Eugenia
suspiro y tímidamente lo miro a los ojos, lo que provoco que su respiración y
sus latidos volvieran a dispararse y que se empezara a poner roja. Conocía al
muchacho de hacía mucho, pero aun no sabia controlarse cada vez que lo miraba a
los ojos. Peter con las yemas de sus dedos empezó a acariciarle la mejilla a
Eugenia, mientras le sonreía. Aquel momento estaba siendo perfecto para repetir
lo que había pasado hacia ya nueve años, pero los dos se estaban conteniendo,
sabían que no debían por mucho que quisiesen. En ese momento entre todo el
silencio que se había producido, se empezó a escuchar como el viejo pomo de la
puerta empezaba a girar. Ambos miraron asustados a la puerta.
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Eugenia
y Peter se quedaron quietos observando como el pomo se movía lentamente
haciendo que la puerta se abriese.
-Eugenia
¿estas aquí?-preguntaba Nicolás asomando la cabeza por la puerta.
-¡Nico!-exclamó
Eugenia tapándose.- ¿Qué haces aquí?-hizo una pausa.- ¡Vete! Me estoy
cambiando.
-Bueno,
soy tu novio, no pasa nada-dijo abriendo la puerta con la intención de entrar.
-Si,
si pasa-comentó ella impidiendo que entrase.-Me da vergüenza.
-Vamos,
Eugenia -la agarro por la cintura y la acercó a él.-Podemos aprovechar ahora y
te ayudo a que se te quite la vergüenza-sonrió pícaro.
-¡Nicolás!-exclamó
sorprendida.
-¿Qué
pasa?-sonreía.- ¿No te gusta la idea?
-No,
así que vete-lo empujo fuera.-No soy de esas chicas, amigas tuyas, que se
acuestan con un chico a los dos días en que está saliendo con él-le cerró la
puerta en la cara, enfadada.
La
muchacha apoyo la cabeza en la puerta, y escucho la voz de Peter, el cual salía
de debajo de la cama sacudiéndose la ropa:
-Creo
que tienes que limpiar debajo de tu cama, eh.
Eugenia
sonrió.
-Vale,
mañana mismo lo hago-dijo Eugenia dándose la vuelta y mirándolo.
-¿Y
qué? ¿Te has acordado o que va?
Eugenia
miro al suelo y luego lo volvió a mirar.
-No,
te juro que no me acuerdo.
-Bueno,
no importa; en algún momento conseguiré que te acuerdes-sonrió.
-No,
Peter no. Tengo novio, no puedes darme un beso para hacerme recordar algo que
quizás se lo haya inventado esa cabecita que tienes-dijo Eugenia hablando
deprisa.
-¿Qué?-preguntó
Peter sin entenderla.- ¿Cuándo dije que te iba a besar?-hizo una pausa.-Se que
te gustaría pero no, no quiero que le metas los cuernos a Nicolás tan
pronto.-mientras hablaba se iba acercando a Eugenia lentamente.
-Pero,
¿qué dices? Por Dios, ¡qué creído!
-¿Quieres
comprobar que tengo razón?
-¿Eh?-vocalizó
Eugenia haciéndose la desentendida.- ¿Qué piensas hacer?
-Esto-la
agarró de la cara y fue acercando su boca a la de ella.
“No,
Eugenia, no. No le dejes”-pensaba ella con desesperación mientras veía que el
muchacho se acercaba cada vez más.- “Eugenia, detenle. Vamos Euge, tú puedes.
Resiste. Eugenia, no, ahora no cierres los ojos. Pero ¿qué haces? ¡Eugenia!”.
Peter
se detuvo y sonrió, para luego decir:
-Ves,
tengo razón, te encantaría que te besase.
Eugenia
boquiabierta, le metió una bofetada en la cara a Peter.
-¡Idiota!-exclamó
enfadada.-No vuelvas a hacerlo, porque te juro que te dejo estéril-grito.
-Eugenia,
no es culpa mía-dijo con la mano en la cara, y moviendo la mandíbula porque le
dolía.-Yo solo he hecho el intento de hacer algo que tanto tú como yo queremos.
Pero el problema es que no asumes lo que te pasa-hizo una pausa.- ¡Eugenia,
madura!
