sábado, 30 de marzo de 2013

JF3. Capitulo 5.

Capitulo anterior:
Fue hacia los ascensores, pulsó el botón y esperó. Fue una espera agónica. Nicolás posiblemente no se hubiese ido como ella creía y podría encontrarse con él en cualquier momento al igual que con la enfermera comprada. Cuando el ascensor llegó, se subió rápidamente y pulsó el botón de la planta baja. Las puertas volvieron a abrirse nuevamente en una planta inferior a la suya. Ella se colocó al fondo del ascensor y la gente que esperaba entraron. Las puertas abrieron nuevamente pero esta vez donde ella quería. Rápidamente salió de dentro de aquel aparato cuando de pronto vio a Nicolás yendo hacia los ascensores mientras hablaba por teléfono móvil. Se agachó entre la gente que también salía del interior de la caja metálica y consiguió pasar desapercibida para los ojos del rubio. Cuando cruzo las puertas del hospital, respiró hondo y en su cara se reflejó una mueca de dolor. A pesar de eso, sonrió. Era libre. Había conseguido salir de aquel lugar sin que nadie la viese y ahora le tocaba a ella avanzar en aquel tablero de ajedrez.
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Eugenia se bajó del taxi en frente del bar de Gastón y le rogó al taxista que esperara allí a que fuera a coger su dinero para pagarle y para que él la llevara a otro lado. Éste siendo amable, aceptó. La muchacha yendo lo más rápido posible, se metió en el bar. Eran sobre las siete y ya había ambiente en aquel lugar. Se acercó a la barra y vio a su compañera.
-¡Eugenia!-exclamó la muchacha nada mas verla.- ¿Dónde estabas?
-Una larga historia, luego te la cuento-contestó.- ¿Dónde está Gastón?
-Ahora mismo acaba de irse a…
-¡Joder!-exclamó Eugenia para si misma dejando de escuchar a su compañera y yéndose a por su bolso que estaba dentro de su taquilla.
Eugenia buscaba a Gastón porque él y su socio eran los únicos que tenía acceso a las cámaras de seguridad del bar y la muchacha iba a necesitar esos vídeos para lo que tenía en mente hacer.
La rubia cogió todas sus cosas y se fue. La chica que trabajaba con ella trató de frenarla pero no le dio tiempo, ni forma, había demasiado ruido en el lugar como para que Eugenia escuchase su grito. La rubia salió del bar y se volvió a montar en el taxi, indicándole otra dirección a la que quería que le llevase. Mientras iban de camino, Eugenia buscó su móvil dentro de su bolso y vio una llamada perdida de Gastón. Tras eso, buscó el número de Peter en su agenda. Pulsó la tecla verde y esperó a que empezase a hacer el sonido de llamada. Al no escuchar ningún sonido, miró la pantalla de su móvil y vio que éste se había apagado.
-No, no. Ahora no. ¿Por qué me fallas cuando más te necesito? Por favor, enciéndete-dijo toqueteando todas las teclas de su móvil, tratando de que volviera a la vida.-¡Arg!-exclamó la muchacha haciendo un movimiento brusco y eso hizo que soltase un grito de dolor.
-¿Se encuentra bien?-preguntó el taxista preocupado.
-Si, no se preocupe.
-¿Esta usted segura? ¿No quiere que la lleve al hospital?
-No, al hospital, no. Lléveme a donde le he dicho, por favor-rogó la muchacha tratando de relajarse.-Sin duda hoy no es mi día de suerte-dijo en voz baja para si misma.

Peter y Gastón estaban en la comisaria de policía denunciando la desaparición de Eugenia. Habían llamado a todos sus conocidos y nadie sabía nada de su paradero. Candela, Luca, Darío, Javiera…nadie. Era muy extraño que la muchacha se fuese así sin más y Peter se temía lo peor. Más bien temía que Nicolás tuviese algo que ver en aquello y sin duda no se equivocaba. Ambos primos estaban sentados frente a un policía que tomaba nota en su ordenador sobre los últimos datos relacionado con la desaparecida.
-¿Desde cuándo hace que está desaparecida?-preguntó el agente.
-Desde esta mañana-contestó Peter.
-Sintiéndolo mucho, tengo que decirles que vuelvan cuando se hayan cumplido las veinticuatro horas de su desaparición hasta entonces nosotros no podemos hacer nada.
-¿Cómo que no podéis hacer nada?-preguntó Peter golpeando la mesa con las manos.
-Peter, tranquilízate-le sugirió Gastón al ver la cara que había puesto el policía tras semejante golpe sobre su mesa de escritorio.
-¿Cómo quieres que me tranquilice si Eugenia está por ahí perdida a saber dónde y estos señores se niegan a hacer nada hasta dentro de veinticuatro horas?-preguntó Peter con desesperación.

Eugenia acababa de entrar en la comisaria de policía. Las piernas le temblaban y temía que lo que estaba apunto de hacer no le saliese bien y todo se fuese al garete poniendo en peligro la vida de su bebé nuevamente y la de sus seres queridos. Pero tenía que hacerlo; tenía que cortar con aquello de una vez.
-Perdone-dijo Eugenia acercándose a uno de los tantos policías que había en aquel lugar.
Éste se dio la vuelta y ella reconociéndolo dijo:
-U…usted es uno de los policías que ha estado hoy en el hospital.
-Así es. Usted…-se quedó callado mirándola.- ¡Oh, ya se quién es! Es la chica a la que habían agredido y estaba ingresada en el hospital. ¡Qué rápido le han dado el alta!
-Si, bueno…-vocalizó sin saber qué decir.
-¿En qué tengo el gusto de ayudarla?-preguntó sonriendo.
-Verá… he venido a denunciar a mi agresor-contestó dudando mucho si hacer aquello o no.
-¿Cómo?-preguntó el agente mirándola fijamente.
-Eso, que…he venido a hacer una denuncia y a… pedir una orden de alejamiento-vocalizó y en ese momento sintió que las fuerzas le abandonaban.
El agente la agarró y la ayudó a sentarse en una silla cercana. En ese mismo momento, Peter y Gastón salían del despacho dónde se encontraban haciendo la denuncia.
-Peter, piensa que…
-No digas nada-dijo Peter callando a su primo muy enfadado.
Ambos pasaron por detrás de la silla donde la rubia estaba sentada y una ráfaga del perfume de Peter le llegó a la muchacha. Ella creyendo que se estaba volviendo loca sonrió y le dijo al policía que estaba su lado.
-Me gusta como huele su perfume.
-Se agradece el cumplido-dijo cortésmente.-Ahora, señorita ¿porque no se viene conmigo a mi despacho y me explica bien las cosas?
Ella asintió en completo silencio.
El agente la ayudo a levantarse y cuidadosamente la llevó a su despacho. Una vez dentro, Eugenia se sentó en la silla que él le había indicado.
-¿Quiere un poco de agua?-preguntó él mirándola fijamente.
-No, muchas gracias-le sonrió.
Él le dedicó otra sonrisa y se sentó en frente de ella, detrás de su mesa de escritorio.
-Bueno, cuénteme.
-Verá…-empezó a hablar la muchacha pero fue interrumpida al momento en que vocalizó aquella palabra.
Alguien había llamado a la puerta.
-Perdóneme un segundo-dijo el guardia después de dar un resoplido.- ¡Entre!-exclamó a la persona que había llamado.
La puerta se abrió. Se trataba de otro policía. Eugenia lo reconoció al momento, era el otro policía que había estado en el hospital hablando con Nicolás sobre su accidente.
-Guzmán, el…-se calló al momento.- Vaya, no sabía que estabas ocupado-dijo mirando a Eugenia durante unos instantes.-Espera, yo a usted la conozco…
-Si, es la chica que sufrió el accidente esta mañana-explicó su compañero.-Ahora si no es mucha molestia querría continuar tomándole declaración a la señorita.
-¡No!-exclamó.-No puede ser…-dijo el segundo policía.-Eh…el jefe, si, el jefe te estaba buscando.
-¿Buscándome? ¿Para qué?
-No sé. Será mejor que vayas a su despacho.
-Pero…-vocalizó.
-No te preocupes por la señorita, ya me encargo yo de tomarle declaración-dijo dejándole paso a su compañero para que saliese del lugar.
Cuando ya no había nadie, éste cerró la puerta y se sentó sobre la mesa del despacho de su compañero, cerca de donde se encontraba Eugenia.
-A ver, dígame, señorita. ¿Qué le ha contado exactamente a mi compañero?
-Nada, no me ha dado tiempo. Yo…
-¡Perfecto!-sonrió.-Eh… espere aquí un momento. Ahora mismo regreso y me lo cuenta todo.
Eugenia frunció el ceño sin entender nada de lo que estaba pasando allí. El hombre salió del despacho. Diez o quince minutos después, la puerta volvió a abrirse. Eugenia que estaba entretenida con el péndulo de bolas que había sobre el despacho miró hacia la puerta. El segundo policía había regresado, pero no estaba solo. Esa voz, esos pasos, esa risa…No podía ser cierto. Nicolás estaba allí. La rubia cerró los ojos lamentándose. Su pesadilla había vuelto.

