-Necesito que me consigas
en menos de una hora unos somníferos.
-¿Somníferos? ¿Qué pasa,
no consigues dormir?
-No exactamente-se rió.- ¿Sabrás
conseguírmelos?
-Por supuesto, soy
farmacéutico,-se rió.-Vente a la farmacia donde trabajo y te los doy.
-Fantástico, y ya que
estamos, ¿tienes alguna pastilla que haga que aumente las ganas de tener sexo?
-¿Cómo?-preguntó el amigo
sin entender.- ¿Qué vas a hacer? ¿Dormir o tener sexo?
-Se podría decir que las
dos cosas.
-¡Ojo! Que los somníferos
son para diez o doce horas.
-¿Tanto?-preguntó
sorprendido.- ¿Y no tienes alguno que dure menos?
-Pero espera, ¿para qué lo
quieres?
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-Verás-hablaba
Nicolás por el móvil.-Tengo una chica con la que quiero tener una noche
movidita pero no tiene ninguna atracción sexual, ni nada y necesito esas
pastillas para dársela pero ¡ojo! Se lo daré solo con su consentimiento-mintió.
-Estás
loco, Nicolás-dijo el amigo.-Pero, es raro, una chica tan joven y sin atracción
sexual ¿o es que te has pasado ahora a las maduritas?-bromeó.
-Venga,
no seas tonto. ¿Podrás conseguirme las cosas?
-¿Tienes
la receta del médico?
-No-hizo
una pausa.- ¿No puedes dármelo sin la receta?
-Está
terminantemente prohibido pero tratándose de ti, te lo doy.
-Genial,
y bueno, ¿hay algún somnífero que dure menos horas?
-En
eso no puedo ayudarte, pero, ¿y para qué quieres los somníferos?
-Para
mi madre-contestó Nicolás.
-Bueno,
Nico, vente a la farmacia y te enseño los parches Intrinsa para aumentar la
libido femenina y me dices si lo quieres.
-En
diez minutos estoy ahí, adiós Marcos. Muchas gracias.
Colgaron.
-Eugenia,
Eugenia, de hoy no pasas-sonrió.
Findeflashback
Eugenia tras
escuchar lo que Darío acababa de decirle, le llevó la cerveza a Nicolás y
pensaba irse cuando él le agarró de la muñeca.
-¿A dónde
vas?
-Voy al baño
un momento, ya vuelvo-le sonrió y cogió su lata de coca-cola.
La rubia
subió a su cuarto, al no ver a Darío allí, fue al baño. Entró y cerró la
puerta.
-Al fin,
creía que no me escuchabas-dijo el muchacho nada más verla.
-Toma-dijo
ofreciéndole la lata de refresco.
-Gracias-contestó
cogiéndola y bebiendo un poco.-Que raro sabe-comentó poniendo mala cara.
-¿Qué dices?
-preguntó ella mirándolo.-Bueno, da igual, dame la cámara.
Darío se la
extendió y la rubia la cogió e intentó ponérsela.
-¿Se
nota?-preguntó Eugenia tras engancharse de nuevo la cámara al sujetador.
-A ver,
bruta. Te la pongo yo-dijo Darío.
-¿Qué? No,
no hace falta, así esta perfecta-comentó Eugenia tratando de evitar que Darío
metiese las manos donde no debía.
-Como
quieras-dijo el muchacho bostezando.- ¡Uuff! Que sueño me ha entrado.
-Pues no te
duermas porque te necesito, Nicolás está rarísimo. Ha aceptado que le dijese
que no.
-Bueno, tú
vuelve abajo que yo te ayudo.
Eugenia
salió del baño, y detrás salió Darío. La rubia empezó a bajar las escaleras,
cuando vio a Nicolás al final de ellas.
-¡Nicolás!-exclamó
mirando hacia Darío que de inmediato se volvió a meter en el cuarto de baño.- ¿Qué
haces aquí?
-Iba a
buscarte porque estabas tardando.
-Pues aquí
me tienes, volvamos al salón.
-¿Y tu lata
de coca-cola?-preguntó Nicolás preocupado por si no se había tomado el refresco
con el somnífero.
-Me la he
dejado arriba. Bueno no pasa nada, cojo otra-contestó yendo a la cocina.