Peter
agarró el pomo de la puerta y la abrió bruscamente empujando a Eugenia. El
chico salió de la cabaña dando un portazo. La muchacha se tiro encima de su
cama y hundió la cara en su almohada mientras empezaba a llorar por su
impotencia.
Luca,
Candela y Camilo, el hermano rechoncho de Luca, estaban en frente del coche del
recién llegado.
-¿Qué
hacemos aquí?-preguntó la chica.
-Un
segundo, espera aquí-contestó Luca, acercándose al coche.
Camilo,
el dueño abrió la puerta del conductor, de la guantera saco una caja envuelta
en papel de regalo y se lo dio a su hermano. Luca lo agarró y se acercó a
Candela con la caja a su espalda.
-Extiende
las manos-y así hizo la muchacha.-Para ti-le coloco la caja sobre sus manos.
Candela
la miro y tardo segundos en romper el papel, para luego abrir la caja. Cuando
vio lo que había en su interior, exclamó boquiabierta:
-¡Que
linda!
Luca
agarró la pulsera que guardaba la caja, y se la puso en la muñeca a su novia,
que tras eso se abalanzó encima de él para abrazarlo con fuerza mientras le
agradecía dándole besos en la mejilla sin parar.
-¿Te
gusta?-preguntó Luca achuchando a Candela.
-¡Si!
Es hermosa. Gracias-sonrió y lo beso.
Eugenia
seguía tirada encima de su cama, llorando sin parar. No podía contenerse. Sabia
que se estaba equivocando cada día que pasaba, y que todos los que le
aconsejaban tenían razón, pero ella hacia todo lo contrario a los consejos. No
sabía si lo hacia queriendo o sin querer, pero así era. Deseaba hacer las cosas
bien, solo que no tenía idea de cómo hacerlo sin dañar a nadie. Sus lágrimas empañaban
su almohada. Cansada de llorar, se limpio la cara, se vistió y se dispuso a
pasarlo bien esa noche. Entendía que Peter le echase en cara que no se jugaba
por lo que sentía, pero él tampoco porque aun seguía con Melodi, cosa en la que
Eugenia estaba equivocada porque esa misma tarde él había tomado la decisión de
dejarla pero sin contárselo a nadie. Eugenia tendría que elegir si seguir como
hasta ahora o todo lo contrario. Así que se retoco el maquillaje, y salió de su
cabaña. Cuando llegó al galpón, buscó a sus amigos, al único que encontró allí
fue a Darío, al que se acercó para preguntar por los demás.
-Hola,
Darío.
-Hola,
rubia-le sonrió.-Perdón por lo que te conté antes, no quería ponerte mal ni
nada.
-No te preocupes no pasa nada-sonrió.
-Y bueno, ¿qué piensas hacer?
-¿Con qué?
-Pues con lo que te conté, ¿al final vas a estar con mi hermano o… que
va?
-A ver Darío, lo que pasó con Peter fue hace mucho, era muy pequeña y
aparte ahora estoy con Nicolás y soy muy feliz con él.
-Pero, te vuelvo a pregunta… ¿lo quieres más que a Peter?
Ella dejó de mirar a Darío, luego tomó aire, lo volvió a mirar y
pronunció con una sonrisa en la cara:
-¡Si!-mintió para convencerse a sí misma.
-¡Vaya! Pues si es cierto me alegro que estés tan bien, Euge.
-Gracias, Darío.
Cuando
Candela entró en el galpón, ya habían traído la tarta y todos empezaron a
cantar el “feliz cumpleaños” a todo trapo. Ella pidió sus deseos y sopló las
velas. Tras eso, se volvió a poner la música y todos salieron a bailar, entre
ellos, Eugenia; que sin importarle nada se volvió loca en la pista, necesitaba
olvidarse de todo. Mientras la rubia bailaba tenía los ojos cerrados, de
repente sintió unas manos rodearle la cintura, cuando abrió los ojos vio que
era Peter. Los cerró de nuevo y movió la
cabeza de un lado a otro tratando de reaccionar; volvió a abrirlos y comprobó
que su cabeza le había jugado una mala pasada, que no era Peter quien la había
agarrado, sino su novio, Nicolás. No comprendía lo que había pasado pero sin
importarle, se acercó a Nicolás y lo besó como nunca lo había hecho.
Continuará.
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