Continuará...

[Este es el segundo cap que subo hoy :) Me pidieron que subiera otro y como estaba de buen humor puuuues decidí hacerlo jajajajaja xD Espero que os este gustando la historia. Besitos :)]

JF3. Capitulo 4.

Capitulo anterior:
-Por favor, tiene que llamar a este número-dijo entregándole el papel arrugado.-Y decirle a la persona que conteste que estoy aquí. Por favor, es muy importante. ¿Lo hará?-preguntó tratando de que las lágrimas no saliesen de sus ojos.
La enfermera se mantuvo pensativa durante un instante, y tras eso contestó:
-Si, estese tranquila, lo haré.
-Muchísimas gracias pero por nada del mundo se lo diga al hombre que me trajo y esta ahí fuera.
-De acuerdo, no se preocupe, no diré nada pero ahora túmbese. Usted no esta en condiciones de hacer estos esfuerzos. Usted ahora mismo lo único que tiene que hacer es reposo, ha sufrido un fuerte golpe en la cabeza y tiene una fractura en las costillas; así que reposo absoluto.
Cuando Eugenia se sentó sobre la cama sintió un fuerte dolor en la parte inferior de la barriga.
-Enfermera-preguntó llevándose la mano hacia el lugar donde le dolía.- ¿Y…mi bebé? ¿Cómo está?-preguntó con mucho miedo de saber la respuesta de esa pregunta.
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-Su bebé está bien-contestó la enferma dibujando una sonrisa en el rostro de la muchacha.
-¿De verdad?
-Si-contestó la enfermera esbozando una sonrisa.-Él no ha sufrido ningún daño pero su mamá, sí. Así que túmbese ahora mismo.
-Gracias a Dios-vocalizó respirando aliviada y haciendo caso a la sanitaria.
La enfermera, tras haber dejado a Eugenia tumbada sobre la cama y relajada, salió de la habitación para hacerle el favor a la muchacha. Cerró la puerta mientras ojeaba el papel arrugado intentando entender los números cuando se chocó con Nicolás.
-Perdone-se disculpó la enfermera mirándole y al ver que era él, dijo.-Lo iba a buscar ahora mismo.
-Ah, ¿si?
-Verá, como me había dicho, la señorita ha intentado que yo me pusiese en contacto con alguien y me ha entregado esto-dijo dándole el trozo de papel.-con un número anotado. Es todo suyo.
-Muy bien, veo que en este hospital puedo fiarme de los empleados siempre y cuando haya dinero de por medio ¿verdad?
-Usted lo ha dicho-comentó la enfermera sonriendo maliciosamente.
-Muchas gracias-agradeció Nicolás abriendo la puerta.
-No hay de que-contestó ella yéndose para continuar con su trabajo.
Nicolás hizo una pequeña bola del papel y se lo metió en el bolsillo. Entró en la habitación y vio que Eugenia estaba tumbada sobre la cama con los ojos cerrados. Lentamente se acercó a ella y se sentó a un lado de la cama. Le agarró la mano a la muchacha y se la llevó a la boca para darle un par de besos.
-Vamos, Euge, abre los ojos-continuó dándole besos en la mano.-Venga, cariño, no te hagas la dormida porque sé perfectamente que estas despierta.
La muchacha furiosa abrió los ojos y a la misma vez, apartó su mano de entre las de él.
-¿Cómo te encuentras?-preguntó Nicolás mirándola.
-¡Vete a la mierda!-exclamó grotescamente.
-Veo que te encuentras bien-dijo sonriendo.
-Nicolás, eres despreciable. No sé como has tenido el valor de hacerme esto.
-Eugenia, cariño, tú me has obligado a hacer esto. Yo… te juro que no quería, pero…veía que por las buenas no aprendías y tuve que buscarme otra forma de avisarte que hay que tener cuidado cuando se juega con fuego porque te puedes quemar.
-Dios mío, Nicolás ¿cuando vas a entender que no quiero nada contigo, que nunca voy a estar dispuesta a sucumbir ante ti, que me niego a que me toques…? Si tuviese valor te juro que dejaría de respirar el mismo aire que tú solo por el simple hecho de que me produces asco-puso ímpetu al pronunciar esta última palabra y el dolor se hizo visible en una mueca que se produjo en su rostro.
-Euge, será mejor que no hables mucho porque te hace mal.
-Lo que me hace mal eres tú ¿o acaso no te das cuenta? Mira dónde estoy… Todo esto es culpa tuya…
-No-la interrumpió.-Ahí te equivocas. Si estas aquí es por tu culpa, solo tu culpa. Por no escucharme cuando te hablo y no hacerme caso. Ni tampoco creerme cuando te digo que soy capaz de hacer lo que sea para que seas mía.
-Nunca seré tuya, entiéndelo, nunca.
-Nunca digas nunca, cariño.
-¡No me llames así!-exclamó muy enfadada.
-¿Sabes? Voy a salir y a decirle a alguna enfermera que te ponga un somnífero para que duermas un rato mientras yo salgo a solucionar un par de problemas-dijo Nicolás levantándose de la cama y yendo hacia la puerta.
-Podrás tener a una enfermera comprada pero no todo el hospital-comentó la muchacha mirándole.-No creo que te hagan caso.
-Por eso mismo voy a buscar a la enfermera comprada para que venga a ponerte el somnífero-dijo sonriendo.-¿Y cómo sabes que he comprado una enfermera?
-He escuchado cuando te contaba que le había pedido que llamase a Peter-contestó suspirando.-Dile que la próxima vez sea más discreta.
Nicolás echó a reir.
-Se lo diré-le guiñó el ojo y salió de la habitación.
Eugenia viendo que estaba sola y queriendo evitar dormirse, se quitó el esparadrapo que sujetaba la aguja que tenía clavada en el brazo. Se sacó la aguja de dentro de su cuerpo y volvió a poner el esparadrapo encima tapando el pincho para que la enfermera no se diese cuenta de que no la tenía dentro.
En ese momento la enfermera de antes entró en la habitación. Eugenia la miró en silencio. Ella sonriendo se acercó al gotero e introdujo una jeringuilla en el tubo del gotero.
-¿Qué es eso?-preguntó Eugenia.
-Somnífero para que duermas un rato-contestó sacando la jeringuilla.- ¡Qué descanses!-exclamó yéndose.
Eugenia se dio cuenta de que la sábana de la cama empezó a mojarse por el líquido que salía de la aguja, para que la mujer no lo viera se llevó la mano hacia el brazo y lo tapó disimuladamente mientras esta abandonaba la habitación.

