lunes, 30 de julio de 2012

Capitulo 54: Atada.

Capitulo anterior:

-Necesito que me consigas en menos de una hora unos somníferos.
-¿Somníferos? ¿Qué pasa, no consigues dormir?
-No exactamente-se rió.- ¿Sabrás conseguírmelos?
-Por supuesto, soy farmacéutico,-se rió.-Vente a la farmacia donde trabajo y te los doy.
-Fantástico, y ya que estamos, ¿tienes alguna pastilla que haga que aumente las ganas de tener sexo?
-¿Cómo?-preguntó el amigo sin entender.- ¿Qué vas a hacer? ¿Dormir o tener sexo?
-Se podría decir que las dos cosas.
-¡Ojo! Que los somníferos son para diez o doce horas.
-¿Tanto?-preguntó sorprendido.- ¿Y no tienes alguno que dure menos?
-Pero espera, ¿para qué lo quieres?
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-Verás-hablaba Nicolás por el móvil.-Tengo una chica con la que quiero tener una noche movidita pero no tiene ninguna atracción sexual, ni nada y necesito esas pastillas para dársela pero ¡ojo! Se lo daré solo con su consentimiento-mintió.
-Estás loco, Nicolás-dijo el amigo.-Pero, es raro, una chica tan joven y sin atracción sexual ¿o es que te has pasado ahora a las maduritas?-bromeó.
-Venga, no seas tonto. ¿Podrás conseguirme las cosas?
-¿Tienes la receta del médico?
-No-hizo una pausa.- ¿No puedes dármelo sin la receta?
-Está terminantemente prohibido pero tratándose de ti, te lo doy.
-Genial, y bueno, ¿hay algún somnífero que dure menos horas?
-En eso no puedo ayudarte, pero, ¿y para qué quieres los somníferos?
-Para mi madre-contestó Nicolás.
-Bueno, Nico, vente a la farmacia y te enseño los parches Intrinsa para aumentar la libido femenina y me dices si lo quieres.
-En diez minutos estoy ahí, adiós Marcos. Muchas gracias.
Colgaron.
-Eugenia, Eugenia, de hoy no pasas-sonrió.
Findeflashback

Eugenia tras escuchar lo que Darío acababa de decirle, le llevó la cerveza a Nicolás y pensaba irse cuando él le agarró de la muñeca.
-¿A dónde vas?
-Voy al baño un momento, ya vuelvo-le sonrió y cogió su lata de coca-cola.
La rubia subió a su cuarto, al no ver a Darío allí, fue al baño. Entró y cerró la puerta.
-Al fin, creía que no me escuchabas-dijo el muchacho nada más verla.
-Toma-dijo ofreciéndole la lata de refresco.
-Gracias-contestó cogiéndola y bebiendo un poco.-Que raro sabe-comentó poniendo mala cara.
-¿Qué dices? -preguntó ella mirándolo.-Bueno, da igual, dame la cámara.
Darío se la extendió y la rubia la cogió e intentó ponérsela.
-¿Se nota?-preguntó Eugenia tras engancharse de nuevo la cámara al sujetador.
-A ver, bruta. Te la pongo yo-dijo Darío.
-¿Qué? No, no hace falta, así esta perfecta-comentó Eugenia tratando de evitar que Darío metiese las manos donde no debía.
-Como quieras-dijo el muchacho bostezando.- ¡Uuff! Que sueño me ha entrado.
-Pues no te duermas porque te necesito, Nicolás está rarísimo. Ha aceptado que le dijese que no.
-Bueno, tú vuelve abajo que yo te ayudo.
Eugenia salió del baño, y detrás salió Darío. La rubia empezó a bajar las escaleras, cuando vio a Nicolás al final de ellas.
-¡Nicolás!-exclamó mirando hacia Darío que de inmediato se volvió a meter en el cuarto de baño.- ¿Qué haces aquí?
-Iba a buscarte porque estabas tardando.
-Pues aquí me tienes, volvamos al salón.
-¿Y tu lata de coca-cola?-preguntó Nicolás preocupado por si no se había tomado el refresco con el somnífero.
-Me la he dejado arriba. Bueno no pasa nada, cojo otra-contestó yendo a la cocina.
Nicolás la siguió y sin que se diera cuenta, sacó de su otro bolsillo un pequeño bote y un pañuelo. Eugenia abrió el frigorífico y cogió la lata. De repente sintió una mano agarrarla por la cintura y la otra mano presionarle la boca con un pañuelo. Lentamente fue perdiendo la conciencia y cerrando los ojos. Nicolás al ver que se había quedado inconsciente, la cogió en brazos mientras decía:
-Mi otra arma secreta, el cloroformo-sonrió.