Nicolás la
siguió y sin que se diera cuenta, sacó de su otro bolsillo un pequeño bote y un
pañuelo. Eugenia abrió el frigorífico y cogió la lata. De repente sintió una
mano agarrarla por la cintura y la otra mano presionarle la boca con un
pañuelo. Lentamente fue perdiendo la conciencia y cerrando los ojos. Nicolás al
ver que se había quedado inconsciente, la cogió en brazos mientras decía:
-Mi otra
arma secreta, el cloroformo-sonrió.
Darío había
entrado rápidamente al cuarto de baño cuando escuchó a Eugenia gritar el nombre
de Nicolás. Él tambaleándose y sintiendo que sus parpados se cerraban, bajó la
tapa del bate y se sentó encima.
-Creo que me
voy a quedar aquí-dijo con los ojos medios cerrados.
Abrió el
ordenador y comprobó si todo iba bien. Empezó a bostezar una y otra vez
mientras sus ojos se cerraban poco a poco hasta que finalmente acabaron por
cerrarse por completo.
Cuando la
rubia se despertó, estaba en su habitación, en ropa interior y podía sentir
como unos labios besaban su cuello y bajaban poco a poco. Se intentó levantar
pero comprobó que estaba atada a la cama. Algo aturdida, dijo:
-¿Nicolás?
Él detuvo
los besos y la miró.
-Al fin te
has despertado, bella durmiente-le acarició la mejilla.
-¿Qué está
pasando? ¿Por qué estoy atada a la cama?-aún seguía en su aturdimiento.
-No te
preocupes. Tú relájate y disfruta.
Nicolás
sonrió y continúo besándole el cuerpo.
Peter
acababa de salir del baño y entró en su habitación con una toalla enrollada a
la cintura. Empezó a buscar alguna ropa en su armario para ponerse esa noche,
ya que iba a salir con sus amigos. En ese instante empezó a escuchar una voz
femenina gritar el nombre de Nicolás. Extrañado por cómo sonaba esos gritos y
sabiendo de quién era esa voz. Salió fuera al balcón.
-No, Nico,
espera, espera-dijo la rubia intentando llamarle la atención para que dejase de
besarla.-Si me desatas, te prometo que haré lo que tú quieras.
-Tranquila,
todo a su debido tiempo, primero tengo que esperar a que el parche haga su
efecto.
-¿Qué
parche?-preguntó asustada.
-Ninguno, tú
no te…
Nicolás no
pudo continuar porque alguien por detrás le dio un fuerte golpe en la cabeza
con la carpeta del instituto que Eugenia tenía sobre su escritorio. Eugenia
respiró aliviada y dijo:
-Por fin has
venido, Darío.
-Soy
Peter-dijo el muchacho desatándola de la cama.
-¡¿Cómo?!-exclamó
frotándose las muñecas porque le dolían de lo fuerte que Nicolás le había
amarrado.-Te lo puedo explicar.
-Eugenia, no
hace falta que expliques nada.
-¿En
serio?-preguntó con una sonrisa en la cara.-Bueno, pues ayúdame a atarlo antes
de que se despierte-le pidió levantándose de la cama.
-¿Qué?
¿Ayudarte a atarlo?-preguntó.- ¡No! Creo que no me has entendido-hizo una
pausa.-Está todo muy claro, se ve que estas jugando a dos puntas. No puedo
creer lo que estas haciendo.
-¿Jugando a
dos puntas?-preguntó sin entenderle.-Peter, ¿no has visto que me tenía atada a
una cama?
-Si, lo he
visto y antes de pegarle un carpetazo creía que lo hacía en contra de tu
voluntad pero ahora que veo lo que tienes en el cuello, me ha quedado claro que
no es así.
-¿Qué tengo
en el cuello?-preguntó yendo hacia el espejo de su habitación.
-Chupetones,
marcas que no se hacen con tanta facilidad si la otra persona se está
resistiendo.
-Peter, me
durmió y seguramente me las hizo cuando estaba inconsciente.
-Ya, claro,
Eugenia. Por favor no mientas más-hizo una pausa.-Así que el “hola lindo” iba
por mi hermano ¿no? Me has dicho una mentira tras otra y yo como un idiota me
las he tragado todas. Soy un imbécil-dijo Peter aguantando las ganas de
llorar.-Y tú…-mantuvo silencio y llevó una mano al cuello de Eugenia.-Tú eres
un ser despreciable.-y de un tirón le arrancó el collar que un día le regaló.-No
quiero volver a verte en la vida.
Después de
eso, Peter se fue sin escuchar ni una sola palabra de lo que Eugenia tenía para
decirle. La rubia se llevó la mano al cuello y por sus ojos brotaron lágrimas
sin cesar.
Continuará...
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