Gastón acababa de llegar a su bar. Siempre solía ir temprano a ver como iban las cosas y ayudar un poco a sus empleados pero en ese día se había retrasado y no había ido hasta las seis, la hora en que se volvía a abrir el bar, ya que este de cuatro a seis cerraba para que los camareros tuviesen tiempo para almorzar tranquilos.
Gastón saludó a la camarera que compartía turno con la rubia en ese día y al momento preguntó por Eugenia.
-No sé, yo cuando llegue a trabajar esta mañana el bar estaba abierto y no había nadie-contestó la camarera.
-¿Y por qué no me avisaste cuando llegaste?
-No sé, tenía miedo de meter en problemas a Eugenia, creía que se había escaqueado un rato del trabajo…
Gastón dejo de escuchar a su empleada y empezó a buscar el número de Eugenia en su móvil. Apretó el botón verde y se llevó el aparato a la oreja. Al no haber todavía clientes, no había ruido por lo que pudo escuchar la melodía de llamada del móvil de Eugenia. Siguió el sonido y se dio cuenta de que se había dejado el teléfono dentro de la taquilla. Preocupado, llamó a Peter. Quizás él si supiese dónde estaba, quizás estuviese con él…
-Peter-dijo al escuchar la voz de su primo.
-Dime.
-¿Eugenia está contigo?
-No, estoy en el trabajo. ¿Por qué? ¿Qué ocurre?-preguntó dejando notar un tono de preocupación en su voz.
-Verás…quizás no haya pasado nada pero…
-Gastón, ¡habla!-le ordenó.
-Eugenia lleva sin aparecer por el trabajo desde esta mañana.
-¡¿Qué?!-preguntó muy sorprendido y golpeó con furia la pared que tenía a su lado.

Por fin Nicolás había dejado de estar rondando la habitación y se había ido a hacerse cargo de los problemas que se le planteaba o en otras palabras hacerse cargo de las cámaras de seguridad del bar donde trabajaba Eugenia. La muchacha se quitó el esparadrapo liberando la aguja y lentamente, a su ritmo, se levantó de la cama y comenzó a vestirse la ropa que tenía doblada sobre el sillón. Una vez terminado, abrió la puerta y se asomó para ver si tenía el camino despejado. Al ser afirmativo salió lo más rápido que pudo de allí. Fue hacia los ascensores, pulsó el botón y esperó. Fue una espera agónica. Nicolás posiblemente no se hubiese ido como ella creía y podría encontrarse con él en cualquier momento al igual que con la enfermera comprada. Cuando el ascensor llegó, se subió rápidamente y pulsó el botón de la planta baja. Las puertas volvieron a abrirse nuevamente en una planta inferior a la suya. Ella se colocó al fondo del ascensor y la gente que esperaba entraron. Las puertas abrieron nuevamente pero esta vez donde ella quería. Rápidamente salió de dentro de aquel aparato cuando de pronto vio a Nicolás yendo hacia los ascensores mientras hablaba por teléfono móvil. Se agachó entre la gente que también salía del interior de la caja metálica y consiguió pasar desapercibida para los ojos del rubio. Cuando cruzo las puertas del hospital, respiró hondo y en su cara se reflejó una mueca de dolor. A pesar de eso, sonrió. Era libre. Había conseguido salir de aquel lugar sin que nadie la viese y ahora le tocaba a ella avanzar en aquel tablero de ajedrez.

Continuará...

viernes, 29 de marzo de 2013

JF3. Capitulo 3.

[Así como dato...si no soportais a Nicolás, lo vais a querer menos...lo digo así como aviso, para que vayais prevenidas]
Capitulo anterior:

Peter quitó sus brazos del alrededor de la cintura de Eugenia y se apoyó en el filo de la encimera con las manos, poniendo una a cada lado del cuerpo de la muchacha marcando una cierta distancia entre ambos y remarcando que estaba enfadado.
-¿Y por qué no me lo contestaste cuando estábamos allí?
-Porque te conozco y no ibas a dejar las cosas tal y como estaban e ibas a ir a buscarlo y…no quería que te pelearas con él.
-Bueno, pues no te preocupes más, hablaré con él para que no te vuelva a molestar.
-¡No!-exclamó la muchacha.-Te lo prohíbo. Peter, no. No quiero que te pelees con él.
-Te he dicho que voy a hablar.
-No vas a hablar, Peter, te conozco-hizo una pausa.-Por favor, no hagas nada. Déjame a mi. He averiguado como amenazarlo y así podré pararle los pies.
Peter no dijo nada más, solo resopló y dejó que Eugenia le diese un abrazo.
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Nicolás estaba en su nueva casa, solo, sin nadie más que él. Se había mudado hacia relativamente poco, tan solo un par de días aunque la casa llevaba comprada desde hacia tiempo. Era una casa realmente grande y espaciosa, algo que ahora se podía permitir debido al hecho de que su tío no se encontraba en unas condiciones de continuar dirigiendo su empresa por lo que al no tener hijos, decidió dárselo a su sobrino que trabajaba con él desde hacia un tiempo. En el campo laboral y económico, le iba muy bien; pero donde deseaba que le fuera bien era en el amor. Su obsesionado amor por Eugenia le estaba volviendo loco y quería que sus sentimientos fuesen correspondidos de una manera o de otra.
Estaba sentado en su despacho con un vaso de whisky con hielo entre las manos, en plena oscuridad, tan solo iluminado por la escasa luz que entraba por las ventanas. Sus pensamientos lo tenía cautivo por lo que llevaba minutos en la misma posición. Pensando y dándole vueltas a como arreglar su situación ante Eugenia. Quería que ella le quisiese como ella quería a Peter, quería ese amor, pero sabia perfectamente que por las buenas no lo iba a conseguir, así que estaba decidido hacerlo por las malas y darle un escarmiento.

