miércoles, 4 de julio de 2012

Capitulo 38: Secretos

Capitulo anterior:

-Ellos te echaban de menos, más de lo que puedas imaginar. Incluso papá en su último viaje de negocios viajó a Londres y te buscó; pero no consiguió encontrarte.
-¿En serio?-preguntó Pablo con los ojos llorosos.
Eugenia asintió mirándolo y sin dudar lo abrazó con fuerzas.
-Y estoy segura, de que si ahora mismo estuviese vivo, te recibiría igual mejor que como te recibió mamá-hizo una pausa.-Por mucho que hagamos creo que papá, si estuviese vivo, y mamá nos querrán como el primer día.
Pablo no dijo nada más, suspiró cabizbajo.
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Tras arreglar las cosas los dos hermanos, la rubia y el morocho de ojos marrones, bajaron a la cocina donde estaban Sol y la madre de ambos, cocinando la cena para aquella noche. Eugenia cuando entró en la cocina, se sentó en un taburete de allí; esperó a que su madre terminase de hablar con Sol y sin dudarlo le preguntó a María José:
-Mamá, ¿con quién habías quedado esta mañana que saliste súper rápido de casa?
-Había quedado con mi novio, como te dije.
-Creía haberlo escuchado mal. Así que tienes novio-dijo Eugenia sorprendida.- ¿Y cómo se llama? ¿Cuántos años tiene? ¿Tiene hijos?
-Espera, espera-interrumpió Pablo.- ¿Qué mamá tiene novio?-le preguntó a su hermana.
-Por lo que se ve, sí-contestó la rubia.
-Bueno, chicos, tampoco es tan raro-comentó Sol.-Vuestra madre tenía que rehacer su vida y por lo que se ve, ha encontrado al hombre indicado que le saca una sonrisa.
-Aún no se si es el indicado-dijo María José.-Pero me encanta estar con él, me hace reír y olvidarme de todo.
-¿En serio?-preguntó Eugenia encantada con esa idea.
Su madre asintió.
-Bueno, cuéntanos, nombre, edad, hijos, cómo lo conociste…-exigió Pablo con una sonrisa en la cara al percibir la felicidad de su madre.
-Se llama Víctor, tiene un año más que yo; 45. Es alto, rubio,  muy atractivo y aparenta tener menos edad de la que tiene.-hizo una pausa.-Lo conocí una semana después de que esta señorita-dijo refiriéndose a Eugenia.-, se marchase sin más a pasar unas vacaciones con Peter…
-¿Cómo?-preguntó Pablo.- ¿Qué te has ido sola de vacaciones con tu novio?-Eugenia sonrió y asintió.
-Espera, ¿cómo que tu novio? ¿Y Nico?-preguntó María José.
En ese instante, un escalofrío recorrió el cuerpo de la rubia al oír el nombre de aquella persona que odiaba con todas sus fuerzas y pensó de inmediato qué decirle a su madre.
-Bueno, con Nicolás rompí hace un tiempo porque no estábamos bien y creímos que era mejor acabar con la relación antes de que fuera a peor-mintió.
-¡Oh, vaya! Ahora que estaba aceptando tu relación con él-comentó su madre.-Pero me alegra mucho que ahora estés con Peter, es un buen chico y sin duda te cuidará.
-Seguro-dijo Eugenia con una sonrisa en la cara.-Pero sigamos hablando de ti y de tu amorcito.
-Lo que iba diciendo-prosiguió María José.-Lo conocí cuando salí a desayunar con la madre de Peter, iba hacia la barra y él sin querer me pisó. Me pidió disculpas e intercambiamos un par de palabras mientras esperábamos a que nos trajera nuestros cafés. Días más tarde, con Giulliana seguimos yendo a ese bar y todos los días lo veíamos allí, hasta que un día se atrevió a hablar con nosotras y se sentó en nuestra mesa. A partir de ese momento, hablamos y nos dimos los números de móvil-hizo una pausa.-Los días siguientes, Giulliana me dejó ir sola y bueno, así estuvimos encontrándonos todas las mañanas en esa misma cafetería hasta que dimos el paso.
-¡Oh, qué bonito!-exclamó Eugenia.-Os conocisteis en una cafetería. Dentro de unos años, cuando paséis delante de esa cafetería, diréis: “Ahí nos conocimos”. ¡Me encanta!-hizo una pausa.- ¿Y él tiene hijos?
-Si, tiene uno, de dos años. Se llama Juan David. Víctor se encargó de cuidarlo desde que nació, ya que la madre murió nada más nacer su hijo.
-Vaya, ¡qué pena!-dijo Eugenia afligida.

