué?-preguntó él haciéndose el desentendido.
-¿Por qué no me has besado?
Peter la miro sonriendo.
-¿Me lo estas reprochando?
-No, solo te estoy preguntando ‘por qué’.
Peter mantenía la sonrisa.
-La verdad, Eugenia, no lo sé. No sé porque evite que nos besáramos. Será porque no tenía ganas, quién sabe.
-Ah, así que no tenías ganas… ¡Vaya!-gesticulaba mientras hablaba.- ¡Guai!-exclamó quitándose de delante de la televisión.-…porque no tenía ganas…-se decía para sí misma sin comprenderlo del todo bien.
-Euge-la llamó, levantándose del sofá.
-¿Qué qui…?
Eugenia no pudo continuar, Peter la había acorralado contra la pared y la había besado como nunca había besado a nadie. La muchacha permaneció unos segundos en shock, pero al recobrar la conciencia, le siguió el beso, sin dudarlo. La rubia rodeó con sus brazos el cuello de Peter, mientras que él la presionaba contra su cuerpo. Lentamente fueron transformando el beso en picos para luego frenarlo. Ambos con la frente pegada, la una a la otra, se miraban a los ojos en silencio, hasta que él sonriendo le dijo con una voz dulce:
-Ahora pregúntame por qué lo he hecho…
Ella, con el corazón a mil por horas y con la respiración cortante, hizo la intención de tomar aire para preguntarle pero sonrió y lo volvió a besar.