A la mañana siguiente, Peter abrió los ojos somnoliento y buscó a Eugenia con la mirada pero no la encontró durmiendo a su lado.  Se levantó de la cama y se fue a lavarse la cara. Tras eso, salió de la habitación y mientras bajaba las escaleras se estiró bostezando. Entró en la cocina y vio a Gastón desayunando tranquilamente.
-¿Y Eugenia?-preguntó nada más ver que tampoco estaba allí.
-Buenos días, eh-saludó el rubio.
-Buenos días-contestó Peter agarrando la leche de la nevera.
-Y contestando a tu pregunta, Eugenia ya se ha ido a trabajar.
-¿Ya? Pero, ¿qué hora es?
-Las nueve, pero hoy le tocaba a ella abrir el bar por lo que se ha ido antes. Te ha dejado una nota-comentó el rubio pasando al lado de su primo para dejar su taza de café vacía en el fregadero y señalando un papel que había anclado en la puerta de nevera.
Peter lo agarró y leyó:
Mi amor, ya me he ido a trabajar. No te he avisado porque dormías plácidamente y no quería despertarte. Así que nos vemos esta noche ¿vale? Te quiero.
-Tienes a mi novia esclavizada-comentó Peter resoplando.
-Oh, vamos, tampoco es para tanto.

Eugenia ya había abierto el bar y mientras esperaba a que entraran los primeros clientes de la mañana aireaba el lugar y ponía algunas cosas en su sitio. Su compañera de trabajo, que hacia con ella el turno de mañana y tarde hasta las diez, tendría que estar de camino ya que llegaba un poco tarde. Estaba colocando bien una silla cuando escuchó los pasos del primer cliente. Miró hacia la puerta sonriente y saludando con unos buenos días, cuando de pronto todo se tornó. Para su pesadilla era él. Era Nicolás que entraba triunfante en el lugar después de haber cerrado la puerta y haber dado la vuelta al cartel que ponía ABIERTO por un lado y por el otro CERRADO.
-Buenos días-saludó apoyándose en la barra y mirándola fijamente.
-¿Qué haces aquí?-y antes de que él contestara, ella continuó hablando.-Dios, ¿por qué no me dejas en paz? ¿No te cansas?
-¿De qué?-preguntó sonriendo.
-De ser tan pesado.
-No, la verdad es que no. Me gusta esto de seguirte y buscar los momentos idóneos donde estés sola.
-Ya veo-vocalizó enfadada.-En serio, ¿con lo de ayer no tuviste suficiente? Creo que te deje claro las nuevas reglas del juego y quien amenaza a quien.
-Exactamente por eso he venido hoy. Si no me equivoco hoy me toca a mi establecer las nuevas reglas del juego-comentó acercándose lentamente hacia ella.
-No te entiendo.
-Vamos, tú misma lo has dicho. Esto es un juego. Podríamos decir que estamos jugando al ajedrez.
-No sé jugar al ajedrez-dijo interrumpiéndole y poniéndose nerviosa a medida que él se acercaba.
-No te preocupes, yo te lo explico. Es muy sencillo.-seguía caminando hacia ella con una lentitud y una seguridad que acobardaba a cualquiera.-Tú avanzas luego yo avanzo y así hasta que alguno de los dos podamos hacer un buen ataque para comer alguna de las piezas del tablero. Y ¿sabes? Ayer hiciste un gran avance en este juego pero no suficiente como para acabar conmigo, el rey. Así que se podría decir que hoy me toca a mi-dijo poniéndose a la altura de la muchacha.
-No empieces con amenazas.
-Tranquila, esto ya no es una amenaza-tomó aire.-Ayer me di cuenta que las amenazas y las advertencias contigo no valen, que tienes que ver con tus propios ojos de lo que soy capaz. Así que avanzo y decido acabar con uno de tus peones.
Antes de que Eugenia pudiese protestar o decir nada más Nicolás le dio un bofetón muy fuerte en la cara con el dorso de la mano. El golpe, feroz y lleno de rabia, tiró a Eugenia al suelo haciendo que su cabeza golpease contra las baldosas con un sonido aterrador. Un dolor insoportable se hizo latente dentro de la cabeza de la muchacha y sus ojos se humedecieron por las lágrimas emborronándole la visión. Nicolás se acercó a ella y le dio una patada rápida y rabiosa en las costillas que la dejó sin aire en los pulmones por la fuerza del golpe. Ella emitió un grito silencioso por el sufrimiento y el terror de que le propinase otra patada.
-¡Esto es para que te conciencies de que yo no amenazo en vano!
Nicolás levantó la pierna nuevamente para coger impulso para darle otra patada cuando se dio cuenta que la muchacha había perdido la consciencia.

