-Tranquilízate-le
pidió.-Yo voy a esconderme en tu habitación, y recuerda, no podéis salir del
salón porque cualquier cosa que pase fuera de aquí, solo será grabada por la
cámara de tu sujetador. Así que procura que sea en el salón, ¿vale?
Ella asintió.
Darío le dio un achuchón
para traspasarle confianza y se fue a la habitación de la muchacha. Eugenia
espero unos segundos, tomo aire y abrió la puerta.
-Hola, lindo.
La rubia al ver de quién
se trataba se le cambió el color de la cara y no dudó en preguntar:
-¿Qué haces aquí?
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-¡Vaya! Por
ese “qué haces aquí” se ve que no me esperabas a mi-dijo Peter después de
observarla de arriba abajo.-Y si no es muy atrevido preguntarte… ¿por quién iba
ese “hola, lindo”?
-Para
ti-contestó Eugenia tras pensar unos segundos la respuesta.- ¿Para quién si
no?-preguntó llevándose el dedo a la boca.
-Si no
quieres no me lo digas pero no me mientas-comentó señalando su mano.
-Yo y mi
manía. Perdón. No quise…
-Eugenia-la
interrumpió.- Guárdate esas absurdas escusas para otro, por favor-hizo una
pausa.-Venía para hablar contigo de lo nuestro porque no he dejado de pensar en
estas dos semanas que llevamos separados en cómo venir aquí y demostrarte que
te quiero pero…-hizo una pausa.-Veo que tú ya has pasado página, y te has
buscado a otro-Eugenia empezó a negar con la cabeza.-Así que no hay nada que
hablar, espero que te lo pases bien esta noche. Adiós.
-No, Peter.
No es lo que crees, en serio. Yo…
-No hace
falta que me expliques nada, Eugenia. Tú y yo somos solo amigos, ¿no?
Peter se
quedó un instante mirándola a los ojos y después se marcho cabizbajo. Eugenia
trató de ir detrás de él pero Darío le habló por el auricular:
-No, Euge,
no vayas. Nicolás está apunto de llegar, luego habláis y si quieres yo se lo
explico todo.
-¡No!-exclamó
cerrando la puerta.-Ni se te ocurra contarle lo que estamos por hacer esta
noche.
Eugenia se
sentó en el suelo apoyándose en la puerta y empezó a llorar mientras que en su
cabeza, resonaba una canción:
“Te perdí como te perdí. Eras todo lo más grande y
te perdí. Lo más bueno, lo más lindo. Tan perfecto para mí…”
Eugenia
lloraba desconsoladamente mientras que Darío trataba de tranquilizarla por el
auricular; esta situación duró hasta que volvió a sonar el timbre.
-Ya está
ahí-dijo Darío.
La rubia se
limpió la cara, respiró hondo tratando de calmarse y abrió la puerta.
-Hola,
preciosa-saludó Nicolás nada más verla.
-Hola, creía
que no venías.
-¿Y eso?
-No sé,
creía que al final te habías acobardado.
-¿Acobardarme
yo tratándose de pasar una noche con la chica que más me gusta?-se acercó a
ella.-Que poco me conoces.
Nicolás hizo
el intento de besarla pero ella lo esquivó y le dijo:
-Tranquilo,
lindo. ¿Para qué ir tan rápido? La noche aún es joven.
Eugenia le
hizo pasar y ambos fueron al salón. Una vez allí, se sentaron en el sofá y
Nicolás, le preguntó:
-¿Me vas a
decir ya qué es lo que quieres a cambio de esto?
-Te lo dije
por el móvil, a cambio quiero que me hagas disfrutar como nunca, ¿sabrás estar
a la altura?
-¿Tú que
crees?-preguntó acercándose a ella.
-No sé, tú
me dirás-le miró dibujando una falsa sonrisa en el rostro.
-Pregúntale
si quiere algo para beber-dijo Darío por el auricular.
-Pero no hay
nada para beber-habló Eugenia en voz baja.
-¿Cómo?-preguntó
Nicolás, mirándola.
-Se me
olvido avisarte que he comprado cerveza-comentó Darío.
-¿Quieres
algo de beber?-le preguntó Eugenia a Nicolás.
-Si, ¿qué
tienes?
-Refresco,
zumo, agua o…cerveza.
