Eugenia
había terminado de comer y de ayudar a Sol a lavar los platos, así que subió a
su habitación. Entró y se sentó en la silla de su escritorio. Encendió el
ordenador y mientras, esperaba a que iniciase sesión, sacó del cajón de la mesa
del escritorio un relicario. Lo abrió y de su interior, cogió una piedra.
Aquella piedra que marcaba el momento en que Peter y Eugenia se habían conocido
cuando eran pequeños, y se había partido por la mitad, quedándose cada uno con
un trozo.
La rubia se
quedó mirándola fijamente sobre la palma de su mano y en aquel momento unas
imágenes empezaron a rondar su cabeza. Cerró los ojos con fuerza y al abrirlos,
exclamó con una sonrisa en el rostro:
-¡Me acordé!
-¿De
qué?-preguntó alguien entrando por el balcón.
-¿Peter?-preguntó
sorprendida.
-----------------------------------------------------------------------------------------------------------
Eugenia
tenía una sonrisa de oreja a oreja. No podía creer que él estuviera allí. Tenía
pensado levantarse e ir a abrazarlo pero cambio de idea cuando vio al muchacho
negar con la cabeza.
-Soy
Darío-dijo el chico.
-¡Oh!-exclamó
la rubia borrando la sonrisa que tenía.
-Vaya, yo también
me alegro de verte, Eugenia-comentó Darío con ironía.
-Bueno,
perdóname. Ya han pasado muchos días y pensaba que Peter se había decidido por
fin a escuchar mis explicaciones.
-Eugenia,
solo han pasado cuatro días.
-¿En
serio?-preguntó sorprendida.
El muchacho
asintió.
-Pero bueno,
cambiemos de tema-comentó Darío apoyándose en el marco de la puerta de
cristal.-Cuéntame, ¿de qué te has acordado?
-De…-vocalizó
enseñándole la piedra.-De que Peter fue mi primer beso-hizo una pausa.-Por
alguna razón que no sé, lo había omitido pero ahora lo recuerdo
bien-sonrió.-Recuerdo que cuando él me besó me separé de inmediato pero en los
días siguientes a eso, cada vez que lo recordaba sentía algo en la barriga,
algo que antes no había llegado a sentir-suspiró con una sonrisa en el
rostro.-Me sentía rara porque solo pensaba en él y en aquel beso.
-Eugenia, va
a sonar cursi, pero eso se llama amor y es evidente; estáis hechos el uno para
el otro.
En ese
momento, por la cabeza de la rubia rondaron las últimas palabras que Peter le
había dedicado hacia unos cuatro días: “Eres
un ser despreciable. No quiero volver a verte en la vida” y la rubia cayó
en la realidad. Lo que Darío decía era totalmente incierto y más después de que
Peter le arrancará el collar, que una vez le había regalado.
-¿Qué?-dijo
Eugenia.-Ni hablar, no pienso volver con él en la vida.
-¿Cómo? ¿Y
este cambio de pensamiento tan repentino?-preguntó Darío sorprendido.
-Pues este
cambio ha sido gracias a que he recapacitado-hizo una pausa.-Me arrepiento mucho
de lo que he hecho estos últimos cuatro días. Solo he estado llorando,
hundiéndome en la tristeza… mientras que él…él solo sabía divertirse con
Mariana.
-Euge, Euge.
Espera. Eso no es así. Mi hermano también lo está pasando mal pero delante de
ti se hace el durito, el que está bien pero no es así.
-No lo
justifiques, Darío. Sé que se lo está pasando fantásticamente bien con Mariana,
así que yo no me pienso quedar atrás. Tengo que pasar página. Hacer borrón y
cuenta nueva-decía muy segura de sí misma.- ¿Y sabes qué? Ahora que lo
pienso-hizo una pausa.-El que tiene la culpa de todo es él. Él ha sido quién no
ha querido escucharme cuando yo me intenté explicar, él ha sido quién ha
hablado y hablado sin dejarme a mí hacerlo. Y creo que ya ha pasado mucho tiempo…
-Euge-la
interrumpió.-Han pasado cuatro días.
-¡Mucho
tiempo!-exclamó.-Bueno, muchas horas, y él no ha venido a pedirme
explicaciones, y yo no pienso ir detrás como un perrito faldero. Así que se
acabó el llanto, se acabó todo.
Eugenia se
levantó de la silla y fue hacia Darío, lo apartó y lanzó la piedra muy lejos.
-Euge, no
creo que…-el muchacho intentó detener que tirará la piedra.