Cuando Eugenia volvió en si, empezó a escuchar voces. Abrió lentamente los ojos y se percató de que estaba empotrada a una cama de hospital con un gotero unido a ella mediante una aguja clavada en la curvatura de su brazo. Buscó sin hacer mucho esfuerzo, ya que el simple hecho de respirar le producía dolor, el lugar de donde provenían esas voces y allí vio a un policía hablando con Nicolás. Sin emitir sonido, ni llamar la atención de que estaba despierta, escuchó lo que decían aquellos tres hombres.
-Espero que encontréis al delincuente y vándalo que le haya hecho esto a mi novia. Es imperdonable.
-No se preocupe, señor Renaldi, ahora nos pondremos en contacto con el bar donde la ha encontrado para que nos deje las cámaras de seguridad y en cuanto lo identifiquemos, les llamaremos para que la señorita vaya a testificar-dijo el primer policía.
Cámaras de seguridad. Esas tres palabras consiguieron poner nervioso a Nicolás de una manera tan notable que hasta Eugenia que permanecía a unos metros de ellos se dio cuenta.  
-De acuerdo. Muchísimas gracias, agentes-agradeció dándole la mano a uno y luego al otro.
-Bueno, espero que la señorita se recupere pronto-dijo el segundo policía agarrando con firmeza la mano de Nicolás.-Hasta pronto.
-Les acompaño hasta fuera-dijo Nicolás con una sonrisa en el rostro siguiendo a los agentes.
Eugenia, al ver que se iban, con mucha dificultad trató de levantarse de la cama. Sentía dolor en todas partes, en el costado, en el brazo sobre le que había caído, en la cabeza… Era insoportable. Una vez que se quitó la manta y se dio cuenta de que llevaba la bata típica de los hospitales, consiguió poner los pies en el suelo y apoyándose en el soporte del gotero se puso de pie. Lentamente se acercó a la puerta y la abrió. Se asomó y vio que Nicolás estaba hablando por teléfono móvil a unos metros de la puerta. Dándose cuenta de que no podría salir de aquella habitación sin ser vista, decidió buscar su móvil y llamar a Peter. Cerró la puerta y con mucha dificultad fue hasta un sillón que había en la habitación donde se encontraba su ropa doblada. Agarró sus pantalones y buscó en los bolsillos. No encontró nada, tan solo las llaves de su taquilla del trabajo.
-¡Joder!-exclamó.-Me he dejado el móvil en la taquilla-se lamentó.
Ella con una pizca de esperanza buscó la libreta y el bolígrafo, que utilizaba para anotar los pedidos de los clientes, en el delantal que se ponía normalmente cuando servía las mesas, y no estaba detrás de la barra y allí los encontró. Soltando el soporte del gotero que tenía a su lado, agarró la libreta y el bolígrafo y escribió el número de teléfono de Peter y arrancó ese trozo de hoja que contenía el número. En ese momento la puerta de su habitación se abrió y ella alertada escondió la libreta y el bolígrafo y arrugó entre su puño aquel trozo de papel.
-¡Ey! ¿Dónde cree que va? Señorita, no se levante-le regañó la enfermera que acababa de entrar.
-Por favor, ayúdeme-vocalizó la muchacha agarrando con fuerza el brazo de la enfermera.
Ella al ver el miedo en aquellos ojos verdes, le preguntó preocupada:
-¿Qué le ocurre?
-Por favor, tiene que llamar a este número-dijo entregándole el papel arrugado.-Y decirle a la persona que conteste que estoy aquí. Por favor, es muy importante. ¿Lo hará?-preguntó tratando de que las lágrimas no saliesen de sus ojos.
La enfermera se mantuvo pensativa durante un instante, y tras eso contestó:
-Si, estese tranquila, lo haré.
-Muchísimas gracias pero por nada del mundo se lo diga al hombre que me trajo y esta ahí fuera.
-De acuerdo, no se preocupe, no diré nada pero ahora túmbese. Usted no esta en condiciones de hacer estos esfuerzos. Usted ahora mismo lo único que tiene que hacer es reposo, ha sufrido un fuerte golpe en la cabeza y tiene una fractura en las costillas; así que reposo absoluto.
Cuando Eugenia se sentó sobre la cama sintió un fuerte dolor en la parte inferior de la barriga.
-Enfermera-preguntó llevándose la mano hacia el lugar donde le dolía.- ¿Y…mi bebé? ¿Cómo está?-preguntó con mucho miedo de saber la respuesta de esa pregunta.

Continuará...

jueves, 28 de marzo de 2013

JF3. Capitulo 2.

Capitulo anterior:
-¿Qué te ocurre?-preguntó el muchacho nada más verla.
-Nada-contestó agarrándole la mano a Peter.- ¿Por qué no nos vamos ya?-preguntó mirando hacia el baño de los empleados.
-Pero, ¿estás bien?
-Si, si, no te preocupes. Vamos-le sonrió.
Ambos empezaron a caminar hacia la salida tras despedirse de Gastón. Eugenia una vez dentro del coche y mientras Peter daba la vuelta al coche, respiró hondo tratando de tranquilizarse. Peter entró en el coche y se quedó mirando fijamente a la muchacha. Ella al darse cuenta, lo miró y le preguntó:
-¿Qué ocurre?
-Te pasa algo-contestó muy serio.
-No, en serio, no me pasa nada.
-Euge, estas temblando-dijo agarrándole la mano entre las de él.
-Solo tengo frío-mintió sonriendo y buscando la calefacción del coche.
Peter resopló sin creerla y arrancó el coche.
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-¿Ayer dónde dormiste?-preguntó Peter una vez que se habían puesto de camino hacia casa.
-En casa de Candela y Luca. Me supo muy mal molestarlos pero no sabia a donde ir.
-¿Y por qué no te quedaste en casa?
-Oh, claro y quedarme en un sitio donde todo me recordaba a ti, gracias pero no soy masoquista-comentó irónicamente.
Peter sonrió y le puso la mano sobre la pierna.
-Pero, ahora no te sentirás masoquista si duermes en casa ¿verdad que no?
-No, creo que no. Siempre y cuando tú sepas cuales son los limites.
-Uf, límites, suena mal-sonrió.- Pero, ¿me vas a hacer sufrir durante mucho tiempo?
-No sé, quizás. Según como vaya viendo-comentó poniendo su mano sobre la de él y apretándola con dulzura.
Eugenia suspiró y miró por la ventana mientras recordaba lo que acababa de pasar con Nicolás. El silencio se apoderó del coche y gracias a eso se pudo escuchar rugir al estómago de Eugenia. Avergonzada miró a Peter, que le preguntó preocupado:
-¿Desde cuando no comes?
-Desde el almuerzo.
-¿Qué? Eugenia estas embarazada-dijo Peter resoplando.
-Lo sé-se lamentó por su torpeza.-Pero no, no me he acordado de comer. He estado muy distraída y muy entretenida.
Peter resopló.
-¿Qué quieres comer?-preguntó mirándola durante el rato en que el semáforo estaba en rojo.
-Cualquier cosa que lleve chocolate.
El muchacho sonrió.
-Bueno, hagamos una cosa, vamos a casa y mientras te duchas tranquilamente yo hago algo para cenar y como postre algo de chocolate ¿te parece?
-Me parece-contestó la muchacha sonriendo.-Pero, tendríamos que ir a por mi ropa a casa de Candela.
-No te preocupes por eso, yo te presto algo para que te pongas.

Eugenia acababa de sumergirse en una bañera llena de agua y se proponía relajarse. Peter la había convencido de que se bañara y se tomara un tiempo de relax. La muchacha echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos. Mientras trataba de evadirse, el miedo de volver a ver a Nicolás la invadió. Sabía que iba a tener que volver a enfrentarse a él, ya que era muy persistente y no se daría por vencido tan fácilmente. Pero ella lo único que deseaba era tener una vida tranquila y relajada junto a Peter y poder tener muchos hijos más aparte del que venía en camino. Pero no entendía esa obsesión de Nicolás por ella, ni quería entenderla, solo quería librarse de él. Fuera como fuese.
-Eugenia-dijo una voz dulce.
Ella abrió los ojos alarmada.
-Me he quedado dormida-dijo adormilada al ver a Peter en cuclillas al lado de la bañera.
-Ya veo-hizo una pausa.-Vamos, sal antes de que te resfríes-dijo salpicándole un poco de agua en la cara.
-¡Oye!-se quejó y también le salpicó.
Peter sonrió y le acercó la toalla. Eugenia se levantó y agarró la toalla.
-Gracias-le agradeció enrollándosela alrededor del cuerpo.-Uf, ¡qué sueño! Ayer apenas dormí.
-¿Y eso por qué?
-¿Tú que crees?-preguntó la muchacha levantando una ceja.
-Vale, veo que voy a tener que hacer unos cuantos logros para que me perdones realmente. Así que espero haber empezado bien. No había chocolate, así que he ido a comprar una tableta de tu chocolate favorito.
-Oh, gracias.

