-Me voy a
fuera para que te bañes en condiciones-hizo una pausa.-Voy a estar al otro lado
de esta puerta y quiero que me hables en todo momento. A los dos segundos en
que no te escuche la voz, entraré aquí y me dará igual si sigues en ropa
interior o estás completamente desnuda. Así que ¡ojo!
-Gracias,
Darío-le agradeció levantándose de la bañera y abrazándolo con fuerza.
El muchacho
la abrazó a pesar de que estuviera empapando su ropa y al separarse, la rubia
le dio un tierno beso en la mejilla. Darío le sonrió y salió del cuarto de
baño.
-Bueno,
Euge, cuéntame algo-dijo el chico sentándose en el suelo al lado de la puerta.
-No sé-hizo
una pausa.-Que necesitaré al menos tres baños más para quitarme las babas de
encima de ese…-se cayó y gruñó.
-Bueno,
piensa que ahora ya no lo verás más.
-Ni a él, ni
a Peter-y volvió a empezar a llorar.
-No,
Eugenia, no llores-le rogó.-Estoy seguro de que a mi hermano se le pasará el
mosqueo y te volverá a hablar como si nada. Te quiere demasiado como para
odiarte.
-Lo dudo.
-Confía en
mí-le pidió.
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Al fin aquel
día había acabado. Los días siguientes a aquellos acontecimientos fueron
verdaderamente previsibles. Peter ni miraba, ni hablaba, ni tampoco dejaba de
pensar en Eugenia. Ella solo sabía despertarse por las mañanas, ir al
instituto, volver y meterse de nuevo en la cama. Darío intentaba por todos los
medios que Peter se rindiera y hablase con la rubia. Mariana se aferraba cada
vez más a Peter hasta el punto de hacerle dudar sobre lo que podría o no sentir
por Eugenia. Pablo se preocupaba mucho por su hermana, ya que solo la escuchaba
llorar y llorar en su habitación y cuando su madre llamaba y pedía hablar con
su hija, Pablo inventaba mil y una escusas para no contarle lo que realmente
pasaba. Nicolás desapareció de la vida de la rubia, aunque evidentemente todos
los amigos de la muchacha lo habían hecho, ya que no salía, ni siquiera entraba
en las redes sociales y en el instituto se encerraba en si misma hasta el punto
de hacer que su peor enemiga en aquella clase, es decir, Melodi; se preocupara
por ella. Así transcurrieron cuatro días, donde nadie daba su brazo a torcer,
donde nadie se atrevía a decir como era la realidad y donde nadie
desaprovechaba las oportunidades para lanzarse al cuello de la persona que le
gustaba.
Eugenia
acababa de llegar del instituto, había vuelto sola ya que los hermanos gemelos
volvían con Mariana aunque Darío intentaba volver con la rubia pero ella
siempre conseguía escaparse y volver sola. Al entrar en casa, saludó a su
hermano, a Sol y le dio un beso en la mejilla a Juan David. En aquel día
Eugenia quería cambiar, quería pasar página y estaba decidida a hacerlo pero
poco a poco. Se sentó en la mesa, sorprendiendo a su hermano y a su cuñada, que
boquiabiertos la observaron hasta que ella incómoda por las miradas, preguntó:
-¿Qué pasa
que me miran así?
-No sé, se
nos hace raro verte aquí-contestó Pablo.
-Bueno ya
iba siendo hora de cambiar ¿no?-preguntó empezando a comer.
Mientras en
la casa del al lado, Giulliana, la madre de los gemelos ya había preparado la
comida y mientras que Darío ayudaba a poner la mesa, Peter había ido al escritorio
de su padre a avisarle. Al abrir la puerta lo vio sentado delante de la mesa,
repleta de papeles.
-Papá, ya está
lista la comida.
-Oh,
gracias-contestó levantando la vista de los papeles.
Peter estaba
por marcharse hasta que escuchó a su padre decirle:
-Peter,
Peter, espera. Entra un momento, quiero hablar contigo.
-Dime-vocalizó
el muchacho entrando en la instalación.
-Siéntate,
por favor-Peter hizo casó a lo que decía su padre.-Hijo, ¿qué tal te va el
instituto?
-Bien, como
siempre ¿por?
-No, por
nada. ¿Y los amores?
-¡Ah, ya
veo! Me quieres hablar de…
- Verás…-lo
interrumpió.-Es que llegaron a mis oídos un rumor de que habías cortado con la
vecinita esta, ¿cómo se llamaba?
-Eugenia-vocalizó
el muchacho mirando fijamente a su padre.
-Si,
eso-hizo una pausa.-Y bueno, cuéntame. ¿Ya tienes elegida la próxima candidata?
-¿Próxima candidata?-le
preguntó sorprendido.-Papá, hace cuatro días que he cortado con Eugenia.
-Y mucho
tiempo de luto ya le has dedicado a esa vecinita.-hizo una pausa.-Hijo, verás,
quería hablar contigo de esto porque hoy he ido al instituto para ver como iba
todo y he conocido a Mariana, una chica encantadora y creo que haríais muy
buena pareja.
-Ya entiendo
el motivo de esta conversación-Peter sonrió sarcásticamente.-Veo que quieres
hacer con Mariana lo mismo que hiciste con Melodi, encasquetármela sin que yo
quiera.
