jueves, 12 de julio de 2012

Capitulo 41: Otra vez la rutina

Capitulo anterior:


Ambos pasaron al lado de un camión de mudanzas y a Eugenia le extrañó mucho que estuviese en frente de esa casa tan tarde.
-Vaya, que gente más rara haciendo mudanzas a estas horas.
De repente a una chica que estaba dentro del camión se le cayó una caja, que se abrió y se volaron algunos de los papeles que había en su interior. Peter y Eugenia al verlo se acercaron a ayudarla. Eugenia se agachó a recoger algunos que se había volado más lejos y Peter fue a levantar la caja, al ver a la chica de cerca, dijo con una sonrisa en la cara:
-¿Tú?
Eugenia al escuchar a Peter decir aquello con tanto entusiasmo, miró y se le cambiaron todos los rasgos de la cara, al darse cuenta de quién era.
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-¿Peter?-preguntó la muchacha a la que se le había caído todos los papeles.
-Si, soy yo.
-Hola, Mariana-dijo Eugenia acercándose con los papeles que había recogido en las manos.
-¿Qué hacéis por aquí?-preguntó.
-Vivimos al final de esta calle-contestó Peter.
-¿En serio? ¡Qué casualidad! Yo desde hoy vivo aquí-apuntó a la casa que tenían ante sus ojos.
-Ni que lo digas-comentó Peter.-Nos conocimos en la playa  de casualidad y ahora seremos vecinos.
Eugenia, ajena a la conversación, empezó a leer lo que decía uno de los papeles de Mariana que tenía en las manos ya que le parecía raro que alguien guardase tantos. Leyó: “Mariana, soy tu mayor fan desde que te vi…”. No pudo continuar porque la morena de pelo largo le quito los papeles de la mano.
-Gracias por cogerlos.
-No, de nada-comentó Eugenia.
“¿Fan?”-pensó la rubia extrañada.-“¡Qué raro!”

Al día siguiente, a las siete de la mañana Eugenia estaba en planta. Era el día en que volvía al instituto, otra vez a la rutina de siempre y aunque a su madre le había costado levantarla, lo había conseguido a su hora. La rubia se vistió y bajó a desayunar. Al entrar en la cocina vio a su hermano y a su madre sentados en la mesa desayunando mientras charlaban. Los saludo con la mano y se preparó un bol de cereales. Se sentó en la mesa y empezó a desayunar tranquilamente.
-Ya estoy lista-dijo Sol entrando en la cocina muy bien vestida.
-¡Vaya! Estás preciosa-dijo Pablo antes de darle un beso.
-¿Lista para qué?-Eugenia no pudo evitar preguntar.
-Para ir a buscar trabajo-contestó Pablo.
-¿Trabajo?-preguntó asombrada.- ¿No vais a volver a Londres?
-No, vamos a intentar quedarnos una temporada por aquí. A ver que tal nos va.
-¡Genial!-exclamó Eugenia.-Al fin voy a poder pasar tiempo contigo.
La rubia se levantó y le dio un abrazó a su hermano.
-Me parece precioso el momento, pero Eugenia date prisa que vas a llegar tarde el primer día-le advirtió su madre.
En ese momento sonó el timbre y la rubia gritó:
-¡Voy yo!
Eugenia fue abrir y allí estaban los dos hermanos, que junto a ella fueron caminando al instituto como lo solían hacer. Cuando llegaron, Eugenia buscó a su amiga Candela y la encontró charlando con Luca y unos amigos más. Se acercaron y saludaron a todos.
Candela miró su reloj y vio que faltaba aún diez minutos para que sonase el timbre de entrada y abrieran las puertas. Eugenia tenía la cabeza apoyada en la verja con los ojos cerrados; tenía sueño. Peter al darse cuenta se acercó a ella y le dio un beso. La rubia abrió los ojos y sonrió mientras le seguía el beso.
-¿Qué te ocurre?-preguntó Peter al separar sus labios de los de ella.
-Tengo un poquito de sueño-contestó ella rodeándole el cuello con sus brazos.
-Oh, quieres que te de otro beso, a ver si así consigo quitarte el sueño, bella durmiente-comentó él agarrándola por la cintura.
-Me encantaría.
Ambos sonrieron y se acercaron para darse un beso, cuando estaban a punto, alguien los interrumpió:
-¡Peter! ¡Eugenia!-exclamó una voz de una chica.
A la rubia al escuchar aquella voz le recorrió un escalofrío por todo el cuerpo. Temiendo saber quien era, abrió lentamente los ojos y miró hacia donde estaba esa persona. Al verla, dijo:
-Mariana, qué casualidad.
Peter se separó de Eugenia y fue a dar dos besos a Mariana.
-No me digas que también vas a estudiar aquí-dijo Peter después de saludarla.
-Si, ¿no es fantástico?-preguntó Mariana con entusiasmo.
-Si, fantástico-contestó Eugenia malhumorada por lo bajini.
Candela que había escuchado a su amiga, se acercó a ella y le preguntó en voz baja:
-¿No te cae bien?
-¿Qué? Me cae genial-habló con ironía.- ¿No ves? Estoy votando de felicidad porque vaya a vivir en mi misma calle y a estudiar en mi mismo instituto.
-Vaya, te cae fenomenal eh-hizo una pausa.-Pero, venga; cuéntame, ¿qué te ha hecho?
-Nada, no me ha hecho nada. Pero no me gusta ni un pelo. Es muy rara, guarda una caja enorme llena de papeles, y en uno de ellos dice que es su mayor fan o no se que.
-¿Y por eso es rara?-preguntó Candela.
-No, en realidad pensaba que era rara desde antes de saber que guardaba esos tipos de cajas. Es que te juro que me suena de haberla visto en otro lado pero no recuerdo donde.
-Euge, no te hagas ideas locas en la cabeza, anda-le aconsejó.-Será mejor que intentes conocerla, quizás no es como aparenta ¿no crees?
Eugenia se quedó callada mirando a su amiga; quizás Candela tuviese razón. La rubia debía conocer a Mariana antes de juzgarla.

