viernes, 29 de marzo de 2013

JF3. Capitulo 3.

[Así como dato...si no soportais a Nicolás, lo vais a querer menos...lo digo así como aviso, para que vayais prevenidas]
Capitulo anterior:

Peter quitó sus brazos del alrededor de la cintura de Eugenia y se apoyó en el filo de la encimera con las manos, poniendo una a cada lado del cuerpo de la muchacha marcando una cierta distancia entre ambos y remarcando que estaba enfadado.
-¿Y por qué no me lo contestaste cuando estábamos allí?
-Porque te conozco y no ibas a dejar las cosas tal y como estaban e ibas a ir a buscarlo y…no quería que te pelearas con él.
-Bueno, pues no te preocupes más, hablaré con él para que no te vuelva a molestar.
-¡No!-exclamó la muchacha.-Te lo prohíbo. Peter, no. No quiero que te pelees con él.
-Te he dicho que voy a hablar.
-No vas a hablar, Peter, te conozco-hizo una pausa.-Por favor, no hagas nada. Déjame a mi. He averiguado como amenazarlo y así podré pararle los pies.
Peter no dijo nada más, solo resopló y dejó que Eugenia le diese un abrazo.
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Nicolás estaba en su nueva casa, solo, sin nadie más que él. Se había mudado hacia relativamente poco, tan solo un par de días aunque la casa llevaba comprada desde hacia tiempo. Era una casa realmente grande y espaciosa, algo que ahora se podía permitir debido al hecho de que su tío no se encontraba en unas condiciones de continuar dirigiendo su empresa por lo que al no tener hijos, decidió dárselo a su sobrino que trabajaba con él desde hacia un tiempo. En el campo laboral y económico, le iba muy bien; pero donde deseaba que le fuera bien era en el amor. Su obsesionado amor por Eugenia le estaba volviendo loco y quería que sus sentimientos fuesen correspondidos de una manera o de otra.
Estaba sentado en su despacho con un vaso de whisky con hielo entre las manos, en plena oscuridad, tan solo iluminado por la escasa luz que entraba por las ventanas. Sus pensamientos lo tenía cautivo por lo que llevaba minutos en la misma posición. Pensando y dándole vueltas a como arreglar su situación ante Eugenia. Quería que ella le quisiese como ella quería a Peter, quería ese amor, pero sabia perfectamente que por las buenas no lo iba a conseguir, así que estaba decidido hacerlo por las malas y darle un escarmiento.

A la mañana siguiente, Peter abrió los ojos somnoliento y buscó a Eugenia con la mirada pero no la encontró durmiendo a su lado.  Se levantó de la cama y se fue a lavarse la cara. Tras eso, salió de la habitación y mientras bajaba las escaleras se estiró bostezando. Entró en la cocina y vio a Gastón desayunando tranquilamente.
-¿Y Eugenia?-preguntó nada más ver que tampoco estaba allí.
-Buenos días, eh-saludó el rubio.
-Buenos días-contestó Peter agarrando la leche de la nevera.
-Y contestando a tu pregunta, Eugenia ya se ha ido a trabajar.
-¿Ya? Pero, ¿qué hora es?
-Las nueve, pero hoy le tocaba a ella abrir el bar por lo que se ha ido antes. Te ha dejado una nota-comentó el rubio pasando al lado de su primo para dejar su taza de café vacía en el fregadero y señalando un papel que había anclado en la puerta de nevera.
Peter lo agarró y leyó:
Mi amor, ya me he ido a trabajar. No te he avisado porque dormías plácidamente y no quería despertarte. Así que nos vemos esta noche ¿vale? Te quiero.
-Tienes a mi novia esclavizada-comentó Peter resoplando.
-Oh, vamos, tampoco es para tanto.