-Cerveza.
-Bueno,
ahora te la traigo-sonrió levantándose del sofá.
Eugenia
entró en la cocina y se apoyó en la encimera. Sus piernas estaban temblando, no
sabía como estaba aguantando hacer eso.
-Venga,
Euge, que vas bien. Primero le calientas un poco y luego, le dices que
no-comentó Darío.
La rubia fue
al frigorífico y sacó un botellín de cerveza para él y una lata de coca-cola
para ella. Buscó en el cajón de los cubiertos un abridor y abrió el botellín.
En ese momento, empezó a sentir unas manos deslizarse por su cintura hasta
llegar a rodearla al completo. Era Nicolás, la había abrazado y había empezado
a darle besos en el cuello.
Eugenia
cerró los ojos y empezó a recordar el día en que Peter había hecho lo mismo que
Nicolás estaba haciendo, en el mismo lugar y todo lo que esos besos que el
muchacho de ojos marrones con tonos en verde le había hecho sentir. Cuando cayó
en la realidad de quién le estaba dando besos en el cuello, se llevó el
botellín a la boca y empezó a beber.
-¡Vaya! No
sabía que bebieras.
-Ni
yo-contestó poniendo mala cara porque no le había gustado el sabor de la
cerveza.
-¿Cómo?
-Que...que
hace poco que empecé a beber y no veas
como engancha-contestó dándose la vuelta para mirarlo a la cara.-Vamos al
salón.
-Es que… ¿sabes cuál es mi
fantasía erótica?
-Me encantaría saberla,
¿qué tal si me la cuentas en el salón? Allí estaremos mejor.
-El problema es que mi
fantasía es aquí, en la encimera de la cocina-comentó acorralándola.
-Y seguro que no la has
hecho ya realidad ¿verdad que no?-preguntó con ironía.
-Por supuesto que si, pero
con ninguna como tú.
-El problema es que yo soy
más tradicional, cama, sofá…lo normal.
-¿Y no te apetece probar
algo nuevo?-preguntó sentándola en la encimera.
-No, creo que…
Nicolás empezó a besarle
el cuello y poco a poco iba bajando su boca. Eugenia cerró los ojos y volvió a
recordar aquel momento en que Peter y ella estaban de la misma forma en que
estaba ahora ella con Nicolás y volvió a sentir sobre su piel las manos y los
labios del muchacho que la volvían loca pero regresó a la realidad cuando Darío
le gritó por el auricular:
-Eugenia, llévatelo al
salón ¡ya!
La rubia abrió los ojos y
apartó un poco a Nicolás de ella, deteniéndolo antes de que siguiese bajando
más.
-Me parece que tienes un
poco de prisa ¿no? ¿Has quedado con alguien después?-preguntó Eugenia.
-No, pero tengo miedo a
que llegue alguien de tu familia y nos interrumpa.
-Tranquilo, que si es por
eso, no te preocupes-se acercó y le habló al oído.-Mi madre no vuelve hasta
dentro de dos semanas y mi hermano y su novia se han ido a un hotel, así que
estamos solos.
La rubia sonrió, se bajó
de la encimera y se fue al salón con la cerveza y el refresco en las manos.
Nicolás, por supuesto, la siguió.
-Sabes, Eugenia-comentó el
rubio sentándose en el sofá al lado de ella.-Hay algo que no me cuadra.
La muchacha miró a Nicolás
asustada y le preguntó:
-¿El qué no te cuadra?
-Pues que no quisieses
hacer el amor conmigo cuando estábamos de novios y ahora que estás de novia con
otro, si quieres.
-Te equivocas en un
detalle.
-¿En qué?
-En el detalle de que yo
ya no tengo novio.
-¿Ah no?-preguntó Nicolás
dibujando una sonrisa en su rostro.
Darío estaba en la
habitación de Eugenia contemplando todo, y de vez en cuando aconsejaba a la
muchacha para hacérselo todo más fácil. En ese momento, alguien entró por la
puerta de cristal del balcón y le preguntó:
-Darío, ¿qué haces aquí?
-¡¡Peter!!-exclamó al ver
a su hermano entrar.
Eugenia que tenía el
auricular, escucho a Darío y sin darse cuenta, gritó:
-¿Cómo?
Continuará...
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