En aquel día los alumnos solo iban al instituto para saber en qué clase habían caído, qué profesores tendrían y cuál serían sus horarios para que así al día siguiente empezaran como un día lectivo normal. Los días transcurrieron con normalidad. El inicio de curso fue como cualquier otro, duro y con cansancio. Eugenia había caído en la misma clase que Candela, Darío y Luca pero la habían separado de Peter, que por mala suerte de la rubia, había caído en la misma clase que Mariana. Así que Eugenia tendría que aprovechar los cambios de clase para estar esos minutos con la persona que la volvía loca y para la suerte de ambos sus clases estaban la una al lado de la otra. A la rubia no le hacía gracia que Peter y Mariana estuviesen juntos todo el tiempo, eso más bien la horrorizaba pero tendría que acostumbrarse y controlar esas feas ideas que le rondaban la cabeza cada vez que estaba en clase.
Con el paso del tiempo la relación entre Peter y Mariana fue a mejor. Eran muy buenos amigos. En clase se sentaban uno al lado del otro y se ayudaban mutuamente. Se lo pasaban muy bien juntos.
Así transcurrió un mes. Faltaba un día para el cumpleaños de Peter y de Darío y Eugenia ya les había comprado los regalos hacía semanas. Estaba deseosa de dárselos.
Era de noche, y a cada cinco minutos la rubia miraba su reloj para ver la hora que era, porque faltaba horas para que acabase ese día y empezara el esperado cumpleaños de su novio y de su amigo. Eugenia deseaba que su familia se fuese de su casa y la dejara sola, pero a cada minuto que pasaba veía que la idea de quedarse sola en casa iba desapareciendo; y se dio cuenta más aún, cuando vio a su hermano en pijama. Pero le vino una idea cuando su madre, sentándose en el sofá, dijo:
-Hoy no tengo ganas de hacer nada de cenar. Así que ustedes deciden ¿a qué lugar de comida rápida llamamos para que nos traiga la cena?
-Si quieren yo hago la cena-sugirió Sol.
-¿Qué?-intervino la rubia.-No, Sol. Tengo una idea mejor. ¿Qué tal si comemos fuera y…-hizo una pausa.-…después vamos al cine?
-¿Al cine a estas horas?-preguntó su madre.
-Si, mamá. A la sesión de noche, a la sesión golfa. Esas son las mejores, son donde se emiten las películas buenas.
-¡Puf! A mi no me apetece nada-comentó Pablo.-Ya me puse el pijama y no tengo ganas de cambiarme.
-Vamos, hermanito-dijo Eugenia poniendo cara de perrito degollado.-Así pasamos una linda noche en familia, tomando aire fresco y paseando… ¡que hace mucho que no lo hacemos!
-Pero podemos pasar una noche en familia en casa ¿o no?-preguntó Pablo.
-Si, pero que mejor que mover un poco el culo. Venga, si lo estáis deseando-dijo Eugenia levantando a su hermano del sofá.- ¡Vamos, mamá!
-Venga, Pablo-le dijo Sol en voz baja.-Ahora que tu hermana me esta tragando y me esta tratando bien, aprovechemos eso.
-Está bien-dijo Pablo.
“¡Bien!”-pensó Eugenia.
La rubia los empujó hacia la puerta y los sacó fuera de casa. Ellos al ver que ella no salía, le preguntaron:
-¿Tú no vienes?
-¿Yo?-hizo una pausa.-Es que… me acabo de acordar que tengo deberes que hacer.
-Eugenia, mañana es sábado.
-¿En serio?-preguntó haciéndose la tonta.-Que idiota, no se ni en qué día vivo.
-Entonces, ¿vienes?
-¿Qué? No, es que…-se quedó callada unos segundos.-Me acaba de entrar fiebre y tengo unas ganas de…-hizo como que iba a vomitar.
-¿De verdad?-preguntó su madre acercándose a su hija.-En ese caso será mejor que me quede a cuidarte.
-¡No!-exclamó Eugenia.-No hace falta. Yo… me tomo algo y me voy a la cama; no os preocupéis. Vosotros iros y pasároslo bien por mi-y eso fue lo último que dijo Eugenia antes de cerrarles la puerta en la cara.
La rubia empezó a escuchar como se iban y empezó a celebrar que había conseguido sacar a su familia de casa pero al momento fue interrumpida porque llamaron al timbre.
-¡Mierda!-exclamó.-No se van.
Eugenia abrió la puerta y vio a su hermano.
-¿Qué pasa?-se apresuró a preguntar.
-Estoy en pijama, voy a cambiarme.
-¡Oh, claro!

Continuará...


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