-Espera,
Peter. Lo tuyo con Melodi habría funcionado a la perfección sino te hubieses
emperrado en la vecinita.
-Papá, una
pregunta-hizo una pausa.- ¿Por qué no te dejas de meter en mi vida?
El muchacho
se levantó con rabia de la silla y se marchó dando un portazo. Peter llegó al
comedor y se sentó en su silla de siempre. Su hermano al verle la cara, le
preguntó:
-¿Qué te
pasa?
-Nada-contestó
Peter.
-Pasa-empezó
a hablar el padre de los gemelos entrando en el comedor.-…que Peter no quiere
entender que todo lo que hago, lo hago por su bien.
-¿Y ahora se
puede saber que has hecho, papá?-preguntó Darío sonriendo sarcásticamente.
-Nada en
especial-habló Peter con ironía.-Solo se obsesiona con que yo tengo que estar con
alguna chica que le guste a él.
-Hijo, lo
hago por tu bien. Esta chica con la que estabas; la vecinita. Creo que es una
revolucionaria, que lo único que quería de ti era aprovecharse al máximo para
luego darte la patada, que si no me equivoco así ha sido ¿no? Yo sabía que esa
chica no era buen trigo y te lo intenté advertir pero no me hiciste caso y
claro, pasa lo que pasa...-hizo una pausa.-Que acabas con unos cuernos que no
te permiten ni entrar por la puerta. Pero no te preocupes porque ya tengo solucionado
‘cómo hacer para que recuperes tu honra y tu dignidad ante todos y cómo hacer
para que dejes de ser el cornudo del instituto’.
-¡¿Qué?!-exclamó
Peter.-Papá, no soy el cornudo del instituto, ni mucho menos. Lo que pasó entre
Eugenia y yo, quedó entre ella y yo y nuestros amigos que serían incapaces de
ir contándolo por ahí.
-Pero,
papá-habló Darío.- ¿Por qué te cae tan mal Eugenia?
-¿Caerme
mal?-el padre sonrió.-Hijo, no me cae mal, definitivamente no me cae. No me
gusta y no quiero que este con ninguno de mis dos hijos. Esta chica lo único
que hace es comeros la cabeza para que hagáis cosas que ni si quiera queréis
como por ejemplo, el iros tú-le hablaba a Peter.-y ella a pasar el verano a la
casa de tu tía. Cosa que por cierto no has sido castigado por ese motivo,
porque estoy completamente seguro de que fue ella quién te insistió y convenció
para hacerlo.-mientras su padre hablaba, Peter miraba el plato de comida que
tenía delante.-Y la verdad, si yo te permití seguir con la relación que tuviste
con ella durante estos meses fue porque creí que tenías que experimentar y
equivocarte tú solo, pero a partir de ahora no, eh. Tenlo claro-sonrió.-Tú no
te preocupes que yo me encargaré de que pases momentos a solas con Mariana para
que os conozcáis y demás-hizo una pausa para tomar agua.-Pero una cosa te pido,
no seas lento, por favor. Las chicas de hoy en día son más… rápidas por lo que
tengo entendido, así que no vale dormirse, Peter.-su padre se echó a reír.
-¡Ya
basta!-gritó Peter, dando un golpe en la mesa.-Ya esta bien, papá. Creo que ya
has dicho suficiente. Mira, te diré tres cosas. Una, la vecinita como tú la
llamas, no tiene la culpa de que nos fuéramos a pasar el verano a casa de la
tía, ni de nada que te puedas imaginar. Si yo hice las cosas que hice fue por
amor y porque yo quise, ¿entendido? Dos, no quiero que me vuelvas a mencionar a
Eugenia, nunca más. Ni de forma despectiva, ni de ninguna otra forma. No quiero
oír su nombre y tres, que espero que te entre bien en la cabeza; ¡no quiero que
te metas más en mi vida!-el muchacho se levantó de la mesa.-Ya tengo dieciocho
años y creo que ya soy lo suficientemente mayorcito como para decidir con quién
quiero o no quiero estar ¿vale?-respiró hondo.-Y mamá, te pido perdón por este
espectáculo pero no podía aguantar más-dijo mirando a su madre.
Peter miró
una última vez a su padre, que comía como si no hubiese pasado nada, y después
se fue del comedor. El muchacho subió a su cuarto y salió al balcón para tomar
un poco de aire. Le hacía falta.
Eugenia
había terminado de comer y de ayudar a Sol a lavar los platos, así que subió a
su habitación. Entró y se sentó en la silla de su escritorio. Encendió el
ordenador y mientras, esperaba a que iniciase sesión, sacó del cajón de la mesa
del escritorio un relicario. Lo abrió y de su interior, cogió una piedra.
Aquella piedra que marcaba el momento en que Peter y Eugenia se habían conocido
cuando eran pequeños, y se había partido por la mitad, quedándose cada uno con
un trozo.
La rubia se
quedó mirándola fijamente sobre la palma de su mano y en aquel momento unas
imágenes empezaron a rondar su cabeza. Cerró los ojos con fuerza y al abrirlos,
exclamó con una sonrisa en el rostro:
-¡Me acordé!
-¿De
qué?-preguntó alguien entrando por el balcón.
-¿Peter?-preguntó
sorprendida.
Continuará...
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