viernes, 27 de julio de 2012

Capitulo 51: Te perdí

Capitulo anterior:

-Tranquilízate-le pidió.-Yo voy a esconderme en tu habitación, y recuerda, no podéis salir del salón porque cualquier cosa que pase fuera de aquí, solo será grabada por la cámara de tu sujetador. Así que procura que sea en el salón, ¿vale?
Ella asintió.
Darío le dio un achuchón para traspasarle confianza y se fue a la habitación de la muchacha. Eugenia espero unos segundos, tomo aire y abrió la puerta.
-Hola, lindo.
La rubia al ver de quién se trataba se le cambió el color de la cara y no dudó en preguntar:
-¿Qué haces aquí?
-----------------------------------------------------------------------------------------------------------
-¡Vaya! Por ese “qué haces aquí” se ve que no me esperabas a mi-dijo Peter después de observarla de arriba abajo.-Y si no es muy atrevido preguntarte… ¿por quién iba ese “hola, lindo”?
-Para ti-contestó Eugenia tras pensar unos segundos la respuesta.- ¿Para quién si no?-preguntó llevándose el dedo a la boca.
-Si no quieres no me lo digas pero no me mientas-comentó señalando su mano.
-Yo y mi manía. Perdón. No quise…
-Eugenia-la interrumpió.- Guárdate esas absurdas escusas para otro, por favor-hizo una pausa.-Venía para hablar contigo de lo nuestro porque no he dejado de pensar en estas dos semanas que llevamos separados en cómo venir aquí y demostrarte que te quiero pero…-hizo una pausa.-Veo que tú ya has pasado página, y te has buscado a otro-Eugenia empezó a negar con la cabeza.-Así que no hay nada que hablar, espero que te lo pases bien esta noche. Adiós.
-No, Peter. No es lo que crees, en serio. Yo…
-No hace falta que me expliques nada, Eugenia. Tú y yo somos solo amigos, ¿no?
Peter se quedó un instante mirándola a los ojos y después se marcho cabizbajo. Eugenia trató de ir detrás de él pero Darío le habló por el auricular:
-No, Euge, no vayas. Nicolás está apunto de llegar, luego habláis y si quieres yo se lo explico todo.
-¡No!-exclamó cerrando la puerta.-Ni se te ocurra contarle lo que estamos por hacer esta noche.
Eugenia se sentó en el suelo apoyándose en la puerta y empezó a llorar mientras que en su cabeza, resonaba una canción:
“Te perdí como te perdí. Eras todo lo más grande y te perdí. Lo más bueno, lo más lindo. Tan perfecto para mí…”
Eugenia lloraba desconsoladamente mientras que Darío trataba de tranquilizarla por el auricular; esta situación duró hasta que volvió a sonar el timbre.
-Ya está ahí-dijo Darío.
La rubia se limpió la cara, respiró hondo tratando de calmarse y abrió la puerta.
-Hola, preciosa-saludó Nicolás nada más verla.
-Hola, creía que no venías.
-¿Y eso?
-No sé, creía que al final te habías acobardado.
-¿Acobardarme yo tratándose de pasar una noche con la chica que más me gusta?-se acercó a ella.-Que poco me conoces.
Nicolás hizo el intento de besarla pero ella lo esquivó y le dijo:
-Tranquilo, lindo. ¿Para qué ir tan rápido? La noche aún es joven.
Eugenia le hizo pasar y ambos fueron al salón. Una vez allí, se sentaron en el sofá y Nicolás, le preguntó:
-¿Me vas a decir ya qué es lo que quieres a cambio de esto?
-Te lo dije por el móvil, a cambio quiero que me hagas disfrutar como nunca, ¿sabrás estar a la altura?
-¿Tú que crees?-preguntó acercándose a ella.
-No sé, tú me dirás-le miró dibujando una falsa sonrisa en el rostro.
-Pregúntale si quiere algo para beber-dijo Darío por el auricular.
-Pero no hay nada para beber-habló Eugenia en voz baja.
-¿Cómo?-preguntó Nicolás, mirándola.
-Se me olvido avisarte que he comprado cerveza-comentó Darío.
-¿Quieres algo de beber?-le preguntó Eugenia a Nicolás.
-Si, ¿qué tienes?
-Refresco, zumo, agua o…cerveza.