Ya era de noche, los dos estaban sentados en la cama mirándose el uno al otro mientras jugaban con las cartas de una baraja que Peter había encontrado en el interior de la mesilla de noche. Eugenia tenía la mirada clavada en la del muchacho mientras cogía una carta del montón lentamente y esperaba a que Peter cogiese otra para que así los dos, a la vez, le diesen la vuelta y el que tuviese la carta del menor número tenía que pagar prenda, literalmente, una prenda. Ambos giraron las cartas y comprobaron que Eugenia tenía un dos y Peter un nueve. El muchacho sonriendo, le dijo:
-Mmm…empezamos bien.
Eugenia le dedico una mirada de pocos amigos y se quito la blusa lentamente.
Peter y Eugenia siguieron jugando a ese juego durante un buen rato hasta que tras una partida Peter había perdido y se había quitado la única prenda que le quedaba, exceptuando los bóxers. Eugenia sonreía, estaba contenta por estar en aquella situación, aunque ella estaba en las mismas, una partida perdida más y tenía que quitarse alguna prenda imprescindible. Para evitar tal cosa, dijo:
-Bueno, ¿dejamos de jugar ya?-lo miro sonriendo.
-¿Qué? ¿Ahora? ¿En el momento más interesante? -preguntó con una sonrisa burlona.- ¿Qué pasa? ¿Tienes miedo de perder?
-No-mintió.-El problema es que ya es muy tarde y tengo sueño-dijo mirando al reloj.
-Pero ¿qué dices? Si solo son las once-comentó él.-Pero bueno esta bien, dejémoslo aquí. Quizás sea demasiado para ti…-dijo Peter intentando molestarla para que se animase a continuar con el juego.
-¡¿Qué?!-exclamó ofendida.-Coge una carta-dijo ofreciéndole la baraja.
Peter sonrió y cogió una carta. Eugenia molesta también la cogió. Lentamente giraron las cartas y la rubia exclamó:
-¡Mierda!
Peter empezó a reírse por la cara que acababa de gesticular la muchacha.
Eugenia suspiro y se llevó las manos al cierre del sujetador pensando que Peter la iba a detener, y así fue.
-Espera-dijo.- ¿Me dejas hacer a mi los honores?-preguntó llevando su mano al tirante del sujetador y acercándose a ella.
Lentamente deslizo el tirante por el hombro de Eugenia y al notar la respiración entre-cortada de la muchacha y lo nerviosa que estaba; sonrió y le susurro al oído:
-Tranquila, nunca sería capaz de hacerte esto.
Peter le dio un dulce beso en el cuello y le volvió a dejar el tirante del sostén como estaba en un principio. Eugenia incrédula e incómoda por la situación, se levantó de la cama sin decir nada y fue hacia el armario a por un pijama. Peter notándola rara se acercó a ella por detrás y la abrazo antes de que empezará a ponerse la ropa.
-¿Qu-qué haces?-preguntó ella al sentir el cuerpo caliente del muchacho contra el suyo.
-¿Qué te pasa?-preguntó él, ignorando lo que ella había dicho.- ¿Te ha molestado algo?
-N-no-le costaba hablar, estaba muy nerviosa.-Para nada, solo que creo que si hubiese sido otra persona la que estuviese en tu lugar, no hubiera hecho lo mismo que tú…
-¿Te refieres a Nicolás?-ella asintió provocando que Peter se apartara de ella molesto.-Espero que esto te demuestre que yo no soy como Nicolás-puso ímpetu al pronunciar el nombre de la peor pesadilla de Eugenia.
-Pero espera…-dijo ella agarrándole del brazo.-No te enfades.
-No, sino me enfado-contesto cortante mirándola a los ojos para luego irse a la cocina a por un vaso de agua.
Eugenia vio como se iba sin más, suspiro profundamente y empezó a vestirse el pijama. Cuando acabó, lo fue a buscar. Se asomó por la puerta de la cocina y vio que allí no estaba. Seguidamente fue al salón y lo vio sentado en el sofá con la cabeza echada hacia atrás con los ojos cerrados. Eugenia se acercó por detrás del sofá y deslizo sus manos por el pecho descubierto de Peter, haciendo que el muchacho se asustase y abriese los ojos rápidamente.
-Lo siento-le susurró Eugenia al oído.
-No hace falta que me pidas perdón, Euge-dijo él con un tono cortante.
-Me equivoque al nombrar a Nicolás y a compararte con él…-decía ella
-Está todo bien, Euge-le dijo sonriéndole.
-¿Seguro?-pregunto ella para asegurarse.
Él la miro, sonrió y asintió. Euge un poco más animada dio la vuelta al sofá para sentarse al lado de Peter, pero él hizo que la rubia se sentase sobre sus piernas, para luego llevar su mano al rostro de Eugenia y besarla. En el momento en que se separaron, Eugenia apoyo la cabeza en el hombro de Peter y él empezó a acariciarle el brazo. La muchacha cerró los ojos pero los volvió a abrir al instante cuando escucho la voz de Peter, que decía:
-¡Vaya! Aún lo llevas-agarró entre sus manos el collar que colgaba del cuello de la rubia.
-¿Lo dudabas?-sonrió.
Hubo un pequeño silencio.
-¿Recuerdas lo que te dije cuando te lo di?-preguntó él.
Ella asintió y dijo levantando la cabeza del hombro de Peter:
-Creo recordar que dijiste que tu madre te lo dio para que se lo regalases…
-Al amor de mi vida-concluyó él.-Y no me equivoque al dártelo a ti.
Esas palabras hicieron que a Eugenia se le erizase la piel y un escalofrío recorriese su cuerpo. No podía creer lo que acababa de escuchar. Miro al muchacho que le dedicó una sonrisa y le acaricio la mejilla. Eugenia, sin duda, estaba viviendo un sueño.

Continuará.

Capitulo 30: Déjate llevar.

Capitulo anterior:

