miércoles, 1 de agosto de 2012

Capitulo 56: Discusiones

Capitulo anterior:

-Me voy a fuera para que te bañes en condiciones-hizo una pausa.-Voy a estar al otro lado de esta puerta y quiero que me hables en todo momento. A los dos segundos en que no te escuche la voz, entraré aquí y me dará igual si sigues en ropa interior o estás completamente desnuda. Así que ¡ojo!
-Gracias, Darío-le agradeció levantándose de la bañera y abrazándolo con fuerza.
El muchacho la abrazó a pesar de que estuviera empapando su ropa y al separarse, la rubia le dio un tierno beso en la mejilla. Darío le sonrió y salió del cuarto de baño.
-Bueno, Euge, cuéntame algo-dijo el chico sentándose en el suelo al lado de la puerta.
-No sé-hizo una pausa.-Que necesitaré al menos tres baños más para quitarme las babas de encima de ese…-se cayó y gruñó.
-Bueno, piensa que ahora ya no lo verás más.
-Ni a él, ni a Peter-y volvió a empezar a llorar.
-No, Eugenia, no llores-le rogó.-Estoy seguro de que a mi hermano se le pasará el mosqueo y te volverá a hablar como si nada. Te quiere demasiado como para odiarte.
-Lo dudo.
-Confía en mí-le pidió.
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Al fin aquel día había acabado. Los días siguientes a aquellos acontecimientos fueron verdaderamente previsibles. Peter ni miraba, ni hablaba, ni tampoco dejaba de pensar en Eugenia. Ella solo sabía despertarse por las mañanas, ir al instituto, volver y meterse de nuevo en la cama. Darío intentaba por todos los medios que Peter se rindiera y hablase con la rubia. Mariana se aferraba cada vez más a Peter hasta el punto de hacerle dudar sobre lo que podría o no sentir por Eugenia. Pablo se preocupaba mucho por su hermana, ya que solo la escuchaba llorar y llorar en su habitación y cuando su madre llamaba y pedía hablar con su hija, Pablo inventaba mil y una escusas para no contarle lo que realmente pasaba. Nicolás desapareció de la vida de la rubia, aunque evidentemente todos los amigos de la muchacha lo habían hecho, ya que no salía, ni siquiera entraba en las redes sociales y en el instituto se encerraba en si misma hasta el punto de hacer que su peor enemiga en aquella clase, es decir, Melodi; se preocupara por ella. Así transcurrieron cuatro días, donde nadie daba su brazo a torcer, donde nadie se atrevía a decir como era la realidad y donde nadie desaprovechaba las oportunidades para lanzarse al cuello de la persona que le gustaba.
Eugenia acababa de llegar del instituto, había vuelto sola ya que los hermanos gemelos volvían con Mariana aunque Darío intentaba volver con la rubia pero ella siempre conseguía escaparse y volver sola. Al entrar en casa, saludó a su hermano, a Sol y le dio un beso en la mejilla a Juan David. En aquel día Eugenia quería cambiar, quería pasar página y estaba decidida a hacerlo pero poco a poco. Se sentó en la mesa, sorprendiendo a su hermano y a su cuñada, que boquiabiertos la observaron hasta que ella incómoda por las miradas, preguntó:
-¿Qué pasa que me miran así?
-No sé, se nos hace raro verte aquí-contestó Pablo.
-Bueno ya iba siendo hora de cambiar ¿no?-preguntó empezando a comer.

