-Oye-vocalizó él, tumbándose en la
cama.- ¿Tienes algún sujetador negro?
-¿Qué?
-Que si tienes sujetador negro, es que
mi amigo y yo tenemos pensado ponerte la camarita en el sujetador y para que
pase desapercibida es mejor que el sujetador sea negro.
-¿Tu amigo y tú? ¿Qué amigo?
-Oh, ¿no te lo he dicho? Es mi amigo
el que nos va a proporcionar las cámaras y nos va a ayudar a colocarlas por el
salón de tu casa.
-O sea que cuando yo este con Nicolás,
¿tanto tú como tu amigo vais a estar mirando?
-Si, ¿qué quieres que le haga?-preguntó
el muchacho sonriendo.-A cambio de su ayuda le he prometido a mi amigo que va a
poder ver dos buenas…-hizo el gesto de dos pechos.
-¿Qué? No, no, no. Me niego. No pienso
hacerlo.
Darío empezó a reírse.
-Es broma. Te prometo que solo mirare
y disfrutare yo.
Eugenia empezó a pegarle mientras el
muchacho se reía.
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-¡No!-exclamó Eugenia
mientras intentaba impedir que el amigo de Darío instalase las cámaras por el
salón de su casa.-No pienso hacerlo, Darío. Tenlo claro. Es una locura. No se
como he podido aceptar hacerlo. No. Lo que voy a hacer es ponerle los cuernos a tu
hermano.
-Vamos, Euge. No seas
exagerada. No le vas ni a besar. Vas a tentarlo y ya esta. Además, tú y mi
hermano ya no estáis juntos.
-Lo sé pero… ¡que no! No
pienso hacerlo.
-Si, lo vas a hacer.
-No.
-Si.
-No.
-Si-dijo Darío
extendiéndole un móvil.-Toma, habla con Nicolás y dile que venga. Está llamando
y por favor, no tardes mucho que estas llamando desde mi móvil.
-¿Qué? No, no. Todo tuyo,
no pienso hacerlo.
-No seas infantil,
Eugenia-comentó Darío entregándole el móvil.
Eugenia miró al muchacho
fijamente, respiró hondo y se puso el móvil en la oreja. Esperó a que lo
cogiera.
-¿Nicolás?-preguntó la
rubia al escuchar su voz.
-Si, ¿quién eres?
-¿No me reconoces la voz?
Vaya ¡Cuántas chicas te deben de llamar eh!
-Mmm… ¿Eugenia?
-Bingo.
-¿Y esa locura de
llamarme?
-¿Te sorprende?-preguntó
ella sentándose en el sofá porque le estaban temblando las piernas.
-Bastante. Después de las
cosas que han pasado entre nosotros últimamente creía que no querías saber nada
de mí.
-Bueno, pues que no te
sorprenda tanto. Te llamo para hacer un trato.
-¿Un trato?
-Si-hizo una pausa.-Por lo
que me estoy dando cuenta, tú no vas a ser feliz hasta que no tengas sexo
conmigo.
Esa frase produjo que el
amigo de Darío, que estaba subido a una escalera instalando una cámara en la
esquina del salón, se tambalease. Darío se echó a reír y Eugenia intentó
callarlo.
-Así que… si estas
dispuesto a tener una noche loca conmigo, vente a mi casa que…estoy muy sola-dijo
Eugenia cuando consiguió que el muchacho dejase de reír.
-Entiendo pero ¿cuál sería
el trato?-preguntó Nicolás.
-Pues yo te doy lo que tú
quieres y tú me das lo que yo quiero.
-¿Y qué es lo que quieres,
exactamente?
-Pasar una noche contigo.
Nicolás se echó a reír.
-Eugenia, ¿en serio crees
que me voy a tragar eso?-preguntó él.
-¿Qué pasa? ¿No crees que
una persona pueda cambiar de opinión?
-Por supuesto que si, una
persona puede cambiar de opinión pero tú-hizo una pausa.-Lo dudo.
-Vaya. Entonces, ¿me tengo
que tomar esto como que me estas rechazando?
-¿Qué? No, no. Solo quiero
que me digas que quieres a cambio.
-Te lo diré cuando estés
aquí.
-Está bien, en veinte
minutos estoy ahí.
-¿En veinte
minutos?-preguntó asustada.
Darío empezó a negar
mediante señas.
-Eh, ¡no!-exclamó
Eugenia.-En veinte minutos, no me da tiempo a arreglarme; mejor en… ¿una
hora?-preguntó mirando a Darío que asintió.
