Ella asintió y dijo
levantando la cabeza del hombro de Peter:
-Creo recordar que dijiste
que tu madre te lo dio para que se lo regalases…
-Al amor de mi
vida-concluyó él.-Y no me equivoque al dártelo a ti.
Esas palabras hicieron que
a Eugenia se le erizase la piel y un escalofrío recorriese su cuerpo. No podía
creer lo que acababa de escuchar. Miro al muchacho que le dedicó una sonrisa y
le acaricio la mejilla. Eugenia, sin duda, estaba viviendo un sueño.
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Al día siguiente por la
tarde, Peter y Eugenia habían ido a la playa a pasar el día allí. A la rubia le
encantaba tomar el sol tirada sobre la toalla mientras escuchaba el sonido del
mar intercalado con el ruido que emitían las personas de su alrededor. En
cambio a Peter, le encantaba el agua.
Nada más llegar a la
playa, el muchacho tras un nulo intento de conseguir que Eugenia se metiese en
el agua con él, se rindió y fue solo. No sin antes provocarla diciendo:
-Está bien, no hace falta
que vengas…ya me buscaré alguna chica en el agua que quiera disfrutar de mi
compañía.
Eugenia sonrió moviendo la
cabeza de un lado para el otro y busco la crema de protección solar mientras
contemplaba como el muchacho se iba al agua. Cuando la encontró, se sentó sobre
la toalla y empezó a echarse crema. Al acabar se tumbó y cerró los ojos.
Rato más tarde, Peter salió
del agua, se acercó sigilosamente y se tumbó encima de Eugenia. Ella al darse
cuenta, abrió los ojos e intento evitarlo diciendo:
-No, Peter…me acabo
de…-viendo que era demasiado tarde, sonrió y lo miro.- ¿Qué haces?
-Nada, pasaba por aquí y
me apeteció tumbarme-le contestó mirándola a los ojos.
-Ah, vaya. ¿No encontraste
a ninguna que te hiciese compañía?
-Mmm… no-hizo una
pausa.-En realidad si, había dos chicas, muy lindas por cierto, pero ninguna
como tú-dijo Peter, que seguidamente la besó.
Eugenia le siguió el beso
mientras le rodeaba el cuello con sus brazos. Cuando se separaron, ella dijo:
-Me encantas.
-Y tú a mí-comentó él
sonriendo.
-Mmm… Peter, ¿qué te
parece si vamos un ratito al agua?
-Genial-contestó
levantándose y ayudándola a levantarse.
-Tonto el último-gritó
Eugenia empujando a Peter y echando a correr.
Cuando llegó a la orilla,
se giro y vio que él venía detrás.
-¡Gane!-exclamó ella
festejando su victoria.
-Claro, porque hiciste
trampa-comentó él para molestarla.
-¿Qué yo que? Cuando
quieras lo repetimos-dijo entre risas.
Peter la cogió en brazos y
la metió dentro del agua.
-Esto es lo que le pasa a
los tramposos-dijo Peter soltándola dentro del agua.
Eugenia cuando salió a la
superficie, lo miro con mala cara y fue tras suya. Estuvieron jugando casi toda
la tarde dentro del agua, pasaban las horas y ellos no se daban cuenta porque
para Eugenia y Peter solo existían ellos dos en aquel lugar. Peter tenía las
piernas de Eugenia alrededor de su cadera y los brazos de ella alrededor del
cuello. Él tenía sus brazos alrededor del cuerpo de la chica, agarrándola
mientras se besaban sin separarse ni un segundo para respirar. No querían,
estaban muy bien así, pero en ese momento el estómago de Eugenia empezó a
sonar. Sonrojada separó sus labios de los de Peter.
-¿Tienes hambre?-preguntó
el muchacho mirándola.
-Un poquito.
-Bueno, ¿qué tal si
salimos ya, y yo voy a comprar algo para comer?
-No, quedémonos así un
ratito más-pidió ella juntando su nariz con la de él pero en ese momento volvió
a sonar su estómago.
Peter se rió y dijo:
-Anda, vamos-le dio un
pico y la bajo.