Mientras en la casa del al lado, Giulliana, la madre de los gemelos ya había preparado la comida y mientras que Darío ayudaba a poner la mesa, Peter había ido al escritorio de su padre a avisarle. Al abrir la puerta lo vio sentado delante de la mesa, repleta de papeles.
-Papá, ya está lista la comida.
-Oh, gracias-contestó levantando la vista de los papeles.
Peter estaba por marcharse hasta que escuchó a su padre decirle:
-Peter, Peter, espera. Entra un momento, quiero hablar contigo.
-Dime-vocalizó el muchacho entrando en la instalación.
-Siéntate, por favor-Peter hizo casó a lo que decía su padre.-Hijo, ¿qué tal te va el instituto?
-Bien, como siempre ¿por?
-No, por nada. ¿Y los amores?
-¡Ah, ya veo! Me quieres hablar de…
- Verás…-lo interrumpió.-Es que llegaron a mis oídos un rumor de que habías cortado con la vecinita esta, ¿cómo se llamaba?
-Eugenia-vocalizó el muchacho mirando fijamente a su padre.
-Si, eso-hizo una pausa.-Y bueno, cuéntame. ¿Ya tienes elegida la próxima candidata?
-¿Próxima candidata?-le preguntó sorprendido.-Papá, hace cuatro días que he cortado con Eugenia.
-Y mucho tiempo de luto ya le has dedicado a esa vecinita.-hizo una pausa.-Hijo, verás, quería hablar contigo de esto porque hoy he ido al instituto para ver como iba todo y he conocido a Mariana, una chica encantadora y creo que haríais muy buena pareja.
-Ya entiendo el motivo de esta conversación-Peter sonrió sarcásticamente.-Veo que quieres hacer con Mariana lo mismo que hiciste con Melodi, encasquetármela sin que yo quiera.
-Espera, Peter. Lo tuyo con Melodi habría funcionado a la perfección sino te hubieses emperrado en la vecinita.
-Papá, una pregunta-hizo una pausa.- ¿Por qué no te dejas de meter en mi vida?
El muchacho se levantó con rabia de la silla y se marchó dando un portazo. Peter llegó al comedor y se sentó en su silla de siempre. Su hermano al verle la cara, le preguntó:
-¿Qué te pasa?
-Nada-contestó Peter.
-Pasa-empezó a hablar el padre de los gemelos entrando en el comedor.-…que Peter no quiere entender que todo lo que hago, lo hago por su bien.
-¿Y ahora se puede saber que has hecho, papá?-preguntó Darío sonriendo sarcásticamente.
-Nada en especial-habló Peter con ironía.-Solo se obsesiona con que yo tengo que estar con alguna chica que le guste a él.
-Hijo, lo hago por tu bien. Esta chica con la que estabas; la vecinita. Creo que es una revolucionaria, que lo único que quería de ti era aprovecharse al máximo para luego darte la patada, que si no me equivoco así ha sido ¿no? Yo sabía que esa chica no era buen trigo y te lo intenté advertir pero no me hiciste caso y claro, pasa lo que pasa...-hizo una pausa.-Que acabas con unos cuernos que no te permiten ni entrar por la puerta. Pero no te preocupes porque ya tengo solucionado ‘cómo hacer para que recuperes tu honra y tu dignidad ante todos y cómo hacer para que dejes de ser el cornudo del instituto’.
-¡¿Qué?!-exclamó Peter.-Papá, no soy el cornudo del instituto, ni mucho menos. Lo que pasó entre Eugenia y yo, quedó entre ella y yo y nuestros amigos que serían incapaces de ir contándolo por ahí.
-Pero, papá-habló Darío.- ¿Por qué te cae tan mal Eugenia?
-¿Caerme mal?-el padre sonrió.-Hijo, no me cae mal, definitivamente no me cae. No me gusta y no quiero que este con ninguno de mis dos hijos. Esta chica lo único que hace es comeros la cabeza para que hagáis cosas que ni si quiera queréis como por ejemplo, el iros tú-le hablaba a Peter.-y ella a pasar el verano a la casa de tu tía. Cosa que por cierto no has sido castigado por ese motivo, porque estoy completamente seguro de que fue ella quién te insistió y convenció para hacerlo.-mientras su padre hablaba, Peter miraba el plato de comida que tenía delante.-Y la verdad, si yo te permití seguir con la relación que tuviste con ella durante estos meses fue porque creí que tenías que experimentar y equivocarte tú solo, pero a partir de ahora no, eh. Tenlo claro-sonrió.-Tú no te preocupes que yo me encargaré de que pases momentos a solas con Mariana para que os conozcáis y demás-hizo una pausa para tomar agua.-Pero una cosa te pido, no seas lento, por favor. Las chicas de hoy en día son más… rápidas por lo que tengo entendido, así que no vale dormirse, Peter.-su padre se echó a reír.
-¡Ya basta!-gritó Peter, dando un golpe en la mesa.-Ya esta bien, papá. Creo que ya has dicho suficiente. Mira, te diré tres cosas. Una, la vecinita como tú la llamas, no tiene la culpa de que nos fuéramos a pasar el verano a casa de la tía, ni de nada que te puedas imaginar. Si yo hice las cosas que hice fue por amor y porque yo quise, ¿entendido? Dos, no quiero que me vuelvas a mencionar a Eugenia, nunca más. Ni de forma despectiva, ni de ninguna otra forma. No quiero oír su nombre y tres, que espero que te entre bien en la cabeza; ¡no quiero que te metas más en mi vida!-el muchacho se levantó de la mesa.-Ya tengo dieciocho años y creo que ya soy lo suficientemente mayorcito como para decidir con quién quiero o no quiero estar ¿vale?-respiró hondo.-Y mamá, te pido perdón por este espectáculo pero no podía aguantar más-dijo mirando a su madre.
Peter miró una última vez a su padre, que comía como si no hubiese pasado nada, y después se fue del comedor. El muchacho subió a su cuarto y salió al balcón para tomar un poco de aire. Le hacía falta.

Eugenia había terminado de comer y de ayudar a Sol a lavar los platos, así que subió a su habitación. Entró y se sentó en la silla de su escritorio. Encendió el ordenador y mientras, esperaba a que iniciase sesión, sacó del cajón de la mesa del escritorio un relicario. Lo abrió y de su interior, cogió una piedra. Aquella piedra que marcaba el momento en que Peter y Eugenia se habían conocido cuando eran pequeños, y se había partido por la mitad, quedándose cada uno con un trozo.
La rubia se quedó mirándola fijamente sobre la palma de su mano y en aquel momento unas imágenes empezaron a rondar su cabeza. Cerró los ojos con fuerza y al abrirlos, exclamó con una sonrisa en el rostro:
-¡Me acordé!
-¿De qué?-preguntó alguien entrando por el balcón.
-¿Peter?-preguntó sorprendida.

Continuará...

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