La familia estuvo hablando hasta que cada uno se fue a dormir por el cansancio, había sido un día agotador. La rubia subió a su habitación después de despedirse de todos y cuando entró se encontró a Peter sentado en su cama.
-¿Qué haces aquí?-preguntó ella sorprendida.
-Vine a darte el beso de buenas noches.
Peter se levantó de la cama, se acercó a Eugenia y la besó con dulzura. La rubia le siguió el beso rodeándole el cuello con sus brazos. Cuando se separaron, se quedaron mirándose a los ojos unos segundos.
-Me voy ya, para dejarte dormir-dijo Peter que le dio un beso en la cabeza.-Te quiero.
-Y yo a ti. Pero…-lo agarró de la mano.-No hace falta que te vayas, puedes dormir aquí conmigo, si te apetece.
-Me encantaría, pero si tu hermano me ve aquí contigo, me mata.
-No, pero no te preocupes por él, no creo que venga, pero por si acaso viene…-dijo ella acercándose a la puerta para echar el pestillo.-Está todo solucionado.
La rubia miró a Peter sonriente, que devolviéndole la sonrisa aceptó quedarse esa noche.

Al día siguiente, Eugenia se despertó sola en la cama, y creyó que había sido un sueño lo de anoche pero comprobó que no era así al ver una nota encima de su mesilla de noche, que decía:
“Buenos días, princesa. Espero que hayas dormido bien porque yo, si, gracias a tu compañía. Te quiere, tu Romeo.”
Eugenia apretó la nota contra su pecho y suspiró de alegría. No podía creer que Peter fuera tan atento, tan dulce, tan romántico, tan todo.
La rubia tras pensar unos minutos en su Romeo, se levantó de la cama y se vistió. Estaba dispuesta a ir a visitar a su amiga Candela de la que hacía semanas que no sabía nada. Aunque en su cuerpo invadía el miedo de posiblemente encontrarse con Nicolás en la casa de su amiga. Él no vivía allí pero era evidente que cabía la posibilidad de que fuese a visitar a sus padres y hermana a menudo.
Eugenia bajó a desayunar y nada más terminar, se despidió de todos y se fue. Iba caminando lentamente hacia la casa de su amiga mientras pensaba cómo reaccionaría si dase la casualidad de ver a su ex. Casi sin darse cuenta, Eugenia ya estaba en frente a la casa de su amiga. Llamó al timbre y cuando le abrieron la puerta, la rubia dio un paso hacia atrás tragando saliva.
-Mi amor-dijo Nicolás, yendo hacia ella para darle un abrazo y un beso.
Eugenia lo evitó preguntándole:
-¿Qué haces?
-Intentar darte un beso, aunque debería estar enfadado contigo porque no veo normal que te fueras sin avisarme y estuvieras fuera como un mes sin ni siquiera llamarme-hizo una pausa.-Aunque yo te llame miles de veces y no me atendiste.
-Cómo comprenderás después de lo que me hiciste no tenía ganas de hablar contigo.
-Euge-dijo Nicolás que intentó acariciarle la mejilla pero la muchacha giro la cara, evitándolo.-Lo que hice aquel día fue sin querer, estaba deseoso de…y bueno hice una locura, perdóname.
-¿Qué te perdone?-Eugenia lo miraba con odio en los ojos, respiró hondo y cambio de tema.- ¿Está tu hermana?
Nicolás iba a continuar con el tema anterior, pero en ese momento Candela llegó por detrás y vio a su amiga.
-¡Candela!-exclamó la rubia sorprendida, que esquivo a Nicolás y abrazó a la morena con fuerza.-Te echaba de menos.
-¡Y yo a ti!-dijo Candela achuchando con fuerza a Eugenia.
Las dos amigas se separaron y se miraron.
-¿Te parece normal desaparecer así, sin avisar?-preguntó Candela reprimiéndola.
-Lo siento, este viaje que hice fue algo totalmente inesperado, se planeo de la noche a la mañana y Peter no me dio tiempo a avisar a nadie.
-Bueno no pasa nada-dijo Candela.-Seguro que tienes que contarme un montón de cosas, igual que yo a ti. ¡Ven! Subamos a mi habitación.
Candela y Eugenia fueron al cuarto de la primera y estuvieron allí contándose las cosas. Empezó Candela contando como le iba con Luca.
-No me puedo creer que has hecho el amor con Luca-decía Eugenia incrédula tras escuchar eso por la boca de Candela.
-¡Sshh! Baja la voz que te van a escuchar mis padres.
-¿Y…cómo fue?-preguntó la rubia.
-Solo te puedo decir que fue fantástico, Luca es un amor.
-¡Ai! Me lo imagino.
Eugenia se quedó callada mirando a su amiga con una enorme sonrisa en la cara, se alegraba mucho por ella.
-Euge, no me mires así, que me das miedo-comentó Candela avergonzada.
-Lo siento, pero es que me alegro mucho por ti, Canchu. Te merecías a un chico así.
-Bueno, gracias, rubia-hizo una pausa.-Pero cuéntame tú, ¿qué tal estas con mi hermano?
En ese momento se borró la sonrisa de la cara de Eugenia, que miró al suelo.

Continuará...

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