-Tranquila, mi madre lo sabe y le pedí que viniera a visitar a tu madre a eso de las diez de la mañana para avisarla.
-Pero me matará.
-No te preocupes, mi familia tiene un encanto especial para convencer a las personas-se rió.-Mi madre convencerá a la tuya de que este viaje te vendrá bien.
-Pero, ¿le has contado a tu madre lo que me pasó?-preguntó asustada.
Peter se detuvo, dejando las maletas cerca del coche y la miro.
-¿En serio me estas preguntando eso?
Eugenia se encogió de hombros.
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Tardaron una hora aproximadamente de viaje, pero al fin habían llegado. Peter y Raúl, su primo estaban cogiendo las maletas mientras charlaban porque hacía mucho que no se veían. Eugenia se había bajado del coche y se había puesto a contemplar la enorme casa que tenía delante de sus ojos y a escuchar el sonido del mar. Peter pasó a su lado y le preguntó sonriendo:
-¿Te gusta?
-Me encanta-dijo boquiabierta.
-Me alegro, porque será para vosotros dos solos-dijo Raúl abriendo la puerta.-Es de mi madre y este verano no le ha apetecido venir ninguna vez, ya se hace mayor la mujer-hizo una pausa.-…y con mi mujer tenemos alquilada otra un poco más lejos de aquí pero podéis pasar a visitarnos siempre que queráis eh…-le dijo entregándole las llaves a Peter.-Por cierto, vuestra habitación es la principal.
-¿Nuestra habitación? Querrás decir nuestras habitaciones ¿no?-preguntó Eugenia mirando a Peter.-En plural.
-No, no. Veréis chicos las demás habitaciones están cerradas con llave, y yo solo dispongo de la llave de la habitación principal, las llaves de las demás las tiene mi madre.
-Entonces, ¿quiere decir que vamos a tener que dormir en la misma habitación?-preguntó Eugenia.
-Si, Euge, tampoco es tan grave ¿no?-hablo Peter.
-Bueno, chicos yo os dejo que mi mujer me esta esperando-se despidió de su primo y le dio dos besos a Eugenia.-Encantada de conocerte.-abrió la puerta para irse.-Por cierto, espero que os guste cómo os he dejado vuestra habitación, adiós-se fue.
Eugenia sonrió.
-¿Qué ha querido decir con eso último?-preguntó ella.
-No se, vamos a verlo.
Peter guió a Eugenia hasta la habitación de la que hablaban ya que él se conocía muy bien esa casa porque de pequeño iba allí de veraneo. Cuando abrieron la puerta, vieron la cama llena de pétalos de rosas y con velas aromáticas por todas partes. Peter se echó a reír.
-Creo que mi primo se ha pensado que eres mi novia o algo por el estilo.
-Vaya, pues tendremos que aprovechar la habitación ¿no?-comentó Eugenia haciendo que Peter dejara de reírse al momento.-Era broma Peter-explicó finalmente al ver la cara que había puesto el muchacho.

Tiempo más tarde, los dos se habían recorrido toda la casa. La mayoría de las puertas no abrían, ya que serían habitaciones para invitados. Cuando ya habían abierto todo y divisado donde estaba la cocina y los baños; Eugenia no tardó en irse a bañar, deseaba hacerlo. Tras eso, se vistió un pijama de verano y fue al salón, donde estaba Peter viendo la televisión. El muchacho cuando la vio vestida de aquella manera, no tardó en preguntarle:
-¿Por qué te pusiste el pijama si son las diez de la mañana?
-Porque pienso irme a dormir un ratito, me estoy muriendo de sueño-bostezó.
-¡Uh, y yo que pensaba que íbamos a ir a la playa!-la miro y sonrió.-Pero no pasa nada, ve a dormir, te sentará bien.
-Gracias-se acercó por detrás del sofá y le dio un beso en la mejilla.
Eugenia subió las escaleras y fue a la habitación donde dormiría. Entró, cerró la puerta y se tiro encima de la cama bocarriba. Estuvo durante un largo tiempo mirando el techo y pensando en todo lo que le había pasado, tenía miedo de volverse a encontrar con Nicolás. Sabía que por el momento no lo vería estaba muy lejos de él pero no podía dejar de pensar que en algún momento ocurriría. Sentía miedo de ese momento. Tampoco sabía como iba a actuar con su amiga Candela, si se lo contaría o se lo ocultaría. Era su amiga pero también la hermana del depravado que había intentado a la fuerza tener sexo con ella. Por la cabeza de Eugenia pasaron muchas preguntas sin respuestas, hasta que se quedó dormida. Empezó a dar vueltas en la cama mientras soñaba y a gritar ‘qué la dejase en paz’. Estaba teniendo una pesadilla. Peter al escucharla subió a ver que pasaba.
-No, por favor, Nico, déjame-decía mientras soñaba.
De repente abrió los ojos asustada y vio a Peter sentado a su lado. Se pasó la mano por la frente y lo miró con los ojos llorosos.
-¿Estas bien?-le preguntó él abrazándola.
-Tuve una pesadilla…-dijo aferrándose al cuerpo del chico.
-Tranquila-la intentó calmar mientras le acariciaba el pelo.
-No puedo Peter. No me puedo quitar de la cabeza lo que me pasó-se le escaparon las lágrimas.
Peter suspiró. En ese momento el muchacho se sentía inútil, no sabía que decirle. Comprendía que se sintiera mal pero odiaba verla así.
-Euge…-dijo él para llamarle la atención tras el silencio que se había formado.-Te traje aquí para que te lo pases bien y te olvides de todo y de todos. Quiero que estés bien, quiero que disfrutes y para eso tienes que dejarte llevar y no pensar en nada. Solo tienes que hacer lo que te apetece sin más y no pensar. Si no piensas, creo que no recordarás lo que te pasó. Así que…-le levantó el mentón a Eugenia para que lo mirara.- Déjate llevar.
Ella permaneció unos segundos en silencio, pensando, recapacitando mientras lo miraba a los ojos. Respiro hondo y dijo:
-No puedo.
Las lágrimas empezaron a recorrer el rostro de Eugenia.