La rubia estaba en la cocina preparando algo que le gustaría mucho a Peter. Ya habían cenado y el muchacho se había ido a duchar. A él no le gustaba mucho el chocolate por lo que había pasado de comer postre pero Eugenia conocía perfectamente la única manera en que a Peter le gustaba comer chocolate y había decidido preparárselo. Ya había terminado y tan solo le faltaba servirlo en un pequeño vol.
-Mmm... ¿A qué huele?-preguntó Peter entrando en la cocina.
-Cierra los ojos y abre la boca-le pidió la muchacha ocultándole las cosas.
Peter la miró de forma pícara.
-Vamos, no seas tonto.
Él sonrió y obedeció.
La muchacha agarró una fresa y la mojó en chocolate recién derretido.
-Muerde-le dijo y así hizo.
-Mmm, fresa con chocolate-dijo Peter abriendo los ojos.-Mi segundo postre favorito.
-¿Segundo?-preguntó llevándose a la boca la otra mitad de la frase.- ¿Y cuál es el primero?
Peter llevó su mano al rostro de la muchacha y juntó su frente con la de ella.
-Tú-susurró.
Eugenia empezó a reírse y lo apartó de ella.
-Muy bueno, Bedoya. Pero sé lo que quieres lograr y no-dijo dándose la vuelta para limpiar lo que había ensuciado.
-No sé de qué me hablas-comentó el muchacho abrazándola por detrás y empezando a darle besos en el cuello.- ¿Por qué no dejas eso y…?
-Peter, estate quieto-le dijo la muchacha apartándolo de ella.
-Te gusta hacerte de rogar eh…
-Un poco-comentó la muchacha sonriendo.
Peter decidió ayudarla y terminaron pronto de fregar los platos sucios. Tras eso, la muchacha se sentó sobre la encimera y Peter se posicionó de pie entre sus piernas. Ambos empezaron a comer el postre mientras hablaban tranquilamente.
-¿Sabes? Comer estas fresas me recuerda al pasado-comentó Peter mirándola.-A un día en concreto.
-¿A cuál?-preguntó ella posando sus manos sobre los hombros del muchacho.
-Al día de mi cumpleaños, cuando cumplí dieciocho años.
-Oh, ya-vocalizó la muchacha recordándolo.-Como postre había esto mismo, fresas con chocolate.
-Exacto y… ¿recuerdas lo que hicimos después?
-Perfectamente-contestó hundiendo su rostro en el cuello del muchacho.-Quisiera volver a esos tiempos.
-¿Qué hay de malo en los tiempos de ahora?-preguntó Peter acariciándole los brazos tiernamente.
-Nicolás-acotó la muchacha acercando más a Peter hacia sí.
-Euge, mi amor-dijo él acariciándole ahora el pelo.-No te preocupes más por él. No importa lo que haga porque no conseguirá separarnos por nada del mundo ¿entendido? Así que no pienses mas en él, por favor.
-Peter no lo conoces…-dijo la muchacha entristecida mirándole a los ojos.
-Euge, ¿hay algo que no sé?
La rubia se quedó en silencio recapacitando. Tomó aire y dijo:
-Posiblemente vayas a enfadarte conmigo porque te prometí contarte cualquier cosa que pasase con Nicolás pero…cuando estábamos en el bar de Gastón y fui a por mi bolsa, él estaba allí…-la rubia le contó todo lo que pasó.
Peter quitó sus brazos del alrededor de la cintura de Eugenia y se apoyó en el filo de la encimera con las manos, poniendo una a cada lado del cuerpo de la muchacha marcando una cierta distancia entre ambos y remarcando que estaba enfadado.
-¿Y por qué no me lo contestaste cuando estábamos allí?
-Porque te conozco y no ibas a dejar las cosas tal y como estaban e ibas a ir a buscarlo y…no quería que te pelearas con él.
-Bueno, pues no te preocupes más, hablaré con él para que no te vuelva a molestar.
-¡No!-exclamó la muchacha.-Te lo prohíbo. Peter, no. No quiero que te pelees con él.
-Te he dicho que voy a hablar.
-No vas a hablar, Peter, te conozco-hizo una pausa.-Por favor, no hagas nada. Déjame a mi. He averiguado como amenazarlo y así podré pararle los pies.
Peter no dijo nada más, solo resopló y dejó que Eugenia le diese un abrazo.

Continuará...

lunes, 25 de marzo de 2013

JF3. Capitulo 1.

Hola, holita :3  hoy he subido capitulo porque quizás  no es seguro, me quede sin internet esta semana por mudanzas y no quería dejarlos tanto tiempo sin nove :P 
& he visto que os ha sorprendido el final de la 2º parte jajajajaja. Todo tiene su explicación...no os preocupeis xD & nada, aquí os dejo el cap :)
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Darío y Javiera estaban sentados sobre el sofá del piso donde vivía él desde hacia relativamente poco. Había alquilado aquel sitio desde que Javiera había aceptado estar con él y él había aceptado quedarse a vivir en España y no volver a Londres por ella. Ambos veían una película tranquilamente cuando el móvil de Darío empezó a sonar. Lo sacó de su bolsillo y vio que en la pantalla ponía el nombre de su hermano. Extrañado, atendió mientras Javiera ponía la película en pausa.
-¿Peter?-preguntó el muchacho.
Tras una charla ajetreada con su hermano, Darío colgó. Javiera esperó expectante a que él le dijera algo, al no ser así, le preguntó:
-¿Pasó algo grave?
-Eugenia…
-¿Qué ocurrió con ella?
-Se casa.
-¿Cómo que se casa?-preguntó sonriendo.- ¡Vaya! ¡Qué bien! Tu hermano y Eugenia se casan…-exclamó muy contenta.
Javiera al ver que la reacción de su novio no era de felicidad, no entendió nada.
-Mmm…Darío, ¿por qué tienes esa cara de serio? ¿Ocurre algo más?
-Si…-vocalizó.-Eugenia…-tragó saliva.-No se casa con mi hermano.
-Entonces, ¿con quién?
-Con Nicolás.

Unos días antes…
Peter llevó su mano al rostro de Eugenia y empezó a acercarse para besarla. La muchacha cerró los ojos y deslizó sus manos hasta el pecho de Peter mientras acortaba la distancia entre ambos. Estaban apunto de besarse cuando llamaron a la puerta y los interrumpieron.
-Eugenia, ¿estas ahí?-preguntó Gastón desde el otro lado de la puerta.
-Gas, lárgate-gritó Peter.
-¿Peter?-preguntó el primo muy extrañado.
Eugenia y Peter se miraron y empezaron a reírse. Eugenia se vistió la camisa de Peter y ambos abrieron la puerta del cuarto de baño de los empleados. Allí estaba Gastón. La muchacha sonrió tímidamente.
-¿Habéis vuelto?-preguntó el rubio a su primo cuando creía que Eugenia estaba lo suficientemente lejos como para no oírle.
-Eso parece-comentó Peter con una sonrisa en el rostro.
-No cantes victoria tan rápido, Bedoya-dijo la muchacha mirándole.
-Uh, eso suena mal. Primo, creo que vas a tener que rogar-comentó Gastón dándole unas palmadas en la espalda a Peter.