Los dos salieron del agua
y fueron a donde estaba su sombrilla. Peter cogió la toalla que había traído,
se seco un poco, cogió dinero y le dijo:
-Ahora vengo ¿vale?
-¿Quieres que vaya
contigo?-preguntó ella.
-No, no hace falta-le
sonrió y le dio un beso.
Peter se fue y Eugenia se
quedó de pie mirando como se iba mientras se secaba con la toalla. La muchacha
se mordió el labio inferior y se sonrojó, no podía creer que aquello estuviese
pasando y tampoco podía creer lo feliz que se sentía al estar junto a Peter.
Suspiró y se tumbó en la toalla bocarriba. Cerró los ojos y tranquilamente
empezó a tomar el sol. Al rato, se dio la vuelta y apoyo su cabeza en sus
brazos. De repente sintió unas manos, que empezaba a hacerle un masaje en la
espalda y a continuación en los hombros. Eugenia al notar las manos conocidas,
ni se molestó en abrir los ojos.
-¿Ya compraste?-preguntó
ella.
-Sssh-le susurró esa
persona al oído para hacerla callar mientras seguía haciéndole el masaje.
Eugenia sentía las manos
recorrer toda su espalda mientras la masajeaban pero al momento, dejó de sentir
el masaje para empezar a sentir los labios de esa persona sobre su piel y
dulces acaricias. De repente, Eugenia se dio cuenta de que la parte de arriba
de su bañador se aflojaba. Ella al notarlo un poco raro, dijo dándose la
vuelta:
-Peter, pero ¿qué haces?
No pretenderás…-Eugenia se quedó callada al ver quién era la persona que estaba
dándole el masaje.
Peter al llegar al bar más
cercano que encontró, entró y se sentó en uno de los taburetes de la barra
entre un hombre que parecía el típico borracho de cualquier taberna de ciudad y
una chica muy linda, morena de pelo largo que no dejaba de juguetear con el
hielo de su vaso con la ayuda de la pajita. Peter se quedó unos segundos
mirándola, viendo que tenía la mirada perdida y no tenía cara de estar
pasándoselo bien, sino de todo lo contrario. El camarero se acercó a Peter y le
preguntó:
-Hola, ¿le apuntó alguna
cosa?
-Eh…si-dijo Peter después
de salir de su momentánea inercia a la cual le había metido la chica por su
continuo y monótono movimiento de pajita.-Quisiera dos montaditos de pollo y
dos coca-colas para llevar.
-Ok, ¿algo más?
-No, no.
Cuando el camarero se
alejó, Peter volvió a mirarla y dijo para animarle el ánimo:
-Por mucho que mires a
esas estanterías-dijo apuntando hacia donde parecía que estaba mirando la
muchacha.-El camarero no te servirá nada a no ser que se lo pidas.
-¿Qué? ¿Me dijiste
algo?-preguntó ella volviendo al mundo real.
-Nada, sólo que te vi
mirando demasiado esas botellas de alcohol y pienso que eres demasiado chica
para beber ¿no?
-Tengo 17 años.
-¡Oh, vaya! Creía que…
-Tranquilo me suele
pasar…creen que tengo trece por mi estatura. No te preocupes, no eres el
primero.
-Bueno, pero igualmente no
creo que te las vendan eres menor de edad.
-Lo sé, y para tu
información, no las estaba mirando tenía la mirada perdida.
-¿Ah, sí? ¿Y eso?
-Problemas
personales.-contestó la chica tajante-Pero igualmente gracias-comentó ella
poniendo la mano en el hombro de Peter y mirándolo por primera vez a la cara.
La morena al ver a semejante
chico, se quedó unos segundos embobada contemplándolo y lentamente retiro su
mano del hombro del muchacho mientras lo analizaba de arriba a bajo. Al momento
se disculpó:
-Perdóname por ser tan
borde.
-No pasa nada-contestó
Peter.
-¿Cómo te llamas?-preguntó
ella con curiosidad.
-Peter, ¿y tú?
-Oh, Peter. Bonito
nombre-hizo una pausa.-Yo… me llamo Mariana-contestó extendiéndole la
mano.-Encantada.
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