Ya había pasado una semana desde que los dos habían llegado a aquella casa de veraneo. Ella había intentado hacer lo que él le había propuesto… ‘dejarse llevar’… pero no lo estaba consiguiendo. Hacía el esfuerzo de ir a la playa con él, de sonreírle pero por dentro sabía que no era verdad ni sus ganas, ni sus sonrisas, ni nada. No podía quitarse de la cabeza a Nicolás, ni aquel momento por mucho que lo intentase. En los momentos en que estaba sola, empezaba a llorar sin más con solo recordar la voz de su ex; y en aquel momento no iba a ser diferente… Estaba en la cocina limpiando los platos de la cena, mientras que Peter estaba sentado en el sofá viendo la televisión. El muchacho había decidido ver la televisión porque Eugenia no quería que la ayudase, la rubia quería estar sola.
En un momento de debilidad, Eugenia alrededor del fregadero sintió que sus piernas no le respondían, que la abandonaban; así que de inmediato se agarró al fregadero y siguió con su llanto habitual de después de recordar lo que había pasado hacía ya una semana. Sintiéndose un poco impotente, suspiro y se sentó en la silla de la cocina más próxima. Mantuvo la mirada al frente y veía lo que sus lágrimas le permitían. Vio que había un armario de madera en una esquina de la cocina, en el cual no se había fijado hasta entonces. Se levantó y fue hacia él. Le había llamado la atención una radio. La cogió, la puso encima de la encimera y la enchufó.
“Un poco de música me vendrá bien”-pensó intentando sonreír.
Sintonizó la primera emisora que encontró en la que se escuchase una música animada y empezó a cantar la canción a pleno pulmón, ya que la conocía; y a bailar por toda la cocina. Intentando pensar en cualquier cosa menos en Nicolás.
Peter, desde el salón empezó a escuchar la música, extrañado se levantó del sofá y fue a la cocina. Al llegar la vio bailando y cantando; sorprendido y a la vez alegre, se apoyó en el marco de la puerta y se quedó allí contemplándola. Eugenia seguía bailoteando sin darse cuenta de la presencia de Peter. Cuando acabó la canción el muchacho empezó a aplaudirla con una sonrisa en su rostro, haciendo que Eugenia se asustase y lo mirase sorprendida.
-¿Qué haces ahí?-no tardó en preguntarle.
-Ver lo que llevaba días esperando.
-¿El qué?-preguntó ella dibujando una sonrisa en su rostro.
-Verte sonreír, bailar, cantar, saltar…-hizo una pausa.-Verte feliz-sonreía.-Por cierto, bailas y cantas muy bien.
Eugenia se ruborizó.
-Ya claro.-vocalizó ella acercándose a él.
-En serio te lo digo.
En ese momento empezó a sonar una canción que le encantaba a Eugenia.
-¡Oh, ¿bailas conmigo?!-preguntó la muchacha agarrándolo de la mano.
-No, pero si yo…-intentó excusarse, pero ya era demasiado tarde.
Los dos empezaron a bailar en la cocina al ritmo de la música. Cuando la canción acabó, Peter había cogido a Eugenia de la muñeca y tirado de ella hacia él, acabando los dos muy cerca el uno del otro. Tan cerca que podían sentir la respiración  del otro. Eugenia se sonrojo y lentamente cerró sus ojos mientras acercaba sus labios a los de él. En el momento en que sintió sus labios rozar con los de él, llevó una de sus manos al rostro del muchacho y…

