domingo, 5 de agosto de 2012

Capitulo 60: Creída

Capitulo anterior:

Al cabo de un rato, el otro hermano gemelo entró en la habitación, volviendo a despertarlos a ambos, diciendo:
-Peter, despierta porque vamos a llegar tarde como no saques tu culo de ahí.
Darío se acercó a la cama y los destapó a Peter y a Eugenia. Cuando vio a la rubia, preguntó sorprendido:
-¿Eugenia? ¿Habéis vuelto?
-No, Darío no es lo que crees-dijo Eugenia medio dormida mientras se estiraba.-Solo hemos dormido juntos.
-¡Exacto!-exclamó Peter, que se quedó callado un momento, mirando a la rubia.- Espera, ¿cómo lo has llamado?
Eugenia sorprendida porque no se había dado cuenta de lo que había dicho, se llevó la mano a la boca.
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-Eugenia, no me lo puedo creer-decía Peter mientras se levantaba de la cama.-Así que en todo momento sabías quien era.
-Bueno, Peter, tus ojos son inconfundibles, lo siento.
-Pero mira que te gusta mentir, ¡eh!-comentó Peter mirándola.
-Habló, el que se hace pasar por su hermano. Perdona que te diga Peter pero toda la noche has intentado que crea que eras Darío.
-Te equivocas, solo te oculte la verdad. Tú desde un principio me llamaste Darío y bueno, yo no te lo negué, solo eso.
-Eso es mentir, aquí y en la China-dijo Eugenia muy enfadada.-Pero mira será mejor que me vaya-dijo levantándose de la cama.
-Si, eso vete y no admitas que cerraste la puerta de tu balcón adrede para dormir conmigo.
-¿Qué yo qué? Pero si el que me insistió para que me quedara y por poco no me ruega de rodillas fuiste tú.
-Más quisieras-dijo Peter acercándose a ella.
-¡Imbécil!-exclamó la rubia mirándole con rabia.
-¡Creída!
-Arrogante.
-Mentirosa.
-No, yo no soy…-se quedó callada.-Mira hazme un favor, vete con tu Mariana y comed perdices pero una cosa te digo, tengo cuidado con no atragantarte, idiota.
-Tranquila que lo tendré y tú…
-¿Y yo qué?-preguntó Eugenia acercándose todo lo posible a él.
-Venga, besaros ya de una vez-dijo Darío que desde la puerta observaba lo que estaba pasando.
Peter y Eugenia miraron al que acababa de hablar y luego se miraron el uno al otro. Se quedaron así un buen rato, hasta que finalmente la rubia resopló y se marchó, no sin antes despedirse de Darío con un adiós mientras bajaba las escaleras de una manera furiosa, dejando claro que estaba enfadada. El padre de los chicos vio a Eugenia y se acercó a la puerta de la habitación de Peter y preguntó:
-¿Esa que acaba de salir de casa es Eugenia, la vecinita?
Peter se tiró sobre su cama y metió la cabeza debajo de la almohada, no tenía ganas de escuchar a su padre.
-¡Exacto!-exclamó Darío contestando a su padre.