Eugenia ya había abierto el bar y mientras esperaba a que entraran los primeros clientes de la mañana aireaba el lugar y ponía algunas cosas en su sitio. Su compañera de trabajo, que hacia con ella el turno de mañana y tarde hasta las diez, tendría que estar de camino ya que llegaba un poco tarde. Estaba colocando bien una silla cuando escuchó los pasos del primer cliente. Miró hacia la puerta sonriente y saludando con unos buenos días, cuando de pronto todo se tornó. Para su pesadilla era él. Era Nicolás que entraba triunfante en el lugar después de haber cerrado la puerta y haber dado la vuelta al cartel que ponía ABIERTO por un lado y por el otro CERRADO.
-Buenos días-saludó apoyándose en la barra y mirándola fijamente.
-¿Qué haces aquí?-y antes de que él contestara, ella continuó hablando.-Dios, ¿por qué no me dejas en paz? ¿No te cansas?
-¿De qué?-preguntó sonriendo.
-De ser tan pesado.
-No, la verdad es que no. Me gusta esto de seguirte y buscar los momentos idóneos donde estés sola.
-Ya veo-vocalizó enfadada.-En serio, ¿con lo de ayer no tuviste suficiente? Creo que te deje claro las nuevas reglas del juego y quien amenaza a quien.
-Exactamente por eso he venido hoy. Si no me equivoco hoy me toca a mi establecer las nuevas reglas del juego-comentó acercándose lentamente hacia ella.
-No te entiendo.
-Vamos, tú misma lo has dicho. Esto es un juego. Podríamos decir que estamos jugando al ajedrez.
-No sé jugar al ajedrez-dijo interrumpiéndole y poniéndose nerviosa a medida que él se acercaba.
-No te preocupes, yo te lo explico. Es muy sencillo.-seguía caminando hacia ella con una lentitud y una seguridad que acobardaba a cualquiera.-Tú avanzas luego yo avanzo y así hasta que alguno de los dos podamos hacer un buen ataque para comer alguna de las piezas del tablero. Y ¿sabes? Ayer hiciste un gran avance en este juego pero no suficiente como para acabar conmigo, el rey. Así que se podría decir que hoy me toca a mi-dijo poniéndose a la altura de la muchacha.
-No empieces con amenazas.
-Tranquila, esto ya no es una amenaza-tomó aire.-Ayer me di cuenta que las amenazas y las advertencias contigo no valen, que tienes que ver con tus propios ojos de lo que soy capaz. Así que avanzo y decido acabar con uno de tus peones.
Antes de que Eugenia pudiese protestar o decir nada más Nicolás le dio un bofetón muy fuerte en la cara con el dorso de la mano. El golpe, feroz y lleno de rabia, tiró a Eugenia al suelo haciendo que su cabeza golpease contra las baldosas con un sonido aterrador. Un dolor insoportable se hizo latente dentro de la cabeza de la muchacha y sus ojos se humedecieron por las lágrimas emborronándole la visión. Nicolás se acercó a ella y le dio una patada rápida y rabiosa en las costillas que la dejó sin aire en los pulmones por la fuerza del golpe. Ella emitió un grito silencioso por el sufrimiento y el terror de que le propinase otra patada.
-¡Esto es para que te conciencies de que yo no amenazo en vano!
Nicolás levantó la pierna nuevamente para coger impulso para darle otra patada cuando se dio cuenta que la muchacha había perdido la consciencia.

