-Tranquila, mi madre lo
sabe y le pedí que viniera a visitar a tu madre a eso de las diez de la mañana
para avisarla.
-Pero me matará.
-No te preocupes, mi
familia tiene un encanto especial para convencer a las personas-se rió.-Mi
madre convencerá a la tuya de que este viaje te vendrá bien.
-Pero, ¿le has contado a
tu madre lo que me pasó?-preguntó asustada.
Peter se detuvo, dejando
las maletas cerca del coche y la miro.
-¿En serio me estas
preguntando eso?
Eugenia se encogió de
hombros.
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Tardaron
una hora aproximadamente de viaje, pero al fin habían llegado. Peter y Raúl, su
primo estaban cogiendo las maletas mientras charlaban porque hacía mucho que no
se veían. Eugenia se había bajado del coche y se había puesto a contemplar la
enorme casa que tenía delante de sus ojos y a escuchar el sonido del mar. Peter
pasó a su lado y le preguntó sonriendo:
-¿Te
gusta?
-Me
encanta-dijo boquiabierta.
-Me
alegro, porque será para vosotros dos solos-dijo Raúl abriendo la puerta.-Es de
mi madre y este verano no le ha apetecido venir ninguna vez, ya se hace mayor
la mujer-hizo una pausa.-…y con mi mujer tenemos alquilada otra un poco más
lejos de aquí pero podéis pasar a visitarnos siempre que queráis eh…-le dijo
entregándole las llaves a Peter.-Por cierto, vuestra habitación es la
principal.
-¿Nuestra
habitación? Querrás decir nuestras habitaciones ¿no?-preguntó Eugenia mirando a
Peter.-En plural.
-No,
no. Veréis chicos las demás habitaciones están cerradas con llave, y yo solo
dispongo de la llave de la habitación principal, las llaves de las demás las
tiene mi madre.
-Entonces,
¿quiere decir que vamos a tener que dormir en la misma habitación?-preguntó
Eugenia.
-Si,
Euge, tampoco es tan grave ¿no?-hablo Peter.
-Bueno,
chicos yo os dejo que mi mujer me esta esperando-se despidió de su primo y le
dio dos besos a Eugenia.-Encantada de conocerte.-abrió la puerta para irse.-Por
cierto, espero que os guste cómo os he dejado vuestra habitación, adiós-se fue.
Eugenia
sonrió.
-¿Qué
ha querido decir con eso último?-preguntó ella.
-No
se, vamos a verlo.
Peter
guió a Eugenia hasta la habitación de la que hablaban ya que él se conocía muy
bien esa casa porque de pequeño iba allí de veraneo. Cuando abrieron la puerta,
vieron la cama llena de pétalos de rosas y con velas aromáticas por todas
partes. Peter se echó a reír.
-Creo
que mi primo se ha pensado que eres mi novia o algo por el estilo.
-Vaya,
pues tendremos que aprovechar la habitación ¿no?-comentó Eugenia haciendo que
Peter dejara de reírse al momento.-Era broma Peter-explicó finalmente al ver la
cara que había puesto el muchacho.
Tiempo
más tarde, los dos se habían recorrido toda la casa. La mayoría de las puertas
no abrían, ya que serían habitaciones para invitados. Cuando ya habían abierto
todo y divisado donde estaba la cocina y los baños; Eugenia no tardó en irse a
bañar, deseaba hacerlo. Tras eso, se vistió un pijama de verano y fue al salón,
donde estaba Peter viendo la televisión. El muchacho cuando la vio vestida de
aquella manera, no tardó en preguntarle:
-¿Por
qué te pusiste el pijama si son las diez de la mañana?
-Porque
pienso irme a dormir un ratito, me estoy muriendo de sueño-bostezó.
-¡Uh,
y yo que pensaba que íbamos a ir a la playa!-la miro y sonrió.-Pero no pasa
nada, ve a dormir, te sentará bien.
-Gracias-se
acercó por detrás del sofá y le dio un beso en la mejilla.
Eugenia
subió las escaleras y fue a la habitación donde dormiría. Entró, cerró la
puerta y se tiro encima de la cama bocarriba. Estuvo durante un largo tiempo
mirando el techo y pensando en todo lo que le había pasado, tenía miedo de
volverse a encontrar con Nicolás. Sabía que por el momento no lo vería estaba
muy lejos de él pero no podía dejar de pensar que en algún momento ocurriría.
Sentía miedo de ese momento. Tampoco sabía como iba a actuar con su amiga
Candela, si se lo contaría o se lo ocultaría. Era su amiga pero también la
hermana del depravado que había intentado a la fuerza tener sexo con ella. Por
la cabeza de Eugenia pasaron muchas preguntas sin respuestas, hasta que se
quedó dormida. Empezó a dar vueltas en la cama mientras soñaba y a gritar ‘qué
la dejase en paz’. Estaba teniendo una pesadilla. Peter al escucharla subió a
ver que pasaba.