Continuará

Capitulo 29: Un viaje inesperado

Capitulo anterior:

Sólo sabía llorar y llorar, no entendía lo que había pasado. El chico por el que se había jugado y por el que sentía amor, la había defraudado. Estaba tumbada bocarriba mirando el techo mientras las lágrimas le recorrían el rostro. Después de tanto llorar se quedó dormida. Estaba teniendo una pesadilla, se movía mucho en la cama, estaba sudando, estaba sofocada… hasta que se despertó gritando. Miró el reloj, apenas eran las cuatro de la mañana, y cuando giró la mirada hacia el balcón vio gracias a las luces de las farolas que entraban por su ventana, una silueta en una esquina de la habitación.
-¿Quién está ahí?-preguntó asustada.
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- Soy yo, Peter-se acercó a la cama.
-¿Qué haces aquí?-preguntó malhumorada al encender la lámpara de arriba de su mesita de noche.
-Me desperté por la noche, y vine a ver si estabas aquí o te habías ido a la casa de Nicolás, y por lo que veo…
-¡Fui!-lo interrumpió.-Pero… no me quede mucho tiempo-se quedaron callados.-Y antes de que preguntes te digo que no paso nada entre él y yo.
Peter esbozó una pequeña sonrisa.
-Y… ¿por qué? Si se puede saber.
-Porque yo no quise-suspiro, doblando su almohada para tener la cabeza apoyada más alta y antes de que él pudiese formular la pregunta ella dijo:-no quise porque no te sacaba de la cabeza-hizo una pausa.- ¿Contento? Dije lo que querías escuchar-mientras hablaba no lo miraba a él, sino al techo.
-Si, muy contento-se arrodillo al lado de la cama.-La verdad no me creía que me lo fueses a admitir.
-Pues ya lo hice, ahora vete tranquilo a dormir-su voz se quebró y empezó a llorar.
-¡Euge! ¿Qué te pasa?-le preguntó preocupado.
-Nicolás-hizo una pausa porque no podía hablar.-…intento…-se quedó callada.
-No me jodas, Eugenia-dijo Peter cabreado al entender lo que pretendía decir la muchacha.- Dime por favor que no lo ha conseguido, que no te ha tocado ni un pelo.
-Eso quisiera…-comentó entre llanto y llanto.-Me desabrochó la blusa…y me besó por todo el cuerpo, aun tengo sus babas-hizo una pausa.-No me quiero ir a duchar porque despertaré a mi madre y no quiero que me vea así porque me preguntará qué me pasa y por qué estoy así y a ella no le se mentir.
Peter permaneció callado, no sabía que decirle. Lo único que le rondaba por la cabeza era regañarla, reprimirla y decirle que se lo había advertido pero no era el momento idóneo para eso. El muchacho respiró hondo, se levantó del suelo y se sentó en la cama, haciendo que ella se levantase y se sentase junto a él. La abrazó con fuerza y así los dos permanecieron un largo tiempo; ella llorando y él acariciándole el pelo con dulzura.
Peter miró el reloj de la mesilla de noche de Eugenia y dijo:
-Euge-se separó de ella y le miro a los ojos.-Ahora son las cinco y veinte; me voy a ir y en dos horas exactas volveré y más te vale que tengas hecha una maleta. Nos vamos a ir a pasar lo que queda de verano a un lugar que te va a encantar-hizo una pausa.-Voy a hacer que te olvides de lo ocurrido esta noche y de todo lo que viviste con el imbécil ese-Peter dibujo una media sonrisa tratando de transmitirle confianza.
-Peter…no…-suspiro.-No tengo ganas de nada y mucho menos de ir a ningún lado. Quiero quedarme en mi cama para siempre.
-Haré como si no hubiese escuchado nada, así que mas te vale tener una maleta en dos horas o te llevo a la fuerza sin ropa alguna y ¡ojo! Que nos queda casi un mes de vacaciones. Así que tú sabrás si quieres llevar durante un mes la misma ropa-se levantó de la cama y se marchó por el balcón.