Cuando Eugenia volvió en si, empezó a escuchar voces. Abrió lentamente los ojos y se percató de que estaba empotrada a una cama de hospital con un gotero unido a ella mediante una aguja clavada en la curvatura de su brazo. Buscó sin hacer mucho esfuerzo, ya que el simple hecho de respirar le producía dolor, el lugar de donde provenían esas voces y allí vio a un policía hablando con Nicolás. Sin emitir sonido, ni llamar la atención de que estaba despierta, escuchó lo que decían aquellos tres hombres.
-Espero que encontréis al delincuente y vándalo que le haya hecho esto a mi novia. Es imperdonable.
-No se preocupe, señor Renaldi, ahora nos pondremos en contacto con el bar donde la ha encontrado para que nos deje las cámaras de seguridad y en cuanto lo identifiquemos, les llamaremos para que la señorita vaya a testificar-dijo el primer policía.
Cámaras de seguridad. Esas tres palabras consiguieron poner nervioso a Nicolás de una manera tan notable que hasta Eugenia que permanecía a unos metros de ellos se dio cuenta.  
-De acuerdo. Muchísimas gracias, agentes-agradeció dándole la mano a uno y luego al otro.
-Bueno, espero que la señorita se recupere pronto-dijo el segundo policía agarrando con firmeza la mano de Nicolás.-Hasta pronto.
-Les acompaño hasta fuera-dijo Nicolás con una sonrisa en el rostro siguiendo a los agentes.
Eugenia, al ver que se iban, con mucha dificultad trató de levantarse de la cama. Sentía dolor en todas partes, en el costado, en el brazo sobre le que había caído, en la cabeza… Era insoportable. Una vez que se quitó la manta y se dio cuenta de que llevaba la bata típica de los hospitales, consiguió poner los pies en el suelo y apoyándose en el soporte del gotero se puso de pie. Lentamente se acercó a la puerta y la abrió. Se asomó y vio que Nicolás estaba hablando por teléfono móvil a unos metros de la puerta. Dándose cuenta de que no podría salir de aquella habitación sin ser vista, decidió buscar su móvil y llamar a Peter. Cerró la puerta y con mucha dificultad fue hasta un sillón que había en la habitación donde se encontraba su ropa doblada. Agarró sus pantalones y buscó en los bolsillos. No encontró nada, tan solo las llaves de su taquilla del trabajo.
-¡Joder!-exclamó.-Me he dejado el móvil en la taquilla-se lamentó.
Ella con una pizca de esperanza buscó la libreta y el bolígrafo, que utilizaba para anotar los pedidos de los clientes, en el delantal que se ponía normalmente cuando servía las mesas, y no estaba detrás de la barra y allí los encontró. Soltando el soporte del gotero que tenía a su lado, agarró la libreta y el bolígrafo y escribió el número de teléfono de Peter y arrancó ese trozo de hoja que contenía el número. En ese momento la puerta de su habitación se abrió y ella alertada escondió la libreta y el bolígrafo y arrugó entre su puño aquel trozo de papel.
-¡Ey! ¿Dónde cree que va? Señorita, no se levante-le regañó la enfermera que acababa de entrar.
-Por favor, ayúdeme-vocalizó la muchacha agarrando con fuerza el brazo de la enfermera.
Ella al ver el miedo en aquellos ojos verdes, le preguntó preocupada:
-¿Qué le ocurre?
-Por favor, tiene que llamar a este número-dijo entregándole el papel arrugado.-Y decirle a la persona que conteste que estoy aquí. Por favor, es muy importante. ¿Lo hará?-preguntó tratando de que las lágrimas no saliesen de sus ojos.
La enfermera se mantuvo pensativa durante un instante, y tras eso contestó:
-Si, estese tranquila, lo haré.
-Muchísimas gracias pero por nada del mundo se lo diga al hombre que me trajo y esta ahí fuera.
-De acuerdo, no se preocupe, no diré nada pero ahora túmbese. Usted no esta en condiciones de hacer estos esfuerzos. Usted ahora mismo lo único que tiene que hacer es reposo, ha sufrido un fuerte golpe en la cabeza y tiene una fractura en las costillas; así que reposo absoluto.
Cuando Eugenia se sentó sobre la cama sintió un fuerte dolor en la parte inferior de la barriga.
-Enfermera-preguntó llevándose la mano hacia el lugar donde le dolía.- ¿Y…mi bebé? ¿Cómo está?-preguntó con mucho miedo de saber la respuesta de esa pregunta.

Continuará...

2 comentarios:

  1. Como hago a no odiar a Nicolassssss??? HDP!!!!!
    Seguro perdio el bebeee ¢_____¢ no es posibleeee LPM!!!
    Osea, casii la matabaaaa!!!
    No lo puedo creer, te juro que eso es demasiado!!!
    Quiero otro capitulo YA, AHORA!!!!

    No puede ser...
    Ah escribis hermo y me encanta tu nove :D

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  2. no puede ser!!!!!! lo odio nicolas es un alditoooo
    no puede perder al bebe
    me encanta quiero mas!!!!!!!!!!!!!

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