La morena al ver a semejante
chico, se quedó unos segundos embobada contemplándolo y lentamente retiro su
mano del hombro del muchacho mientras lo analizaba de arriba a bajo. Al momento
se disculpó:
-Perdóname por ser tan
borde.
-No pasa nada-contestó
Peter.
-¿Cómo te llamas?-preguntó
ella con curiosidad.
-Peter, ¿y tú?
-Oh, Peter. Bonito
nombre-hizo una pausa.-Yo… me llamo Mariana-contestó extendiéndole la
mano.-Encantada.
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Eugenia se quedó quieta en el sitio
sujetando la toalla y a la vez la parte de arriba del biquini que estaba
suelto. Estaba asustada, no podía creer a quien estaba viendo. La rubia trago
saliva asustada. Pensaba decirle algo pero él se adelantó:
-Hola, ¿cómo estás?-intentó
acariciarle la mejilla a la muchacha pero esta le esquivo.
-No me toques.
-Pero ¿por qué? Si antes te encantaba
que te acariciase.
-Tú lo has dicho, antes-hizo una
pausa.-Antes de…-por sus ojos empezaron a brotar lágrimas.
-No, mi amor, pero no llores-rogó esa
persona.
-¿Cómo me has encontrado?-preguntó
ella tratando de sacar firmeza de donde fuera.
-Veras…el día después de que ocurriese
aquello, fui a visitarte y tu madre me comentó que te habías ido unos días de
viaje con tu “hermanito” Peter, lo cual me sorprendió bastante. Así que decidí
averiguar dónde estabas hackeando, con la ayuda de un amigo, el móvil de tu
madre porque supuse que en algún momento ambas, madre e hija, hablaríais-hizo
una pausa.-…y en vuestra conversación se te “escapó” el sitio donde
estabas-sonrió.-Hace unos días que estoy aquí, esperando al momento adecuado,
esperando al momento es que estuvieses sola para venir a hablar contigo y
decirte que te perdono…Te perdono que me hayas puesto los cuernos estos días
con tu “hermano”, no tan hermano; Peter.
-¿Qué me perdonas?-dijo Eugenia riéndose.-No
me cuentes chistes, Nicolás. La que tendría que perdonarte soy yo, por lo que
me hiciste, pero ten claro una cosa… ¡No te perdonaré en la vida!-exclamó
levantándose.
Nicolás rápidamente se levantó y fue
tras ella. La agarró del brazo y la detuvo.
-¡Suéltame!-exclamó Eugenia cabreada.
-Mi amor, escúchame, por favor.
-No me llames así. Nicolás ¿no
entiendes que no quiero saber nada de ti?-Eugenia bruscamente hizo que Nicolás
le soltase el brazo.
La muchacha tomó aire y volvió a
caminar hacia un lugar lejos de allí.
-Bueno, ¿hace mucho que estás
aquí?-preguntó Mariana con curiosidad.
-No hace una semana nada más-contestó
Peter.
-Oh, vaya…-hizo una pausa.- ¿y te
quedarás mucho tiempo más?
-Lo que me permitan las vacaciones, en
tres semanas o así tengo que volver porque empieza el instituto, ¿y tú?
-Pues yo…lo que me permitan…-hizo una
pausa.-mis padres-sonrió.- ¿Y dónde te estas quedando? Es que mi hotel no sirve
para nada, no me gusta y me quería cambiar a otro.
-Ah, yo es que no estoy en ningún hotel,
me estoy alojando en una casa blanca que hay por el pasaje que da a la playa.
-Anda, que bien-sonrió.
Hubo un pequeño silencio.
-Bueno y qué… ¿has venido con la
familia o con amigos?-preguntó Peter.
- Vine con unas amigas, no tan amigas.
-¿Por qué dices eso?
-Porque es cierto. Siento que están
conmigo por mi dinero y por mi…-se quedó callada.
-¿Por tu…?-preguntó Peter al ver que
no concluía la frase.
En ese momento el camarero se acercó a
Peter y diciendo:
-Aquí tiene su pedido-le entregó una
bolsa.
-Bueno…-vocalizó la
muchacha.-Encantada de conocerte-se levantó del taburete y le dio dos besos a
Peter.-Ya nos veremos si el destino lo requiere-le guiño el ojo y se fue.
Peter se quedó unos segundos en shock,
algo extrañado por lo que acababa de hacer la chica. Movió la cabeza de un lado
para el otro tratando de entender y tras un breve momento para pensar, se fue.
Eugenia entró en un bar, dónde supuso
que había ido Peter pero no lo vio allí. Rápidamente viendo que Nicolás la
había seguido se metió en el cuarto de baño de las mujeres. Cuando fue a echar
el pestillo comprobó que estaba roto. Desesperada pensando que se había
equivocado por completo al hacer aquello, abrió la puerta para salir pero se
topó de frente con él, que rápidamente la metió de nuevo dentro del baño y
entró cerrando la puerta tras de sí.
-Eugenia, por favor, escúchame. ¡He
cambiado!-exclamó Nicolás poniéndola contra la pared.-De verdad, créeme.
-Nicolás, aléjate-dijo Eugenia
tratando de alejarlo a la fuerza pero en vano.
