domingo, 27 de mayo de 2012

Capitulo 33: Cuántas cosas más no sabré de ti

Capitulo anterior:

La morena al ver a semejante chico, se quedó unos segundos embobada contemplándolo y lentamente retiro su mano del hombro del muchacho mientras lo analizaba de arriba a bajo. Al momento se disculpó:
-Perdóname por ser tan borde.
-No pasa nada-contestó Peter.
-¿Cómo te llamas?-preguntó ella con curiosidad.
-Peter, ¿y tú?
-Oh, Peter. Bonito nombre-hizo una pausa.-Yo… me llamo Mariana-contestó extendiéndole la mano.-Encantada.
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Eugenia se quedó quieta en el sitio sujetando la toalla y a la vez la parte de arriba del biquini que estaba suelto. Estaba asustada, no podía creer a quien estaba viendo. La rubia trago saliva asustada. Pensaba decirle algo pero él se adelantó:
-Hola, ¿cómo estás?-intentó acariciarle la mejilla a la muchacha pero esta le esquivo.
-No me toques.
-Pero ¿por qué? Si antes te encantaba que te acariciase.
-Tú lo has dicho, antes-hizo una pausa.-Antes de…-por sus ojos empezaron a brotar lágrimas.
-No, mi amor, pero no llores-rogó esa persona.
-¿Cómo me has encontrado?-preguntó ella tratando de sacar firmeza de donde fuera.
-Veras…el día después de que ocurriese aquello, fui a visitarte y tu madre me comentó que te habías ido unos días de viaje con tu “hermanito” Peter, lo cual me sorprendió bastante. Así que decidí averiguar dónde estabas hackeando, con la ayuda de un amigo, el móvil de tu madre porque supuse que en algún momento ambas, madre e hija, hablaríais-hizo una pausa.-…y en vuestra conversación se te “escapó” el sitio donde estabas-sonrió.-Hace unos días que estoy aquí, esperando al momento adecuado, esperando al momento es que estuvieses sola para venir a hablar contigo y decirte que te perdono…Te perdono que me hayas puesto los cuernos estos días con tu “hermano”, no tan hermano; Peter.
-¿Qué me perdonas?-dijo Eugenia riéndose.-No me cuentes chistes, Nicolás. La que tendría que perdonarte soy yo, por lo que me hiciste, pero ten claro una cosa… ¡No te perdonaré en la vida!-exclamó levantándose.
Nicolás rápidamente se levantó y fue tras ella. La agarró del brazo y la detuvo.
-¡Suéltame!-exclamó Eugenia cabreada.
-Mi amor, escúchame, por favor.
-No me llames así. Nicolás ¿no entiendes que no quiero saber nada de ti?-Eugenia bruscamente hizo que Nicolás le soltase el brazo.
La muchacha tomó aire y volvió a caminar hacia un lugar lejos de allí.

-Bueno, ¿hace mucho que estás aquí?-preguntó Mariana con curiosidad.
-No hace una semana nada más-contestó Peter.
-Oh, vaya…-hizo una pausa.- ¿y te quedarás mucho tiempo más?
-Lo que me permitan las vacaciones, en tres semanas o así tengo que volver porque empieza el instituto, ¿y tú?
-Pues yo…lo que me permitan…-hizo una pausa.-mis padres-sonrió.- ¿Y dónde te estas quedando? Es que mi hotel no sirve para nada, no me gusta y me quería cambiar a otro.
-Ah, yo es que no estoy en ningún hotel, me estoy alojando en una casa blanca que hay por el pasaje que da a la playa.
-Anda, que bien-sonrió.
Hubo un pequeño silencio.
-Bueno y qué… ¿has venido con la familia o con amigos?-preguntó Peter.
- Vine con unas amigas, no tan amigas.
-¿Por qué dices eso?
-Porque es cierto. Siento que están conmigo por mi dinero y por mi…-se quedó callada.
-¿Por tu…?-preguntó Peter al ver que no concluía la frase.
En ese momento el camarero se acercó a Peter y diciendo:
-Aquí tiene su pedido-le entregó una bolsa.
-Bueno…-vocalizó la muchacha.-Encantada de conocerte-se levantó del taburete y le dio dos besos a Peter.-Ya nos veremos si el destino lo requiere-le guiño el ojo y se fue.
Peter se quedó unos segundos en shock, algo extrañado por lo que acababa de hacer la chica. Movió la cabeza de un lado para el otro tratando de entender y tras un breve momento para pensar, se fue.

