Capitulo anterior:
Peter quitó sus brazos del alrededor de la cintura de Eugenia y se
apoyó en el filo de la encimera con las manos, poniendo una a cada lado del
cuerpo de la muchacha marcando una cierta distancia entre ambos y remarcando
que estaba enfadado.
-¿Y por qué no me lo contestaste cuando estábamos allí?
-Porque te conozco y no ibas a dejar las cosas tal y como estaban e
ibas a ir a buscarlo y…no quería que te pelearas con él.
-Bueno, pues no te preocupes más, hablaré con él para que no te vuelva
a molestar.
-¡No!-exclamó la muchacha.-Te lo prohíbo. Peter, no. No quiero que te
pelees con él.
-Te he dicho que voy a hablar.
-No vas a hablar, Peter, te conozco-hizo una pausa.-Por favor, no hagas
nada. Déjame a mi. He averiguado como amenazarlo y así podré pararle los pies.
Peter no dijo nada más, solo resopló y dejó que Eugenia le diese un
abrazo.
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Nicolás estaba en su nueva casa, solo, sin nadie más que él. Se había
mudado hacia relativamente poco, tan solo un par de días aunque la casa llevaba
comprada desde hacia tiempo. Era una casa realmente grande y espaciosa, algo
que ahora se podía permitir debido al hecho de que su tío no se encontraba en
unas condiciones de continuar dirigiendo su empresa por lo que al no tener
hijos, decidió dárselo a su sobrino que trabajaba con él desde hacia un tiempo.
En el campo laboral y económico, le iba muy bien; pero donde deseaba que le
fuera bien era en el amor. Su obsesionado amor por Eugenia le estaba volviendo
loco y quería que sus sentimientos fuesen correspondidos de una manera o de
otra.
Estaba sentado en su despacho con un vaso de whisky con hielo entre las
manos, en plena oscuridad, tan solo iluminado por la escasa luz que entraba por
las ventanas. Sus pensamientos lo tenía cautivo por lo que llevaba minutos en
la misma posición. Pensando y dándole vueltas a como arreglar su situación ante
Eugenia. Quería que ella le quisiese como ella quería a Peter, quería ese amor,
pero sabia perfectamente que por las buenas no lo iba a conseguir, así que
estaba decidido hacerlo por las malas y darle un escarmiento.
A la mañana siguiente, Peter abrió los ojos somnoliento y buscó a
Eugenia con la mirada pero no la encontró durmiendo a su lado. Se levantó de la cama y se fue a lavarse la
cara. Tras eso, salió de la habitación y mientras bajaba las escaleras se
estiró bostezando. Entró en la cocina y vio a Gastón desayunando
tranquilamente.
-¿Y Eugenia?-preguntó nada más ver que tampoco estaba allí.
-Buenos días, eh-saludó el rubio.
-Buenos días-contestó Peter agarrando la leche de la nevera.
-Y contestando a tu pregunta, Eugenia ya se ha ido a trabajar.
-¿Ya? Pero, ¿qué hora es?
-Las nueve, pero hoy le tocaba a ella abrir el bar por lo que se ha ido
antes. Te ha dejado una nota-comentó el rubio pasando al lado de su primo para
dejar su taza de café vacía en el fregadero y señalando un papel que había
anclado en la puerta de nevera.
Peter lo agarró y leyó:
Mi amor, ya me he ido a trabajar.
No te he avisado porque dormías plácidamente y no quería despertarte. Así que
nos vemos esta noche ¿vale? Te quiero.
-Tienes a mi novia esclavizada-comentó Peter resoplando.
-Oh, vamos, tampoco es para tanto.
Eugenia ya había abierto el bar y mientras esperaba a que entraran los
primeros clientes de la mañana aireaba el lugar y ponía algunas cosas en su
sitio. Su compañera de trabajo, que hacia con ella el turno de mañana y tarde
hasta las diez, tendría que estar de camino ya que llegaba un poco tarde. Estaba
colocando bien una silla cuando escuchó los pasos del primer cliente. Miró hacia
la puerta sonriente y saludando con unos buenos días, cuando de pronto todo se
tornó. Para su pesadilla era él. Era Nicolás que entraba triunfante en el lugar
después de haber cerrado la puerta y haber dado la vuelta al cartel que ponía ABIERTO por un lado y por el otro CERRADO.