-Eugenia, estate quieta-le empezó a
gritar cuando Eugenia empezó a intentar apartarlo con una mano ya que con la
otra sujeta la toalla que le tapaba porque aun no había podido abrocharse el
biquini porque Nicolás no había dejado de seguirla.- ¡Para!-gritó él furioso
pegándole un bofetada en la mejilla a la rubia, que se llevó la mano a la cara
y lo miró asombrada.-Perdóname.-no tardó en decir Nicolás.-Fue sin querer.
-¡Déjame en paz!-gritó Eugenia
apartándolo, pero en ese momento Nicolás le agarró las dos manos y se las
presiono contra la pared.
El rubio de rizos sonrió al ver que a
Eugenia se le había caído las dos únicas prendas que le tapaba la parte de
arriba del cuerpo.
-Veo que quieres guerra-comentó él,
acercando su boca al cuello de Eugenia para empezar a besarlo con locura y
desenfreno.
Eugenia intentó con todas sus fuerzas
soltarse y alejarse de él pero todos los aspavientos, que intentaba hacer, eran
en vano; Nicolás tenía más fuerza que ella y la tenía capturada. En ese
momento, la rubia empezó a escuchar que alguien a susurros le decía al oído:
-Ei, Euge, despierta. Ya he traído la
comida. Vamos arriba.
De repente Eugenia abrió los ojos y
vio que estaba tumbada sobre la arena con Peter a su lado, que intentaba
despertarla. Ella rápidamente se levantó, miro hacia todos los lados y abrazó
al muchacho con fuerza. Peter extrañado por la reacción de Eugenia al verlo, le
preguntó:
-¿Qué te pasa?
-He tenido una pesadilla horrible-le
contestó ella separándose de él.-He soñado que Nicolás…
-No hace falta que me lo cuentes-interrumpió
a la rubia, volviendo a abrazarla.-Ya pasó, solo fue una pesadilla, una
horrible pesadilla.
Peter suspiró mientras la contenía
entre sus brazos.
Había pasado las horas, ya
era de noche. Peter y Eugenia ya habían vuelto a la casa. La rubia se estaba duchando
mientras que Peter andaba preparando la cena, haciendo una de las únicas cosas
que sabía hacer en la cocina, pasta. Eugenia estaba sumida en sus pensamientos;
quería acabar con ese mal estar que le impedía disfrutar de la compañía de Peter,
quería olvidarse de lo que había pasado, quería seguir con su vida con
normalidad y para ello tendría que tomar represarías cuanto antes. La rubia
terminó de ducharse, se vistió y fue a la cocina, dónde estaba Peter terminando
de hacer la pasta. La muchacha nada más entrar exclamó:
-¡Qué bien huele! ¿Qué
estas haciendo?
-Pasta, ¿te gusta?
-Mmm…me encanta-contestó
ella sonriendo.-Pongo la mesa ¿vale?
-Ok.
Eugenia sacó los cubiertos
y los puso sobre la mesa de la cocina mientras canturreaba una cancioncilla
pegadiza.
-Cada noche te he buscado
y en mis sueños te he encontrado…
-Euge-le interrumpió
Peter.
-Dime-contestó al llamado.
-¿Te das cuenta que
parecemos un matrimonio?-hizo una pausa.
-La verdad ahora que lo
dices, es cierto-dijo Eugenia sonriendo.- ¿Quién me iba a decir que utilizarías
el dinero que llevabas desde chico ahorrando en el banco conmigo? Te juro que
en cuanto pueda te lo devuelvo todo.
-Anda, cállate tonta y
siéntate que esto ya está-dijo Peter cogiendo la cacerola y poniéndola encima
de la mesa.
-No, Peter, lo digo en
serio. O sea estoy en deuda contigo.
-Todo lo que me estoy
gastando aquí, para mi no tiene valor ninguno. Lo que si tiene valor son estos
momentos que paso contigo-dijo Peter dándole un beso en la cabeza a la muchacha.
-Te juro que cuando me
dices esas cosas, me matas.
-Me encanta matarte de esa
manera-comentó Peter con una sonrisa en el rostro.
Eugenia se mordió el labio
inferior y se quedó unos segundos mirándolo.
-Bueno, ¿comemos ya? Antes
de que se enfríe-preguntó Peter sentándose.
-Oh, si-vocalizó ella
sentándose a su lado.-Oye, Peter… ¿cuándo era tu cumpleaños?
-En octubre ¿por qué?
-Queda poquísimo.
-Bueno, no tan poco,
quedan todavía como dos meses. Pero, ¿por qué me lo preguntas?
-Porque estuve pensando y
echando cuentas y llegue a la conclusión que soy mayor que tú, por unos meses
pero mayor porque yo los diecisiete ya los tengo y tú los tienes que cumplir
ahora.
-Te equivocas-le corrigió.-Yo
en dos meses cumplo dieciocho-hizo una pausa.-Verás…cuando ocurrió lo de mi
padre cuando tenía siete años mas o menos, deje de ir a la escuela y al año
siguiente que las retome, tuve que repetir el curso.
-¿Y por qué no me lo has
contado nunca?-preguntó Eugenia.
-No sé, nunca salió el
tema, ni nada.
Eugenia suspiró y dijo:
-Cuántas cosas más no
sabré de ti, Bedoya.
Continuará.
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