Al cabo de dos horas exactas Peter estaba en el balcón de Eugenia con una maleta llamando a la puerta de cristal que estaba cerrada. La muchacha que estaba tumbada en su cama, levantó la cabeza, lo vio y fue a abrirle.
-¿Estás lista?-preguntó él nada más entrar.
-Peter, ya te dije que no pienso ir a ningún lado.
-Me da igual lo que digas, vas a venir-hizo una pausa.-A ver, ¿dónde tienes la maleta?-miro arriba del armario de Eugenia y la encontró allí.
La abrió encima de la cama y empezó a echar toda la ropa que tenía Eugenia en el interior de su armario. Después de meter todo, cerró la maleta a presión. La muchacha mientras tanto lo observaba sin hacer nada, ni oponer resistencia alguna. En ese momento se oyó la bocina de un coche.
-Ahí está-dijo Peter.
-¿Quién?
-Mi primo.
-¿Tu primo?
-Si-hizo una pausa y miro a la rubia.-Euge no es que no me guste tu estilo veraniego-dijo al ver que llevaba la blusa totalmente abierta por culpa de Nicolás, que había roto los botones la noche anterior.-Pero creo que vas a matar de un infarto a mi primo si te ve así; así que… -abrió su maleta que estaba mucho menos apretada y era más fácil de abrir.-Toma-le extendió una de sus camisetas.-Ponte esta-le sonrió.
-Gracias, pero no. No me voy a ir a ningún lado.
-Sabes que si-dijo Peter abriendo la puerta del cuarto de Eugenia y cogiendo las dos maletas.
El muchacho las bajó y las dejo en la entrada. Tras eso subió otra vez al cuarto y vio que la rubia se había tirado encima de su cama. La agarró en brazos y le dijo:
-Será mejor que no grites sino quieres despertar a tu madre.
-Peter, déjame-le decía enfadada.-No quiero ir-le hablaba en voz baja.
El muchacho bajo las escaleras con ella en brazos y en la entrada la bajo. Cerró la puerta antes de que ella pudiese retroceder y volverse a meter en su casa.
-A ver, Euge, mi primo esta allí-apuntó al coche que estaba a sus espaldas.-Tú eliges, ¿qué prefieres? Saludarlo con tu estilo veraniego o con mi camiseta.
-Peter, no tengo ganas de ir a ningún lado, me encuentro mal-le dijo con cara de pena.
-Lo sé, Euge, lo sé-le acaricio la cara.-Pero se que viniendo conmigo te lo vas a pasar bien y te vas a olvidar de todo. De verdad. Confía.
-No quiero, Peter.
-Bueno, está bien, como tú quieras-hizo el amago de volverla a coger en brazos.
-Vale, vale-le detuvo.-Está bien, me pondré tu camiseta.
-Así me gusta-le sonrió y cogió las maletas.-Vamos, anda.
-Pero espera, no le he dejado nada a mi madre avisándole-comentó Eugenia.
-Tranquila, mi madre lo sabe y le pedí que viniera a visitar a tu madre a eso de las diez de la mañana para avisarla.
-Pero me matará.
-No te preocupes, mi familia tiene un encanto especial para convencer a las personas-se rió.-Mi madre convencerá a la tuya de que este viaje te vendrá bien.
-Pero, ¿le has contado a tu madre lo que me pasó?-preguntó asustada.
Peter se detuvo, dejando las maletas cerca del coche y la miro.
-¿En serio me estas preguntando eso?
Eugenia se encogió de hombros.


