jueves, 2 de agosto de 2012

Capitulo 57: Despejar la mente

Capitulo anterior:

Eugenia había terminado de comer y de ayudar a Sol a lavar los platos, así que subió a su habitación. Entró y se sentó en la silla de su escritorio. Encendió el ordenador y mientras, esperaba a que iniciase sesión, sacó del cajón de la mesa del escritorio un relicario. Lo abrió y de su interior, cogió una piedra. Aquella piedra que marcaba el momento en que Peter y Eugenia se habían conocido cuando eran pequeños, y se había partido por la mitad, quedándose cada uno con un trozo.
La rubia se quedó mirándola fijamente sobre la palma de su mano y en aquel momento unas imágenes empezaron a rondar su cabeza. Cerró los ojos con fuerza y al abrirlos, exclamó con una sonrisa en el rostro:
-¡Me acordé!
-¿De qué?-preguntó alguien entrando por el balcón.
-¿Peter?-preguntó sorprendida.
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Eugenia tenía una sonrisa de oreja a oreja. No podía creer que él estuviera allí. Tenía pensado levantarse e ir a abrazarlo pero cambio de idea cuando vio al muchacho negar con la cabeza.
-Soy Darío-dijo el chico.
-¡Oh!-exclamó la rubia borrando la sonrisa que tenía.
-Vaya, yo también me alegro de verte, Eugenia-comentó Darío con ironía.
-Bueno, perdóname. Ya han pasado muchos días y pensaba que Peter se había decidido por fin  a escuchar mis explicaciones.
-Eugenia, solo han pasado cuatro días.
-¿En serio?-preguntó sorprendida.
El muchacho asintió.
-Pero bueno, cambiemos de tema-comentó Darío apoyándose en el marco de la puerta de cristal.-Cuéntame, ¿de qué te has acordado?
-De…-vocalizó enseñándole la piedra.-De que Peter fue mi primer beso-hizo una pausa.-Por alguna razón que no sé, lo había omitido pero ahora lo recuerdo bien-sonrió.-Recuerdo que cuando él me besó me separé de inmediato pero en los días siguientes a eso, cada vez que lo recordaba sentía algo en la barriga, algo que antes no había llegado a sentir-suspiró con una sonrisa en el rostro.-Me sentía rara porque solo pensaba en él y en aquel beso.
-Eugenia, va a sonar cursi, pero eso se llama amor y es evidente; estáis hechos el uno para el otro.
En ese momento, por la cabeza de la rubia rondaron las últimas palabras que Peter le había dedicado hacia unos cuatro días: “Eres un ser despreciable. No quiero volver a verte en la vida” y la rubia cayó en la realidad. Lo que Darío decía era totalmente incierto y más después de que Peter le arrancará el collar, que una vez le había regalado.
-¿Qué?-dijo Eugenia.-Ni hablar, no pienso volver con él en la vida.
-¿Cómo? ¿Y este cambio de pensamiento tan repentino?-preguntó Darío sorprendido.
-Pues este cambio ha sido gracias a que he recapacitado-hizo una pausa.-Me arrepiento mucho de lo que he hecho estos últimos cuatro días. Solo he estado llorando, hundiéndome en la tristeza… mientras que él…él solo sabía divertirse con Mariana.
-Euge, Euge. Espera. Eso no es así. Mi hermano también lo está pasando mal pero delante de ti se hace el durito, el que está bien pero no es así.
-No lo justifiques, Darío. Sé que se lo está pasando fantásticamente bien con Mariana, así que yo no me pienso quedar atrás. Tengo que pasar página. Hacer borrón y cuenta nueva-decía muy segura de sí misma.- ¿Y sabes qué? Ahora que lo pienso-hizo una pausa.-El que tiene la culpa de todo es él. Él ha sido quién no ha querido escucharme cuando yo me intenté explicar, él ha sido quién ha hablado y hablado sin dejarme a mí hacerlo. Y creo que ya ha pasado mucho tiempo…
-Euge-la interrumpió.-Han pasado cuatro días.
-¡Mucho tiempo!-exclamó.-Bueno, muchas horas, y él no ha venido a pedirme explicaciones, y yo no pienso ir detrás como un perrito faldero. Así que se acabó el llanto, se acabó todo.
Eugenia se levantó de la silla y fue hacia Darío, lo apartó y lanzó la piedra muy lejos.
-Euge, no creo que…-el muchacho intentó detener que tirará la piedra.
La rubia se quedó apoyada en la barandilla del balcón con la cabeza baja, tratando de convencerse de todo lo que acababa de decir. Eugenia pensaba volver adentro de su habitación, cuando se percató de la presencia de Peter al otro lado del balcón. El muchacho la miraba fijamente sin parpadear. La rubia se quedó quieta contemplando cada rasgo del hermoso rostro de su vecino. Se quedaron así un instante hasta que Darío sin darse cuenta de la situación se metió en medio de ambas miradas.
-¿Estas segura de lo que has hecho?-preguntó Darío.
La rubia intentó ver por encima del hombro del muchacho que se había interpuesto entre ella y el otro gemelo, y pudo darse cuenta de que Peter ya no estaba.
-Si-contestó Eugenia mirando a Darío.-Estoy segura, creo.
La muchacha estaba aturdida por lo que acababa de pasar. No sabía si Peter había escuchado todo lo que ella había soltado por la boca por el enfado que le producía aquella situación. No sabía por qué la miraba de aquella manera; quizás estaba recapacitando, quizás ahora tendría ganas de escuchar las explicaciones de Eugenia o quizás no.
-¿Estás bien?-preguntó Darío al ver que la cara de la muchacha palidecía.
-Si, muy bien-contestó Eugenia entrando en su habitación.