-Buenos días-saludó apoyándose en la barra y mirándola fijamente.
-¿Qué haces aquí?-y antes de que él contestara, ella continuó
hablando.-Dios, ¿por qué no me dejas en paz? ¿No te cansas?
-¿De qué?-preguntó sonriendo.
-De ser tan pesado.
-No, la verdad es que no. Me gusta esto de seguirte y buscar los
momentos idóneos donde estés sola.
-Ya veo-vocalizó enfadada.-En serio, ¿con lo de ayer no tuviste
suficiente? Creo que te deje claro las nuevas reglas del juego y quien amenaza
a quien.
-Exactamente por eso he venido hoy. Si no me equivoco hoy me toca a mi
establecer las nuevas reglas del juego-comentó acercándose lentamente hacia
ella.
-No te entiendo.
-Vamos, tú misma lo has dicho. Esto es un juego. Podríamos decir que
estamos jugando al ajedrez.
-No sé jugar al ajedrez-dijo interrumpiéndole y poniéndose nerviosa a
medida que él se acercaba.
-No te preocupes, yo te lo explico. Es muy sencillo.-seguía caminando
hacia ella con una lentitud y una seguridad que acobardaba a cualquiera.-Tú
avanzas luego yo avanzo y así hasta que alguno de los dos podamos hacer un buen
ataque para comer alguna de las piezas del tablero. Y ¿sabes? Ayer hiciste un
gran avance en este juego pero no suficiente como para acabar conmigo, el rey.
Así que se podría decir que hoy me toca a mi-dijo poniéndose a la altura de la
muchacha.
-No empieces con amenazas.
-Tranquila, esto ya no es una amenaza-tomó aire.-Ayer me di cuenta que
las amenazas y las advertencias contigo no valen, que tienes que ver con tus
propios ojos de lo que soy capaz. Así que avanzo y decido acabar con uno de tus
peones.
Antes de que Eugenia pudiese protestar o decir nada más Nicolás le dio
un bofetón muy fuerte en la cara con el dorso de la mano. El golpe, feroz y
lleno de rabia, tiró a Eugenia al suelo haciendo que su cabeza golpease contra
las baldosas con un sonido aterrador. Un dolor insoportable se hizo latente
dentro de la cabeza de la muchacha y sus ojos se humedecieron por las lágrimas
emborronándole la visión. Nicolás se acercó a ella y le dio una patada rápida y
rabiosa en las costillas que la dejó sin aire en los pulmones por la fuerza del
golpe. Ella emitió un grito silencioso por el sufrimiento y el terror de que le
propinase otra patada.
-¡Esto es para que te conciencies de que yo no amenazo en vano!
Nicolás levantó la pierna nuevamente para coger impulso para darle otra
patada cuando se dio cuenta que la muchacha había perdido la consciencia.
Cuando Eugenia volvió en si, empezó a escuchar voces. Abrió lentamente
los ojos y se percató de que estaba empotrada a una cama de hospital con un
gotero unido a ella mediante una aguja clavada en la curvatura de su brazo.
Buscó sin hacer mucho esfuerzo, ya que el simple hecho de respirar le producía
dolor, el lugar de donde provenían esas voces y allí vio a un policía hablando
con Nicolás. Sin emitir sonido, ni llamar la atención de que estaba despierta,
escuchó lo que decían aquellos tres hombres.
-Espero que encontréis al delincuente y vándalo que le haya hecho esto
a mi novia. Es imperdonable.
-No se preocupe, señor Renaldi, ahora nos pondremos en contacto con el
bar donde la ha encontrado para que nos deje las cámaras de seguridad y en
cuanto lo identifiquemos, les llamaremos para que la señorita vaya a
testificar-dijo el primer policía.
Cámaras de seguridad. Esas
tres palabras consiguieron poner nervioso a Nicolás de una manera tan notable
que hasta Eugenia que permanecía a unos metros de ellos se dio cuenta.