Continuará.

Capitulo 28: Una mentira.

Capitulo anterior:

Ella lo aparto y abrió la puerta para irse, pero él la detuvo otra vez cerrándola.
-Una última cosa, si yo fuera tú no le pediría el celular a tu madre…-se quedó callado.-Si no quieres que se entere para que lo quieres.
-Solo voy a llamar a Nico-no lo estaba mirando a la cara, lo prefería así.
-Sí, hablar con Nico, y decirle que no vas a poder ir a…-se quedó callado.-Bueno a eso no se le puede llamar hacer el amor, eso más bien es un polvo de una noche.
Eugenia muy cabreada, se dio la vuelta y le metió una bofetada con todas sus fuerzas.
-¡IDIOTA!-abrió la puerta y se fue a la cocina.
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La cena había empezado, las dos madres seguían cotilleando les daba igual si estuviesen o no sus hijos, Eugenia estaba sumida en sus pensamientos, no sabía como librarse y quedar con Nicolás, Peter, que estaba sentado a su lado, la observaba y Darío hablaba por móvil en la habitación continua del comedor.
-Perdóname-le dijo Peter a Eugenia en voz baja. Ella lo miro y no dijo nada.-Fui un poco grosero, y bien que hiciste en darme la bofetada; pero solo lo hago por tu bien o eso creo-le dio un beso en la cabeza y le cogió la mano. Se la abrió y le puso el móvil.-Toma, ¿es tuyo no?
Eugenia no media palabra, no quería decirle nada. Se levanto de la mesa, diciendo:
-Voy a llamar a Darío que se le enfría la comida-sonrió y se marcho a donde estaba el otro gemelo.
Peter suspiró y bajo la cabeza, sabía que Eugenia iba a hacer lo imposible para ir y se lamentaba por eso.

Eugenia le aviso a Darío, que hablaba con una chica por móvil, y marcó en su celular el número de Nicolás, le atendió.
-Hola mi amor, no me puedo escapar. Peter no me quiere ayudar. Es un idiota.
# Hola, vaya. Que pena #
-Mira… tengo una idea… pero tendrías que venir tú a por mí.
# Cuéntame #
-Cuando se acabe la cena, diré que me duele la barriga y me voy a mi casa; ahí pasas tú y me buscas.
# Mmm…Esta bien, a las 23 ¿vale?#
-¡Si!-contesto con entusiasmo.-Bueno adiós, te amo mucho.
#Y yo a ti, no espero al momento en que te tenga entre mis brazos, linda. Adiós#
La cena transcurrió normal. Alguna que otra vez las miradas de Peter y Eugenia se encontraban pero al momento se desviaban por parte de ella. Al terminar se fueron a ver la televisión, la rubia miró su móvil y vio que eran las 22.47, tenía que empezar a actuar si o si.
-Mamá-dijo acercándose a su madre.-Me duele la barriga-puso mala cara.
-¿Quieres una pastilla?
-Eh… si, ¿no trajiste verdad? Bueno pues me voy a casa ¿vale? Y así me tumbo
La madre la miró algo extrañada y dijo:
-Bueno, ¿quieres que vaya contigo?
-¡No! No hace falta. Llego y me tumbo.
-Bueno, está bien. Yo iré más tarde.
-Vale, adiós-dijo saliendo ya por la puerta.