-Cerveza.
-Bueno, ahora te la traigo-sonrió levantándose del sofá.
Eugenia entró en la cocina y se apoyó en la encimera. Sus piernas estaban temblando, no sabía como estaba aguantando hacer eso.
-Venga, Euge, que vas bien. Primero le calientas un poco y luego, le dices que no-comentó Darío.
La rubia fue al frigorífico y sacó un botellín de cerveza para él y una lata de coca-cola para ella. Buscó en el cajón de los cubiertos un abridor y abrió el botellín. En ese momento, empezó a sentir unas manos deslizarse por su cintura hasta llegar a rodearla al completo. Era Nicolás, la había abrazado y había empezado a darle besos en el cuello.
Eugenia cerró los ojos y empezó a recordar el día en que Peter había hecho lo mismo que Nicolás estaba haciendo, en el mismo lugar y todo lo que esos besos que el muchacho de ojos marrones con tonos en verde le había hecho sentir. Cuando cayó en la realidad de quién le estaba dando besos en el cuello, se llevó el botellín a la boca y empezó a beber.
-¡Vaya! No sabía que bebieras.
-Ni yo-contestó poniendo mala cara porque no le había gustado el sabor de la cerveza.
-¿Cómo?
-Que...que hace poco que empecé a beber  y no veas como engancha-contestó dándose la vuelta para mirarlo a la cara.-Vamos al salón.
-Es que… ¿sabes cuál es mi fantasía erótica?
-Me encantaría saberla, ¿qué tal si me la cuentas en el salón? Allí estaremos mejor.
-El problema es que mi fantasía es aquí, en la encimera de la cocina-comentó acorralándola.
-Y seguro que no la has hecho ya realidad ¿verdad que no?-preguntó con ironía.
-Por supuesto que si, pero con ninguna como tú.
-El problema es que yo soy más tradicional, cama, sofá…lo normal.
-¿Y no te apetece probar algo nuevo?-preguntó sentándola en la encimera.
-No, creo que…
Nicolás empezó a besarle el cuello y poco a poco iba bajando su boca. Eugenia cerró los ojos y volvió a recordar aquel momento en que Peter y ella estaban de la misma forma en que estaba ahora ella con Nicolás y volvió a sentir sobre su piel las manos y los labios del muchacho que la volvían loca pero regresó a la realidad cuando Darío le gritó por el auricular:
-Eugenia, llévatelo al salón ¡ya!
La rubia abrió los ojos y apartó un poco a Nicolás de ella, deteniéndolo antes de que siguiese bajando más.
-Me parece que tienes un poco de prisa ¿no? ¿Has quedado con alguien después?-preguntó Eugenia.
-No, pero tengo miedo a que llegue alguien de tu familia y nos interrumpa.
-Tranquilo, que si es por eso, no te preocupes-se acercó y le habló al oído.-Mi madre no vuelve hasta dentro de dos semanas y mi hermano y su novia se han ido a un hotel, así que estamos solos.
La rubia sonrió, se bajó de la encimera y se fue al salón con la cerveza y el refresco en las manos. Nicolás, por supuesto, la siguió.
-Sabes, Eugenia-comentó el rubio sentándose en el sofá al lado de ella.-Hay algo que no me cuadra.
La muchacha miró a Nicolás asustada y le preguntó:
-¿El qué no te cuadra?
-Pues que no quisieses hacer el amor conmigo cuando estábamos de novios y ahora que estás de novia con otro, si quieres.
-Te equivocas en un detalle.
-¿En qué?
-En el detalle de que yo ya no tengo novio.
-¿Ah no?-preguntó Nicolás dibujando una sonrisa en su rostro.

Darío estaba en la habitación de Eugenia contemplando todo, y de vez en cuando aconsejaba a la muchacha para hacérselo todo más fácil. En ese momento, alguien entró por la puerta de cristal del balcón y le preguntó:
-Darío, ¿qué haces aquí?
-¡¡Peter!!-exclamó al ver a su hermano entrar.
Eugenia que tenía el auricular, escucho a Darío y sin darse cuenta, gritó:
-¿Cómo?

Continuará...

No hay comentarios:

Publicar un comentario