-De acuerdo. Muchísimas gracias, agentes-agradeció dándole la mano a
uno y luego al otro.
-Bueno, espero que la señorita se recupere pronto-dijo el segundo
policía agarrando con firmeza la mano de Nicolás.-Hasta pronto.
-Les acompaño hasta fuera-dijo Nicolás con una sonrisa en el rostro siguiendo
a los agentes.
Eugenia, al ver que se iban, con mucha dificultad trató de levantarse
de la cama. Sentía dolor en todas partes, en el costado, en el brazo sobre le
que había caído, en la cabeza… Era insoportable. Una vez que se quitó la manta
y se dio cuenta de que llevaba la bata típica de los hospitales, consiguió
poner los pies en el suelo y apoyándose en el soporte del gotero se puso de
pie. Lentamente se acercó a la puerta y la abrió. Se asomó y vio que Nicolás
estaba hablando por teléfono móvil a unos metros de la puerta. Dándose cuenta
de que no podría salir de aquella habitación sin ser vista, decidió buscar su
móvil y llamar a Peter. Cerró la puerta y con mucha dificultad fue hasta un
sillón que había en la habitación donde se encontraba su ropa doblada. Agarró
sus pantalones y buscó en los bolsillos. No encontró nada, tan solo las llaves
de su taquilla del trabajo.
-¡Joder!-exclamó.-Me he dejado el móvil en la taquilla-se lamentó.
Ella con una pizca de esperanza buscó la libreta y el bolígrafo, que
utilizaba para anotar los pedidos de los clientes, en el delantal que se ponía
normalmente cuando servía las mesas, y no estaba detrás de la barra y allí los encontró.
Soltando el soporte del gotero que tenía a su lado, agarró la libreta y el
bolígrafo y escribió el número de teléfono de Peter y arrancó ese trozo de hoja
que contenía el número. En ese momento la puerta de su habitación se abrió y
ella alertada escondió la libreta y el bolígrafo y arrugó entre su puño aquel
trozo de papel.
-¡Ey! ¿Dónde cree que va? Señorita, no se levante-le regañó la
enfermera que acababa de entrar.
-Por favor, ayúdeme-vocalizó la muchacha agarrando con fuerza el brazo
de la enfermera.
Ella al ver el miedo en aquellos ojos verdes, le preguntó preocupada:
-¿Qué le ocurre?
-Por favor, tiene que llamar a este número-dijo entregándole el papel
arrugado.-Y decirle a la persona que conteste que estoy aquí. Por favor, es muy
importante. ¿Lo hará?-preguntó tratando de que las lágrimas no saliesen de sus
ojos.
La enfermera se mantuvo pensativa durante un instante, y tras eso
contestó:
-Si, estese tranquila, lo haré.
-Muchísimas gracias pero por nada del mundo se lo diga al hombre que me
trajo y esta ahí fuera.
-De acuerdo, no se preocupe, no diré nada pero ahora túmbese. Usted no
esta en condiciones de hacer estos esfuerzos. Usted ahora mismo lo único que
tiene que hacer es reposo, ha sufrido un fuerte golpe en la cabeza y tiene una
fractura en las costillas; así que reposo absoluto.
Cuando Eugenia se sentó sobre la cama sintió un fuerte dolor en la
parte inferior de la barriga.
-Enfermera-preguntó llevándose la mano hacia el lugar donde le dolía.-
¿Y…mi bebé? ¿Cómo está?-preguntó con mucho miedo de saber la respuesta de esa
pregunta.
Continuará...
Como hago a no odiar a Nicolassssss??? HDP!!!!!
ResponderEliminarSeguro perdio el bebeee ¢_____¢ no es posibleeee LPM!!!
Osea, casii la matabaaaa!!!
No lo puedo creer, te juro que eso es demasiado!!!
Quiero otro capitulo YA, AHORA!!!!
No puede ser...
Ah escribis hermo y me encanta tu nove :D
no puede ser!!!!!! lo odio nicolas es un alditoooo
ResponderEliminarno puede perder al bebe
me encanta quiero mas!!!!!!!!!!!!!