Eugenia entró en su casa, echó el cerrojo a la puerta de su cuarto y salió por el balcón agarrándose en las enredaderas de su madre. Espero a Nicolás entre unos arbustos por si alguien la veía. Cuando vio el coche corrió hacia él y subió.
-Hola, vamos-dijo Eugenia.
-Hola, ¿ni un beso me das?
-Si, si-afirmó.-Pero cuando estemos lejos de aquí.
-Bueno, esta bien.
Cuando llegaron al departamento de Nicolás, entraron besándose, pero sin pasar más allá de simples besos.
-Al fin aquí-dijo Eugenia sentándose en el sofá.
-Y si… por fin-se sentó a su lado y empezó a besarle el cuello. Cuando Nicolás empezó a desabrocharle la blusa, Eugenia empezó a notar que él no iba a esperar más, que estaba deseoso.
-Eh… Nico-lo apartó.-Aquí no. Es algo feo tener tu primera vez en un sofá.
-¿Es tu primera vez?-ella asintió.-Pues no te preocupes, mi amor-Nicolás se levantó y espero a que ella lo imitará para cogerle de la mano y llevársela a la habitación-Yo te cuidaré.
Al entrar allí Eugenia sintió un escalofrío recorrer todo su cuerpo, cada minuto que pasaba tenía más miedo. Nicolás la besó, y siguió con lo que había dejado, terminó de desabrocharle la blusa. Eugenia estaba nerviosa, y en aquel momento no estaba muy segura de querer hacerlo. Nicolás no tardo en tirarla encima de la cama y seguir torturando su cuello. Ella ya no soportaba esa tención y decidió pararla diciendo:
-¡No!-él paro y la miro.
-¿No que?
-No… no puedo hacerlo.
-¿Cómo que no puedes?-volvió a besarle el cuello y tenía intenciones de llevar su boca más abajo.
-Nico, para. En serio. No puedo-lo apartó de arriba suyo y se levanto.
-Pero ¿qué me estas diciendo? Si tenías muchísimas ganas, mira lo que hiciste.
-Ya lo sé. Pero…
“No puedo quitarme a Peter de la cabeza”-pensó.
-Pero ¿qué?-se quedó callada, no sabía que decirle.- ¡Ah, ya se! Tu hermano te lleno la cabeza ¿verdad?
-¿Qué? No.
-Mira, bonita-se levanto y se acercó a ella.-Eso de que la primera vez tiene que ser especial es todo mentira, mi primera vez fue en un lavabo y lo que importa es que lo hagas y ya esta.
- Nico a ver…
-¡Sshh! Cállate y déjate llevar-le empezó a desabrochar los pantalones.
-¡Nico, NO!-se alejo de él y se puso la blusa.-Nicolás a ver si me entiendes. Si me amas de verdad, sabrás esperarme-dijo mientras se abrochaba la blusa.
-Si y te he esperado, llevo contigo casi dos meses y aun no he conseguido nada. Creo que mi paciencia merece ser recompensada.
-Y lo será, pero ahora no-dijo Eugenia entristecida.
-Pero yo quiero que sea ahora.
Nicolás se acercó a ella y la volvió a tirar encima de la cama. Le desabrochó la blusa bruscamente rompiendo los botones y empezó a besarle todo el cuerpo mientras la agarraba fuertemente por los brazos. Eugenia intentó soltarse pero no lo conseguía, solo podía gritar y rogarle a Nicolás que no lo hiciera. Él estaba descontrolado, deseaba hacerla suyo fuera como fuese. En un descuido de Nicolás, cuando intentaba desabrocharle el pantalón a la muchacha, ella le golpeo con la lámpara de la mesita de noche. Éste cayó al suelo de inmediato. Eugenia rápidamente se levantó y lo miró. No sabia si lo había matado o solo dejado inconsciente pero no pensaba quedarse allí para comprobarlo. Era de noche, hacia frío y estaba lejos su casa. Pero igual seguía caminando, no estaba muy segura si iba en la dirección correcta pero hacia algún sitio tenía que ir. Al cabo de una hora llegó a su casa, subió por las enredaderas y se metió directamente en la cama a ahogar sus penas llorando. Sólo sabía llorar y llorar, no entendía lo que había pasado. El chico por el que se había jugado y por el que sentía amor, la había defraudado. Estaba tumbada bocarriba mirando el techo mientras las lágrimas le recorrían el rostro. Después de tanto llorar se quedó dormida. Estaba teniendo una pesadilla, se movía mucho en la cama, estaba sudando, estaba sofocada… hasta que se despertó gritando. Miró el reloj, apenas eran las cuatro de la mañana, y cuando giró la mirada hacia el balcón vio gracias a las luces de las farolas que entraban por su ventana, una silueta en una esquina de la habitación.
-¿Quién está ahí?-preguntó asustada.

Continuará.