Al fin Eugenia había terminado de trabajar y ya podía irse a casa. Peter estaba sentado en la barra, llevaba allí desde que había salido del baño de los empleados con la muchacha. La estaba esperando. Eugenia salió de detrás de la barra y se acercó a él.
-¡Terminé!-exclamó sonriéndole.
-Genial, ¿nos vamos?-preguntó levantándose.
La muchacha asintió.
-Pero antes voy a por mi bolsa.
-De acuerdo, te espero aquí.
Peter la atrajo hacia él y le dio un beso en la cabeza.
Eugenia entró en el servicio de los empleados y buscó la llave de su taquilla en el bolsillo de su pantalón. Abrió la taquilla y agarró sus cosas. Estaba por cerrar nuevamente la taquilla cuando el estruendo producido por la puerta de la instalación la sobresaltó. Se dio la vuelta y vio a Nicolás.
-Hola-saludó él con una sonrisa en el rostro mientras echaba el pestillo de la puerta.
-¿Y ahora…qué quieres?-preguntó la muchacha terminando de cerrar su taquilla y metiendo su llave dentro del bolso.
-Euge… ¿sabes? Esta noche he visto cosas que no me han gustado nada…
-¡Qué pena!-exclamó ella interrumpiéndolo.
-…y me temo que voy a tener que enseñarte…
-¿Cómo?-volvió a interrumpirle.- ¿Enseñarme? Nicolás, ¿quién te piensas que soy?
-Una persona que va a hacerme caso en todo lo que le diga si no quiere que sus seres queridos lo pasen mal.
-Nicolás no me amenaces-le advirtió.-Porque aunque lo dudes yo también se jugar a tu juego.
-No dudo que sepas jugar, es más yo quiero jugar contigo-dijo tratando de darle un doble sentido.
-Muy gracioso, Nicolás. Ahora si me disculpas, me marcho-dijo pasando a su lado.
Nicolás la agarró del brazo e hizo que lo mirara.
-¿A dónde crees que vas? No voy a permitir que te vayas con Peter.
-¿Desde cuándo eres quien decide con quien salgo y con quien no?
-Eugenia no juegues con fuego-dijo estirando el cuello.
-Nicolás, lo siento pero no estoy como para perder el tiempo contigo-la muchacha agarró el pomo de la puerta y la abrió.
Él rápidamente la volvió a cerrar y puso a Eugenia con la espalda contra la puerta y le agarró las muñecas a la altura de su cabeza.
-¡Suéltame!-exclamó ella forcejeando.
-Eugenia estoy tratando de que seas mía por las buenas pero te prometo que no dudaré en hacerlo por las malas si las cosas no salen como quiero.
Nicolás la acorralo el cuerpo de la muchacha contra la puerta con el suyo e intentó besarla. Ella teniendo todo el cuerpo inmovilizado y solo pudiendo mover el cuello, evitó que la besara. Él siguió insistiendo y al ver que no iba a poder, le agarró el rostro con la mano para que se estuviese quieta. Eugenia consiguiendo la libertad en una mano empezó a empujarle lejos de ella mientras seguía evitando que la besara. Al conseguir alejarlo de ella a una distancia perfecta, levantó la pierna y le dio un rodillazo con todas sus fuerzas en la entrepierna. Nicolás se llevó las manos a sus partes íntimas, sintiendo mucho dolor y Eugenia aprovechó para empujarlo una vez más lejos de ella. Él se cayó al suelo y la rubia viendo que había conseguido librarse de él, decidió dejarle las cosas claras.
-Nicolás, no vuelvas a tratar de besarme, ni tampoco me amenaces si no quieres que Candela se entere de la clase de hermano que tiene. Te lo advierto, vuelves a acercarte a mi y se lo cuento todo. Y como te atrevas a tocar a Peter tan solo un pelo, te prometo que yo misma me encargaré de…-se quedó callada, las palabras no le salían.- No sabes de lo que soy capaz de hacerte como le hagas daño. Y no te estoy amenazando, solo te estoy advirtiendo. Ten cuidado.
La muchacha estaba muy enfadada, le cansaba esa situación y ya no sabía como hacerle frente. Agarró el pomo y salió de allí lo más rápido que pudo. Cuando vio a Peter tenía los nervios a flor de piel, le temblaba todo el cuerpo.
-¿Qué te ocurre?-preguntó el muchacho nada más verla.
-Nada-contestó agarrándole la mano a Peter.- ¿Por qué no nos vamos ya?-preguntó mirando hacia el baño de los empleados.
-Pero, ¿estás bien?
-Si, si, no te preocupes. Vamos-le sonrió.
Ambos empezaron a caminar hacia la salida tras despedirse de Gastón. Eugenia una vez dentro del coche y mientras Peter daba la vuelta al coche, respiró hondo tratando de tranquilizarse. Peter entró en el coche y se quedó mirando fijamente a la muchacha. Ella al darse cuenta, lo miró y le preguntó:
-¿Qué ocurre?
-Te pasa algo-contestó muy serio.
-No, en serio, no me pasa nada.
-Euge, estas temblando-dijo agarrándole la mano entre las de él.
-Solo tengo frío-mintió sonriendo y buscando la calefacción del coche.
Peter resopló sin creerla y arrancó el coche.

Continuará...

domingo, 24 de marzo de 2013

JF2. Capitulo 78: Conseguir el perdón

Capitulo anterior:

-Eugenia, se que me he equivocado y quiero arreglar las cosas, por favor, hablemos. Dame cinco minutos.
-Ahora no puedo, lo siento.
-Ahora si puedes, ven-comentó agarrándola de la mano y llevándola hasta el servicio de los empleados.


