Peter se levantó de la cama y se dirigió hacia la puerta sin decir nada. Cuando estaba apunto de salir, retrocedió y sin dudarlo, la agarró y la besó con dulzura. Eugenia intentó resistirse pero deseaba besarlo. Ambos continuaron besándose sin parar. Al separar sus labios, pegaron sus frentes y la rubia mantuvo los ojos cerrados y le dijo:
-Lo siento, Peter. Te quiero y te juro que deseo estar contigo pero lo mejor será que nos demos un tiempo.
La rubia se alejo de él y miro hacia otro lado, no podía mirarlo a la cara. Peter viendo que no podía hacer nada más, se marchó en silencio. Eugenia al darse cuenta de que se estaba yendo, se giro y vio como se marchaba mientras las lágrimas recorrían su rostro.
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“¿Habré hecho lo
correcto?”-escribía Eugenia en su diario.-“¿Debí perdonar a Peter, en vez de
cortar con él? La verdad no lo sé, porque quiera o no ahora tengo la
inseguridad metida en el cuerpo. Sé que si hubiese continuado con él,
acabaríamos peleándonos por mi inseguridad y por todas las locuras que me monto
en la cabeza. Creo que lo mejor era tomarnos un tiempo porque esto no significa
que hayamos acabado para siempre, solo significa tener un tiempo para
relajarnos y pensar las cosas en frio antes de hacer cualquier cosa que nos
pueda lastimar más.
Cuando no está conmigo, me
pregunto si estará con ella. Suena algo obsesivo por mi parte pero no lo puedo
evitar. Odio la idea de desconfiar de él porque yo…tampoco es que haya hecho
bien las cosas. También metí la pata con el hermano de mi mejor amiga, con
aquel ser tan despreciable; que me hizo creer que había cambiado y para nada;
seguía tal cual es; un hombre horrible que no puede aceptar que alguien le diga
que no, que le lleve la contraria y que se revele contra él.
No quería llegar a este
punto, pero desde lo que pasó en mi casa el día del cumpleaños de Peter y de
Darío, hace ya dos semanas; no podía permitir que esto volviese a pasar. Así
que evite durante estas dos semanas ir a casa de mi amiga por si me lo
encontraba, evite ir por los lugares que él suele rondar, evite todo tipo de
contacto con él por las redes sociales, lo evite todo pero… era inevitable no
verlo”.
Eugenia estaba en su habitación,
sentada sobre su cama, escribiendo en el diario y de vez en cuando miraba hacia
la puerta de cristal, ya que había quedado con Darío.
“Ayer después de días sin
ver a mi mejor amiga fuera del instituto, ambas quedamos en ir a un bar a pasar
el rato con dos amigas más, sin novios, solo chicas. El principio de la noche
fue estupendo; todas nos divertíamos y la pasábamos bien pero todo se torno al
final de la noche. Eran las dos de la mañana, y decidimos irnos a casa. Las dos
amigas que nos acompañaban vivían en dirección contraria a la de Candela y mía.
Así que nos despedimos en la puerta del bar. Tras la despedida, Candela y yo
tomamos rumbo a nuestras casas. La casa de mi amiga quedaba por el camino, así
que cuando llegamos a su casa, el padre se ofreció a llevarme pero me negué
porque no quería molestar. Así que antes de que pudieran insistir más, les
agradecí, me despedí y me marché. Al girar la primera esquina, un escalofrío
recorrió todo mi cuerpo. Seguí caminando y llegó un momento en que sentí la
sensación de que alguien me estaba siguiendo. Me detuve y miré hacia atrás. No
vi a nadie. Creyendo que era mi imaginación, continué el camino a casa. De
repente, empecé a oír con claridad unas pisadas que cada vez estaban más cerca.
Respirando hondo, comencé a caminar más rápido haciendo que esas pisadas fuesen
también más rápido. Las piernas me temblaban, sentía miedo. Cuando estaba
decidida a salir corriendo, sentí una mano agarrar mi muñeca con fuerza. Me
giré de inmediato para ver quién era y no sé si prefería que hubiera sido una
persona desconocida o él. Lo miré enfadada y antes de que pudiera decirle nada,
él habló:
-Hola, te echaba de menos-
me sonrió.
-Yo no-contesté haciendo
fuerza para que me soltase y volviendo a caminar.
-Espera-se interpuso en mi
camino.-Quiero hablar…
-¡No, no vamos a hablar!
Olvídame-le grite.
-No puedo olvidarte, ese
es el problema. Te tengo en mi mente día si y día también. Perdóname por el
golpe que te di aquel día.
-Si, que por cierto
después de golpearme en vez de ayudarme saliste corriendo-lo miré con odio.
-Sé que debí quedarme para
ayudarte pero… tuve miedo en ese momento y…
-Vale, Nicolás, lo que
quieras pero ahora si me perdonas, me largo a mi casa.
Me hice pasó y seguí
caminando pero él volvió a detenerme. Esta vez me detuvo abrazándome por detrás
y apretándome contra su cuerpo. Yo al no querer estar así ni un segundo, le
metí un codazo en el estómago y me aparté, mientras decía:
-Déjame en paz. Olvídate
de que existo.
Viendo que se volvía a
levantar, no tuve otro remedio que salir corriendo. Cuando giré la esquina que
daba a mi calle, vi a uno de los hermanos en la puerta de su casa. Él se
percató de mi presencia en aquella calle, y preguntó, no viendo muy bien por
las luces de las estropeadas farolas:
-¿Eugenia?
