-¿En que
estábamos?-preguntó Nicolás mirándola.
-Estábamos en que yo me
tengo que ir porque…
-Ya sé, es el cumpleaños
de tu novio y su hermano y vas a prepararle una fiesta sorpresa en tu casa, lo
he escuchado.
-Exacto, así que vamos a
tener que dejar esta conversación para otro momento.
-No, Eugenia-comentó
Nicolás, agarrándola de la cintura para que no se fuese.-No puedo pasar ni un
día más sin tener tu perdón. Necesito saber si me perdonas o no.
-Nicolás, yo…-se quedó
callada unos segundos.-Esta bien, te perdono; pero… quiero que te quede claro
que tú y yo no vamos a volver porque ahora mismo estoy saliendo con Peter, como
ya sabes.
-Si, lo sé, y tranquila
que no haré nada extraño que pueda poner en riesgo nuestra amistad.
Eugenia le sonrió.
-Me voy, ¿vale?
-Te acompaño a la
parada-le sonrió.
-Como quieras.
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Eran las siete en punto y
Luca había llegado a casa de Eugenia. La rubia fue a abrir, lo saludó y de
inmediato lo invitó a pasar al salón, mientras se iba a la cocina.
-Vamos mamá, déjame hacer
la fiesta aquí. ¿Qué te cuesta? Si tú te vas a ir a cenar con Víctor.
-Sé que vais a montar
mucho jaleo y vais a poner la casa patas arriba.
-¿Qué? No. Te lo prometo.
Te prometo que en cuanto acabe la fiesta te dejo la casa tal cual la estas
viendo ahora-hizo una pausa.-Venga-puso carita de perrito degollado.
Su madre se quedó unos
segundos en silencio y dijo:
-Está bien-su hija iba a
darle un abrazo pero la frenó.-Pero…si cuando vuelva la casa esta hecha un
desastre olvídate de salir por semanas, meses o incluso años.
-¿Años?-Eugenia se quedó
unos segundos en silencio pensando si era buena idea hacer la fiesta en su
casa.-De acuerdo, no te preocupes. Pero… ¿a qué hora piensas volver?
-Tarde, muy tarde. Quizás
mañana, no lo sé.
-¡Ah, bueno! Ya
veo…querías dejar a tu hija sin una fiesta mientras tú te lo pasas bomba con tu
novio-la miró sonriendo.
-Si, si pero creo que no
me deberías preguntar a mi a que hora vuelvo, sino a tu hermano-hizo una
pausa.-Tengo entendido que hoy saldrá con Sol pero no va a dormir fuera como
yo.
-Oh, cierto. Pablo.
Eugenia resopló.
Ya eran las ocho y
faltaban solo dos horas para que la gente empezase a llegar a casa de Eugenia.
Entre la hora que había transcurrido, Eugenia y Luca, con la ayuda de Candela
que había llegado un poco más tarde que su novio, habían empezado a organizarlo
todo. La rubia y su amiga se estaban encargando de hacer la tarta mientras que
Luca colgaba globos y un gran cartel de felicitación para los dos hermanos en
el salón. Las dos chicas nada más terminar de hacer la tarta y meterla en el
horno fueron a ayudar a Luca. Transcurridas esas dos horas, la gente empezó a
llegar. Todo estaba organizado tan solo faltaba esperar unos minutos para sacar
la tarta de horno.
Tras eso y tras la llegada
de todos los invitados, Eugenia llamó a Peter por el móvil:
-Hola, mi amor-hizo una
pausa.- ¿Podrías venir a mi casa un momento con tu hermano? Es que me olvide
por completo de darle mi regalo de cumpleaños.
-Si, claro. Ahora vamos.
-Los espero, chau. Besos.
Te quiero.
Ambos colgaron.
-Listo, ya vienen. A
esconderse todos-dijo Eugenia apagando la luz.
A los pocos minutos Peter
llamó al timbre, la rubia comprobó que todo estaba en su sitio y fue a abrir.
-Hola, mi amor-saludó el
muchacho dándole un beso.
-Hola-le sonrió.
-Oye, ¿por qué están todas
las luces apagadas?-preguntó al ver solo oscuridad a espaldas de su novia.
-Porque estoy sola en
casa-le contestó.-Pero, espera. ¿Y tu hermano?
-Dice que en un rato viene.-sonrió.
-¿Cómo que en un rato?
