jueves, 26 de julio de 2012

Capitulo 50: La preparación

Capitulo anterior:

-Oye-vocalizó él, tumbándose en la cama.- ¿Tienes algún sujetador negro?
-¿Qué?
-Que si tienes sujetador negro, es que mi amigo y yo tenemos pensado ponerte la camarita en el sujetador y para que pase desapercibida es mejor que el sujetador sea negro.
-¿Tu amigo y tú? ¿Qué amigo?
-Oh, ¿no te lo he dicho? Es mi amigo el que nos va a proporcionar las cámaras y nos va a ayudar a colocarlas por el salón de tu casa.
-O sea que cuando yo este con Nicolás, ¿tanto tú como tu amigo vais a estar mirando?
-Si, ¿qué quieres que le haga?-preguntó el muchacho sonriendo.-A cambio de su ayuda le he prometido a mi amigo que va a poder ver dos buenas…-hizo el gesto de dos pechos.
-¿Qué? No, no, no. Me niego. No pienso hacerlo.
Darío empezó a reírse.
-Es broma. Te prometo que solo mirare y disfrutare yo.
Eugenia empezó a pegarle mientras el muchacho se reía.
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-¡No!-exclamó Eugenia mientras intentaba impedir que el amigo de Darío instalase las cámaras por el salón de su casa.-No pienso hacerlo, Darío. Tenlo claro. Es una locura. No se como he podido aceptar hacerlo. No. Lo que voy a hacer es ponerle los cuernos a tu hermano.
-Vamos, Euge. No seas exagerada. No le vas ni a besar. Vas a tentarlo y ya esta. Además, tú y mi hermano ya no estáis juntos.
-Lo sé pero… ¡que no! No pienso hacerlo.
-Si, lo vas a hacer.
-No.
-Si.
-No.
-Si-dijo Darío extendiéndole un móvil.-Toma, habla con Nicolás y dile que venga. Está llamando y por favor, no tardes mucho que estas llamando desde mi móvil.
-¿Qué? No, no. Todo tuyo, no pienso hacerlo.
-No seas infantil, Eugenia-comentó Darío entregándole el móvil.
Eugenia miró al muchacho fijamente, respiró hondo y se puso el móvil en la oreja. Esperó a que lo cogiera.
-¿Nicolás?-preguntó la rubia al escuchar su voz.
-Si, ¿quién eres?
-¿No me reconoces la voz? Vaya ¡Cuántas chicas te deben de llamar eh!
-Mmm… ¿Eugenia?
-Bingo.
-¿Y esa locura de llamarme?
-¿Te sorprende?-preguntó ella sentándose en el sofá porque le estaban temblando las piernas.
-Bastante. Después de las cosas que han pasado entre nosotros últimamente creía que no querías saber nada de mí.
-Bueno, pues que no te sorprenda tanto. Te llamo para hacer un trato.
-¿Un trato?
-Si-hizo una pausa.-Por lo que me estoy dando cuenta, tú no vas a ser feliz hasta que no tengas sexo conmigo.
Esa frase produjo que el amigo de Darío, que estaba subido a una escalera instalando una cámara en la esquina del salón, se tambalease. Darío se echó a reír y Eugenia intentó callarlo.
-Así que… si estas dispuesto a tener una noche loca conmigo, vente a mi casa que…estoy muy sola-dijo Eugenia cuando consiguió que el muchacho dejase de reír.
-Entiendo pero ¿cuál sería el trato?-preguntó Nicolás.
-Pues yo te doy lo que tú quieres  y tú me das lo que yo quiero.
-¿Y qué es lo que quieres, exactamente?
-Pasar una noche contigo.
Nicolás se echó a reír.
-Eugenia, ¿en serio crees que me voy a tragar eso?-preguntó él.
-¿Qué pasa? ¿No crees que una persona pueda cambiar de opinión?
-Por supuesto que si, una persona puede cambiar de opinión pero tú-hizo una pausa.-Lo dudo.
-Vaya. Entonces, ¿me tengo que tomar esto como que me estas rechazando?
-¿Qué? No, no. Solo quiero que me digas que quieres a cambio.
-Te lo diré cuando estés aquí.
-Está bien, en veinte minutos estoy ahí.
-¿En veinte minutos?-preguntó asustada.
Darío empezó a negar mediante señas.
-Eh, ¡no!-exclamó Eugenia.-En veinte minutos, no me da tiempo a arreglarme; mejor en… ¿una hora?-preguntó mirando a Darío que asintió.
-No sé, dímelo tú-contestó Nicolás.
-Si, en una hora.
-Perfecto, te veo en una hora, preciosa.
-Adiós.
Colgaron.
Eugenia tiró el móvil encima del sofá y se llevó las manos a la cabeza mientras miraba a Darío.
-Pero mira que avispada es la muchacha-comentó el chico sentándose al lado de Eugenia.-La que no quería hacerlo ¿no?-empezó a reírse.
-Pero, ¿qué estoy haciendo, Darío?
-Euge, tranquilízate. Piensa que esto es un juego.
-¿Un juego?-lo miró.-Pero no lo es, es la vida real. Imagínate que algo sale mal, que hago todo esto y las cámaras no funcionan o que Peter me pilla o Nicolás… ¡no, no, no!
-Relájate-le sugirió el muchacho abrazándola para calmarla.
-Por las cámaras no os preocupéis-comentó el amigo de Darío.-Ya están instaladas y funcionan a la perfección; solo me falta poner la del sujetador.
-Venga, Euge. Quítate la blusa-bromeó Darío sonriendo.
La rubia lo miró con mala cara y le pegó un puñetazo en el brazo para después levantarse para ir a su habitación a por algún sujetador negro.