La rubia se
quedó apoyada en la barandilla del balcón con la cabeza baja, tratando de
convencerse de todo lo que acababa de decir. Eugenia pensaba volver adentro de
su habitación, cuando se percató de la presencia de Peter al otro lado del
balcón. El muchacho la miraba fijamente sin parpadear. La rubia se quedó quieta
contemplando cada rasgo del hermoso rostro de su vecino. Se quedaron así un
instante hasta que Darío sin darse cuenta de la situación se metió en medio de
ambas miradas.
-¿Estas
segura de lo que has hecho?-preguntó Darío.
La rubia
intentó ver por encima del hombro del muchacho que se había interpuesto entre
ella y el otro gemelo, y pudo darse cuenta de que Peter ya no estaba.
-Si-contestó
Eugenia mirando a Darío.-Estoy segura, creo.
La muchacha
estaba aturdida por lo que acababa de pasar. No sabía si Peter había escuchado
todo lo que ella había soltado por la boca por el enfado que le producía
aquella situación. No sabía por qué la miraba de aquella manera; quizás estaba
recapacitando, quizás ahora tendría ganas de escuchar las explicaciones de
Eugenia o quizás no.
-¿Estás
bien?-preguntó Darío al ver que la cara de la muchacha palidecía.
-Si, muy
bien-contestó Eugenia entrando en su habitación.
Ya de noche,
todos habían cenado y se estaban preparando para irse a dormir, ya que al día
siguiente tenían instituto. Peter se puso su pijama particular, que constaba
tan solo del pantalón del pijama, detestaba dormir con la parte de arriba. El
muchacho se sentó en su cama, estaba dispuesto a irse a dormir cuando decidió
ir a tomar un poco de aire para despejar la mente. Salió al balcón y se apoyó
en la barandilla. Por pura inercia miró hacia el balcón de Eugenia y se llevó
un susto al verla sentada sobre la barandilla con las piernas en el lado de
fuera.
-¡Eugenia!-exclamó
asustado.- Bájate de ahí ahora mismo.
La rubia lo
miró sonriendo y le dijo:
-Tranquilízate,
Darío.
La muchacha
al no ver bien por la oscuridad, creyó
que Peter era el otro hermano gemelo.
-No, yo no
soy…-comenzó a decir el muchacho pero se cayó, prefirió que Eugenia siguiese
pensando que era Darío.-Euge, hablo en serio; baja.
-No te
preocupes-le volvió a mirar.-Está todo controlado. No me quiero matar, solo
quiero tomar un poco de aire fresco para despejar la mente.
-Bueno, ¿y
no puedes despejar la mente como la gente normal? Con los pies en la
tierra-dijo Peter pasando al balcón de Eugenia con el procedimiento de siempre;
pasar el cuerpo al otro lado de la barandilla e ir poniendo los pies entre los
barrotes hasta llegar.
-Pero, ¿por
qué? A mi modo es más divertido-sonrió.- ¿No quieres probarlo?-le preguntó
extendiéndole una mano.
-No,
gracias. Prefiero tener los pies sobre algo duro.-contestó el muchacho
agarrándole la mano y poniéndosela donde estaba; agarrada a la barandilla.-Y
bueno, dime ¿de qué querías olvidarte?-le preguntó poniéndose cerca de ella por
si ocurría cualquier cosa.
-¿Olvidarme?
-Si, bueno,
despejarte la mente, olvidarte…
-¡Oh, ya!
Pues ya sabes, de lo que ha pasado. Tenía ganas de no recordar nada de lo que
ha pasado estos últimos días y olvidar las cosas que Peter me dijo…
-¿A qué te
refieres?
-A lo de que
era despreciable y no quería volver a verme en la vida-contestó entristecida.
-Bueno, pero
él no te habría dicho eso si no hubieses jugado a dos puntas sin pensar en que
le podías hacer daño.
-¿Qué yo
qué?-preguntó mirándole.
La rubia se
quedó un rato mirando fijamente a los ojos del muchacho y ahora que lo tenía
más cerca y lo miraba con más claridad, se dio cuenta de que no era Darío sino
Peter.
-Será mejor
que cambiemos de tema-dijo la muchacha mirando hacia otro lado.
-No, ¿por
qué? Hablemos de esto.
-Mira,
Darío-comentó la rubia siguiendo con la mentira y haciendo oído sordo a lo que
el muchacho acababa de decir.-Se aguantar sin manos.
Eugenia
lentamente separó sus manos de la barandilla y estiró el cuerpo al completo
para tomar aire de la fresca brisa que corría aquella noche.
-¡Eugenia!-exclamó
Peter asustándose otra vez.
La rubia por
el grito perdió la estabilidad y al intentar volver agarrarse, no lo consiguió.
Continuará...
nooo que mala!!!!!!!!
ResponderEliminarsigue la nove
me encanta tu nove
ResponderEliminar