Darío había entrado rápidamente al cuarto de baño cuando escuchó a Eugenia gritar el nombre de Nicolás. Él tambaleándose y sintiendo que sus parpados se cerraban, bajó la tapa del bate y se sentó encima.
-Creo que me voy a quedar aquí-dijo con los ojos medios cerrados.
Abrió el ordenador y comprobó si todo iba bien. Empezó a bostezar una y otra vez mientras sus ojos se cerraban poco a poco hasta que finalmente acabaron por cerrarse por completo.

Cuando la rubia se despertó, estaba en su habitación, en ropa interior y podía sentir como unos labios besaban su cuello y bajaban poco a poco. Se intentó levantar pero comprobó que estaba atada a la cama. Algo aturdida, dijo:
-¿Nicolás?
Él detuvo los besos y la miró.
-Al fin te has despertado, bella durmiente-le acarició la mejilla.
-¿Qué está pasando? ¿Por qué estoy atada a la cama?-aún seguía en su aturdimiento.
-No te preocupes. Tú relájate y disfruta.
Nicolás sonrió y continúo besándole el cuerpo.

Peter acababa de salir del baño y entró en su habitación con una toalla enrollada a la cintura. Empezó a buscar alguna ropa en su armario para ponerse esa noche, ya que iba a salir con sus amigos. En ese instante empezó a escuchar una voz femenina gritar el nombre de Nicolás. Extrañado por cómo sonaba esos gritos y sabiendo de quién era esa voz. Salió fuera al balcón.

-No, Nico, espera, espera-dijo la rubia intentando llamarle la atención para que dejase de besarla.-Si me desatas, te prometo que haré lo que tú quieras.
-Tranquila, todo a su debido tiempo, primero tengo que esperar a que el parche haga su efecto.
-¿Qué parche?-preguntó asustada.
-Ninguno, tú no te…
Nicolás no pudo continuar porque alguien por detrás le dio un fuerte golpe en la cabeza con la carpeta del instituto que Eugenia tenía sobre su escritorio. Eugenia respiró aliviada y dijo:
-Por fin has venido, Darío.
-Soy Peter-dijo el muchacho desatándola de la cama.
-¡¿Cómo?!-exclamó frotándose las muñecas porque le dolían de lo fuerte que Nicolás le había amarrado.-Te lo puedo explicar.
-Eugenia, no hace falta que expliques nada.
-¿En serio?-preguntó con una sonrisa en la cara.-Bueno, pues ayúdame a atarlo antes de que se despierte-le pidió levantándose de la cama.
-¿Qué? ¿Ayudarte a atarlo?-preguntó.- ¡No! Creo que no me has entendido-hizo una pausa.-Está todo muy claro, se ve que estas jugando a dos puntas. No puedo creer lo que estas haciendo.
-¿Jugando a dos puntas?-preguntó sin entenderle.-Peter, ¿no has visto que me tenía atada a una cama?
-Si, lo he visto y antes de pegarle un carpetazo creía que lo hacía en contra de tu voluntad pero ahora que veo lo que tienes en el cuello, me ha quedado claro que no es así.
-¿Qué tengo en el cuello?-preguntó yendo hacia el espejo de su habitación.
-Chupetones, marcas que no se hacen con tanta facilidad si la otra persona se está resistiendo.
-Peter, me durmió y seguramente me las hizo cuando estaba inconsciente.
-Ya, claro, Eugenia. Por favor no mientas más-hizo una pausa.-Así que el “hola lindo” iba por mi hermano ¿no? Me has dicho una mentira tras otra y yo como un idiota me las he tragado todas. Soy un imbécil-dijo Peter aguantando las ganas de llorar.-Y tú…-mantuvo silencio y llevó una mano al cuello de Eugenia.-Tú eres un ser despreciable.-y de un tirón le arrancó el collar que un día le regaló.-No quiero volver a verte en la vida.
Después de eso, Peter se fue sin escuchar ni una sola palabra de lo que Eugenia tenía para decirle. La rubia se llevó la mano al cuello y por sus ojos brotaron lágrimas sin cesar.

Continuará...

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