-No sé, dímelo tú-contestó
Nicolás.
-Si, en una hora.
-Perfecto, te veo en una
hora, preciosa.
-Adiós.
Colgaron.
Eugenia tiró el móvil
encima del sofá y se llevó las manos a la cabeza mientras miraba a Darío.
-Pero mira que avispada es
la muchacha-comentó el chico sentándose al lado de Eugenia.-La que no quería
hacerlo ¿no?-empezó a reírse.
-Pero, ¿qué estoy
haciendo, Darío?
-Euge, tranquilízate.
Piensa que esto es un juego.
-¿Un juego?-lo miró.-Pero
no lo es, es la vida real. Imagínate que algo sale mal, que hago todo esto y
las cámaras no funcionan o que Peter me pilla o Nicolás… ¡no, no, no!
-Relájate-le sugirió el
muchacho abrazándola para calmarla.
-Por las cámaras no os
preocupéis-comentó el amigo de Darío.-Ya están instaladas y funcionan a la
perfección; solo me falta poner la del sujetador.
-Venga, Euge. Quítate la
blusa-bromeó Darío sonriendo.
La rubia lo miró con mala
cara y le pegó un puñetazo en el brazo para después levantarse para ir a su
habitación a por algún sujetador negro.
Instaladas todas las
cámaras, Eugenia estaba en su habitación eligiendo que ropa ponerse mientras
que Darío estaba en la entrada despidiendo a su amigo.
-Muchas gracias por
instalarme las cámaras y explicarme como va todo-decía Darío.-En cuanto pueda
te hago ese favor que me has pedido a cambio.
-De acuerdo, pero una
cosa… ¿qué pensáis hacer? ¿Vais a montaros un trío y os vais a grabar?
-¿Qué? Pero no, hombre. Yo
a ella nunca la tocaría; es mi cuñada-hizo una pausa.-Lo que vamos a hacer es
gastarle una broma a un…amigo y si quieres en otro momento te lo explico mejor
pero ahora te tienes que ir porque nuestro amigo esta apunto de llegar.
-Está bien, adiós y no te
olvides de lo que me debes.
-No, no. Nos vemos.
El muchacho cerró la
puerta y fue al salón a por el portátil donde se veía y se escuchaba todo lo
que estaban grabando las cámaras. Eugenia después de vestirse, bajó al salón
mientras decía:
-Darío, hay un problema.
-Dime.
-Con la ropa tapó la
cámara que llevo en el sujetador.
-Muy aguda, Euge. Por lo
que vas a tener que…
-¿Voy a tener que estar
sin blusa?-preguntó antes de que él pudiera decir nada.
-Bueno, yo te iba a decir
que te abrieses los botones de la blusa un poquito y con eso bastaba pero si tú
prefieres estar sin blusa, pues como tú veas.
-No, no-dijo
desabrochándose un par de botones.- ¿Así está bien?
-Si, estupendo-contestó
Darío mirándole el escote a Eugenia.
-¿En serio? A ver-dijo la
rubia mirando la pantalla del ordenador.
-Ves, está…-comentó aún
con la mirada puesta en el canalillo de la rubia.
-Si, ojala todo salga
bien.
Eugenia miró a Darío y al
darse cuenta de donde estaba posada la mirada del muchacho, le dijo apuntando a
su cara:
-Darío, mira aquí.
-Oh, si. Perdona-comentó
mirando hacia otro lado.
Tras el momento incómodo,
Darío le dio un auricular por el que el muchacho le iría diciendo lo que
tendría que hacer en el caso de que ella se quedase en blanco. Eugenia se sentó
en el sofá pero de inmediato se levantó de un susto; habían llamado al timbre.
La rubia miró a Darío. Estaba muy nerviosa.
-Tranquilízate-le
pidió.-Yo voy a esconderme en tu habitación, y recuerda, no podéis salir del
salón porque cualquier cosa que pase fuera de aquí, solo será grabada por la
cámara de tu sujetador. Así que procura que sea en el salón, ¿vale?
Ella asintió.
Darío le dio un achuchón
para traspasarle confianza y se fue a la habitación de la muchacha. Eugenia
esperó unos segundos, tomó aire y abrió la puerta.
-Hola, lindo.
La rubia al ver de quién
se trataba se le cambió el color de la cara y no dudó en preguntar:
-¿Qué haces aquí?
Continuará...
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