Instaladas todas las cámaras, Eugenia estaba en su habitación eligiendo que ropa ponerse mientras que Darío estaba en la entrada despidiendo a su amigo.
-Muchas gracias por instalarme las cámaras y explicarme como va todo-decía Darío.-En cuanto pueda te hago ese favor que me has pedido a cambio.
-De acuerdo, pero una cosa… ¿qué pensáis hacer? ¿Vais a montaros un trío y os vais a grabar?
-¿Qué? Pero no, hombre. Yo a ella nunca la tocaría; es mi cuñada-hizo una pausa.-Lo que vamos a hacer es gastarle una broma a un…amigo y si quieres en otro momento te lo explico mejor pero ahora te tienes que ir porque nuestro amigo esta apunto de llegar.
-Está bien, adiós y no te olvides de lo que me debes.
-No, no. Nos vemos.
El muchacho cerró la puerta y fue al salón a por el portátil donde se veía y se escuchaba todo lo que estaban grabando las cámaras. Eugenia después de vestirse, bajó al salón mientras decía:
-Darío, hay un problema.
-Dime.
-Con la ropa tapó la cámara que llevo en el sujetador.
-Muy aguda, Euge. Por lo que vas a tener que…
-¿Voy a tener que estar sin blusa?-preguntó antes de que él pudiera decir nada.
-Bueno, yo te iba a decir que te abrieses los botones de la blusa un poquito y con eso bastaba pero si tú prefieres estar sin blusa, pues como tú veas.
-No, no-dijo desabrochándose un par de botones.- ¿Así está bien?
-Si, estupendo-contestó Darío mirándole el escote a Eugenia.
-¿En serio? A ver-dijo la rubia mirando la pantalla del ordenador.
-Ves, está…-comentó aún con la mirada puesta en el canalillo de la rubia.
-Si, ojala todo salga bien.
Eugenia miró a Darío y al darse cuenta de donde estaba posada la mirada del muchacho, le dijo apuntando a su cara:
-Darío, mira aquí.
-Oh, si. Perdona-comentó mirando hacia otro lado.
Tras el momento incómodo, Darío le dio un auricular por el que el muchacho le iría diciendo lo que tendría que hacer en el caso de que ella se quedase en blanco. Eugenia se sentó en el sofá pero de inmediato se levantó de un susto; habían llamado al timbre. La rubia miró a Darío. Estaba muy nerviosa.
-Tranquilízate-le pidió.-Yo voy a esconderme en tu habitación, y recuerda, no podéis salir del salón porque cualquier cosa que pase fuera de aquí, solo será grabada por la cámara de tu sujetador. Así que procura que sea en el salón, ¿vale?
Ella asintió.
Darío le dio un achuchón para traspasarle confianza y se fue a la habitación de la muchacha. Eugenia esperó unos segundos, tomó aire y abrió la puerta.
-Hola, lindo.
La rubia al ver de quién se trataba se le cambió el color de la cara y no dudó en preguntar:
-¿Qué haces aquí?

Continuará...

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