sábado, 14 de julio de 2012

Capitulo 42: Una primera vez.

Capitulo anterior:

La rubia empezó a escuchar como se iban y empezó a celebrar que había conseguido sacar a su familia de casa pero al momento fue interrumpida porque llamaron al timbre.
-¡Mierda!-exclamó.-No se van.
Eugenia abrió la puerta y vio a su hermano.
-¿Qué pasa?-se apresuró a preguntar.
-Estoy en pijama, voy a cambiarme.
-¡Oh, claro!
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Finalmente, Eugenia había conseguido que su familia se fuese a comer fuera y la dejasen sola en casa durante unas cuantas horas. Así que aprovecho para hacer lo que tenía planeado. Pensaba darle esa misma noche los regalos a Peter y ser la primera en felicitarle. Fue a la cocina y empezó a preparar el famoso plato de pasta que los identificaban a ambos. Mientras se hacía, cogió su móvil y llamó a Darío para pedirle un favor.
-Darío, ¿a qué me vas a hacer un enorme favor?-se mantuvo unos segundos en silencio esperando la respuesta, al ser afirmativa continuo.-A las doce en punto tienes que mandar a tu hermano a mi casa, pero por todo lo que quieras que entre por la puerta principal y no por mi balcón ¿entendido?-se quedó callada unos segundos.-Fantástico y muchas gracias. Te debo una, te quiero. Adiós-colgó.
Eugenia siguió preparando la pasta. Faltaba diez minutos para las doce y Eugenia seguía preparando las cosas, ya había preparado la mesa del salón con velas y flores. Lo había dejado todo perfecto. Solo faltaba dar unos retoques. A las 00.00 su móvil empezó a sonar, lo miró y vio el nombre de Darío, creyendo que había algún problema lo atendió de inmediato.
-¿Si?-esperó a escuchar la voz del que llamaba.- ¡Genial!-contestó al ver que eran buenas noticias.-O sea que ya está saliendo. Pues muchas gracias, Darío. ¡Ah, y FELIZ CUMPLEAÑOS!-le gritó.-Ya tienes dieciocho, ahora puedo pegarte y tú a mi no-empezó a reír.
En ese momento llamaron al timbre.
-¡Ay! Ya está aquí. Bueno, te dejo y que sepas que el regalo que te he comprado te va a encantar-se rió.-Adiós y de nuevo muchas gracias-colgó.
Eugenia dejó su móvil encima del sofá, respiró hondo y fue a abrir. Nada más ver a Peter, le dijo:
-Feliz cumpleaños, mi amor.
Se acercó a él y lo besó. Peter le siguió el beso y la apretó contra él.
-Muchas gracias.
Se volvieron a besar de una forma dulce y romántica.
-Bueno, pasa.
Peter entró y ambos fueron al salón, él al ver todo lo que ella había montado, la miro sorprendido y le preguntó:
-¿Y esto?
-Todo para ti-lo miró sonriendo.
-¿Y tu madre, tu hermano y Sol?-preguntó.
-Se fueron a dar una vuelta-contestó.-Y creo que van a tardar.
-Eres de lo que no hay, Eugenia-comentó Peter con una gran sonrisa en la cara.
El muchacho se acercó a ella y la volvió a besar.
Ambos se sentaron en la mesa y empezaron a cenar a la luz de las velas. Charlaron y charlaron mientras se divertían como niños. Peter estaba muy contento por estar allí con ella y en todo momento de la cena se lo demostró con dulces caricias y apasionados besos; aunque la rubia no se quedaba atrás. Terminaron de comer y ahora vendría el postre, algo que sabía Eugenia que le volvía loco a Peter.
-Voy a por el postre-dijo llevándose algunos platos de la mesa a la cocina.
-Te ayudo.
Peter se levantó y le echó una mano. La rubia cuando sacó de la nevera el postre y Peter lo vio, exclamó:
-¡No! ¿Fresas con chocolate?-hizo una pausa.-Te quiero.
-Lo sé-dijo ella, dándole un pico.