Eugenia entró en un bar, dónde supuso que había ido Peter pero no lo vio allí. Rápidamente viendo que Nicolás la había seguido se metió en el cuarto de baño de las mujeres. Cuando fue a echar el pestillo comprobó que estaba roto. Desesperada pensando que se había equivocado por completo al hacer aquello, abrió la puerta para salir pero se topó de frente con él, que rápidamente la metió de nuevo dentro del baño y entró cerrando la puerta tras de sí.
-Eugenia, por favor, escúchame. ¡He cambiado!-exclamó Nicolás poniéndola contra la pared.-De verdad, créeme.
-Nicolás, aléjate-dijo Eugenia tratando de alejarlo a la fuerza pero en vano.
-Eugenia, estate quieta-le empezó a gritar cuando Eugenia empezó a intentar apartarlo con una mano ya que con la otra sujeta la toalla que le tapaba porque aun no había podido abrocharse el biquini porque Nicolás no había dejado de seguirla.- ¡Para!-gritó él furioso pegándole un bofetada en la mejilla a la rubia, que se llevó la mano a la cara y lo miró asombrada.-Perdóname.-no tardó en decir Nicolás.-Fue sin querer.
-¡Déjame en paz!-gritó Eugenia apartándolo, pero en ese momento Nicolás le agarró las dos manos y se las presiono contra la pared.
El rubio de rizos sonrió al ver que a Eugenia se le había caído las dos únicas prendas que le tapaba la parte de arriba del cuerpo.
-Veo que quieres guerra-comentó él, acercando su boca al cuello de Eugenia para empezar a besarlo con locura y desenfreno.
Eugenia intentó con todas sus fuerzas soltarse y alejarse de él pero todos los aspavientos, que intentaba hacer, eran en vano; Nicolás tenía más fuerza que ella y la tenía capturada. En ese momento, la rubia empezó a escuchar que alguien a susurros le decía al oído:
-Ei, Euge, despierta. Ya he traído la comida. Vamos arriba.
De repente Eugenia abrió los ojos y vio que estaba tumbada sobre la arena con Peter a su lado, que intentaba despertarla. Ella rápidamente se levantó, miro hacia todos los lados y abrazó al muchacho con fuerza. Peter extrañado por la reacción de Eugenia al verlo, le preguntó:
-¿Qué te pasa?
-He tenido una pesadilla horrible-le contestó ella separándose de él.-He soñado que Nicolás…
-No hace falta que me lo cuentes-interrumpió a la rubia, volviendo a abrazarla.-Ya pasó, solo fue una pesadilla, una horrible pesadilla.
Peter suspiró mientras la contenía entre sus brazos.

Había pasado las horas, ya era de noche. Peter y Eugenia ya habían vuelto a la casa. La rubia se estaba duchando mientras que Peter andaba preparando la cena, haciendo una de las únicas cosas que sabía hacer en la cocina, pasta. Eugenia estaba sumida en sus pensamientos; quería acabar con ese mal estar que le impedía disfrutar de la compañía de Peter, quería olvidarse de lo que había pasado, quería seguir con su vida con normalidad y para ello tendría que tomar represarías cuanto antes. La rubia terminó de ducharse, se vistió y fue a la cocina, dónde estaba Peter terminando de hacer la pasta. La muchacha nada más entrar exclamó:
-¡Qué bien huele! ¿Qué estas haciendo?
-Pasta, ¿te gusta?
-Mmm…me encanta-contestó ella sonriendo.-Pongo la mesa ¿vale?
-Ok.
Eugenia sacó los cubiertos y los puso sobre la mesa de la cocina mientras canturreaba una cancioncilla pegadiza.
-Cada noche te he buscado y en mis sueños te he encontrado…
-Euge-le interrumpió Peter.
-Dime-contestó al llamado.
-¿Te das cuenta que parecemos un matrimonio?-hizo una pausa.
-La verdad ahora que lo dices, es cierto-dijo Eugenia sonriendo.- ¿Quién me iba a decir que utilizarías el dinero que llevabas desde chico ahorrando en el banco conmigo? Te juro que en cuanto pueda te lo devuelvo todo.
-Anda, cállate tonta y siéntate que esto ya está-dijo Peter cogiendo la cacerola y poniéndola encima de la mesa.
-No, Peter, lo digo en serio. O sea estoy en deuda contigo.
-Todo lo que me estoy gastando aquí, para mi no tiene valor ninguno. Lo que si tiene valor son estos momentos que paso contigo-dijo Peter dándole un beso en la cabeza a la muchacha.
-Te juro que cuando me dices esas cosas, me matas.
-Me encanta matarte de esa manera-comentó Peter con una sonrisa en el rostro.
Eugenia se mordió el labio inferior y se quedó unos segundos mirándolo.
-Bueno, ¿comemos ya? Antes de que se enfríe-preguntó Peter sentándose.
-Oh, si-vocalizó ella sentándose a su lado.-Oye, Peter… ¿cuándo era tu cumpleaños?
-En octubre ¿por qué?
-Queda poquísimo.
-Bueno, no tan poco, quedan todavía como dos meses. Pero, ¿por qué me lo preguntas?
-Porque estuve pensando y echando cuentas y llegue a la conclusión que soy mayor que tú, por unos meses pero mayor porque yo los diecisiete ya los tengo y tú los tienes que cumplir ahora.
-Te equivocas-le corrigió.-Yo en dos meses cumplo dieciocho-hizo una pausa.-Verás…cuando ocurrió lo de mi padre cuando tenía siete años mas o menos, deje de ir a la escuela y al año siguiente que las retome, tuve que repetir el curso.
-¿Y por qué no me lo has contado nunca?-preguntó Eugenia.
-No sé, nunca salió el tema, ni nada.
Eugenia suspiró y dijo:
-Cuántas cosas más no sabré de ti, Bedoya.

Continuará.

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