Ya de noche, todos habían cenado y se estaban preparando para irse a dormir, ya que al día siguiente tenían instituto. Peter se puso su pijama particular, que constaba tan solo del pantalón del pijama, detestaba dormir con la parte de arriba. El muchacho se sentó en su cama, estaba dispuesto a irse a dormir cuando decidió ir a tomar un poco de aire para despejar la mente. Salió al balcón y se apoyó en la barandilla. Por pura inercia miró hacia el balcón de Eugenia y se llevó un susto al verla sentada sobre la barandilla con las piernas en el lado de fuera.
-¡Eugenia!-exclamó asustado.- Bájate de ahí ahora mismo.
La rubia lo miró sonriendo y le dijo:
-Tranquilízate, Darío.
La muchacha al no  ver bien por la oscuridad, creyó que Peter era el otro hermano gemelo.
-No, yo no soy…-comenzó a decir el muchacho pero se cayó, prefirió que Eugenia siguiese pensando que era Darío.-Euge, hablo en serio; baja.
-No te preocupes-le volvió a mirar.-Está todo controlado. No me quiero matar, solo quiero tomar un poco de aire fresco para despejar la mente.
-Bueno, ¿y no puedes despejar la mente como la gente normal? Con los pies en la tierra-dijo Peter pasando al balcón de Eugenia con el procedimiento de siempre; pasar el cuerpo al otro lado de la barandilla e ir poniendo los pies entre los barrotes hasta llegar.
-Pero, ¿por qué? A mi modo es más divertido-sonrió.- ¿No quieres probarlo?-le preguntó extendiéndole una mano.
-No, gracias. Prefiero tener los pies sobre algo duro.-contestó el muchacho agarrándole la mano y poniéndosela donde estaba; agarrada a la barandilla.-Y bueno, dime ¿de qué querías olvidarte?-le preguntó poniéndose cerca de ella por si ocurría cualquier cosa.
-¿Olvidarme?
-Si, bueno, despejarte la mente, olvidarte…
-¡Oh, ya! Pues ya sabes, de lo que ha pasado. Tenía ganas de no recordar nada de lo que ha pasado estos últimos días y olvidar las cosas que Peter me dijo…
-¿A qué te refieres?
-A lo de que era despreciable y no quería volver a verme en la vida-contestó entristecida.
-Bueno, pero él no te habría dicho eso si no hubieses jugado a dos puntas sin pensar en que le podías hacer daño.
-¿Qué yo qué?-preguntó mirándole.
La rubia se quedó un rato mirando fijamente a los ojos del muchacho y ahora que lo tenía más cerca y lo miraba con más claridad, se dio cuenta de que no era Darío sino Peter.
-Será mejor que cambiemos de tema-dijo la muchacha mirando hacia otro lado.
-No, ¿por qué? Hablemos de esto.
-Mira, Darío-comentó la rubia siguiendo con la mentira y haciendo oído sordo a lo que el muchacho acababa de decir.-Se aguantar sin manos.
Eugenia lentamente separó sus manos de la barandilla y estiró el cuerpo al completo para tomar aire de la fresca brisa que corría aquella noche.
-¡Eugenia!-exclamó Peter asustándose otra vez.
La rubia por el grito perdió la estabilidad y al intentar volver agarrarse, no lo consiguió.

Continuará...

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