Tiempo más tarde, Eugenia llegó al instituto, aun malhumorada por lo que había pasado hacia tan solo una hora. Entró en clase y aún no había llegado el profesor de historia, así que bajó su silla de encima de su mesa y se sentó, soltando la mochila en el suelo. Candela que la vio llegar, se acercó a ella y ambas empezaron a hablar. Al cabo de unos minutos, Eugenia vio a Darío entrar por la puerta y aproximarse a ella, y antes de que él pudiera decir nada, le dijo:
-No quiero hablar de eso.
-Esta bien-comentó Darío sentándose en la silla de al lado de la muchacha con una sonrisa en la cara.
-¿Qué pasa?-preguntó Candela sin entender nada.
-Lo que te conté, Cande-le contestó Eugenia.-Es que en serio, no lo entiendo-hizo una pausa.-Tu hermano-le habló a Darío.-Es un idiota. ¿A que no sabes qué?
-Dime-dijo Darío mirándola.
-Esta mañana cuando volví a mi casa, me entere de que Peter ni si quiera fue a llamar al timbre de mi casa anoche, y para que después diga que yo soy la que quería dormir con él.
-Los dos queréis estar el uno con el otro y sois dos tontos que…en fin, dos tontos-comentó Darío.
Eugenia miró a su amiga que asentía con la cabeza, dejando claro que estaba de acuerdo con lo que el muchacho acababa de decir.
 A los pocos minutos sonó el timbre que anunciaba el inicio de las clases. A primera hora tenían historia, así que se empaparon con hechos antiguos, algo realmente aburrido para algunos y muy interesantes para otros. Al finalizar la clase, Eugenia salió al pasillo para estirar un poco las piernas. Mientras hablaba con un compañero de clase, vio a Peter pasar a su lado y creyó haber escuchado que el muchacho decía algo.
-Me disculpas un momento-le dijo Eugenia al compañero con el que estaba hablando y fue detrás de Peter.-Perdona-dijo agarrándole de la muñeca.-Cuando has pasado al lado de la puerta de mi clase, me pareció escuchar algo…¿puede ser que me hayas llamado creída?
-Puede ser, no. Te he llamado creída-le contestó dándose la vuelta para mirarla.
-Si yo soy creída, tú eres un imbécil.
-Y tú una mentirosa-volvían a empezar a discutir mediante insultos.
-¿Mentirosa, yo?-se rió.-Así que mi hermano te cerró la puerta en la cara antes de que pudieras explicarle lo que me había pasado ¿no?
-Eso no es mentir. A eso se le llama modificar un poco la verdad.
-¿Modificar la verdad?-preguntó Eugenia entre risas.-Peter, te inventaste una realidad paralela. No llamaste al timbre, y estoy completamente segura de que ni si quiera saliste de tu casa.
-Si salí.
-Bueno, pero eso es lo de menos. Lo que realmente me esta comiendo la cabeza es… ¿cuál fue el motivo que te llevó a, según tú, modificar la realidad? ¿Puede ser que querías que durmiera en tu casa? Y otra incógnita que me tiene muy intrigada, ¿por qué te hiciste pasar por tu hermano?-hizo una pausa.-Bah, mejor dicho. ¿Por qué dejaste que yo siguiera pensando que tú eras Darío?-preguntaba mientras se iba acercando a él cada vez más.- ¿Por qué no me dijiste que eras Peter?
Eugenia lo miraba fijamente a los ojos, quería que le contestara aunque ya sabía las respuestas a todas las preguntas. Peter se quedó callado mirándola hasta que finalmente la rubia siguió hablando:
-La verdad, no hace falta que me contestes; ambos sabemos cual es la respuesta.
-¿Ah sí? ¿Y cuál es, según tú?
-Me sigues queriendo como a nadie a pesar de que, según tu deducción, yo estuve jugando a dos puntas contigo y con Nicolás.
-Ves como eres una creída.
-Seré lo que tú quieras, si admites que tengo razón-lo miró.-Pero en fin, será mejor que me vaya antes de que te meta en más problemas con tu novia.
-¿De qué me estas hablando? ¿Qué novia?-preguntó Peter.
-Mira hacia la puerta de tu clase, Mariana lleva un buen rato mirándonos de una forma muy descarada. Seguramente este celosa, así que mejor me voy-le sonrió.- Espero que tengas una buena mañana, adiós-le dio dos palmadas en el pecho y se marchó.
-Algún día entenderé la mente femenina-se dijo Peter así mismo volviendo a su clase.-Bah, mejor dicho, algún día entenderé la mente de Eugenia.

Pasaron las horas y al fin sonó el timbre de las tres. Todos salieron despavoridos de aquel lugar, que para muchos era un infierno. A los veinte minutos los dos hermanos gemelos habían llegado a casa. Peter había invitado a Mariana a comer a su casa, ya que tenían que hacer un trabajo sobre la crisis de la actualidad. Toda la familia estaba sentada en la mesa, comiendo y charlando.
-¡Qué alegría que mi hijo al fin haya encontrado a una chica que valga la pena!-exclamó el padre de los chicos mientras se reía.-Y no a esa… ¿cómo se llamaba?
-Eugenia-dijo Darío mirando con mala cara a su padre.-Y por favor papá no hables mal de ella.
-¿Qué pasa, Darío? ¿Ahora eres tú quién la defiende?
-Si, porque es mi cuñada-dijo el muchacho sin pensar en lo que decía.-Quiero decir…-intentó arreglarlo al ver la cara que Peter había puesto.
-Ex…-dijo Mariana en voz baja.
-¿Cómo?-preguntó Darío mirándola.
-No, nada, que está buenísima la comida. Los felicito por tener a una excelente cocinera como esposa y madre.
-Veis, nada que ver esta muchachita con la Eugenia esa-comentó el padre y después soltó una carcajada.
-¡Papá!-exclamaron los dos gemelos a la vez.
Darío, el hermano mayor por dos minutos sonrió mirando al hermano pequeño, que bajaba la vista hacia su plato muy pensativo.

Continuará... 

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