Yo cuando llegué a su
altura, paré y comprobé, ahora que estaba más cerca, que se trataba de Darío.
Asentí con la respiración agitada y él no dudo en preguntarme:
-¿Qué te pasa?
-Nada-contesté mirando
hacia atrás y viendo como Nicolás se perdía entre las sombras.
-¿Y por qué estas tan
agitada?
-Quise comprobar si sabía
aguantar corriendo desde la casa de Candela hasta la mía-mentí.
-Ya, claro. Eugenia, no
sabes mentir.
-Pero, ¿por qué tendría
que estar mintiendo?-le pregunté llevándome el dedo a la boca para morderme la
uña como siempre solía y suelo hacer cuando miento.
-Mi hermano me ha contado
sobre tu manía-contestó quitándome la mano de la boca.
OBJECIÓN: Querido diario, tengo que aprender a quitarme esta manía.
Continuo.
Después de que Darío supiese que
estaba mintiendo le conté la verdad pero no sin antes hacerle prometer que no
le contaría nada a su hermano porque no quería que se preocupara, ni se
molestase. Tras estar unos minutos charlando sobre el asunto y llegar a la
conclusión de que debía hacer algo al respecto, nos fuimos cada uno a nuestras
casas. A la mañana siguiente, o sea esta mañana; Darío vino a visitarme porque
se le había ocurrido un plan.
-Tienes que amenazarle-dijo nada más
verme.
-¿Qué?-pregunté sin entenderle.
-Sí, Eugenia, o es amenazarlo o es
denunciarlo y creo que tratándose del hermano de tu mejor amiga preferirás
amenazarlo y que todo quede entre vosotros dos y bueno, yo.
-Pero, ¿cómo lo voy a hacer?
-Tienes que amenazarlo diciendo que
vas a ir a la policía como no te deje en paz.
-Pero suponiendo que le digo eso, él
no se sentirá amenazado porque no tenemos pruebas que fomente lo que vayamos a
decir en la policía, así que si fuésemos a denunciarlo, en el momento en que
nos preguntaran si tenemos pruebas, nos mandarán a casa como si nada.
-Y ahí está, lo que vas a hacer hoy.
-¿Cómo?
-Verás, hoy lo llamarás y quedarás con
él; le harás creer cuando le llames que estas dispuesta a acostarte con él pero
cuando llegué el momento, le dices que no. Él se cabreará y hará locuras. Para
el momento en que este haciendo esas locuras, tendremos cámaras grabándolo y yo
desde tu habitación estaré viéndolo todo y en el momento en que se propase más
de lo que debería, yo te prometo entrar en escena y detenerlo.
Me quedé unos segundos en silencio
pensando si era buena idea lo que Darío había pensado.
-Está bien. Lo haré pero por favor que tu hermano no se entere de nada.
-No te preocupes, que esto quedara
entre tú y yo.
Después de esto, Darío quedó conmigo
en realizar el plan esa misma noche, es decir, esta noche, es decir, en unos
minutos.
Y te preguntarás, ¿por qué esta noche?
Pues porque es perfecta. Mi madre hace dos días se fue de crucero con Víctor y a
mi hermano y a mí junto con Sol, nos dejaron a Juan David, el hijo de Víctor,
de cuatro años para que lo cuidásemos. Hoy mi hermano cumple años de noviazgo con Sol y van a
celebrarlo fuera; así que la casa se queda sola. Además Peter esta noche sale
con sus amigos, por lo que no habrá riesgo de que venga a visitarme”.
-Eugenia-dijo Pablo abriendo la puerta
de la habitación de su hermana y haciendo que ella dejase de escribir.
-Dime.
-Juan David ya está dormido, así que
no hagas mucho ruido y bueno, Sol y yo nos vamos ya ¿vale?
-Vale, que os lo paséis bien.
Pablo se acercó a la cama de su hermana
y le dio un beso en la cabeza.
-Adiós, te quiero. Ten cuidado con lo
que haces aquí tú sola.
-No te preocupes, hermanito-contestó
ella con una sonrisa en el rostro.
Pablo le dedicó una sonrisa y cerró la
puerta tras salir de la habitación. Eugenia tenía pensado seguir escribiendo
pero la interrumpieron.
-Hola, Euge-saludó Darío entrando por
el balcón.
Ella lo miró y le dedicó una sonrisa.
-Oye-vocalizó él, tumbándose en la
cama.- ¿Tienes algún sujetador negro?
-¿Qué?
-Que si tienes sujetador negro, es que
mi amigo y yo tenemos pensado ponerte la camarita en el sujetador y para que
pase desapercibida es mejor que el sujetador sea negro.
-¿Tu amigo y tú? ¿Qué amigo?
-Oh, ¿no te lo he dicho? Es mi amigo
el que nos va a proporcionar las cámaras y nos va a ayudar a colocarlas por el
salón de tu casa.
-O sea que cuando yo este con Nicolás,
¿tanto tú como tu amigo vais a estar mirando?
-Si, ¿qué quieres que le
haga?-preguntó el muchacho sonriendo.-A cambio de su ayuda le he prometido a mi
amigo que va a poder ver dos buenas…-hizo el gesto de dos pechos.
-¿Qué? No, no, no. Me niego. No pienso
hacerlo.
Darío empezó a reírse.
-Es broma. Te prometo que solo mirare
y disfrutare yo.
Eugenia empezó a pegarle mientras el
muchacho se reía.
Continuará...
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