Al cabo de un rato, Peter estaba sentado en el sofá con ella encima, terminando de comer las fresas. No paraban de darse besos y de demostrarse el uno al otro lo que se querían. Eugenia creyendo que ya era hora de darle los regalos, le dijo:
-Espera, un momento aquí. Ahora vengo ¿vale?-le dio un pico y se marcho.
La rubia subió a su cuarto y a los cinco minutos bajo con una bolsa. Al llegar delante del sofá le dijo:
-Toma, espero que te guste.
Peter cogió la bolsa, la abrió y sacó el regalo del interior. Rompió el envoltorio y vio que era una camiseta y una sudadera que él había visto con ella hacía unas semanas en un escaparate.
-Me encanta-dijo Peter levantándose del sofá para besarla.
-Me alegro-dijo ella al separar sus labios.-Pero, este es uno de los dos regalos que tengo para ti.
-¿Ah, si?
La rubia asintió y lo cogió de la mano.
-Ven.
Los dos subieron las escaleras y fueron a la habitación de la muchacha. Al entrar Peter vio que la habitación estaba totalmente decorada con velas aromáticas y sobre la cama había un “te quiero” formado con pétalos de rosas.
-¿Y esto?-preguntó Peter sorprendido.
-¿Tú que crees?-contestó Eugenia cerrando la puerta con el pestillo.
Peter se acercó a ella y la besó con pasión. Lentamente se fueron acercando a la cama, hasta que finalmente cayeron sobre ella, el uno encima del otro. Se besaban dulcemente, intentando que el momento fuera especial. Poco a poco, Peter fue bajando su boca por el cuello de Eugenia mientras le daba pequeños besos con ternura. El muchacho metió sus manos debajo de la camisa  de Eugenia, y lentamente se la quito; quedando, ella, en sujetador.  Siguió con sus besos ahora por la parte descubierta, con delicadeza para luego volver a subir a su boca. Eugenia, nerviosa, al ver que Peter se iba a quitar la camiseta, lo ayudo. No dejaban de besarse, con ternura, sutileza… Él le desabrocho el pantalón y se lo quito al mismo tiempo que le acariciaba las piernas. Cambiaron de posiciones, ella arriba y él quedo abajo. Eugenia empezó a besarle el pecho; sentía como latía su corazón, su respiración. Le desabrocho el pantalón y se lo quito. La temperatura ambiente aumentaba, ambos estaban en ropa interior. Ambos tenían miedo de dar el siguiente paso… Eugenia tenía la cara de Peter entre sus manos y lo besaba como si fuera la última vez que lo iba a hacer. Cuando menos se lo esperaba sintió que su sujetador se aflojaba. Se lo quito. Peter, se volteo haciendo que quedaran en la misma posición del principio; la observo embobado y luego la beso. Peter lentamente, fue bajando su boca como al principio, hasta llegar a los pechos de Eugenia. Sintió que se entrecortaba la respiración de la muchacha. Se estaba poniendo cada vez más nerviosa. Él mediante acaricias llevo su mano a la cintura de la rubia, y le quito el trozo de tela que aún llevaba. Peter la miro a los ojos, tenía miedo de continuar. Eugenia asintió con disimulo, parecía como si le había leído el pensamiento, eso hizo que él no lo dudara más. Se quito el bóxer. Y entre caricias y besos; ambos se unieron en uno solo. Sus respiraciones se agitaron y a medida que pasaba se les aceleraba mucho más. Gemidos, y gritos se oyeron en aquella habitación. Eugenia cerró los ojos y agarró con fuerza la sábana con una mano, mientras que la otra la tenía en la espalda de Peter. Echó la cabeza hacia atrás, sintiendo cosas que nunca había sentido, clavó sus uñas en la espalda de Peter mientras empezaba a llegar al clímax, al igual que él.

Continuará...

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