-No,
por favor, Nico, déjame-decía mientras soñaba.
De
repente abrió los ojos asustada y vio a Peter sentado a su lado. Se pasó la
mano por la frente y lo miró con los ojos llorosos.
-¿Estas
bien?-le preguntó él abrazándola.
-Tuve
una pesadilla…-dijo aferrándose al cuerpo del chico.
-Tranquila-la
intentó calmar mientras le acariciaba el pelo.
-No
puedo Peter. No me puedo quitar de la cabeza lo que me pasó-se le escaparon las
lágrimas.
Peter
suspiró. En ese momento el muchacho se sentía inútil, no sabía que decirle.
Comprendía que se sintiera mal pero odiaba verla así.
-Euge…-dijo
él para llamarle la atención tras el silencio que se había formado.-Te traje
aquí para que te lo pases bien y te olvides de todo y de todos. Quiero que
estés bien, quiero que disfrutes y para eso tienes que dejarte llevar y no
pensar en nada. Solo tienes que hacer lo que te apetece sin más y no pensar. Si
no piensas, creo que no recordarás lo que te pasó. Así que…-le levantó el
mentón a Eugenia para que lo mirara.- Déjate llevar.
Ella
permaneció unos segundos en silencio, pensando, recapacitando mientras lo
miraba a los ojos. Respiro hondo y dijo:
-No
puedo.
Las
lágrimas empezaron a recorrer el rostro de Eugenia.
Ya
había pasado una semana desde que los dos habían llegado a aquella casa de
veraneo. Ella había intentado hacer lo que él le había propuesto… ‘dejarse
llevar’… pero no lo estaba consiguiendo. Hacía el esfuerzo de ir a la playa con
él, de sonreírle pero por dentro sabía que no era verdad ni sus ganas, ni sus
sonrisas, ni nada. No podía quitarse de la cabeza a Nicolás, ni aquel momento
por mucho que lo intentase. En los momentos en que estaba sola, empezaba a
llorar sin más con solo recordar la voz de su ex; y en aquel momento no iba a
ser diferente… Estaba en la cocina limpiando los platos de la cena, mientras
que Peter estaba sentado en el sofá viendo la televisión. El muchacho había
decidido ver la televisión porque Eugenia no quería que la ayudase, la rubia
quería estar sola.
En un
momento de debilidad, Eugenia alrededor del fregadero sintió que sus piernas no
le respondían, que la abandonaban; así que de inmediato se agarró al fregadero
y siguió con su llanto habitual de después de recordar lo que había pasado
hacía ya una semana. Sintiéndose un poco impotente, suspiro y se sentó en la
silla de la cocina más próxima. Mantuvo la mirada al frente y veía lo que sus
lágrimas le permitían. Vio que había un armario de madera en una esquina de la
cocina, en el cual no se había fijado hasta entonces. Se levantó y fue hacia
él. Le había llamado la atención una radio. La cogió, la puso encima de la
encimera y la enchufó.
“Un
poco de música me vendrá bien”-pensó intentando sonreír.
Sintonizó
la primera emisora que encontró en la que se escuchase una música animada y
empezó a cantar la canción a pleno pulmón, ya que la conocía; y a bailar por
toda la cocina. Intentando pensar en cualquier cosa menos en Nicolás.
Peter,
desde el salón empezó a escuchar la música, extrañado se levantó del sofá y fue
a la cocina. Al llegar la vio bailando y cantando; sorprendido y a la vez
alegre, se apoyó en el marco de la puerta y se quedó allí contemplándola.
Eugenia seguía bailoteando sin darse cuenta de la presencia de Peter. Cuando
acabó la canción el muchacho empezó a aplaudirla con una sonrisa en su rostro,
haciendo que Eugenia se asustase y lo mirase sorprendida.
-¿Qué
haces ahí?-no tardó en preguntarle.
-Ver
lo que llevaba días esperando.
-¿El
qué?-preguntó ella dibujando una sonrisa en su rostro.
-Verte
sonreír, bailar, cantar, saltar…-hizo una pausa.-Verte feliz-sonreía.-Por
cierto, bailas y cantas muy bien.
Eugenia
se ruborizó.
-Ya
claro.-vocalizó ella acercándose a él.
-En
serio te lo digo.
En ese
momento empezó a sonar una canción que le encantaba a Eugenia.
-¡Oh,
¿bailas conmigo?!-preguntó la muchacha agarrándolo de la mano.
-No,
pero si yo…-intentó excusarse, pero ya era demasiado tarde.
Los
dos empezaron a bailar en la cocina al ritmo de la música. Cuando la canción
acabó, Peter había cogido a Eugenia de la muñeca y tirado de ella hacia él,
acabando los dos muy cerca el uno del otro. Tan cerca que podían sentir la
respiración del otro. Eugenia se sonrojo
y lentamente cerró sus ojos mientras acercaba sus labios a los de él. En el
momento en que sintió sus labios rozar con los de él, llevó una de sus manos al
rostro del muchacho y…
Continuará
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