-Si, dice que quiere
dejarnos solos para… ya sabes…-dijo acercándose a ella haciendo que la rubia se
alejase para evitar que hiciese cualquier cosa de la pudiera arrepentirse
minutos después de saber cuánta gente había en el salón.
-No, la verdad que no sé.
Así que… ¿Por qué no vas a buscar a tu hermano para que me lo explique?
-¿En serio?-la miró y ella
asintió.-Bueno, no te preocupes que yo te lo explico-comentó agarrándola del
rostro para luego besarla.
Eugenia se separó y le
dijo:
-Mejor vayamos al
salón-comentó.
-Oh, ya veo. Te apetece…
Eugenia encendió a la luz
y todos gritaron, interrumpiendo lo que Peter estaba por decir:
-¡¡Sorpresa!!
El muchacho miró
sorprendido a todos los que estaban en el salón y finalmente miró a Eugenia,
que se aguantaba las ganas de reírse por la cara que se le había quedado a su
novio.
-Sorpresa, mi amor-se
acercó a él y lo abrazó.
Candela se acercó a Peter
y le felicito:
-Felicidades, Peter. Que
sepas que no se escucho nada de lo que dijiste en la entrada, no te
preocupes-intentando quitarle importancia al asunto.
-Si, me imagino-comentó él
con ironía abrazando a su amiga.
Poco a poco se fueron
acercando todos a felicitarlo y sin darse cuenta Darío había llegado. El
muchacho se acercó a Eugenia y le preguntó:
-¿Qué pasa aquí?
-Es la fiesta de
cumpleaños de…-la rubia cuando se dio cuenta de quién era, continuo.- ¡Darío!
¿Por dónde has entrado?
-Por tu
habitación-contestó.
-Oh, vaya…
¡Sorpresa!-gritó ella sola, sin saber que hacer.- ¡Eh, chicos! Darío ha
llegado.
Todos sin saber que hacer
porque las cosas no habían salido como habían planeado, volvieron a gritar
“sorpresa” y a felicitar al otro hermano gemelo.
Eugenia se apartó de la
gente y se fue a la cocina. Se apoyo en la encimera y suspiro moviendo la
cabeza de un lado para el otro. De repente alguien se le acercó sigilosamente
por detrás y le habló al oído:
-¿Por qué no me has avisado
que estaban todos escuchando?
Eugenia sonrió al
escucharlo y contestó dándose la vuelta para mirarlo:
-Porque se supone que era
una sorpresa-le rodeó el cuello con sus brazos mientras que él le paso las
manos por la cintura.-Pero definitivamente soy penosa para organizar estas
cosas.
-No, penosa, no. Un
poquito mala pero penosa, no-comentó con una sonrisa en la cara.
-¡Ah, bueno! Gracias,
eh-dijo ofendida.
-Es broma, tontita.
El muchacho le agarró por
la barbilla y la besó.
Pusieron música y la fiesta
comenzó, olvidando el pequeño despiste. Algunos bailaban, otros charlaban.
Todos se lo pasaban bien. Eugenia y Peter estaban sentados en el césped del
jardín, los dos solos charlando y besándose la mayor parte del tiempo.
-Oye, ahora que lo pienso
bien-empezó a decir Peter-Mariana no ha venido ¿no?
Eugenia lo miró con mala
cara.
-No sé, la verdad no me he
fijado pero si quieres voy la busco y te la traigo para que os quedéis los dos
solos.
-¿Qué?-preguntó Peter sin
entenderla.
-No, nada. Tonterías-le
miró sonriendo irónicamente.
-¿Puede ser que te he
notado un poco…celosa porque he nombrado a Mariana?
-¿Qué?-preguntó Eugenia.-
¿Celosa yo de que nombres a…? ¿Cómo era que se llamaba? ¡Ah, si! Mariana. No
para nada.
-Ya, claro. Pero, a ver,
cuéntame-le acaricio la mejilla a la rubia.- ¿Qué te pasa con ella?
-¿A mi? Nada ¿Por qué me
tendría que pasar algo con ella?
-No sé, quizás porque cada
vez que la ves, la nombro o la nombran…pones una cara de poco agrado.
-¿Yo?-preguntó haciéndose
la tonta.-Para nada, Peter. Y ahora si me perdonas voy a buscar algo para beber
que tengo sed, ya vengo. ¿Vale?
-De acuerdo-contestó
dándole un beso.
La rubia tras separar los
labios de los de su novio, se levantó y al mirar hacia la puerta del jardín que
conectaba con el salón, dijo en voz baja:
-Oh, hablando del rey de
Roma.
Continuará...
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