En una mesa del bar de Gastón, apenas a unos metros de la barra, un rubio observaba la escena que se producía detrás de la barra. Estaba serio y muy enfadado. No le gustaba lo que veía y menos le iba a gustar lo que iba a pasar en el baño de los empleados. Tomó un sorbo de su cerveza y se dijo para sí mismo:
-Eugenia, querida, creo que voy a tener que ponerte claro los límites que por nada del mundo deberás traspasar si no quieres que a Peter le pase algo.-resopló.-Voy a tener que darte clases y mi primera lección empezará pronto…
Nicolás sonrió de forma maliciosa.
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Una vez dentro del cuarto de baño de los empleados, Peter cerró la puerta. El muchacho se quitó la chaqueta de cuero que llevaba y tras eso se quitó la camisa. Eugenia se quedó petrificada mirándole sin entender nada.
-¿Qué haces?
-Toma-dijo Peter extendiéndole la camisa.-Se te está transparentando la camiseta mojada y se que por mucho que te insista que nos vayamos a casa, te negarás-resopló.-Eres muy cabezota.
-Gracias, muy amable por tu parte-dijo agarrando la camisa.
-De nada-contestó volviéndose a poner la chaqueta de cuero.
-Bueno, se supone que querías hablar conmigo…-comentó la muchacha mientras empezaba a desabrocharse la camiseta.
-Así es-se quedó callado mirando hacia las manos de la muchacha que desabrochaba cada botón de su camiseta con suma delicadeza.
Él dándose cuenta de que se estaba desconcentrando cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás para apoyarla contra la puerta. Lo que la rubia producía sobre él no era normal. 
-Eugenia, no quiero que estemos peleados. Te quiero demasiado como para soportarlo. Fui un imbécil por no creerte cuando me dijiste que no habías hecho nada…que todo era una trampa…
-No lo entiendo-lo interrumpió.
-¿Qué no entiendes?-preguntó él abriendo los ojos y viendo que la muchacha estaba de espaldas a él junto al lavabo limpiándose la cerveza del cuerpo y del sujetador con su propia camiseta.
-¿Por qué ahora me crees y ayer no?
-Ayer estaba enfadado y no estaba pensando. Era claro que algo proveniente de Nicolás era todo mentira pero, ¿qué podía hacer? Euge, ponte en mi lugar, si alguien te presentase pruebas de que yo te engaño, tú también dudarías ¿o no?
-Puede ser, no sé.
-Euge, ya te lo dije ayer, si solo hubiesen sido las fotos no hubiese dudado ni un segundo pero también había y hay un vídeo, que juntos comprobamos que había algo grabado.
-Pero Peter te jure y perjure que no era yo pero no me creíste y para completar el defraude te fuiste sin más, sin decirme nada. ¿Cómo crees que me sentí cuando me di cuenta de que no estabas? Me decepcioné y…-se quedó callada.
Peter pudo ver gracias al espejo que los ojos de Eugenia se humedecían y que ella para evitar el llanto se mordía el labio inferior. Él queriendo acortar las distancias, se acercó a ella y la abrazó por detrás pasando sus brazos alrededor de su cintura. La muchacha al sentir el pecho desnudo de Peter contra su espalda, cerró los ojos echando la cabeza hacia atrás para apoyarla en el hombro del muchacho. 
-Sé que te decepcioné pero por favor confía en mi igual que yo te prometo confiar en ti pase lo que pase-hizo una pausa.-Me da igual las fotos, el vídeo, me da igual todo…solo me importais tú…-Peter colocó una mano sobre la barriga de Eugenia.-y él.
-¿Él?-preguntó la muchacha abriendo los ojos y mirándole.-Dirás ella-bromeó tratando de quitarle importancia al asunto.
Peter sonrió y la abrazó con fuerza.
-Pero dejando de lado las bromas, yo también tengo parte de la culpa… tendría que haberte contado que Nicolás fue a casa y haberme dado cuenta de cómo fueron las cosas-hizo una pausa.-Peter-se dio la vuelta para mirarle al rostro.- Nicolás está dispuesto a hacer lo que sea por conseguir lo que quiere y me temo que puede llegar a hacer lo peor, así que por favor, ten cuidado.
-No te preocupes, lo tendré y tú prométeme que cualquier cosa que ocurra con ese imbécil me lo contarás.
Ella asintió.
-Te lo prometo-tomó aire.-Pero, ¿sabes?-dijo cambiando de tema.-Yo tendría que hacerte rogar un poco más pero no sé como lo haces pero…
-Te pongo nerviosa y es inevitable controlarlo ¿verdad?-bromeó el muchacho.
-Mmm…yo diría que es al revés-sentenció ella.- ¿O te crees que no me he dado cuenta que has tenido que cerrar los ojos para concentrarte y poder hablar cuando me estaba quitando la camiseta?
-Muy aguda, señorita-dijo él con una sonrisa admitiendo que ella tenía razón. 
Eugenia sonrió.
-Bueno, ahora que ya hemos aclarado mas o menos las cosas, voy a volver al trabajo antes de que noten mi ausencia.
-No, espera-la retuvo.-No me has dado tiempo a preguntarte.
-¿El qué?
-¿Qué tal…?-preguntó poniendo la mano sobre la barriga de Eugenia.
-Por ahora bien-contestó poniendo su mano sobre la de él.
-¿Desde cuándo sabias que estabas embarazada?
-Desde ayer por la mañana. Fui al médico y me lo dijeron… Esa era la gran noticia que tenía que darte ayer por la noche pero…con todo lo que ocurrió, no pude.
-Perdóname-vocalizó el muchacho sintiéndose culpable.
-¡No!-exclamó ella tapándole la boca con las dos manos.-Nada de perdón, ni de lo siento, ni de nada. No quiero volver oír esas palabras… ya me has pedido perdón suficiente…
-Entendido-dijo el muchacho una vez que Eugenia apartó sus manos de su boca.
-Gracias.
-No las des.
Peter llevó su mano al rostro de Eugenia y empezó a acercarse para besarla. La muchacha cerró los ojos y deslizó sus manos hasta el pecho de Peter mientras acortaba la distancia entre ambos. Estaban apunto de besarse cuando llamaron a la puerta y los interrumpieron. 
-Eugenia, ¿estas ahí?-preguntó Gastón desde el otro lado de la puerta.
-Gas, lárgate-gritó Peter.
-¿Peter?-preguntó el primo muy extrañado.
Eugenia y Peter se miraron y empezaron a reírse.

Unos días después…
Darío y Javiera estaban sentados sobre el sofá del piso donde vivía él desde hacia relativamente poco. Había alquilado aquel sitio desde que Javiera había aceptado estar con él y él había aceptado quedarse a vivir en España y no volver a Londres por ella. Ambos veían una película tranquilamente cuando el móvil de Darío empezó a sonar. Lo sacó de su bolsillo y vio que en la pantalla ponía el nombre de su hermano. Extrañado, atendió mientras Javiera ponía la película en pausa.
-¿Peter?-preguntó el muchacho.
Tras una charla ajetreada con su hermano, Darío colgó. Javiera esperó expectante a que él le dijera algo, al no ser así, le preguntó:
-¿Pasó algo grave?
-Eugenia…
-¿Qué ocurrió con ella?
-Se casa.
-¿Cómo que se casa?-preguntó sonriendo.- ¡Vaya! ¡Qué bien! Tu hermano y Eugenia se casan…-exclamó muy contenta.
Javiera al ver que la reacción de su novio no era de felicidad, no entendió nada.
-Mmm…Darío, ¿por qué tienes esa cara de serio? ¿Ocurre algo más?
-Si…-vocalizó.-Eugenia…-tragó saliva.-No se casa con mi hermano.
-Entonces, ¿con quién?
-Con Nicolás.

FIN.

[Proximamente........ la tercera parte xD]